Prioridad de paso a los datos
Con el auge de las nuevas tecnologías, alcanzar la transparencia de la información se ha convertido en una meta posible. Como consumidores y productores de información, transitamos un momento inédito en las políticas de acceso y democratización de los datos públicos y se generan posibilidades para la educación.
Al día siguiente de asumir la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama señaló que su administración se comprometía a generar “una apertura de la gestión pública sin precedentes”. La intención de Obama era instaurar en la agenda política la transparencia y eficiencia de la gestión a través de la implementación del gobierno abierto. Esa iniciativa suele tomarse como el puntapié inicial de un movimiento con un enorme potencial para la ciudadanía.
El espíritu de libre acceso que hoy promueven las nuevas tecnologías, está volviendo visible a los ciudadanos la información, que anteriormente estaba reservada exclusivamente a instituciones, empresas y, fundamentalmente, gobiernos.
Este fenómeno se denomina Open Data –o datos abiertos– entendido como la práctica de publicar por internet los datos públicos, permitiendo su libre utilización y distribución por parte de cualquier persona. Hoy en día es uno de los elementos del gobierno abierto que mayor interés está generando en las comunidades.
“Si bien heredamos la idea de gobierno abierto, como la planteó Obama, esta idea no es reciente ni le pertenece a él. Sin restar mérito a la propuesta, Aristóteles ya sostenía la necesidad de la transparencia de las cuentas públicas hace unos 2300 años. También una ley de 1776 otorgó a Suecia el derecho al acceso a las Actas Públicas. Y así seguirían los ejemplos”, puntualiza Eduardo Poggi, docente de la Maestría en Explotación de Datos y Descubrimiento del Conocimiento de la Universidad de Buenos Aires.
Pero Open Data no se reduce simplemente a datos numéricos archivados en una planilla, ya que involucra también cualquier clase de textos, imágenes, estadísticas, publicaciones científicas, información genética, datos clínicos y, en general, todo tipo de información con un formato procesable por una computadora. No obstante, para que la metodología de datos abiertos sea efectiva, se requiere que todos los datos sean publicados en bruto, sin un tratamiento previo para poder ser procesados posteriormente por el usuario. Al mismo tiempo los datos no deben presentar limitaciones técnicas o legales, excepto cuando deban cumplirse normativas jurídicas para proteger la privacidad de las personas, especialmente si se trata de datos asociados a sus identidades.
Según Poggi, quien también es consultor del sector público latinoamericano y especialista invitado al Programa de Gobierno Electrónico de la Universidad de San Andrés, “Open Data es un concepto que puede ser dimensionado desde dos visiones no contradictorias: una primera como derecho ciudadano y la segunda como obra pública”.
De acuerdo con esta clasificación, la primera visión sería aquella vigente en Latinoamérica y, curiosamente, en Estados Unidos con el objetivo de fomentar la transparencia y la participación ciudadana siendo destinatarios los medios de comunicación, las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil en su conjunto. En la segunda visión, imperante en la Unión Europea, el Estado asume un rol más activo en el impulso de la actividad económica y la generación de empleo calificado compartiendo datos con el sector privado, mucho más parecido a construir una autopista que a edificar un derecho.
Requisitos para la tan ansiada apertura
¿Cuándo se considera verdaderamente abierto un gobierno? La respuesta es simple: en la medida que esté centrado en las necesidades de la ciudadanía e impulse interacciones con y entre ciudadanos, agentes públicos, políticos, organismos públicos, asociaciones de la sociedad civil y grupos de interés, entre otros. En este proceso las empresas, los medios de comunicación, las organizaciones no gubernamentales así como las universidades e instituciones educativas son actores esenciales para promover la práctica de los datos abiertos.
“Los ciudadanos pueden reutilizar esa información para emprendimientos o investigaciones que mejoren la calidad de vida de todos. Pero también importa la implementación de Open Data para la participación ciudadana. Más allá de que el desafío sea llegar al ciudadano e interactuar con él, los gobiernos están tomando nota de esta realidad, sumando su administración a gobierno abierto y liberando de a poco sus datos”, comenta Yamila García, embajadora de la Fundación Open Knowledge Argentina y responsable local del proyecto Escuela de Datos.
