El pasado pisa fuerte
En la provincia de La Rioja descubrieron huellas de mamíferos extintos hace millones de años. Son ungulados de los que no había registros completos hasta ahora de su paso por el norte argentino y zonas medias de América del Sur. El estudio, además, incorporó un novedoso método que permite proyectar cómo eran y vivían esas comunidades.
Hace millones de años el mundo era otro. Eran otros los relieves y paisajes. Otros los seres que los habitaban. En ese ecosistema lejano, en un momento cualquiera, un animal extraño que hoy ya no existe pasó caminando por una tierra húmeda, cerca de algún caudal de agua, y siguió su marcha sin sospechar que esas huellas que acababa de imprimir eran un mensaje para el futuro. Un testimonio prácticamente eterno de su vida en este planeta, sobreviviendo miles de milenios, grabándose en roca para llegar, finalmente, a las manos de Verónica Krapovickas y Rocío Vera, investigadoras del CONICET en el Instituto de Estudios Andinos Don Pablo Groeber (IDEAN) en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
En lo que hoy es Vinchina, una zona árida y de paisajes imponentes en la Provincia de La Rioja, suelen encontrarse a simple vista un sinfín de esos testimonios, marcas que son la base de la icnología, la ciencia que estudia los rastros que han dejado distintos organismos. Allí, mediante un trabajo con tintes detectivescos, Krapovickas y Vera se dedican a la caza de huellas fósiles.
“Describimos especies de huellas y tratamos de deducir quiénes las produjeron”, explica Rocío Vera, primera autora del trabajo publicado en la revista Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology. Y agrega: “son mamíferos ungulados extintos de los que no había un registro tan completo en el norte de Argentina. Gracias a estas huellas podemos establecer conexiones geográficas con distintas faunas que se creían separadas”.
Este registro tan bueno de huellas muestra que habría una conexión faunística en toda Sudamérica.
Las investigadoras explican que existe una diversidad importante de restos óseos de este grupo de ungulados tanto en la Patagonia como en el norte de Sudamérica, en Colombia. Según Krapovickas, quien además dirige esta línea de investigación, los registros óseos en las zonas medias entre esos dos extremos son mucho más fragmentarios. “Este registro tan bueno de huellas muestra que las faunas se parecen y eso permite pensar que habría una conexión faunística en toda Sudamérica”, afirma.
El estudio abarcó 82 huellas que fueron analizadas estadísticamente. Krapovickas reconoce que al principio no fue fácil saber qué especies las habían hecho: “Veíamos cierta variabilidad y creíamos entender que había dos productores, pero no estábamos seguras. Hicimos un análisis estadístico incluyendo parámetros métricos de la forma de estas pisadas y pudimos ver que, efectivamente, se separaban en dos grupos”.
Un linaje perdido
Así describe Verónica Krapovickas a los grupos de ungulados productores de esas huellas, mientras aclara que no descubrieron una especie nueva porque esa información sólo podría obtenerse a partir de huesos fósiles. “Observamos pisadas de animales extintos y tratamos de averiguar qué animales pudieron haberlas producido. Lo que es totalmente nuevo en este trabajo es el método para analizar huellas fósiles, porque en esa región y para esa edad casi no hay registros óseos y todo lo que se conoce se concluye a partir de huellas, que es un gran complemento para conocer la distribución temporal y geográfica de los animales”, sostiene.
Los ungulados son mamíferos herbívoros que caminan con dedos recubiertos por pezuñas o que derivan de ellos. “En este caso, están completamente extintos, no se parecen a nada de lo que se encuentra hoy. Son animales que se desarrollaron en un marco geológico y geográfico específico, con características únicas”, describe Vera.
“Encontramos que las huellas fueron hechas por dos grupos de ungulados en particular. Uno es el grupo de los macrauquénidos, y el otro es el grupo de los toxodóntidos basales. Ambos formaban parte de un gran grupo conocido como ungulados nativos sudamericanos, extintos totalmente”, comenta la investigadora. Y define: “los primeros llegaron a ser animales grandísimos, con una forma similar a un guanaco pero con trompa”.
Lo que es totalmente nuevo en este trabajo es el método para analizar huellas fósiles.
Según Krapovickas, para el caso de los toxodóntidos, el más grande puede ser comparado con los rinocerontes actuales, pero esas comparaciones son ilustrativas. “No son del mismo grupo taxonómico de los que se encuentran hoy. Son parientes mucho más lejanos. Por eso, es necesario reconstruir todo”, explica.
