Las madres de la ilusión
Se las enuncia como una entidad única pero, en realidad, existen diferentes tipos de células madre, como así también, diferentes mitos y realidades acerca de sus posibles usos terapéuticos. Mientras los especialistas advierten sobre las promesas falsas de los tratamientos ofrecidos, y sus riesgos, numerosos grupos privados hacen negocio con el desconocimiento y con la desesperación.
“Está instalado en el público que las células madre curan, y ahí es donde está el riesgo de que la gente sea engañada”, advierte el doctor Fernando Pitossi, profesor dela Facultadde Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) dela Universidadde Buenos Aires (UBA), investigador del Conicet, y coordinador del grupo multidisciplinario creado recientemente para tratar de responder algunas preguntas básicas sobre este tema: “Por ejemplo, si las terapias con células madre en el área de neurología, cardiología u oncología tendrán alguna utilidad en el futuro”, señala Pitossi (ver recuadro “Preguntas sin respuesta”).
Si bien en el ámbito científico también se las identifica como células “troncales”, “progenitoras” o “stem” (por su nombre en inglés), el vocablo “madre” es el que las ha popularizado y, tal vez, el que hace que sean percibidas como “buenas para todo”. Pero, lo cierto es que su utilización terapéutica puede tener consecuencias graves para la salud.
Madre no hay una sola
Todos los seres humanos provenimos de una única célula, llamada cigoto, que se forma cuando un óvulo es fecundado por un espermatozoide. El cigoto es la célula madre por excelencia pues, a través del proceso de diferenciación, puede dar origen a todas las diferentes células, tejidos y órganos que conformarán nuestro cuerpo. Por eso se dice que es totipotente.
El cigoto se divide rápidamente dando lugar a dos nuevas células, que también se dividen para formar cuatro, que a su vez originan ocho, y así sucesivamente hasta que -aproximadamente cinco o seis días después de la fecundación- conforman una esfera hueca, del tamaño de un grano de arena, que contiene unas 150 células, y que se denomina blastocisto. Esa “pelota” está integrada por dos tipos de células: las que darán origen a la placenta, y las denominadas células madre embrionarias. Estas últimas, tienen la capacidad –proceso de diferenciación mediante- de producir cualquier tipo de célula, excepto las de la placenta. Por eso, ya no se las considera totipotentes, sino pluripotentes.
A medida que el embrión se desarrolla, las células madre embrionarias se reproducen y se diferencian, originando distintas poblaciones celulares, que tienen una potencialidad de generar tejidos cada vez más restringida. Es decir, con el desarrollo, las células se especializan y pierden la pluripotencialidad. Así, por ejemplo, surgen las células madre hematopoyéticas, que sólo pueden dar origen a las células sanguíneas (glóbulos rojos, glóbulos blancos, y plaquetas), o las células madre neurales, que producen exclusivamente los distintos tipos celulares que conforman el sistema nervioso. Estas diferentes poblaciones de células madre especializadas subsisten a lo largo de toda nuestra vida, formando “nichos” en algunos tejidos. Son las denominadas células madre adultas, que pueden reponer a aquellas que se pierden en los distintos órganos como consecuencia de un recambio normal, de lesiones, o enfermedades.
Las investigaciones con células madre utilizan tanto las embrionarias como las adultas. La gran ventaja de las primeras es su pluripotencialidad, es decir, su capacidad de generar cualquier tipo de tejido pero, paradójicamente, esa es también una de sus desventajas, porque es muy difícil controlar esa potencialidad: “Por ejemplo, cuando uno quiere obtener un determinado tipo de neurona, puede suceder que aparezca mezclada con células musculares y de hueso”, cuenta Pitossi, y añade: “Otra desventaja de las células madre embrionarias es su poder tumoral”.
En cuanto a las células madre adultas, el científico señala que, si bien tienen la desventaja de su menor potencialidad, son ventajosas en tanto “se tiene un acceso más fácil, pues no involucran ningún debate ético” (ver recuadro: “Ni cosas ni personas”).
