Pican, pican…
En el marco de la Unidad de Ecología de Reservorios y Vectores de Parásitos que dirige Cristina Wisnivesky, los biólogos Darío Vezzani y Aníbal Carbajo comandan el Proyecto sobre Ecología de Mosquitos de Importancia Médica o Veterinaria. Su trabajo busca identificar distintas clases de mosquitos que pueden transmitir diversas enfermedades.
Los mosquitos son, probablemente, los insectos mejor estudiados en cualquier región del mundo. Las razones por las que despiertan el interés de los investigadores son varias. No sólo son molestos, perturban nuestro descanso y nuestras actividades recreativas sino que, a través de las picaduras, las hembras –que son las únicas que pican- pueden transmitir distintos parásitos que producen enfermedades en el hombre y los animales. Malaria, filariasis o dengue son algunos de los ejemplos de los males que nos pueden afectar como consecuencia de la picadura de mosquitos infectados con alguno de estos protozoos o virus. “Además de ser interesantes como vectores de enfermedades, los mosquitos son un grupo muy atractivo desde el punto de vista de sus estrategias de vida y la diversidad de hábitats que ocupan”, afirma Darío Vezzani que lleva adelante una línea de investigación sobre Ecología de Mosquitos de Importancia Médica o Veterinaria. Vezzani pertenece, desde hace 20 años, al Grupo de Ecología de Reservorios y Vectores de Parásitos a cargo de Cristina Wisnivesky y codirige el proyecto de Ecología de Mosquitos con Aníbal Carbajo, de la Universidad de San Martín (UNSAM). Sus investigaciones apuntan a identificar la estructura de las distintas comunidades de mosquitos que habitan en nuestra región y cuáles son las variables ambientales que influyen en sus variaciones espacio-temporales.
“Distintos géneros difieren en sus estrategias de oviposición; algunos colocan balsas de huevos en la superficie del agua; otros, sobre plantas flotantes, otros los pegan en las paredes de recipientes artificiales”, explica Vezzani. Estas estrategias hacen que se encuentren distintas comunidades de mosquitos en cuerpos de agua de distintas características. “Diferenciamos tres comunidades con características muy definidas: los mosquitos de contenedores artificiales (hechos por el hombre), los de contenedores naturales (plantas y huecos de árboles) y los de charcos en el suelo. A su vez, estos ambientes acuáticos dependen en gran medida de su entorno ambiental. Si estamos en el delta del Paraná, habrá pocos contenedores artificiales y muchos de los otros; en un barrio porteño estaremos en el contexto opuesto. Muchas otras variables bióticas y abióticas juegan también un rol fundamental en la presencia y abundancia de las especies que componen estas comunidades”, agrega.
Los investigadores han trabajado en los últimos años en los ensambles de mosquitos presentes en el Área Metropolitana, localidades rurales cercanas y en el delta bonaerense y entrerriano. “En cualquiera de los sitios estudiados detectamos especies de gran importancia epidemiológica; por ejemplo Aedes aegypti, conocido como vector del dengue, y Culex pipiens, vector de la encefalitis de Saint Louis y el virus West Nile. Estas enfermedades estuvieron presentes durante estos últimos años en Argentina”, comenta Vezzani. Por otro lado, el investigador se encuentra desarrollando, desde el año 2003, junto al veterinario Diego Eiras de la Universidad de La Plata, un proyecto sobre parásitos de perros, en el sur del conurbano bonaerense. Allí han detectado tanto Aedes aegypti como Culex pipiens portando Dirofilaria immitis, el gusano que produce una grave cardiopatía en los perros conocida como gusano del corazón.
Los investigadores eligen los sitios a estudiar –muchas veces con imágenes satelitales- y luego diseñan y planifican el muestreo y las herramientas que necesitan para el trabajo de campo. Luego, durante un año, visitan los sitios de estudio donde realizan la captura de larvas de mosquitos y miden numerosas variables del ambiente, como por ejemplo pH, oxígeno disuelto, tamaño y profundidad de los cuerpos de agua, materia orgánica, cobertura vegetal, etcétera. Ya en el laboratorio, se realizan las identificaciones taxonómicas utilizando lupas binoculares y microscopios. Para los estudios sobre Dirofilaria, luego de que se detectan perros con dirofilariasis en veterinarias, contactan al dueño del perro, ingresan a su vivienda y colectan mosquitos que probablemente se hayan alimentado de los perros infectados. En el laboratorio, luego de identificar a las especies capturadas, se realiza la búsqueda del parásito utilizando tanto el microscopio como técnicas moleculares.
“Toda la información que se obtiene en estos proyectos, puede resultar útil tanto a otros científicos como a los políticos encargados de tomar decisiones relativas al control de vectores y enfermedades. Entender, por ejemplo, como son las variaciones espaciales y temporales del mosquito Aedes aegypti en nuestra región, es información base que contribuye a evitar o mitigar un brote epidémico. La presencia de este mosquito en el delta bonaerense no estaba reportada hasta hace unos meses. Ahora sabemos, tanto científicos como pobladores y políticos, que en esas islas el riesgo de transmisión de dengue también es real. Estar preparados depende de muchos factores y actores, pero el conocimiento es una herramienta que no puede ignorarse”, concluye Vezzani.
Unidad de Ecología de Reservorios y Vectores de Parásitos
(Proyecto sobre Ecología de Mosquitos de Importancia Médica o Veterinaria, Departamento de Ecología, Genética y Evolución).
Laboratorio 55, 4to. piso, Pabellón II, 4576-3300 interno 364.
Dirección del Proyecto: Dr. Darío Vezzani y Dr. Aníbal Carbajo
Integrantes del grupo: Dra. Alejandra Rubio
Tesistas de doctorado: Lic. María Victoria Cardo y Lic. Andrea Albicócco
Tesistas de grado: Paula Rosin y Melania Junges