Un mapa bien nuestro
La diversidad genética de la Argentina es particular, como lo es la de cada país. Dar cuenta de ella es el objetivo del Programa Nacional de Referencia y Biobanco Genómico de la Población Argentina (PoblAr). La información que aporte el programa permitiría avanzar en políticas de salud pública inclusivas y equitativas, democratizando los alcances de la medicina de precisión.
Siete años atrás, un workshop sobre genómica reunió a un grupo de investigadores y funcionarios que firmaron una suerte de carta de intención: recolectar datos genómicos, fenotípicos y de estilos de vida que den cuenta de la diversidad genética de las distintas regiones de la Argentina, para definir genomas de referencia y, con todo eso, armar un mapa. La iniciativa, cajoneada durante el gobierno anterior, acaba de ser recuperada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y el CONICET, y persigue un objetivo concreto: avanzar hacia una salud pública de precisión que sea accesible a todos y a todas.
El programa se llama PoblAr, “Programa Nacional de Referencia y Biobanco Genómico de la Población Argentina”. Y apunta a crear un biobanco de datos básicos abiertos que facilite cualquier investigación genómica biomédica y poblacional que se considere prioritaria para el país. El proyecto será coordinado por el bioantropólogo Rolando González-José, director del Centro Nacional Patagónico. Y tiene entre sus promotores al biólogo Hernán Dopazo, investigador del CONICET en el Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires (IEGEBA, Exactas UBA), profesor de Genómica Evolutiva y Poblacional y principal responsable del que es, hasta ahora, el más vasto estudio genómico sobre el ADN nacional.
Consultado por NEXciencia, Dopazo explica la necesidad de contar con este biobanco y su importancia para implementar políticas que angosten progresivamente la brecha en el acceso a la salud. “Esto surgió a raíz de una problemática concreta: cada vez que un investigador presenta un proyecto, tiene que pedir un muestreo poblacional de individuos argentinos sanos que sirva de control, y otro investigador va y pide lo mismo. En los países centrales hace tiempo que se trabaja con un repositorio de datos genómicos, un biobanco que los ofrece de forma abierta y organizada. Aquí, hasta ahora, lo que hace un investigador es recoger, por ejemplo, si está cerca del Hospital de Clínicas, una muestra de lo que llega al Hospital de Clínicas. ¿Es eso una representación de los argentinos? Probablemente no.”
“El genoma humano –continúa Dopazo– se descifró para dar respuesta a enfermedades complejas, comunes a la mayoría de las personas, las que llenan los hospitales: diabetes, cáncer, enfermedades inmunológicas, cardiovasculares. Y como la genómica poblacional intenta entender precisamente la variabilidad asociada a esas enfermedades, es imprescindible tener un biobanco de referencia de las enfermedades específicas de cada población particular. La Argentina tiene una variabilidad genética específica, como la tiene cada región en el mundo. El problema es que el 80% de los estudios de las características genéticas asociadas a estas enfermedades están hechos con genomas de europeos o descendientes de europeos, y menos del 1% con datos genómicos de hispanos o latinos. En una segunda fase, con eso se hace investigación, ensayos clínicos y, finalmente, medicamentos. Ahora bien, hoy no sabemos si ese fármaco producido a partir de esa información genómica tiene eficacia terapéutica para un habitante de la Puna, por ejemplo. Quizás sí, pero es solo un acto de fe.”
PoblAr se propone poner en marcha un muestreo de bioespecímenes en todo el país, a través de nodos federales, que garanticen una cobertura apropiada de la diversidad genómica de la Argentina. Ese biobanco permitirá potenciar la investigación biomédica, optimizar la detección de variantes genéticas y no solo genéticas implicadas en enfermedades comunes y/o raras, y que todo eso se traduzca en políticas sanitarias inclusivas en términos de estrategias de prevención, diagnóstico y desarrollo de fármacos de precisión. La meta es que, en un futuro cercano, cada paciente reciba el tratamiento apropiado según sus características genéticas.
Durante la presentación del programa –que en rigor es una iniciativa del MINCyT, el CONICET, ANLIS y las Universidades Nacionales de Córdoba, Jujuy y Misiones–, González-José señaló un título de la revista Nature que resume la disparidad que impera en este campo de la investigación científica: “La genómica está fallando ante la diversidad”. Dramáticamente subrepresentados en los grandes estudios de análisis masivos de datos genómicos, vastos sectores de la población mundial quedan afuera de las actuales iniciativas de investigación y desarrollo biomédico basadas en la medicina de precisión. La cuestión reclama un abordaje ético y político, que ponga al Estado como árbitro de esas inequidades, reivindicando al mismo tiempo los orígenes diversos, plurinacionales y multiétnicos de la Argentina, y postulando esa diversidad genética y cultural como herramienta para el desarrollo de una salud pública verdaderamente inclusiva.
Hernán Dopazo señala un ejemplo reciente de identificación de biomarcadores de variación genómica en Latinoamérica, un continente signado por las migraciones y el mestizaje pero con un importante componente de poblaciones originarias. En Chile se detectó que el cáncer de vesícula está fuertemente asociado a la ancestría mapuche: por cada punto porcentual de incremento en la ancestría mapuche, se registra un 3,7% de aumento de la mortalidad por esa patología. El dato ilustra el alcance de las políticas de prevención y diagnóstico que podrían implementarse con esa información.
El contexto de pandemia ayuda a comprender la trascendencia de disponer de un biobanco propio. El mes pasado se publicaron los primeros estudios sobre la arquitectura genética humana en relación con la susceptibilidad al SARS-CoV-2, con muestras genómicas de 49 mil individuos infectados: se detectaron 13 marcadores genéticos, cuatro asociados a la susceptibilidad y otros nueve a la seguridad con la que se transita la infección. Y el sesgo poblacional de la muestra se repite: son datos de individuos europeos, estadounidenses y chinos. Así se reproduce la disparidad.
PoblAr viene a proponer, entonces, un enfoque que resuelva esa inequidad, un círculo virtuoso que comience por la población argentina real en toda su diversidad y termine en ella, en forma de práctica clínica de precisión.
El año pasado, Dopazo y PoblAr publicaron en la revista Plos One una suerte de primer ensayo del potencial que tendría el Biobanco Genómico. Con muestras aportadas por colegas de todo el país, detectaron, además de los tres componentes nativoamericanos de ancestría genómica que en el NEA, el NOA y en la Patagonia comparte la Argentina con los países limítrofes, un cuarto componente localizado en el centro oeste del país. Esa riqueza genómica, apenas vislumbrada, está en el centro del proyecto.
“Ahora viene el primer paso, que es generar el biobanco –explica el biólogo–, que debe tener un lugar físico, y que reunirá datos anonimizados de decenas o centenares de miles de individuos argentinos de diferentes regiones, a través de una colecta federal, por nodos, que cubra esa diversidad de datos genéticos, de estilos de vida, de condición social, laboral, etcétera”. Allí se procederá al genotipado de esos individuos para analizar la subestructura poblacional y la frecuencia local de cada variante. Se secuenciarán genomas completos de los casos que se consideren paradigmáticos. Y, finalmente, se construirá una base de datos con metadatos demográficos, socioeconómicos, antropométricos y genómicos. “Y a partir de allí, con toda esa información, lo más importante: generar políticas públicas”.