¿Por qué, mientras dormimos, los mosquitos zumban en nuestras orejas?
Responde Nicolás Schweigmann, director del Grupo de Estudio de Mosquitos del Departamento de Ecología, Genética y Evolución, Exactas-UBA.
Ese zumbido tan molesto que escuchamos a la noche cuando nos acostamos y apagamos la luz es una consecuencia de la forma de volar del mosquito. Como sus alas son relativamente pequeñas, necesitan agitarlas con rapidez para lograr suficiente sustentación en el aire.
El hecho es que los mosquitos son atraídos por el dióxido de carbono que exhalamos mientras respiramos. El gradiente de la concentración de este compuesto en el aire sirve de guía para que algunas especies de mosquitos puedan detectarnos en la oscuridad de la noche. En Buenos Aires, la especie de mosquito que nos pica de noche (Culex pipiens) vuela alrededor de nuestra cabeza porque está siguiendo el gradiente de dióxido de carbono que emitimos por la boca. El insecto se mueve en absoluta oscuridad y se orienta por el calor del cuerpo y por el gradiente de dióxido de carbono. No necesita balizas ni radares.
Otras claves de la atracción previa a la picadura son la temperatura corporal y el ácido láctico de nuestra transpiración. Seguramente las personas que tienen mayor temperatura corporal (por hacer ejercicio o por alguna otra razón fisiológica) atraen más a los mosquitos que otras cuya piel se encuentra más fresca. Algo similar ocurre con la transpiración, que contiene ácido láctico (típico factor de atracción).
Una remera transpirada puede usarse con trampas de luz para atraer mosquitos. Si uno llega a su casa luego de correr o hacer ejercicio y, por ejemplo, se sienta a tomar mate, seguramente va a atraer mucho más a los mosquitos que aquella persona que llegó, se pegó un baño y se perfumó. Los perfumes operan como repelentes.
En la pampa húmeda, zona muy productora de mosquitos de la especie Ochlerotatus albifasciatus, los gauchos, para espantarlos, por un lado, quemaban bosta y, por otro, ataban un par de vacas a un árbol y se iban a dormir. Las vacas, con más masa corporal que el hombre, producen más calor y más ácido láctico. Es decir, los gauchos engañaban a los mosquitos para que fueran a picar a las vacas.