Deseo y decepción
El hecho de que las células madre se renueven ilimitadamente y que, además, bajo ciertas condiciones experimentales, se las pueda inducir a que se conviertan en células con funciones especiales, tales como células musculares cardíacas, neuronas, o células de páncreas que produzcan insulina, ha despertado la fantasía de que podrían utilizarse para curar el Parkinson, el Alzheimer, la diabetes, o el daño cardíaco provocado por el infarto, entre muchas otras dolencias. “Es análogo a lo que sucedió con la terapia génica en los años ´80, en que se pensaba que transfiriendo genes a las células se podía curar cualquier enfermedad. Sin embargo, todavía no hay un tratamiento con terapia génica que haya pasado la última fase clínica de experimentación. Y con las células madre está ocurriendo algo parecido”, consigna Pitossi, que integrala Comisión Asesoraen Terapias Celulares y Medicina Regenerativa dela Agencia Nacionalde Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT).
“Yo no pondría demasiadas expectativas en esta tecnología, y hay que decir claramente que hoy esto no sirve para nada”, declara el doctor Andrés Carrasco, profesor de embriología enla Facultadde Medicina dela UBA, investigador -y ex presidente- del Conicet, y también integrante dela Comisión Asesoradela ANPCyT.
Según Carrasco, existen inconvenientes técnicos de difícil resolución. En principio, que “las células madre son muy delicadas, y es muy probable que al inyectarlas se mueran, por lo cual, en realidad, actuarían como placebos”. Pero, según el experto, el problema mayor es la gran heterogeneidad de las células madre y, por lo tanto, la dificultad para obtener un tipo celular puro: “Las células madre que se obtienen tanto de un embrión como de un determinado tejido adulto no son todas iguales, porque su potencialidad de diferenciarse y dar origen a uno u otro tipo celular depende del lugar que ocupen en ese nicho. Es decir, que una célula madre dé origen a células musculares, óseas o sanguíneas, dependerá de las relaciones que tenga con sus células vecinas”, explica. Y advierte: “Ya no se puede hablar de tratamiento con células madre como si fueran todas lo mismo”.
Tanto Carrasco como Pitossi coinciden en que “la ciencia todavía está en pañales en esto”, y dan algunos ejemplos: “Supongamos que, algún día, se pudiera controlar la diferenciación y se lograra obtener un tipo celular puro y, además, en cantidades suficientes para un tratamiento. En ese caso, si se quisiera regenerar tejido nervioso para curar una enfermedad neurológica, como el Parkinson o el Alzheimer, no sólo habría que reemplazar a las neuronas que se están muriendo sino que, al mismo tiempo, habría que lograr que las neuronas que uno agrega se conecten correctamente con el resto”, ilustra Pitossi, que dirige un grupo de investigación en células madre de sistema nervioso.
A su vez, Carrasco comenta que muchos de los tratamientos experimentales que se inician con pacientes “de pronto se cierran en un silencio absoluto, y todos sabemos que eso es porque algo pasó en el medio”, y agrega: “El problema es que todavía no conocemos bien cómo se comportan estas células, y ya hemos visto muchos experimentos con animales que resultan en muertes masivas, o en desarrollos tumorales”.
Para Carrasco, dentro del mundo científico se generaron demasiadas expectativas respecto del uso terapéutico de esta tecnología: “Se pensaba que la terapia con células madre iba a tener rápida aplicación, pero me parece que ahora hay un gran desánimo entre quienes trabajan en esto”.
Hijos de mala madre
Pese a la gran incertidumbre que exhibe el campo científico en cuanto al uso terapéutico de las células madre, varios grupos privados ofrecen terapias y promesas de cura para un espectro muy variado de enfermedades, que incluye a la diabetes, el Parkinson, el Alzheimer, o la esclerosis múltiple, entre muchas otras.
