Siguen la corriente
El Falkor (too) vuelve a zarpar para la segunda campaña de 2025 dirigida por investigadoras e investigadores argentinos en el Atlántico Sur. Esta vez, el equipo científico estudiará otros dos sistemas de cañones submarinos. El objetivo de la expedición es comprender cómo interactúan con la Corriente de Malvinas, promoviendo el ingreso a la plataforma continental argentina de aguas ricas en nutrientes, que la fertilizan y favorecen así la cadena alimentaria y la productividad pesquera en uno de los ecosistemas marinos más ricos del planeta.
Después del extraordinario suceso que atrajo las miradas de cientos de miles de internautas hacia las profundidades del Mar Argentino, la ciencia nacional vuelve a embarcar en el Falkor (too), el ya famoso buque operado por el Schmidt Ocean Institute, que zarpará este martes 30 de septiembre y durante un mes, hasta el 29 de octubre, explorará otros dos cañones submarinos.
Esta vez se trata de una campaña científica multidisciplinaria, que integra oceanografía, geología y biología marina, y que estudiará los cañones Bahía Blanca y Almirante Brown, ubicados frente a las costas bonaerense y patagónica. El objetivo de la expedición es comprender cómo interactúan estos valles submarinos con la Corriente de Malvinas, promoviendo el ingreso de aguas que fertilizan la plataforma continental argentina y favorecen así la productividad biológica y pesquera de uno de los ecosistemas marinos más ricos del planeta.
“La Corriente de Malvinas tiene influencia a lo largo de todo el talud. Lo sabemos por modelos numéricos y observaciones, pero ahora tenemos la oportunidad de investigar, in situ, cómo interactúa con los cañones submarinos del margen continental. Ahora bien, estos dos cañones, a diferencia del de Mar del Plata, donde se realizó la expedición anterior, no son ciegos, sino que inciden sobre el margen superior, justo donde termina la plataforma y se inicia el talud. Nuestra hipótesis es que tienen un impacto decisivo al facilitar el intercambio de aguas de la Corriente de Malvinas”, explica Silvia Romero, la oceanógrafa que liderará la expedición, investigadora del Servicio de Hidrografía Naval (SHN) y profesora del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos (DCAO) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Esta vez se trata de una campaña científica multidisciplinaria, que integra oceanografía, geología y biología marina, y que estudiará los cañones Bahía Blanca y Almirante Brown.
“Esta corriente presenta una particularidad muy importante: fluye hacia el norte trayendo aguas subantárticas con alto contenido de nutrientes y baja clorofila, o sea, baja concentración de fitoplancton. Esto quiere decir que, al ingresar a la plataforma, la fertiliza. En síntesis –resume Romero–, vamos a hacer geología marina y oceanografía física para saber si efectivamente los cañones submarinos son rutas de entrada para aguas ricas en nutrientes hacia zonas menos profundas, para comprender exactamente cómo ingresa el agua a la plataforma y cómo sale, y para entender cómo impacta esto en los organismos que están en la base de la cadena trófica, el fitoplancton y el zooplancton”.
Pero las aguas oceánicas no se mueven todas al mismo tiempo ni en la misma dirección: en la plataforma continental, actúan el viento, las mareas y la descarga de los ríos. Y bajo la superficie, cada corriente, también la de Malvinas, está formada por distintas masas de agua, cada una con sus propias características de temperatura, salinidad y densidad.
Para desentrañar exactamente lo que ocurre allí abajo, otras tres científicas conducirán junto a Silvia Romero la investigación en altamar. Ellas son Laura Ruiz Etcheverry, oceanógrafa del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmosfera (CIMA, UBA-CONICET); Graziella Bozzano, especialista en geología marina; y Ornella Silvestri, especialista en oceanografía geológica, ambas del SHN y el CONICET.
