Hormigas solidarias
Se realizó en Exactas UBA la Primera Reunión de Biología del Comportamiento del Cono Sur. La conferencia inaugural estuvo a cargo del argentino Flavio Roces, investigador de la Universidad de Würzburg, Alemania. Roces, especialista en fisiología del comportamiento, investiga en hormigas cómo la respuesta de los individuos está influenciada por el grupo, y ello permite que generen, en forma descentralizada, una respuesta coordinada.
Flavio Roces estudió biología en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, y realizó sus tesis de licenciatura y doctorado bajo la dirección de Josué Núñez, un pionero de la biología experimental y la fisiología del comportamiento animal en Latinoamérica. Su modelo de estudio eran los insectos, en especial abejas y vinchucas. Pero Roces quería trabajar con hormigas, y así inició su línea de investigación. Finalizado el doctorado, en 1990, obtuvo una beca del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) para hacer un postdoctorado en la Universidad de Würzburg, que era la “meca de la fisiología del comportamiento”, según comenta el investigador, y agrega: “Seguí el consejo de Josué que nos decía, ‘yo no puedo hacer más por ustedes y es hora de que busquen hacer algo en algún otro lado’”.
A fines del 90, Roces partió para Alemania, donde se estableció. No había logrado que en Exactas UBA se le otorgara una licencia sin goce de sueldo en el cargo docente que había ganado por concurso, y debió renunciar a él. Dos años después, justo cuando obtuvo el ingreso a la carrera de investigador del CONICET, la universidad alemana le ofrecía un cargo por seis años. Decidió quedarse en Alemania.
Años después ganó un cargo fijo de profesor en el Departamento de Fisiología del Comportamiento y Sociobiología de Würzburg. Es una universidad estatal como todas las de Alemania, donde prácticamente no existen las privadas. Está ubicada en la ciudad del mismo nombre, Wurzburgo en español y, en latín medieval, Herbipolis o ciudad de las hierbas, porque allí se cultivaban hierbas medicinales.
– ¿Cómo te decidiste a investigar a las hormigas?
– Me interesaban los insectos sociales, y en particular las hormigas. Siempre me pareció interesante cómo se organiza un grupo donde no hay nadie que decida por el resto de los miembros. Por ejemplo, las hormigas caminan coordinadas en grupo; nadie dice cómo hay que hacerlo y nadie controla. Me parecía que era algo socialmente interesante.
– ¿Tu director no trabajaba con hormigas?
– Núñez trabajaba con abejas y vinchucas. Se entusiasmaba con todo y le encantaban los insectos, así que le pareció fantástico. Pero el haber empezado un tema sin tener una guía previa me dio mucha libertad. Lo fui haciendo a mi modo. En general, los directores inducen a los tesistas a trabajar en determinados temas, les marcan el camino. En mi caso fue diferente. En mi defensa de tesis, él dijo: ‘Yo no participé en nada’. Pero yo conversaba con él en forma incansable, y en esas charlas surgían muchas ideas.
– ¿Dónde criabas las hormigas?
– En el laboratorio del cuarto piso [del Pabellón II]. Y tuvimos anécdotas graciosas. Una vez se escapó una colonia de hormigas cortadoras de hojas, se fueron por el desagüe. Y aparecían en otros laboratorios, incluso en el decanato y en el segundo piso llegaron a cortar hojas de plantas ornamentales.
– ¿En Alemania se trabaja de manera similar con las hormigas?
– Allí hay un técnico que se ocupa de criarlas. Pero es mucho mejor que los mismos investigadores lo hagan, porque, cuando uno cría los animales, uno observa fenómenos y empieza a pensar en problemas, y hacerse preguntas. Si no, se pasan por alto muchas cosas. Si uno solo baja la cajita, y después la guarda, no se entera de muchas cosas. Es como si uno viese a sus hijos sólo en el almuerzo.
– ¿Notas diferencias entre el estudiante alemán y el argentino?
– Sí, bastante. En Argentina los estudiantes interactúan más y hacen más preguntas. En Alemania, en muchas conferencias y clases teóricas, prácticamente no hay preguntas, ni en el medio ni al final. Eso ya viene desde la escuela, donde se les da poca oportunidad para comentar o criticar. Al final de la teórica siempre me quedo unos minutos y algunos se acercan. Pero nadie se atreve a preguntar en público, tal vez para no exponerse.
– ¿Las conclusiones que se extraen al estudiar las hormigas, pueden extrapolarse a la sociedad humana?
– Nunca se podrían aplicar así nomás, porque la forma de tomar decisiones es diferente. De todas maneras, el modo en que se organizan las hormigas puede darnos alternativas al sistema jerárquico que predomina en nuestra sociedad. Por ejemplo, la organización fractal, con subunidades o pequeños grupos que manejan cierta información y pueden resolver un problema, se empleó en la industria automotriz japonesa. En una fábrica, si los operarios ven que algo no funciona, y que podría hacerse de otro modo, lo conversan entre sí, pero eso no llega a los directores. Para ello, se tendría que pasar por una serie de instancias hasta que los jefes puedan analizarlo y decidir cómo resolverlo. Eso aliena a la gente, cuya única tarea es dar vuelta un tornillo, como Chaplin en “Tiempos Modernos”. Entonces, los japoneses decidieron hacer una organización fractal, con subunidades, donde los que trabajan no solo aprietan los tornillos sino que completan un proceso. Entre ellos discuten cómo optimizar un proceso, y cada unidad hace lo suyo, y eso mostró ser mucho más eficiente que el sistema jerárquico, en el que sólo las grandes cabezas toman las decisiones.
– ¿Hay algún otro ejemplo?