Ya lo decía mejor Francis Bacon, “la información es poder”. Y la promesa de transferir ese poder desde el Estado hacia el ciudadano se hace presente en el nuevo abanico de posibilidades que se erigen con Open Data, pasando de simples modelos de gobierno electrónico –donde la administración pública se apoya en nuevas tecnologías para mejorar la eficacia de sus servicios– a modelos de gobierno abierto donde la información que el Estado genera comienza a estar disponible para todos.
“Necesitamos ciudadanos educados con herramientas cívicas y con el derecho de saber sobre el manejo de su administración pública. Aunque no parezca, un alto grado de la sociedad no es consciente de que tiene derecho a conocer el presupuesto de su municipio o en qué se invierte el dinero público”, sostiene García.
De la información al conocimiento
Un área esencial donde esta expansión y apertura informativa está produciendo nuevas experiencias es la educación. Sin embargo, vale la pena aclarar que en este caso información no es sinónimo de conocimiento. Si así lo fuese, cualquier persona que ingresara a una inmensa biblioteca a digerir un libro de texto tras otro o asimilara automáticamente el contenido de los artículos de la Wikipedia sería experto en algún tema, como sugieren las metáforas de Alejandría o Babel.
Tanta información sin estructura no hace a nadie sabio, porque faltaría algo que solo quienes enseñan pueden transmitir: organización, estructuración e investigación sobre los propios datos. Discernimiento de la información principal de la secundaria. Dicho en criollo: separar la paja del trigo.
“Saber es poder”, resulta una verdad de Perogrullo atribuida al filósofo David Hume, para graficar en qué medida las personas con conocimiento pueden transformar el mundo.
Tal es así que la meta de “empoderar” a alumnos y docentes de escuelas y universidades, parece ser una tarea tan compleja como atractiva, particularmente por la metodología que se propone: un entorno de datos abiertos que busca inspirar nuevas capacidades para investigar y trabajar con información de diversas fuentes públicas que pueda decirnos algo nuevo sobre el mundo en el que vivimos.
Oportunidades en curso
Actualmente Educ.ar, portal educativo del Ministerio de Educación de la Argentina, está proponiendo diferentes habilidades para docentes del siglo XXI retomando el documento Normas UNESCO sobre Competencias en Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), presentado en Londres en el año 2008 con el propósito de que se utilicen las TIC para mejorar el entorno de enseñanza y aprendizaje. Entre estas habilidades se señalan: crear e innovar, pensar críticamente y colaborar.
Ejemplo de ello sería el Mundial de los Datos, herramienta de Educ.ar que conjuga la información pública sobre diversos países del mundo a partir de la situación del Mundial de Fútbol. Con este recurso online es posible reproducir la secuencia de partidos del campeonato mundial pero enfrentando países para comparar otras variables, más allá de las deportivas, como desarrollo económico, países centrales y periféricos, cuidado del medio ambiente, inclusión de tecnologías, comunicaciones, entre otras. La aplicación se nutre de las bases de libre acceso del Banco Mundial, con información sobre el desarrollo de cada nación(http://www.opengovpartnership.org).
“Paulatinamente uno podría implementar este trabajo con datos en actividades prácticas escolares y ver cómo funciona. Por ejemplo, indagar la producción agrícola argentina en la última década, disponible en múltiples fuentes digitales. A través de un recurso de investigación se pueden descubrir cosas y formularse nuevas preguntas. Los temas a tratar están en los límites de la imaginación”, remarca Eduardo Poggi.
Para Manuel Aristarán, desarrollador de software especializado en datos abiertos y Magíster del MIT Media Lab, sumergirse en las bases de datos abordando problemas de la vida real es posible. “Existen muchísimas oportunidades para la educación. Investigar las variables del censo nacional sobre hogares, población y vivienda sería una posibilidad para aprender estadística básica”, explica en su charla TED x Río de la Plata –Cambiando el mundo de a una línea de código por vez– que se ha vuelto sumamente popular en las redes.
Nosotros también producimos
Pero no sólo los organismos de gobierno, instituciones públicas y privadas y medios de comunicación generan información. En el camino de la educación, las iniciativas de Open Data pueden surgir, al mismo tiempo, de información producida por las propias comunidades.
Aristarán enfatiza con cierta fascinación que existen proyectos de educación en ciencia donde los estudiantes no sólo se apropian de información científica existente sino que generan información ellos mismos. “En las salidas de campo, los alumnos van a parques o reservas naturales de su comunidad y hacen relevamientos ecológicos de flora o fauna o miden indicadores del ecosistema como la humedad en suelo o el clima. Este es un claro ejemplo para enseñar herramientas científicas básicas de recolección y análisis de información, pudiendo seguir un experimento de datos a través del tiempo”.
Por su parte, Yamila García considera que la educación de la ciudadanía en su conjunto es inexorable en este proceso. “En el proyecto Escuela de Datos utilizamos una metodología de integración entre la búsqueda de datos y los ciudadanos, denominada Expedición de Datos, que consiste en talleres donde se forma una suerte de campamento integrado por un grupo multidisciplinario de personas de diferentes profesiones, que resuelven problemas de manera entretenida con datos abiertos”, concluye.
Metodologías antes que herramientas
Por último, los especialistas coinciden en que enseñar y aprender con Open Data implica más un problema de metodologías que de herramientas tecnológicas.
“No se requieren mayores conocimientos que el manejo básico de una planilla de cálculo. Sin embargo, encontrar las fuentes, poder discernir cuáles son las que sirven para seleccionarlas y depurar esos datos para que sean comprensibles por otros no es un proceso lineal sino que implica muchas idas y vueltas. El trabajo metodológico nos ayuda a administrar los datos, agregando, al mismo tiempo, un valor sustancial a la información obtenida”, argumenta Poggi.
“Si bien el tema de la metodología puede ser complejo, especialmente en alumnos de secundario, es esencial transmitir el concepto de que no se puede juntar un censo de población con una encuesta permanente de hogares, porque estaríamos mezclando un conjunto de datos con otro. También dudar de la información me parece crucial, saber cómo se construye esa información y para qué, es el objetivo de cualquier investigación basada en datos”, resume Aristarán.
Ocuparse de lo que ocurre previamente a la utilización de las herramientas, incentivando a los estudiantes sobre cómo formular buenas preguntas, a darse cuenta si las preguntas que se formulan son posibles de ser respondidas con los datos que tienen a su disposición, como así también a buscar nueva información y, si no existe, a generarla, parecen ser algunas de las claves del desafío metodológico que proponen llevar las tecnologías de datos abiertos hacia el ámbito del aula. Después de todo, Open Data sería un medio más para mejorar la educación, no un fin en sí mismo.
Mientras tanto, restaría preguntarnos si en un futuro próximo los datos abiertos significarán para la educación una herramienta didáctica que complemente el uso intensivo de tecnologías o una idea auxiliar de la teoría pedagógica para proponer cambios en las formas de enseñar y aprender. Pero esa disquisición quedará para otro momento.
Argentina dice presente
En 2011 se creó la Alianza para el Gobierno Abierto (Open Government Partnership), iniciativa multilateral de países y organizaciones de la sociedad civil lanzada en Estados Unidos, fundada en el marco de la 66º Asamblea de las Naciones Unidas y fruto de una propuesta realizada en conjunto por Estados Unidos y Brasil. Su existencia nuclea a 64 países en los cuales gobierno y sociedad civil trabajan juntos para desarrollar e implementar reformas ambiciosas en torno al gobierno abierto. En 2012 la Argentina se incorporó como miembro número 58 de esta alianza.
Al año siguiente, el Gobierno Nacional presentó en Londres su plan de acción que surgió como resultado del Grupo de Trabajo de Gobierno Abierto del Foro de la Agenda Digital Argentina (http://www.agendadigital.gob.ar/) y que fue consensuado con diversas organizaciones no gubernamentales. Ese documento compromete a los organismos de la Administración Pública Nacional a profundizar los niveles de transparencia, participación y rendición de cuentas.
La Jefatura de Gabinete de Ministros creó el Sistema Nacional de Datos Públicos (SINDAP) y el Portal Nacional de Datos Públicos (PNDP). También el desarrollo del hackatón ProgramAR, la primera maratón de programación con datos abiertos nacionales realizada en el transcurso de 2014. (http://datospublicos.gov.ar).