“Sabiendo lo compleja que es la regeneración del sistema nervioso, escuchar que hay clínicas que prometen tratamientos con células madre para esas patologías ya pasa del asombro a la bronca”, confiesa Pitossi. “En general, son clínicas dela Argentinaque funcionan asociadas con otras similares del exterior”, revela Carrasco.
Según los investigadores, el modo en que actúan estas empresas tiene dos serias consecuencias. Por un lado, le crea falsas expectativas al paciente, y puede producirle un daño y, por otro lado, afecta a la investigación científica en este campo: “Las terapias experimentales que se hacen incorrectamente producen malos resultados, y eso le cierra las puertas a los ensayos clínicos bien protocolizados que podrían ser útiles en el futuro”, sostiene Pitossi, y da un ejemplo: “Han llegado a inyectar células madre para tratar la calvicie, y lo único que lograron fue generar tumores en el cuero cabelludo”.
La desesperación que provoca una enfermedad incurable, sumada al desconocimiento de la ineficacia de estas terapias, conduce a las personas afectadas a una situación de vulnerabilidad. “El Estado debe proteger a la población para que no sea un conejillo de Indias de prácticas que, claramente, no sirven para nada”, afirma Susana Sommer, bióloga, y profesora de ética enla UBA.
Para intentar cubrir ese vacío legal, el 28 de mayo de 2007 el Ministerio de Salud dictó la resolución Nº 610/07, por la cual dispuso que el INCUCAI actúe como organismo fiscalizador de toda investigación relacionada con el implante de células. En este contexto, quien quiera efectuar una terapia con células madre deberá contar con un protocolo experimental aprobado por ese Instituto (ver recuadro: “Cuestión de protocolo”).
Además de la necesidad de tener la aprobación oficial, los procedimientos con células madre están sujetos a normas éticas ampliamente aceptadas por la comunidad científica: “Ante todo, los estudios experimentales deben ser gratuitos, porque no se le puede cobrar a una persona que presta su cuerpo para algo que no se sabe si va a funcionar”, recalca Sommer, “por otro lado, el paciente debe leer y firmar un “consentimiento informado”, en el que se le explican los alcances reales que tiene la práctica a la que va a someterse”, completa.
La madre que lo parió
Hace más de 30 años que se sabe que la sangre obtenida del cordón umbilical luego del parto contiene células hematopoyéticas. Son células madre adultas con capacidad para generar todos los tipos celulares sanguíneos, y que han demostrado eficacia para tratar ciertas dolencias: “Sirven para enfermedades hematológicas y oncológicas de la sangre, pero también para algunas enfermedades metabólicas y del sistema inmune”, explica la médica Ana del Pozo, directora del Banco de Sangre del Hospital Garrahan, el único centro público del país que almacena células madre de cordón.
Hasta hace algunas décadas, las progenitoras hematopoyéticas se obtenían de la médula ósea, un tejido que se encuentra en el interior de ciertos huesos del cuerpo, como los del cráneo, el esternón, la pelvis y las vértebras. Pero, de a poco, la sangre de cordón umbilical se está convirtiendo en la fuente preferida. Esto se debe a que presenta algunas ventajas comparativas: por un lado, se obtiene de manera más sencilla (en vez de tener que punzar un hueso de un donante -para lo cual hay que aplicarle anestesia general-, la recolección se efectúa “dejando sangrar” la parte del cordón que queda unida a la placenta, luego de que aquel ha sido cortado); por otro lado, la sangre de cordón puede ser almacenada más fácilmente y, por lo tanto, estar disponible en un banco de sangre, lo cual evita tener que convocar donantes para casos de urgencia.
Estas ventajas técnicas, sumadas a la creciente popularidad que han adquirido las células madre, han hecho que, últimamente, hayan proliferado los bancos privados que, dinero mediante, ofrecen criopreservarlas como un “seguro biológico” para el recién nacido. Desde sus sitios en Internet, estas empresas publicitan sus servicios apoyadas en “recientes investigaciones” de muy dudoso valor científico, según las cuales –sostienen- las células madre se comportan “como si tuvieran la potencialidad de regenerar otras células vitales para el organismo, como neuronas, células cardíacas, hepáticas, del páncreas, etc.”. De esta manera –pregonan- la sangre del cordón es un “tesoro” que le asegurará al bebé “protección para siempre” ante “numerosas enfermedades”.