Con una larga lista de instrumentos, realizarán muy diversos estudios y mediciones. “Por lo pronto, vamos a utilizar la tecnología que ofrece el Falkor (too), por ejemplo, el ROV SuBastian –señala Silvestri–, operado desde el barco, pero también otro vehículo submarino autónomo. Y las ecosondas que aporta el SOI, que nos permiten conocer la forma del fondo marino y comprobar que las cabeceras de los cañones efectivamente conecten con la plataforma”.
“También vamos a usar la roseta con botellas Niskin para tomar muestras de agua, de modo remoto y simultáneo, a distintas profundidades, para medir su salinidad, concentración de oxígeno, temperatura y fluorescencia, entre otras variables”.

Parte del equipo de científicas y científicos argentinos que participan de esta nueva campaña a bordo del Falkor (too). Foto: Diana Martinez Llaser
“Otro importante instrumento que vamos a utilizar, aportado por el SHN, es una boya oceanográfica equipada con distintos sensores meteorológicos que quedará fija en un lugar y captará –describe Ruiz Etcheverry–, mediante una serie de dispositivos ubicados a lo largo de la columna de agua, la velocidad de la corriente en cada estrato desde la superficie hasta el fondo, la temperatura y otros parámetros. En total, tres instrumentos quedarán fondeados durante 25 días en posiciones estratégicas, en forma paralela al talud, precisamente para poder cuantificar con precisión cómo el agua de Malvinas deflecta del talud, ingresa a la plataforma y vuelve a salir”.
Además, se arrojarán en puntos específicos una serie de boyas derivantes que llevan un GPS, de modo de mapear, calculando la rotación, los vientos y otros efectos, cómo se va modificando el rumbo de las masas de agua más superficiales. En resumen, una profusa batería de mediciones, que se completa con la recolección de especies planctónicas mediante redes especialmente diseñadas a tal fin.
En rigor, Bahía Blanca –a 500 kilómetros en línea recta desde Viedma– y Almirante Brown –a 450 kilómetros de Rawson– no son cañones sino sistemas de cañones. A lo largo del margen continental argentino hay decenas de cañones submarinos, agrupados en siete sistemas.
“Hasta allí llega la Corriente de Malvinas, a la que se conoce también como la ‘rama fría’ de este giro de la llamada Circulación Meridional Atlántica”, explica Martín Saraceno, oceanógrafo del CIMA que desde hace décadas investiga esta corriente y también integrará la expedición. Se refiere al circuito por el cual aguas que se vuelven más densas por la pérdida de calor y el aumento de la salinidad, se “hunden”, formando aguas profundas que viajan de norte a sur, rodean la Antártida y vuelven a aflorar, transportando nutrientes de sur a norte.
La Corriente de Malvinas juega un rol primordial en la regulación del clima en la Tierra. Y también es vital para la fertilización de la parte superior del talud.
“En ese sentido, la Corriente de Malvinas juega un rol primordial en la regulación del clima en la Tierra –sigue Saraceno–. Y como ya se dijo, también es vital para la fertilización de la parte superior del talud, donde hay una suficiente estabilidad de la columna de agua para que se desarrolle fitoplancton y zooplancton. ¿Cómo se produce esa fertilización? Hay varias hipótesis, algunas probadas con modelos numéricos o analíticos, pero lo cierto es que no ha habido aun mediciones directas que confirmen que los sistemas de cañones son los responsables de desviar el agua de la Corriente de Malvinas hacia el talud. Primero hay que comprobar eso”.
Fabiana Capitanio, bióloga del Instituto de Biodiversidad y Biología Experimental y Aplicada (IBBEA, UBA-CONICET), será la responsable de corroborar todas estas hipótesis a la luz de un dato microscópico pero fundamental: el zooplancton. “Los organismos que viven en la columna de agua están obviamente influenciados por las corrientes –explica–. Muchas veces usamos al zooplancton como indicador de masas de agua: que tal especie llegue a tal latitud se asocia perfectamente con la presencia de determinada corriente. En un proyecto como éste, interdisciplinario, si se comprueba que la corriente marina se mete en la plataforma, nosotros podríamos identificar en latitudes más bajas, aún cerca de Bahía Blanca, especies de agua fría que habitualmente se asocian con agua de la Corriente de Malvinas”.