– La forma en que las hormigas resuelven problemas para optimizar el camino se emplea en el envío de datos en las telecomunicaciones. Para ir de un punto a otro, las hormigas tienen varias alternativas. Las que recorren el camino más corto llegan antes y, como dejan sus marcas químicas en el terreno, luego todas siguen ese camino, que es el más conveniente. Decidieron, como grupo, seguir el camino más corto, aunque ninguna de ellas haya conocido todos los caminos posibles. Eso se usa para decidir cómo mandar los datos entre nodos, y está basado en los algoritmos de las hormigas. El paquete de datos no conoce la red, sino que usa reglas, porque por determinados caminos circula información más rápidamente, y así se resuelve.
– ¿Es decir que tus investigaciones pueden tener una transferencia?
– Lo que hacemos es ciencia básica. Aquellos que están interesados en una aplicación, buscan el diálogo con quienes hacen ciencia básica. En una oportunidad, un conocimiento generado en nuestro laboratorio se tradujo en una transferencia. Habíamos visto que, al cortar las hojas, las hormigas hacen vibrar las mandíbulas, es como si uno tuviera un cuchillo eléctrico para cortar. Fue un trabajo de biomecánica, que se publicó en Science, y mostraba qué mecanismos existen para hacer más eficiente el corte. Una universidad de tecnología nos consultó para desarrollar un instrumento de microcirugía, una microtijera que vibraba.
– De todas las conclusiones a las que llegaste en los últimos años, ¿cuál te brindó mayor satisfacción?
– Un trabajo que realicé en Exactas. Será porque uno siempre vuelve al primer amor, y lo que hizo en su momento de mayor euforia le queda más marcado. En aquel momento hice unos experimentos, como parte de mi tesis, que mostraban que en la toma de decisiones, los individuos sacrifican la eficiencia individual a favor del grupo. Es decir, el individuo hace algo que le da beneficios mínimos, en lugar de otra cosa más beneficiosa, en función del grupo. Es como un acto solidario, que nosotros podemos hacer en forma consciente, pero era inesperado encontrar que los insectos, que no tienen conciencia, tengan un mecanismo en tal sentido. Se sabe que cualquier animal intenta maximizar el beneficio individual, pero en los insectos sociales es diferente. Cuando publiqué esos resultados, salieron varios comentarios en buenas revistas. El primero de ellos, por parte de un investigador de Oxford, tenía como título: «Las hormigas cortadoras fastidian a los teóricos del comportamiento animal». Es que el progreso científico funciona con esas observaciones inesperadas que movilizan y hacen repensar aquello que se creía confirmado.
– En esos primeros trabajos publicados firmaste como único autor.
– En algunos de esos primeros trabajos, firmé solo. En otros casos, Josué me decía: ‘Vos me ponés en forma alevosa como coautor’. Como él no había diseñado los experimentos, creía que no debía figurar, a pesar de que habíamos interactuado hasta el cansancio. Si bien muchas cosas que empecé las hice porque se me cruzaron en el camino, siempre le comentaba a Josué lo que quería hacer. En esas conversaciones interminables surgían ideas y comentarios que a uno lo inspiran. Era natural que él fuera coautor.
– Esa actitud de no querer figurar no es muy habitual…
– Hoy la mayoría de los investigadores están obsesionados con el número de publicaciones y el índice de citación. Pienso que hoy a cualquier director le parecería lógico ser coautor, y pensaría: «Es un paper más para la lista». Y Josué era un científico de otra época que se interesaba por los contenidos y no por tener un paper más. Eso nos marcó a sus discípulos, y nos dio libertad. A mí me perturba que los estudiantes empiecen pensando: «¿Se va a poder publicar?’» en lugar de pensar en el trabajo en sí. Por suerte me tocó esa época en que publicar era sólo para que otros conocieran el trabajo. No existían índices, y el criterio de calidad era el contenido. A mí me perturba esa obsesión por numerizar todo. Hoy también se mira cuánto dinero se recibió en subsidios. Pero no es un indicador de calidad científica. Hay áreas de la biología que requieren mayor financiación que otras. Entonces, basarse en el monto que cada uno recibe me parece un despropósito.
– ¿Cómo decidiste seguir una carrera científica?
– Creo que desde siempre me gustaron los animales y los insectos. Pensé en seguir veterinaria. Siempre juntaba insectos, tenía bichos en mi casa. Cuando estaba en la secundaria, había un día de las carreras en Exactas, y vine a la charla de biología. Recuerdo que dijeron que era una carrera para mujeres, en broma. Se suponía que, como no tenía una salida laboral, las mujeres podrían hacer ciencia porque serían sostenidas por sus parejas.
– ¿Qué te interesaba en particular?
– En el curso de la carrera cambié mis metas. Me interesaban los procesos regulatorios. Cursé cuatro químicas porque pensaba que iba a trabajar con hormonas, y la parte regulatoria. Y después me dio el click por el comportamiento de los animales, y empecé a pensar en la regulación de procesos en el comportamiento de insectos sociales. Por eso me acerqué a Núñez con el tema de las hormigas.
– ¿No tenés pensado volver a establecerte en la Argentina?
– Ya estoy establecido en Alemania, nos fuimos juntos con mi esposa, que es argentina, y nuestra hija, que tiene diez y ocho años, nació allá. Uno no es que viva entre medio de dos culturas, vive en las dos. Cuando estoy en Alemania, me siento en mi casa. Y cuando estoy acá, me siento en casa igualmente. Desde hace veinte años realizamos trabajos de campo en Formosa. Siempre estoy viajando a la Argentina.
A toda imagen
Todos aquellos interesados en observar el desarrollo del Congreso en imágenes, pueden ver el video clip elaborado por la Subsecretaria de Comunicación de la Exactas UBA en:
http://bit.ly/clipreunionbio o, si prefieren, el álbum de fotos del evento en: