Neurociencias

Explican algunos mecanismos de la memoria

Investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA determinaron que el cangrejo puede generalizar una experiencia a otras similares.

10 Jul 2012 POR

“Estos experimentos tienen el doble propósito de mostrar, por un lado, que en cerebros simples se pueden albergar tareas complejas. Y, por el otro, permite indagar si el procesamiento es similar o no al de cerebros más grandes”, dice Julieta Sztarker. Foto: Juan Pablo Vittori

Entrevista a Julieta Sztarker

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Decirle a alguien que tiene inteligencia de mosquito, o de cangrejo, no debería ser un insulto. En efecto, los cangrejos, con su pequeño cerebro, poseen una memoria más compleja de lo que se pensaba, ya que pueden generalizar un recuerdo de manera que, frente a una situación similar, puedan actuar en consecuencia. El dato surge de un estudio realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, que determinaron las neuronas implicadas en este proceso.

“La capacidad para generalizar, que nos permite por ejemplo reconocer a un policía por el uniforme, sin importar si es un hombre o una mujer, implica una plasticidad del cerebro que hasta hace poco se pensaba que no existía en los artrópodos”, afirma la doctora Julieta Sztarker, investigadora del Ifibyne, instituto del Conicet en la FCEyN. Y agrega: “Lo cierto es que estudiar la memoria en organismos más simples nos permite utilizar métodos invasivos imposibles de usar en humanos y puede aportar conocimientos que ayuden a comprender cómo recordamos y generalizamos los humanos”.

Generalizar implica que “la memoria puede guardar algunos rasgos fundamentales de la imagen o la experiencia aprendida y, al encontrar esos rasgos en otro estímulo, reconoce lo aprendido”, detalla la investigadora, primera autora del trabajo publicado junto con el doctor Daniel Tomsic, también investigador del Ifibyne.

Julieta Sztarker en su laboratorio de la FCEyN con un ejemplar de los cangrejos utilizados en los experimientos. Foto: Juan Pablo Vittori

El cangrejo no es Funes

Para poner a prueba la memoria en el cangrejo, los investigadores diseñaron un conjunto de experimentos. Uno de ellos consiste en pasar, por encima de la cabeza del animal, una figura en movimiento que simula el vuelo de una gaviota, el principal predador de los cangrejos que habitan en las playas. Ante esta visión, el animal intenta huir. Pero si el estímulo es presentado en reiteradas oportunidades, el cangrejo ya no se mueve, porque aprendió que no debe preocuparse, no se trata de un predador.

Lo interesante es que si se realiza algún cambio en la figura, el cangrejo sigue reconociéndola como “no peligrosa”, y no intenta escapar. Este hecho prueba que el animal es capaz de generalizar, a diferencia de Funes el memorioso, a quien le molestaba que “el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente)”.

“Lo que hace el animal, en vez de guardar información de todo el estímulo, es extraer las propiedades básicas que lo definen, y luego las reconoce en otro estímulo”, señala Sztarker, y aclara: “Pero el cangrejo reconoce el estímulo sólo si se modifica su posición. Si se cambia la dirección de movimiento, no puede generalizar, y da una respuesta de huida”.

Memoria específica

Cuando los investigadores incorporaron más cambios en el experimento, observaron que el cangrejo ya no podía generalizar. Así vieron que la memoria, si bien tiene plasticidad, es específica para un solo estímulo. “La memoria tiene que ser lo suficientemente plástica para no tener que formar millones de memorias para objetos que son parecidos, y, por otro lado, no tener el riesgo de confundir cosas que son muy distintas”, indica la investigadora.

Los estudios mostraron que la memoria del cangrejo es más compleja de lo que se creía, y que es capaz, no sólo de guardar información sobre otros componentes de la escena, sino también de generalizar entre estímulos parecidos entre sí.

“Estos experimentos tienen el doble propósito de mostrar, por un lado, que en cerebros simples se pueden albergar tareas complejas. Y, por el otro, permite indagar si el procesamiento es similar o no al de cerebros más grandes”, concluye Sztarker.

 

Cambio de escena

En un tercer experimento, los investigadores modificaron el contexto de la prueba: reemplazaron el color liso de la pared, por una cobertura rayada. En este caso, el animal ya no mostró la memoria, pues intentó huir, lo que significa que incorporó la experiencia del estímulo asociada al contexto en que estaba presentado.

Dado que el contexto es distinto, el cangrejo opta por intentar el escape, no se arriesga a no huir. Es que en la naturaleza el contexto es muy importante. Por ejemplo, si el animal se encuentra muy cerca de su cueva, sale corriendo porque la protección está cerca. Si, en cambio, está lejos, tal vez se quede quieto para pasar inadvertido, ya que correr sin tener dónde ir puede ser contraproducente.

“Lo que suponemos –dice Sztarker– es que el animal aprende que un estímulo dado en un contexto particular es inocuo. Si cambia el contexto, no se arriesga a no responder”.

La pregunta, luego, fue si esas dos partes del recuerdo: la información del estímulo y la del contexto, se guardan en el mismo lugar del cerebro o si se trata de distintas poblaciones de neuronas. El estudio electrofisiológico mostró que estímulo y contexto se guardan en conjuntos diferentes de neuronas.

Del mismo modo opera el cerebro humano, pues distintas zonas se encargan de procesar diversas partes de la información a la que estamos expuestos. Una evidencia de ello es que, ante lesiones producidas por accidentes o por la extirpación de un tumor, se observa que falla una función cerebral muy específica, pero no está afectado el resto.