“Lo cierto es que todavía no está claro si existe la transdiferenciación, es decir, si realmente de una célula de médula ósea o de cordón se puede obtener una célula de otra estirpe como, por ejemplo, un cardiomiocito, una neurona, o una célula pancreática”, refuta Pitossi.
Por su parte, Ana del Pozo afirma que, aun en el supuesto poco probable de que en algunas décadas pudiera lograrse que estas terapias funcionen en los seres humanos, “desde un punto de vista médico, guardar la sangre de cordón en un banco privado es absolutamente injustificado”, recalca. Para sostener esa afirmación, del Pozo brinda algunos argumentos: “En primer lugar, no se sabe cuánto duran congeladas esas células, y sí se sabe que, con el tiempo, van perdiendo viabilidad. Tampoco hay estudios acerca de si la criopreservación a largo plazo puede alterarlas genéticamente”. Por otro lado, la médica explica que, en el supuesto de que alguien necesitara en algún momento de células madre hematopoyéticas propias, no hace falta tener guardadas las de cordón porque, en ese caso, se podrían utilizar las que el individuo lleva en su médula ósea: “No hay razones científicas que sugieran un mayor potencial de las células de cordón frente a las de médula ósea”, manifiesta. Además, la especialista explica que el número de células madre que puede contener una unidad de sangre de cordón “en general alcanza para receptores de hasta 50 kilos, en cambio, cuando se colecta de médula ósea, se puede sacar lo que se necesita”.
Finalmente, y tras advertir que, en el caso de los niños, no está recomendado utilizar las células madre del propio paciente para tratarle un cáncer o un desorden inmune “pues esas enfermedades tienen una base genética”, Ana del Pozo informa que sólo es aconsejable almacenar la sangre de un hijo cuando en la familia hay otro niño que tiene, o ha tenido, alguna de las enfermedades que hoy pueden tratarse con trasplante de médula ósea. “Sin embargo, hay que saber que existe una posibilidad del 25% de que el próximo hijo sea compatible con su hermano enfermo”, aclara, “por otro lado, la probabilidad de necesitar las células para uso propio es de 1 en 20.000 para los primeros veinte años de vida”, añade.
La madre de todos
Frente a la muy escasa probabilidad de uso de las células que se guardan de manera privada, el banco público emerge como una alternativa solidaria: “Aquí tenemos un objetivo asistencial, y estamos para responder a las necesidades de pacientes reales, y quienes donan lo hacen de manera altruista, para cualquier persona que pueda necesitarlo”, destaca la bióloga Cecilia Gamba, coordinadora del laboratorio de procesamiento del Banco Público de Sangre de Cordón, del Hospital Garrahan, institución que forma parte dela Bone MarrowDonors Worldwide, una red internacional que, a la fecha, reúne casi 300.000 unidades de sangre de cordón, y más de doce millones de donantes voluntarios de médula ósea.
Todos los especialistas entrevistados expresaron su posición a favor de la disponibilidad pública de las células madre porque –sostienen- ello posibilita el acceso de toda la población.
Y hay algo más, según advierte Carrasco: “En el hipotético caso de que, en el futuro, la terapia con células madre pueda cumplir con las promesas que hacen actualmente los bancos privados, hay que saber que, muy probablemente, esa tecnología será tan costosa que muchos de los que conservaron las células congeladas no podrán pagarla”.
Preguntas sin respuesta
Ante la multitud de promesas, y la falta de conocimiento acerca de la posible efectividad de las células madre para tratar enfermedades cardiológicas, neurodegenerativas, o el cáncer, varios grupos de investigación dela Argentinadecidieron unirse para efectuar un estudio multidisciplinario que dé respuesta a algunas preguntas básicas sobre el tema.
