Los invasores
El desarrollo de los medios de transporte ha aumentado de manera espectacular el movimiento de bienes y personas alrededor del planeta. Con ello se ha facilitado notablemente la dispersión de especies hasta lugares muy alejados de su hábitat original. Este fenómeno afecta gravemente la biodiversidad y provoca pérdidas multimillonarias. La investigadora Evangelina Schwindt brindó un panorama de cómo este fenómeno afecta a la Argentina y detalló las acciones que se están desarrollando para enfrentar este problema.
Todas las especies surgen y se desarrollan asociadas a espacios geográficos y ambientes específicos. Cuando una especie llega por la acción del ser humano, sea deliberada o no, a un hábitat que no es el suyo, se convierte en una especie exótica o introducida. A partir de ese momento pueden suceder tres cosas: que encuentre hostil el nuevo hábitat y muera; que sobreviva provocando un impacto mínimo para el ambiente; o puede adaptarse, prosperar y dañar de diversas maneras la vida autóctona que existía en ese ecosistema.
Las especies invasoras suelen desarrollarse exitosamente porque sus nuevos hábitats carecen de depredadores naturales que controlen su población. Además, provocan daños al consumir especies nativas, competir con ellas por comida o espacio, o al introducir enfermedades.
Históricamente, estos desplazamientos estuvieron limitados por barreras naturales, como cadenas montañosas, océanos o desiertos . Pero la actividad humana, particularmente en las últimas décadas con el impulso de la globalización, aceleró de manera alarmante el movimiento de organismos entre ambientes naturales y permitió que las especies superaran obstáculos que no habrían podido atravesar por sus propios medios.
Evangelina Schwindt es investigadora de CONICET y directora del Grupo de Ecología en Ambientes Costeros del Instituto de Biología de Organismos Marinos (IBIOMAR CONICET). Estudió su carrera y su doctorado en Ciencias Biológicas en la Universidad Nacional de Mar del Plata y realizó varios posdocs en el exterior. Desde hace más de veinte años viene estudiando la biología y ecología de especies invasoras marinas. Sus investigaciones se centran en el incremento del número de especies que fueron introducidas en las costas de Argentina desde la llegada de los europeos, y cómo estarían alterando la diversidad nativa regional y las económías locales. Actualmente, trabaja también en el diseño de regulaciones y legislaciones nacionales e internacionales sobre este tema.
Considerada como una de las máximas referentes argentinas en el área, Schwindt fue invitada a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA para dar una de las charlas plenarias en el marco de las “X Jornadas Nacionales de Ciencias del Mar y el XVIII Coloquio Nacional de Oceanografía”, que se realizaron por primera vez en la Ciudad de Buenos Aires.
Exóticas y caras
Las invasiones biológicas constituyen un problema muy grave a escala mundial. Son la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el planeta y se estima que generan perdidas económicas equivalentes al cinco por ciento del PBI global.
En la Argentina la primera estimación de costos se realizó en 2017, con datos de 2016, sobre la base de un grupo reducido de las más de 700 especies exóticas invasoras que han sido detectadas en nuestro país y que abarcan una enorme diversidad de organismos, desde algas microscópicas y vertebrados acuáticos y terrestres, hasta árboles y pastos. De acuerdo con ese estudio, el perjuicio para Argentina supera los 3.400 millones de dólares anuales.
“Es mucho, ¿no?”, se preguntó la experta advirtiendo la sorpresa que despertó la cifra en el público. Y remató: “Piensen que representa más de tres veces el monto total del presupuesto asignado para ciencia y tecnología para el año 2015”.
De acuerdo con una base de datos que pacientemente vienen desarrollando en el Grupo de Ecología de Ambientes Costeros, existen más de 100 especies exóticas invasoras entre las puramente marinas y las que habitan la franja costera que toca el océano. “La mayor parte de las detecciones que hemos hecho son a partir de la literatura. No porque la gente la haya reportado como exótica. Hasta el año 2000 la mayor parte son simplemente reportes de especies. Nosotros lo que hicimos fue trabajar de manera retrospectiva, histórica, biogeográfica para determinar si esa especie es introducida o no. Es muy difícil rastrear para atrás a cada una ellas”, explica Schwindt sobre su laboriosa tarea. Y agrega como dato de color: “La primera especie que tengo detectada se basa en reportes de 1880”.
