Solución a la vista
A través de una curiosa combinación de jugo de remolacha, residuos de camarón y nanotecnología, un equipo de investigación desarrolló un procedimiento que mejora la administración de fármacos en tratamientos para enfermedades oculares como la degeneración macular. El trabajo ha conseguido resultados auspiciosos en ensayos in vitro.
Un equipo científico de Exactas UBA trabaja en el desarrollo de un novedoso procedimiento para tratamientos oftalmológicos que permitiría dejar atrás las cruentas y costosas inyecciones intraoculares y reemplazarlas por un simple gotero. Se trata de una potente combinación de productos naturales que contienen antioxidantes, como jugo de remolacha y un derivado del caparazón de camarón, entre otros. Estos componentes cuentan con un envoltorio diseñado con nanotecnología, para que libere en el ojo la dosis terapéutica adecuada y de modo controlado.
“Buscamos una herramienta de administración menos cruenta y más barata que las inyecciones intraoculares y que, a la vez, sea efectiva, como han demostrado estas nanopartículas en los ensayos in vitro”, señala el doctor en Industrias Químicas de la UBA, Oscar Pérez, profesor de Exactas UBA. La idea es conseguir un mejor vehículo para llevar al ojo los compuestos que retrasen o impidan de alguna manera la aparición de la degeneración macular asociada a la edad.
Si bien esta dolencia, que es una de las principales causas de pérdida irreversible de la visión central, afecta a adultos mayores, “cada vez se da con más frecuencia a una edad más temprana, porque recibimos estímulos de las pantallas todo el tiempo, como celulares, computadoras, que promueven deformaciones y desorganización en la retina. Ahora, estos aparatos con pantallas vienen con filtro pero, en el pasado, pasábamos horas y horas frente a ellos sin protección”, indica Pérez, director del Laboratorio de Dinámica Celular y Nanoherramientas del IQUIBICEN, en el Departamento de Química Biológica de Exactas UBA.
El grupo trabaja en busca de una herramienta de administración menos cruenta y más barata que las inyecciones intraoculares y que, a la vez, sea efectiva.
Como el tratamiento para esta enfermedad es con compuestos antioxidantes, el grupo de trabajo puso la mira en la remolacha, “muy rica en betanina”, y en los desechos de camarón del cual se obtiene quitosano. Este trabajo fue llevado adelante mediante un proyecto PICT Start-Up –dirigido por Pérez–, del que también participó el laboratorio de Microbiología de INTI Mar del Plata. Este aprovechamiento “permite convertir los residuos del camarón en productos con valor agregado”, expresa el artículo publicado en Polymers.
“Siempre trabajamos con productos naturales, que sean baratos, contribuyan a la economía circular, y mejoren la manera en que se administran”, marca Pérez, investigador de CONICET. Por su parte, Ramón Silva Nieto, primer autor del paper, agrega: “Un mes antes de la publicación de nuestro trabajo, un equipo de la India que trabaja en el mismo tema, mostró conclusiones similares con betanina y quitosano comercial, ambos comprados en laboratorios, que son carísimos. Nosotros lo extraemos de la remolacha y de la cáscara de camarones, que es más económico y da el mismo resultado”.
Como una “nave especial”
No sólo se trata de usar compuestos naturales, extraídos de modo directo, sin intermediarios, sino también combinarlo con aspectos avanzados de la tecnología para que lleguen al sitio que requiere ayuda. Para ello, el equipo comandado por Pérez es especialista en desarrollar plataformas o naves que son extremadamente pequeñas y entran en el campo de estudio de la nanotecnología. Son naves pequeñísimas que cargan los productos beneficiosos que pretenden combatir el mal.
La mayoría de los preparados oftálmicos están disponibles en forma de gotas. Sin embargo, por esta vía menos del 5% del fármaco llega a la parte posterior del ojo.
“Nos dedicamos a nanoencapsular”, define Pérez, y enseguida compara: “La plataforma de encapsulación hay que imaginarla como un huevo muy pequeño donde uno introduce lo que desea que transporte siempre que sea químicamente compatible. Entonces, esa cápsula va hasta el lugar de destino, donde ejerce su efecto. La idea es que esa cápsula o envoltorio, hecho con nanotecnología, se desintegre para liberar el contenido, pero de modo controlado”.
Desde su torre de lanzamiento, en un mundo de dimensiones infinitesimalmente pequeñas, el equipo enfrenta un gran desafío: cómo superar los obstáculos que ofrece el ojo. “La mayoría de los preparados oftálmicos del mercado están disponibles en forma de gotas. Sin embargo, esta vía no es tan eficiente ya que menos del 5% del fármaco llega a la parte posterior del ojo. La baja disponibilidad del fármaco en el tejido ocular puede atribuirse a las barreras fisiológicas asociadas a la córnea, la conjuntiva, el drenaje lagrimal, la barrera hematorretiniana y la degradación del fármaco. Todas ellas impiden una penetración efectiva”, observa el trabajo que destaca las expectativas que despierta la nanotecnología para superar esta situación.
Por ahora, los datos obtenidos in vitro, han sido prometedores. “Ya lo estamos pasando a escala animal. Actualmente, estamos en la etapa inicial con resultados auspiciosos”, anticipa Pérez. En esta tarea, se encuentra Agustina Alaimo, quien aportó la idea de trabajar con células de la retina. “Estoy investigando este tema con ratones”, dice Alaimo, del IQUIBICEN (UBA-CONICET).
Mientras queda un largo camino para desandar, otras dificultades también asoman en el horizonte. “Queremos seguir con el proyecto, pero tenemos obturados tres subsidios por las políticas implementadas por el Poder Ejecutivo Nacional”, concluye Pérez.
El equipo
Ramón Silva Nieto, Cecilia Samaniego López, Marcela Moretton, Leonardo Lizarraga, Diego Chiappetta, Agustina Alaimo y Oscar E. Pérez son los autores del trabajo.