El señor de los océanos
Alberto Piola es oceanógrafo físico y acaba de ser anunciado como ganador del premio Fundación Bunge y Born 2024. Su trabajo ha sido clave para la integración regional de los estudios sobre el Atlántico Sur y la cuenca argentina. En diálogo con NexCiencia, brinda detalles sobre el aumento de la temperatura del mar y subraya la importancia de la soberanía científica.
“Estoy totalmente sorprendido por la nominación, ni siquiera sabía que había un concurso especial para las ciencias del mar”, expresa conmovido Alberto Piola, profesor emérito del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. “No hay reconocimiento más lindo ni mejor premio que el que proviene de un grupo de colegas que uno respeta”, asegura.
Piola tiene en su haber algunas distinciones “pero nada de esta envergadura”. “No estoy acostumbrado a recibir premios –dice– estoy profundamente agradecido”. Cuenta que cuando lo convocaron pensó que era para integrar una comisión de trabajo. Sin embargo, el director ejecutivo de la Fundación Bunge y Born, Gerardo della Paolera, le informó que había sido seleccionado para recibir el premio científico de la edición 2024.
“Es muy importante haber tenido el privilegio de trabajar en lo que me apasiona”, resume Piola, quien además es investigador del CONICET en el Servicio de Hidrografía Naval de la Nación y del Instituto Franco-Argentino de Estudios sobre el Clima y sus Impactos (IFAECI). Esa pasión lo llevó a navegar por el mundo, cruzando el Atlántico Sur hasta Sudáfrica, participando de campañas en la Antártida y el Atlántico Norte, yendo desde las Islas Azores hasta los Cabos de Flemish y después a Nueva Inglaterra, bajando por las costas de Canadá y Estados Unidos.
“No hay reconocimiento más lindo ni mejor premio que el que proviene de un grupo de colegas que uno respeta”.
“Esas campañas muy extensas pueden partir desde Punta Arenas o Mar del Plata y terminar en Mar del Cabo”, relata, aunque aclara que la mayoría son de índole regional y promedian las tres semanas. El investigador recuerda el momento clave en el que despertó su vocación: “Estaba viendo un folleto del ITBA para decidir qué ingeniería estudiar y de repente encontré la opción de oceanografía física. No sabía que existía, yo tenía un ávido interés por la física y ponerla en el contexto del mar me pareció súper interesante”.
Un termómetro oceánico
Sus principales temas de investigación son las corrientes oceánicas y las propiedades del agua. Durante más de veinte años dirigió múltiples proyectos internacionales con los que se crearon redes inéditas de colaboración con importantes avances en el conocimiento de la oceanografía regional. “Me interesan las grandes corrientes oceánicas con la escala de una cuenca y los esquemas de corrientes que conectan partes remotas del océano. También sistemas de menor escala, como la circulación en la plataforma continental o los frentes oceánicos”, explica Piola.
Una de las razones de ese interés es la relación con el clima del planeta. “Los sistemas de corrientes de gran escala tienen un impacto importante en el clima de la Tierra porque redistribuyen calor, desde zonas con exceso hacia otras con déficit”, explica. Así, ayudan a mantener un clima relativamente estable a largo plazo. “Los cambios en estas corrientes, por lo tanto, tienen un impacto en el clima”, resume.
Para estudiar ese tema se deben hacer observaciones del océano profundo. “Tenemos que conseguir un barco capaz de llegar a lugares muy remotos con equipamiento especial. Los cambios allí son muy sutiles, necesitamos instrumentos de alta precisión extremadamente bien calibrados para observar cómo funciona el sistema”, explica Piola. Y detalla: “La temperatura está medida en milésimas de grados Celsius, unas cuantas milésimas pueden reflejar un cambio importante”.
Piola ha estado a cargo de una serie de quince años de observaciones de temperatura continua a casi 4.800 metros de profundidad en varios sitios de la cuenca argentina. “Es un registro único del cual no hay antecedentes en la región. En muy pocos lugares del mundo se cuenta con ese tipo de información”, comenta. Allí, los sensores están detectando cambios en las propiedades del agua de fondo antártico, una masa de agua muy fría y densa que se forma en la Antártida, en la superficie, se hunde y se propaga por las cuencas más profundas. Llega a la cuenca argentina después de recorrer miles de kilómetros.
“El océano en promedio se está calentando, pero el sistema es muy complejo”.