“Queremos saber qué célula madre es la óptima para obtener un beneficio terapéutico de un tratamiento dado, y qué características particulares posee esa célula madre”, revela Fernando Pitossi, coordinador del grupo. “También queremos saber qué factores determinan el estado de diferenciación de una célula madre, y qué factores del órgano recipiente de las células madre son importantes para lograr un mayor efecto terapéutico”, completa.
Con un subsidio del Programa para Áreas Estratégicas (PAE) otorgado porla Agencia Nacionalde Promoción Científica y Técnica, el proyecto prevé estudios en animales, sin pasar a la etapa de ensayos clínicos. “Son muchos actores pensando lo mismo al mismo tiempo, y eso da una ventaja cualitativa”, se entusiasma Pitossi.
Los integrantes de esta asociación son:la Facultadde Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) dela UBA,la Fundación InstitutoLeloir,la Fundaciónparala Luchacontra las Enfermedades Neurológicas dela Infancia(FLENI),la Fundación UniversitariaDr. René G. Favaloro,la Facultadde Ciencias Biomédicas dela Universidad Austral, el Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan, Inis Biotech S.A., Biosidus S.A, Therafarma S.A , yla Fundación PérezCompanc.
“Nuestra línea de investigación está dirigida a analizar cuáles son las señales intracelulares, y los genes involucrados, para mantener las propiedades esenciales de las células madre”, consigna la doctora Alejandra Guberman, representante dela FCEyNen el grupo.
Ni cosas ni personas
En la Argentina, quienes hacen investigación con células madre no utilizan embriones humanos. El primer país del mundo en autorizar la experimentación con embriones humanos fue Inglaterra, donde se permite usar aquellos que tienen menos de 14 días desde la fecundación, que se considera el período preimplantatorio. “La Comisión Asesoradela ANPCyTno ha fijado una posición ética respecto del origen de las células madre. Ese es un problema cultural, y la ciencia no puede responder esa pregunta. La ciencia estudia, no predica”, opina Andrés Carrasco.
“Es un debate ideológico y no científico”, coincide la bioeticista Susana Sommer, y opina: “Un embrión no es una persona, pero tampoco es una cosa, porque uno no lo compra ni lo vende, como no se compran ni se venden órganos”.
Cuestión de protocolo
Un ensayo clínico es un estudio sistemático que utiliza seres humanos voluntarios, que sigue en un todo las pautas del método científico, y que tiene como objetivo evaluar la seguridad y eficacia de un producto o procedimiento. Por eso, debe seguir protocolos muy estrictos. Sin embargo, “hay gente que sigue haciendo cosas que no debe hacer”, advierte Jorge Peralta, asesor científico del Comité de Docencia e Investigación del INCUCAI, el organismo encargado de fiscalizar las terapias experimentales con células madre, y que, a la fecha, ha aprobado un solo protocolo de experimentación (presentado en el año 2005 por el cardiólogo Luis dela Fuente): “Sabemos que existen otros estudios, pero por aquí no han pasado”, comenta Peralta, y explica: “nosotros tomamos conocimiento de lo que se presenta acá”.
La anarquía reinante en el campo de la experimentación en humanos con células madre llevó al Ministerio de Salud a dictar la Resolución Nº 1490/2007, que aprueba la Guía de las Buenas Prácticas de Investigación Clínica en Seres Humanos: “Son normas éticas y de procedimiento, pero no tiene fuerza de ley. Nosotros no tenemos poder de policía”, reconoce Peralta.
La única respuesta al vacío legal que existe en este campo es un proyecto de ley que crea el Registro de Bancos Privados de Células Madre de Sangre de Cordón Umbilical y Placenta, que tiene media sanción del Senado.
Dudas
La Comisión Asesoraen Terapias Celulares y Medicina Regenerativa dela Agencia Nacionalde Promoción Científica y Tecnológica responde consultas sobre tratamientos con células madre a través de la siguiente dirección de correo electrónico: cacm@agencia.secyt.gov.ar