El padre de la paleogenómica
La nueva edición del Nobel de Medicina reconoció el trabajo de Svante Pääbo por sus aportes a la comprensión de la historia evolutiva humana. Sus investigaciones no solo permitieron secuenciar por primera vez el genoma del neandertal, sino que establecieron la transmisión de genes entre éstos y otros homínidos antiguos con el Homo sapiens, permitiendo pensar y explorar qué es lo que nos hace propiamente humanos.
Este lunes se entregó el premio Nobel de Fisiología y Medicina al investigador sueco Svante Pääbo, biólogo y director del Departamento de Genética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Alemania. Pääbo es reconocido mundialmente por haber secuenciado por primera vez el genoma de homínidos extintos como el neandertal y el denisova, este último descubierto por él a partir del hallazgo de un hueso de dedo de 40 mil años de antigüedad en las cuevas del mismo nombre en Siberia.
El Instituto Karolinska de Suecia anunció que los descubrimientos de Pääbo “generaron una nueva comprensión de la historia evolutiva”. En la década del noventa, su trabajo logró secuenciar el genoma mitocondrial del neandertal a partir del ADN presente en un hueso de 40 mil años de antigüedad. Ya en el siglo XXI, pudo secuenciar su genoma nuclear, publicando su hallazgo en 2010. En ese trayecto, descubrió a otros homínidos que convivieron con el neandertal y el Homo sapiens, el denisova, y constituyó una nueva disciplina científica: la paleogenómica.
Hernán Dopazo, investigador del CONICET en el Instituto de Genómica Evolutiva de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, afirma que gracias al trabajo de Pääbo hoy se puede apreciar más detalladamente la composición y la historia genómica de la humanidad. “El linaje de los homínidos antiguos no se extinguió completamente, sino que sigue vivo en un porcentaje de nuestro propio genoma”, explica.
“Hoy estamos empezando a comprender todo el poblamiento y el mestizaje de nuestro linaje humano mezclándose con los homínidos antiguos gracias a su trabajo. Si podemos decir que cualquier genoma humano, sobre todo de ascendencia europea y asiática, tiene un porcentaje de entre 2 y 3 puntos, a veces más, de ADN antiguo, es gracias a él”, comenta Dopazo.
Para el investigador, el aporte que Svante Pääbo ha hecho a los estudios sobre genética y evolución son sumamente importantes. “Quienes trabajan con muestras de ADN antiguo necesariamente van a aplicar sus metodologías y su marco teórico”, afirma Dopazo y agrega: “él inventó un área nueva dentro de la genética, particularmente en homínidos, pero sus metodologías son generales, esto quiere decir que para trabajar con cualquier muestra de ADN con decenas o centenas de miles de años de antigüedad pueden aplicarse los métodos de Pääbo”.
El biólogo explica que para escarbar sobre muestras de ADN milenarias hay que aislar tanto la contaminación humana como la del ADN microbiano que se pueda encontrar. El aporte del flamante Nobel de Medicina es haber desarrollado las técnicas para despejar ese ruido y obtener letra a letra cada una de las bases del ADN neandertal.
Pero, para Hernán Dopazo, la importancia del trabajo de Pääbo se extiende más allá de los terrenos de la ciencia, ya que nos permite reflexionar sobre la propia humanidad y derribar los mitos que alimentan a las tendencias xenófobas. “Todas las ideas afiebradas sobre pureza de la raza blanca se caen cuando se piensa que el ADN verdaderamente humano solo lo conservan nuestros hermanos del África más negra y que el resto de los genomas humanos lleva mezcla de ADN primitivo”, concluye.