“Hay zooplancton de muchos tamaños, desde 100 micras (una décima parte de un milímetro) y de ahí para arriba: copépodos, eufausidos (krill), medusas, etcétera. Nosotros vamos a estudiar el mesozooplancton –puntualiza Capitanio–, de tamaño pequeño y medio, con muchos organismos herbívoros, que se alimentan directamente del fitoplancton que utiliza los nutrientes para sintetizar y es la base de la cadena trófica”.
Para su captura y posterior análisis se utilizarán redes de unos cien metros de largo con finas mallas colectoras, diseñadas para recoger mesozooplancton de entre 200 y 400 micras.
Así de pequeños serán, entonces, los seres que desfilen esta vez ante la cámara del robot SuBastian. Por supuesto, si en la pantalla del streaming aparecen organismos de mayor tamaño, habrá a bordo quien pueda describirlos, pero, a diferencia de lo que ocurrió frente a Mar del Plata, no es puntualmente la biodiversidad del fondo marino el objetivo de esta campaña.
Las inmersiones del ROV serán menos, sólo cinco y a una profundidad máxima de mil metros, y apuntarán básicamente a la toma de muestras de sedimento.
Las inmersiones del ROV serán menos, sólo cinco y a una profundidad máxima de mil metros, y apuntarán básicamente a la toma de muestras de sedimento. “Como ya vimos, el SuBastian extrae unos tubos, los clava en el fondo marino y obtiene material con el que van a trabajar los geólogos y el equipo de sedimentología del SHN –explica Silvestri–. Los sedimentos no sólo aportan información sobre el fondo marino sino también sobre la corriente, sobre su intensidad, por ejemplo”.
Como ya es costumbre, las campañas a bordo del Falkor (too) llevan un título. Desde el SOI habían propuesto A Tale of two Submarine Canyons, en un curioso homenaje a Dickens. Los investigadores eligieron llamarla Ecos de dos Cañones. Es la segunda dirigida por argentinos –habrá una tercera, en diciembre– de las ocho seleccionadas para explorar el Atlántico Sudoccidental durante 2025.
También habrá, como en las anteriores, diversas actividades ship to shore con colegios y con los departamentos de Geología y de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de Exactas. Y los detalles de la misión ya se pueden conocer en la cuenta de Instagram @ecosde2caniones. Los investigadores apuestan a seguir popularizando la carrera de Oceanografía, que tuvo un impulso notable con el enorme e inesperado éxito de las transmisiones por streaming desde el Cañón Mar del Plata, que acumularon millones de vistas en YouTube.
Con el respaldo del Schmidt Ocean Institute y financiamiento de la Fundación Williams, el Servicio de Hidrografía Naval –dependiente del Ministerio de Defensa– es la entidad que lidera esta nueva campaña en el Atlántico Sur, de la que participan el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP) y varios institutos del CONICET, como el CIMA y el IBBEA, el Instituto de Geociencias Básicas, Aplicadas y Ambientales de Buenos Aires (IGeBA) y el Instituto Argentino de Oceanografía (IADO). En total, entre investigadores, docentes, alumnos de grado, posgrado y graduados, serán 14 los científicos de Exactas UBA a bordo del buque oceanográfico.
El grupo repite una frase que sonó mucho en la campaña anterior: no se puede proteger lo que no se conoce.
Saraceno menciona otro de los objetivos del proyecto, que es la formación de recursos humanos. “Esto es primordial para asegurar la continuidad dentro de nuestros grupos de investigación. Amén de los avatares de la Argentina, es importante formar nuevos especialistas, sostener estas líneas de trabajo, porque son la base del conocimiento que el país necesita para gestionar adecuadamente sus recursos. Repito una frase que sonó mucho en la campaña anterior: no se puede proteger lo que no se conoce”.