Lo más preocupante es que el número de especies invasoras detectadas no para de crecer.
Invasiones bárbaras
De ese centenar de especies que han llegado y colonizado diversas zonas en los mares y costas de nuestro país, algunas son las que han causado o pueden causar un daño mayor para el ecosistema, la economía o la salud de la población.
Entre ellas se destacan: Alexandrium y Dinophysis accuminata. Se trata de microalgas responsables de producir la marea roja, un fenómeno que puede provocar una gran mortandad de peces y animales marinos. Además, a nivel mundial, se informan anualmente más de dos mil casos de intoxicaciones en humanos con un 15 por ciento de mortalidad asociada. “Las principales productoras de la marea roja son introducidas. Llegaron hace muchos años, probablemente en el agua de lastre de barcos. Ahora no podemos hacer nada. Las mareas rojas están presentes entre nosotros y van a seguir estando”, advierte Schwindt.
Un caso particular es el de la ostra japonesa porque es el único caso registrado de una especie invasora marina cuya introducción se hizo de manera intencional. Es la especie más importante en maricultura a nivel global. Fue traída en 1982 para su cultivo en la Bahía de San Blas. El emprendimiento fue abandonado y hoy hay grandes extensiones de ostras en la marisma y en la costa. Se fue extendiendo y hace unos años la detectaron en Bahía Blanca. “En el Puerto de Bahía Blanca todos los pilotes y los murallones están llenos de ostras. Se cementa tan fuerte que es muy costoso sacarla. Es muy dañina. Todos los barcos que se acercan golpean contra el muelle y estas ostras le van lijando el casco. No hay manera de erradicarla”, se lamenta la especialista.
Otro ejemplo interesante es el Undaria pinnatifida, conocida popularmente como wakame. Se trata de un alga nativa de Japón pero que pudo haber llegado de cualquier parte porque está introducida en muchas regiones del mundo. Fue detectada por primera vez en Puerto Madryn y, desde hace años, las playas de esa ciudad están llenas de esas algas. La situación le provoca un grave perjuicio económico. “Todas las noches hay que rastrillar las playas y eso tiene un costo para el municipio. No se puede dejar de hacer porque es horrible ir a la playa y que esté llena de algas. Además, cuando se secan despiden un olor horrible y se llenan de moscas. Es un impacto social muy negativo y puede afectar al turismo”, señala Schwindt y completa: “para colmo, Undaria se fue extendiendo y hoy está presente desde Puerto Deseado hasta Mar del Plata”.
Finalmente se puede señalar al Ficopomatus enigmaticus (gusano de tubo australiano) que se encuentra muy localizado en la provincia de Buenos Aires -“Está causando graves problemas en la laguna costera de Mar Chiquita”-. Y también el cangrejo verde, detectado hace poco en el Golfo Nuevo, se trata de una especie de porte mucho más grande que los nativos – “Todavía está en estudio pero consideramos que puede tener un impacto biológico muy grande”-.
No voy en tren, voy en barco
Ahora bien, ¿de qué manera este conjunto tan heterogéneo de criaturas marinas atraviesa inmensos océanos y se esparce por el mundo? Su método preferido es viajar “de colados” en cualquier tipo de nave que surque los mares: buques comerciales, yates privados, barcos militares, veleros, cruceros turísticos.
La mayoría de estas especies llega escondida en el agua de lastre que utilizan las embarcaciones para ganar estabilidad y contrarrestar el peso de la carga que transportan. Cada nave puede cargar hasta unos 75 millones de litros de agua en su puerto de origen, que luego descarga al llegar a su puerto de destino. Así libera también a todas las especies que estaban en esa agua, desde peces hasta organismos microscópicos. Hoy en día se desplazan anualmente unos 45 mil cargueros alrededor del mundo que trasladan más de 10.000 millones de toneladas de agua de lastre de un lugar a otro de la Tierra.