“Aunque quince años parezca mucho, para el funcionamiento de los sistemas de corrientes es como una medición instantánea. De todas formas, por primera vez tenemos un conocimiento bien sólido de estas variaciones y empezamos a detectar una tendencia positiva, un muy leve pero detectable calentamiento”, comenta Piola. Aunque matiza: “El océano en promedio se está calentando, pero el sistema es muy complejo”.
Según el investigador, la mayor cantidad de información conocida es sobre la superficie. Y, si bien el promedio de la temperatura de la superficie del mar está subiendo, hay zonas donde el calentamiento es más acelerado y otras que, por el contrario, se están enfriando. “Se debe a los cambios en las corrientes y, en algunos lugares, a los vientos, que son importantes en su dinámica”, afirma. Y amplía: “El sistema es altamente complejo y heterogéneo, lo podemos ver bien en la superficie pero no en las aguas profundas. No sabemos si donde hay calentamiento en la superficie también lo hay en la profundidad. Por eso son muy importantes el tipo de observaciones que hacemos”.
En la superficie, además, las aguas absorben oxígeno y dióxido de carbono de la atmósfera. Para el investigador, los procesos de hundimiento son muy relevantes para el balance de carbono. “Estamos introduciendo mucho dióxido de carbono con la quema de combustibles fósiles y entre el 25 y el 30 por ciento de ese carbono adicional es absorbido por el océano de varias maneras. El hundimiento es un mecanismo fundamental para entender la evolución del clima”, explica.
Ciencia del sur
“El Atlántico norte es ciertamente el océano más estudiado y está rodeado de países con recursos muy importantes”, afirma Piola al reflexionar sobre la asimetría de conocimiento respecto al hemisferio sur. Sin embargo, el sur también existe. “Había una suerte de fragmentación del conocimiento muy vinculada a las áreas que más le interesaba a cada país, publicaciones y campañas con fronteras muy definidas”, comenta Piola. Y agrega: “Ni para las especies ni para las corrientes de agua y sus características esas fronteras existen. Por eso me interesó integrar esos estudios”.
“Conseguimos convencer a las autoridades de Argentina, Uruguay y Brasil de que era importante avanzar también en actividades de campo en conjunto. Ha sido muy productivo, no solo en mi disciplina, sino también en la generación de conocimiento para la distribución de las especies de interés comercial y del plancton”, relata.
“Conseguimos convencer a Argentina, Uruguay y Brasil de que era importante avanzar en actividades de campo en conjunto”.
Al día de hoy, con su equipo esperan poder recuperar los datos del fondo del mar de los últimos años. Es que la pandemia alteró todo el esquema de trabajo al no poder navegar. “Habitualmente colocamos los instrumentos y los visitamos cada seis meses para interrogarlos desde la superficie, por medio de una señal acústica. Cuando pudimos volver, recién a fines de 2022, ya estábamos en una situación crítica, debíamos extraer los instrumentos, cambiar baterías y recuperar la información”, recuerda.
Esos datos que faltan completan la serie inédita de quince años de mediciones. Se encuentran a la altura de la costa sur de Brasil, en la cuenca argentina, que se expande hacia el norte. Piola comenta que un barco tarda cuatro días en llegar a la zona de operaciones y que la de 2022 fue la última campaña: “No pudimos volver porque la situación económica no lo permitió”.
El investigador aclara que, si bien hay varios socios internacionales y los instrumentos fueron aportados por ellos, esa campaña fue financiada completamente por Argentina, a través de la iniciativa Pampa Azul, que dependía del entonces Ministerio de Ciencia. Es una ley vigente pero debido a los cambios de administración y a que algunos ministerios que intervenían ya no tienen ese rango, todavía no está definida su readecuación. “Si hay una posibilidad de obtener financiamiento por parte de Pampa Azul, por el momento está congelada”, sostiene.
Piola advierte otra dificultad: “No parece que vaya a haber una campaña en lo inmediato pero ya hay que preocuparse por el estado de los equipos. Probablemente, alguno de los socios del hemisferio norte lo haga. Eso implica problemas, porque equipos argentinos, colocados por barcos argentinos ahora terminarían en un puerto internacional”. Y remata: “Volver a traerlos tiene el riesgo de pagar aranceles aduaneros por equipamiento local que, obviamente, no fue declarado porque salió del país en un barco nacional, se colocó en aguas internacionales y se suponía que volvía al mismo puerto argentino del cual salió”.
Entrega del premio
Alberto Piola recibirá el Premio Fundación Bunge y Born 2024 el próximo lunes 9 de septiembre en el Centro Cultural Néstor Kirchner (CCK). La Fundación Bunge y Born otorga sus premios científicos desde 1964, constituyéndose en uno de los premios científicos más importantes del país.