Inundaciones

Pampa pasada por agua

Una eficiente gestión territorial más que cualquier megaobra es la mejor iniciativa política que se puede implementar para morigerar los daños que provocan las inundaciones. Esa es la conclusión principal que expuso el especialista en hidrogeología, Adrián Silva, en esta charla que mantuvo con NEX para analizar los recientes anegamientos que afectaron numerosas ciudades de la Provincia de Buenos Aires.

28 Sep 2015 POR
“En relatos de los siglos XVIII y XIX, se hablaba de inundaciones. Hay muchas evidencias de que siempre ha sido así, pero se convirtió en un problema cuando la gente comenzó a habitar las planicies de inundación”, reflexiona Silva.

“Ya en relatos de los siglos XVIII y XIX, se hablaba de inundaciones. Hay muchas evidencias de que siempre ha sido así, pero se convirtió en un problema cuando la gente comenzó a habitar las planicies de inundación”, reflexiona Silva.

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Las intensas lluvias que cayeron en la provincia de Buenos Aires durante la primera semana de agosto afectaron las cuencas de varios ríos, como el Salado, Areco, Luján y el Matanza, entre otros, y más de 11 mil personas fueron evacuadas. Varias ciudades afectadas: Luján, Lobos, San Antonio de Areco, Salto, La Matanza y Arrecifes, entre otras. Para analizar las causas y evaluar las posibles soluciones para esta problemática recurrente, NEX entrevista a Adrián Silva especialista en hidrogeología, profesor en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, e investigador en el Instituto Nacional del Agua.

– ¿Por qué se producen estos desastres?

– El problema es que tenemos mucha gente en los sitios que se inundan, y la solución estructural es tratar de que no estén ahí. Claro, reubicar a esa gente puede ser impracticable. Pero se podría tratar de que no se establezcan viviendas en lugares que, por la dinámica hídrica de la región pampeana, se comportan como una llanura de inundación, es decir, el espacio físico donde se acumula el excedente hídrico. En nuestra pampa, el agua drena poco porque los gradientes del terreno son bajos y las lluvias son abundantes. Entonces, esos lugares cumplen esa función en forma natural. La intervención humana en esos ambientes es lo que da lugar a la presencia del riesgo.

– ¿Cuál es la causa de este problema?

– Es un problema de gestión territorial. Antes se podía decir que había desconocimiento acerca del ambiente. Sin embargo, [Florentino] Ameghino, en 1884, publicó una obra que tenía que ver con períodos húmedos y secos en la región pampeana [Las secas y las inundaciones en la Provincia de Buenos Aires]. En aquella época nadie ocupaba las planicies de inundación. Basta ver hoy los cascos de las ciudades más antiguas en el conurbano bonaerense y comprobar que están en los lugares más elevados.

– ¿Inundaciones siempre hubo en la región?

– En relatos de los siglos XVIII y XIX, se hablaba de inundaciones. El jesuita Tomás Falkner, que alrededor de 1745 fundó la misión del Pilar, en la Sierra de los Padres, relata que se dirigía a caballo hacia San Clemente del Tuyú y, en ese trayecto, anduvo durante diez días con el agua hasta la panza del caballo, sin encontrar un sitio seco donde dormir. Hay muchas evidencias de que siempre ha sido así, pero se convirtió en un problema cuando la gente comenzó a habitar las planicies de inundación.

"Para mí no existe una megaobra que resuelva el problema", asegura Silva.

«Para mí no existe una megaobra que resuelva el problema», asegura Silva.

– ¿Son fenómenos cíclicos?

– La región pampeana tiene períodos húmedos y otros secos, que hoy se vinculan a los fenómenos El Niño y La Niña. Si los períodos húmedos se extienden durante mucho tiempo, hay dificultades para que la región drene su excedente hídrico.

– Suele afirmarse que falta realizar obras, pero ¿qué obras se pueden hacer?

– No es posible pensar en una única solución. En primer lugar, evitar que la gente se instale en los sitios que hoy son vírgenes y donde el proceso ocurre. Si se va a planificar un territorio, y se preserva la planicie de inundación, ello es parte de la solución, es evitar un problema futuro y obras a futuro. A veces se piensa en megaobras, por ejemplo, la construcción de un pólder. Es decir, rodear una ciudad con una muralla o terraplén de manera de contener la inundación, y no permitir que el agua ingrese. Se acompaña con un sistema de exclusas y bombas para eliminar el agua en caso de que entre. Esto se hizo en la Boca, y también en la ciudad de Santa Fe. Tampoco hay que descartar soluciones que pueden tener una escala menor pero que no son menos importantes.

– ¿Por ejemplo?