Otras de las formas características de transporte de especies son las incrustaciones biológicas, llamadas también biofouling. Se trata de un extenso número de criaturas que se adhieren a la superficie sumergida de los cascos de todo tipo de barcos y así los acompañan adondequiera que vayan. Este fenómeno, si no se controla, provoca múltiples inconvenientes en las embarcaciones: crecen los costos de mantenimiento, aumenta el consumo de combustible y la emisión de gases a la atmósfera, acorta la vida útil de la nave, reduce la maniobrabilidad y la seguridad de la navegación.
“Ante este escenario resulta claro hacia dónde debemos focalizar nuestra atención quienes trabajamos con invasiones biológicas marinas: hacia los barcos como vectores del traslado de especies y hacia los puertos como puntos de llegada y de introducción de los organismos exóticos”, precisa Schwindt.
Manos a la obra
¿Qué se está haciendo para enfrentar este problema? ¿Cuáles son las acciones que se están llevando adelante en Argentina? Por un lado, la Organización Marítima Internacional (OMI) propuso en 2004 el “Convenio Internacional para el Control y la Gestión del Agua de Lastre y los Sedimentos de los Buques”. Ese tratado fue firmado por 69 estados, entre ellos, nuestro país, en donde se aprobó en 2014. Se designó a la Prefectura Naval como autoridad de aplicación y en septiembre de 2017 entró en vigencia.
A su vez, en 2017, la OMI lanzó el proyecto “GloFouling” con una serie de directrices para controlar las incrustaciones marinas. “En ese marco, entre todos los países que se postularon, Argentina fue seleccionada como país piloto y va a recibir asistencia para la implementación de las normas. Esto va a tardar algunos años pero es lo se viene, porque las directrices más adelante se convierten en obligaciones”, pronostica Schwindt.
Por otro lado, desde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable, se está trabajando desde 2015 en la “Estrategia Nacional sobre Especies Exóticas Invasoras”, que se plantea como objetivo “promover la generación de políticas públicas para minimizar el impacto de las invasiones biológicas sobre la biodiversidad, la economía y la salud”. En ese marco, se vienen llevando a cabo un extenso conjunto de acciones entre las que se encuentran la implementación de planes pilotos que atienden a diferentes problemáticas, diferentes especies, y diferentes regiones del país.
Uno de esos planes piloto es encabezado por Evangelina Schwindt y apunta al desarrollo de un sistema de detección temprana y acción precoz para especies marinas exóticas en puertos de la costa Argentina. “Armamos un grupo y estamos trabajando sobre cuatro puertos marinos: Quequén, Bahía Blanca, San Antonio Este y Puerto Madryn. Desarrollamos diferentes talleres de análisis y consenso con representantes de organismos públicos y privados, nacionales, provinciales y municipales, lo que fue llevando a un análisis detallado para ver la forma de implementar este sistema”, detalla la experta.
El protocolo, que ya está básicamente acordado y se encuentra en la etapa de firmas, incluye una serie de etapas: evaluación del riesgo de invasiones biológicas; monitoreo; detección temprana; acción precoz, y prevención de la dispersión. Para acotar el esfuerzo, el equipo se va a focalizar sobre el grupo de especies que representen el mayor riesgo de acuerdo con el impacto potencial que tengan cada una de ellas.
“Yo siempre digo: ‘un gramo de prevención vale más que un kilo de manejo’. Si una especie exótica llega a un lugar y se convierte en invasora, no la sacamos más, es así de sencillo. A lo sumo podemos contenerlas”, asegura Schwindt. Y finaliza: “La colaboración de todos las actores involucrados es la única forma de enfrentar este problema. El sector portuario es el más reticente pero tiene que entender que, a largo plazo, va a afectar su competitividad. Porque cuando empiecen a tomarse medidas para las embarcaciones en otras partes del mundo, si Argentina no se queda afuera, va a ser un problema grave”.