Geología

Chubut: de meseta a altiplano

El levantamiento de Los Andes no se limita a la cordillera, sino que se está extendiendo hacia el este, en la provincia de Chubut. Lo evidencia el hallazgo de rocas antiguas montadas en época reciente sobre depósitos más nuevos, como producto de un movimiento sísmico.

11 Jul 2016 POR

 

Ubicación de la zona de Cañadón Grande, en el noroeste de la Provincia de Chubut, donde se encontraron evidencias de actividad neotectónica (deformación reciente en plazo geológico). Mapa:  Andrés Echaurren

Ubicación de la zona de Cañadón Grande, en el noroeste de la Provincia de Chubut, donde se encontraron evidencias de que rocas más antiguas se están montando sobre rocas más nuevas. Mapa: Andrés Echaurren.

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Se sabe que la cordillera de Los Andes está “viva” y sigue creciendo, milímetro a milímetro. Lo que no estaba tan claro era si ese proceso se extendía más allá de las estribaciones de esta cadena montañosa. Pero ahora, a unos 70 kilómetros de Esquel, en la provincia de Chubut, se encontraron pruebas de que las rocas se están moviendo y generan deformaciones en el terreno.

“En la zona de Cañadón Grande, en la provincia de Chubut, a unos 30 kilómetros de Piedra Parada, encontramos evidencia de que hay una falla activa. En particular, observamos señales de que rocas más antiguas se están montando sobre rocas más nuevas”, afirma el geólogo Andrés Echaurren, quien realiza su doctorado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

A continuación advierte: “La presencia de estas fracturas indican un potencial riesgo geológico, como cualquier zona que tenga fallas, y requiere ser estudiada, tanto mediante el análisis del terreno, como con herramientas geofísicas que permitan estudiar la estructura en profundidad”.

En un reconocimiento del terreno, los investigadores observaron que hay estratos de unos 15 millones de años de antigüedad que aparecen por encima de otros que son más nuevos: tienen sólo miles de años. “El hecho indica que la zona tuvo actividad sísmica en los últimos miles de años”, asegura Echaurren, primer autor del trabajo publicado en la revista Tectonophysics. También firman el artículo Andrés Folguera, investigador en el Departamento de Ciencias Geológicas de Exactas UBA, así como investigadores de la Universidad de Concepción, Chile, y del Instituto Geofísico y Sismológico Ing. Volponi, de la Universidad Nacional de San Juan.

Cabe señalar que el tiempo que calculan los geólogos difiere de la percepción del tiempo en el resto de los mortales. En efecto, en geología, hablar de miles de años es referirse al presente.

Fallas y desplazamientos

Una falla es una fractura en el terreno, y a lo largo de ella se produce un movimiento de unos bloques respecto de otros. La extensión de una falla puede ir de unos milímetros hasta cientos de kilómetros. Por ejemplo, la conocida falla de San Andrés, en California, Estados Unidos, tiene una extensión de 1.300 kilómetros.

“Una falla puede verse directamente en los afloramientos de las rocas, pero también se pueden observar sus efectos a una escala mucho menor, al estudiar mediante el microscopio cómo están afectados los minerales”, explica el investigador.

Lo cierto es que la cordillera no sólo crece verticalmente, sino que se expande también en forma lateral, y lo hace mediante fallas, es decir, la corteza terrestre se fractura, y la deformación se expande hacia el borde del Atlántico.

Teniendo en cuenta que las rocas del área de Cañadón Grande han tenido actividad sísmica hace unos miles de años (ayer a la tarde, para los geólogos), se supone que la zona puede volver a tener actividad.

“Hoy sabemos que hubo actividad sísmica en los últimos miles de años, pero, al no tener registro histórico ni mediciones más precisas con GPS, no sabemos con precisión cuándo se va a dar y si puede provocar algún riesgo para la población. Para ello será necesario estudiar la zona con mayor detalle”, señala Echaurren. Y agrega: “Se sabe que cada cientos de años una falla podría volverse activa, pero el margen de error puede alcanzar hasta las decenas de años”.

Ascenso y caída

Un ejemplo de cómo el ascenso de una cordillera puede repercutir en levantamientos en zonas laterales es el altiplano boliviano, que constituye un extremo de crecimiento de Los Andes.

En la Patagonia, las alturas apenas superan los dos mil metros. Sin embargo, podría pensarse que en varios millones de años Chubut podría tener una cordillera mucho más desarrollada. Estos procesos de formación de montañas (orogénicos) tienen ciclos de elevación y ciclos de descenso, como lo evidencia el altiplano boliviano, que ya ha comenzado a colapsar.”

Otro ejemplo es el Cañón del Colorado, en Estados Unidos. En una época fue un altiplano, y luego colapsó. Hoy es parte de un área deprimida, con pequeñas sierras que atraviesan las cuencas. Se piensa que, en varias decenas de millones de años, en el altiplano va a pasar lo mismo. Tuvo su esplendor en términos de formación pero ya empezó a colapsar.

“Dentro de este rango de especulación, también podemos decir que, en millones de años,  podrían levantarse cordilleras en el centro de Chubut, como posiblemente ya las hubo en el pasado”, se anima Echaurren.

Y concluye: “En la población de esta zona de Chubut hoy no está presente la idea de que puede haber un sismo. Y es importante señalar que puede haber riesgo geológico”.