En efecto, la riqueza pesquera en aguas offshore de la Argentina está entre las mayores del mundo. “Por eso –continúa Saraceno– es fundamental entender estos procesos, comprender, por ejemplo, por qué hay una enorme variabilidad interanual asociada al calamar, una especie clave que se alimenta de ese zooplancton, si es una variabilidad natural o si está relacionada con el cambio climático. Son muchas preguntas que debemos hacernos, y al responderlas podemos contribuir con un insumo central para la toma de decisiones sobre la gestión de estos recursos”.
Tras la campaña frente a Mar del Plata, los biólogos marinos decían que habían recolectado material para analizar durante años. “Nosotros tendremos por delante muchísimos años más de trabajo con los datos que recojamos –señala Romero–, porque podremos responder algunas preguntas y surgirán otras, muchos artículos científicos y, sobre todo, una comprensión más acabada de cómo funciona todo este ecosistema”. Ruiz Etcheverry remarca la interacción de distintos lenguajes que se dará en el buque del SOI, donde oceanógrafos, físicos, geólogos y biólogos sumarán experiencias diversas e intentarán sacar conclusiones compartidas. Y Saraceno sostiene que este tipo de campañas intensivas de observación multidisciplinaria responden a una tendencia global, “en periodos cortos de tiempo, un mes en este caso, poniendo todos los instrumentos juntos, midiendo de todas las formas posibles para interrelacionar todos esos datos e intentar comprender la pequeña escala de los procesos oceánicos”.
Silvestri ilustra la importancia del enfoque multidisciplinario con su propia experiencia. Oceanógrafa con un doctorado que puso el foco en la interacción con el fondo marino, dice que “los geólogos tienden a estudiar del fondo para abajo, y los oceanógrafos, del fondo para arriba. La interface entre conocimientos que se abre con esta expedición es lo que le da un plus esencial”.
Y Ruiz Etcheverry destaca el formato de “ciencia colaborativa” que anima el proyecto, con colaboraciones internacionales que se traducen en más instrumentos y, en consecuencia, mejores mediciones y estadísticas más confiables. Por ejemplo, las boyas, que originalmente iban a ser 20, ahora son 46, gracias a una donación del Istituto di Scienze Marine italiano. Y bajo las boyas navegará un minisubmarino autónomo que captará más y más datos, prestado –a partir de un vínculo de cooperación científica consolidado en proyectos previos de Saraceno– por el Centro Nacional de Estudios Espaciales, de Francia.
“Por supuesto, nos viene bien contar con instrumental que no tenemos o no podríamos generar –dice–, pero además, estas colaboraciones con instituciones del exterior, que son un reconocimiento a la tradición y a la calidad del recurso humano de la ciencia argentina, pueden ayudar a científicos de otros países a responder, en sus zonas de interés, las mismas preguntas que nos formulamos nosotros”.
Silvia Romero cierra la charla subrayando la importancia de trasladar los laboratorios al mar, de hacer ciencia presencial, de primera mano. “En oceanografía todos trabajamos con imágenes satelitales, una herramienta espectacular que nos han permitido ver un montón de cosas. Por ejemplo, para mi tesis de doctorado estudié la concentración de clorofila en los frentes oceánicos del Atlántico Sudoccidental. Pero no contaba con los datos de clorofila in situ, para validarlos con las imágenes satelitales. Ahora bien, es muy distinto ir y medir y ver lo que realmente ocurre en el mar, y luego cotejarlo con lo que nos dice el satélite. A lo largo de la experiencia profesional de cada uno, todos los investigadores que integramos esta expedición llevamos muchos años acumulando preguntas. Algunas de las respuestas ya están publicadas. Ahora estamos ante la oportunidad de intensificar y detallar las preguntas originales para revisitarlas con nuevas tecnologías y mayor precisión, y después de más de 30 años de conocimiento de base”.