Para eso, usaron un método que venían desarrollando y que publicaron por primera vez con este trabajo. Las investigadoras señalan que, para hacer una inferencia bien detallada de los productores, usan múltiples técnicas. Una es totalmente novedosa y consiste en estimar masa corporal, es decir, una estimación del peso.
“Siempre hay una proporción que se cumple: las patas deben poder sostener el peso del animal. Entonces se hace una recta de regresión de esos valores, del área de las patas y los pesos en animales actuales vivos. Después, cruzamos con estimaciones de masa corporal que se hayan hecho en base a huesos y vemos qué tamaños son lógicos”, sintetiza Krapovickas.
Rocío Vera aclara que las estimaciones de masa de animales extintos en base a huesos son algo que se hace desde hace muchos años, sobre todo con características craneales y dentales. “Lo novedoso es que a partir de las huellas nosotras pudimos descifrar quiénes eran los productores comparando con estimaciones calculadas a partir del estudio de restos óseos”, afirma.
Para Krapovickas, las estimaciones de masa corporal pueden resultar muy útiles en diversos aspectos. “Nuestro objetivo de máxima es alcanzar una comprensión de la comunidad lo más detallada posible”, comparte la investigadora. Y agrega: “la masa corporal permite comparar con las comunidades de animales vivos y hacer proyecciones para entender en cuánto se parecían las comunidades del pasado”.
Investigar en comunidad
Vinchina es un lugar recurrente para estas científicas. Es una zona privilegiada para investigar huellas. Según Krapovickas, el clima árido facilita encontrar el material y permite que tenga menos desgaste. Pero antes, una huella debió conservarse durante millones de años. Eso depende de tantas variables que su existencia parecería deberse a un prodigio del azar. Sin embargo, suceden.
“Para que se conserve, el sedimento tiene que tener un balance de agua justo en el momento de la impronta, ni muy húmedo ni muy seco. Después se debe cubrir de agua rápidamente para que no se erogue, pero tiene que ser lo suficientemente gentil como para que no resulte erosivo. Luego, se debe seguir tapando hasta que el sedimento se consolide, se cemente y se vuelva roca”, enumera Krapovickas.
Las investigadoras no solo han realizado otros trabajos en la zona, sino que mantienen un vínculo con la población. Vera comenta que las huellas están expuestas a simple vista, al lado de quien camina o en las montañas. “Cuando vamos llegando, ya las podemos ver desde el auto. La gente que vive allí las conoce y son los primeros en encontrarlas y en saber dónde están”, ilustra.
Los macrauquénidos llegaron a ser animales grandísimos, con una forma similar a un guanaco pero con trompa.
Vinchina es un pueblo grande. Y este recorrido es la conexión directa entre el pueblo y Laguna Brava, que es un foco de turismo muy activo. “Nuestro trabajo no requiere extraer muestras -eso es más peligroso porque se corre el riesgo de que se rompa-, sino que medimos, tomamos fotos y hacemos moldes de silicona o yeso y con todo eso podemos hacer reconstrucciones tridimensionales e impresiones 3D”, explica Vera.
Para las investigadoras, es muy bueno que la gente haga turismo por la zona. “Muchas veces nos pasó estando en campaña de cruzarnos con los guías de turismo y que nos pregunten qué estábamos haciendo”, cuenta Krapovickas. Y concluye: “Cuidan mucho el patrimonio y cuando nos pedían información, nosotras sólo teníamos papers en inglés. Por eso comenzamos a brindarles un material más ameno para que puedan ofrecerle al turista datos sobre lo que se puede ver. Es un lugar hermoso, tanto por sus paisajes como por la historia geológica y los fósiles que tiene. Es muy gratificante que, además de investigar, podamos ayudar a desarrollar el geoturismo”.
Codo a codo con la población
El intercambio entre comunidad y ciencia encuentra en Vinchina un desarrollo que fortalece el turismo. Verónica Krapovickas, Patricia Ciccioli y Oscar Limarino dirigen un proyecto de extensión universitaria de Exactas UBA (UBANEX) cuyo objetivo es la puesta en valor del patrimonio geológico y paleontológico de la zona.
“En el proyecto trabajan varios estudiantes de Paleontología y de Geología. Buscamos acercarles a la comunidad toda la información que venimos recopilando para que ellos le puedan dar un valor geoturístico, principalmente en el área protegida de Laguna Brava. El primer paso es brindarles información amena a los guías turísticos, tanto geológica como paleontológica, para que ellos le puedan contar a la gente lo que están viendo en las paradas paisajísticas”, explica Krapovickas.