– Se puede ocupar un territorio de inundación mediante alguna estrategia. De hecho, los isleños del Delta vivieron durante mucho tiempo en estructuras elevadas o palafitadas. Se requiere de planificación territorial, usar el conocimiento de los ambientes para hacer la recomendación adecuada

– ¿Qué efecto tiene la construcción de barrios cerrados donde no se debería?

– Los countries están ahí porque la Dirección Provincial de Obras Hidráulicas los aprobó. Ninguna obra puede hacerse sin esa aprobación. Si uno construye por encima de la cota de 3,75 metros, se aprueba. Para alcanzar la cota permitida, se cavaron lagunas y, con el material extraído, se rellenó parte del terreno para construir encima. Y después aparecen problemas, por ejemplo, problemas geotécnicos de construcción que encarecen las obras, no crecen árboles porque el material de relleno no era el adecuado, no es un suelo sensu stricto, o encuentran que el agua subterránea es salobre.

– Los habitantes de esos barrios ¿se arrepienten de haber ido a vivir allí?

– En un momento, ante esos problemas, yo les dije: “ustedes vinieron a vivir a un pantano”. Y uno me respondió: “Orgullosos de recuperar un pantano para la sociedad”. Es evidente que tienen una percepción muy pobre del ambiente en que vive

– ¿Si el terreno no llega a la cota estipulada, entonces allí no se puede construir?

– La reglamentación dice que para construir hay que hacerlo por encima de la cota de 3,75 metros. Una interpretación es que nunca se puede construir por debajo de esa cota. Otra interpretación es que se puede modificar el ambiente hasta alcanzar esa cota. Y esta idea fue la que primó, porque, de este modo, muchos municipios urbanizan zonas, se monta un gran negocio inmobiliario y se cobran impuestos. Además, se construye toda una infraestructura alrededor, como caminos y rutas, que operan como diques, dificultando el drenaje.

– Entonces no hay que construir en zonas bajas, claramente.

– Yo nunca hubiera ido a “recuperar” un pantano para la sociedad.

– También se habla de la existencia de canales clandestinos…

– Hay gente que puede contratar una máquina para abrir un canal y tirar el agua a otro lado. Por lo general es producto de la desesperación. En llanura, los canales hacen que el agua salga rápido, pero se pierde la capacidad compensadora de la planicie de inundación. El problema sigue siendo cómo se considera al ambiente. Yo creo que hay que favorecer la existencia de una planicie de inundación que funcione como compensadora del excedente hídrico.

Adrián Silva.

Adrián Silva.

– Pero ¿esos canales no requieren autorización?

– No es algo que se haga sin autorización. Pero si la Dirección de Hidráulica lo aprobó, esa aprobación debería realizarse mediante un estudio hidráulico. El canal puede estar diseñado según un estudio hidráulico, pero no es la solución del problema, y tampoco es la causa.

– ¿Cuál es la solución entonces?

– Para mí no existe una megaobra que resuelva el problema. El 90% del problema es gestión territorial, y para el 10% restante, la solución es una obra adecuada en el punto justo. En la medida en que haya más habitantes vamos a tener que ser más cuidadosos en cómo ubicarlos. Por otra parte, cuando se construyen rutas, ¿cada cuántos kilómetros hay alcantarillas para el agua? Precisamente, estas obras pueden comportarse como diques que dificultan el drenaje. De todos modos esto es una especulación porque o bien no hay o son escasos los trabajos en este sentido.

– ¿No hay investigadores que trabajen en esto?

– No conozco grupos que trabajen en este tema, o en planificación territorial cuyos objetivos específicos involucren las inundaciones. Esto no se aborda desde la investigación básica, sino la aplicada. Y en los últimos treinta años no se prestó mucha atención a la investigación aplicada en esta área. Porque es cara, o porque se han ponderado otros aspectos en el sistema de ciencia y tecnología en la Argentina. Hoy en día es más fácil encontrar cinco matemáticos que piensen un problema matemático muy difícil, que encontrar cinco hidrólogos bien formados capaces de ponerse a trabajar en este problema y resolverlo. Y cuando se presentan estos problemas, no hay tiempo ni quién pueda estudiarlos y resolverlos. Para ello se necesita gente capacitada, que entienda de recursos hídricos y de tratamiento digital de imágenes, continuidad en el tiempo de objetivos y recursos técnicos, materiales y humanos.

 

Ameghino y las aguas

En la Pampa, las lluvias nunca fueron regulares. Lo decía Ameghino: «si hoy nos ahogamos por excesiva abundancia de agua, mañana nos morimos de sed». Según relata la historiadora de la ciencia Irina Podgorny, “hacia fines de la década de 1870 se habían desbordado el Samborombón y el Salado y, en 1883, la sequía había asolado los «campos de Carhué”. En lugar de abrir canales, Ameghino sugería combinar la plantación de árboles, la canalización para el desagüe y la navegación, las represas con compuertas, los estanques y las lagunas artificiales.