Universidad y dictadura

“En Exactas la represión se instaló antes del golpe del 76”

Juan Carlos Reboreda se graduó como biólogo en Exactas. Profesor de larga trayectoria y dos veces decano, recuerda su llegada a la Facultad en 1973 y cómo cambió drásticamente la situación a partir de la intervención de la UBA. Despido masivo de profesores, presencia de policías, soplones en las aulas, matones de ultraderecha, enmarcaban un escenario de violencia. Para Reboreda, en la Facultad, el golpe del 76 no marcó un quiebre sino apenas una profundización de la represión. También recuerda a varios de sus compañeros desaparecidos y considera muy malos a muchos de los docentes durante la dictadura.

24 Mar 2025 POR

Juan Carlos, ¿en qué año llegás a la Facultad y en qué carrera te inscribiste?

– Yo entro en Exactas en el 73 para cursar Biología. Pero ese año prácticamente estuvo perdido. Yo trabajaba muchas horas y solo podía venir a la Facultad a la noche, muy tarde. Creo que solo cursé Análisis 1. Así que, en realidad, mi incorporación efectiva en la Facultad fue en 1974.

– ¿Cuál era el clima que se vivía en la Facultad cuando ingresaste?

– Yo venía de un colegio secundario privado y católico. No tenía militancia y vivía bastante alejado de lo que era la política. Para mí fue un gran contraste. Entré en la Facultad en una época de efervescencia a partir de la elección de (Héctor) Cámpora como presidente, y bueno, comienzo a involucrarme en política. En el año 74 empiezo a cursar pero en julio muere Perón, designan a (Oscar) Ivanissevich ministro de Educación, y luego a (Alberto) Ottalagano, como interventor de la UBA. Ottalagano era una persona que se reivindicaba fascista, hay una tapa de la revista Gente donde él hace el saludo fascista. Ahí se toma la Facultad y comienza una etapa de mucha turbulencia. En septiembre comienza la intervención y la Facultad se cierra por un tiempo. Al reabrirse, creo que solo se les permite cursar a los alumnos de segundo año para arriba, con lo cual para mí, el 74 también duró un solo cuatrimestre. O sea que recién pude empezar a cursar regularmente en el 75. En ese momento, el decano era (Raúl) Zardini y lo primero que hizo Zardini fue dejar cesante a todos los docentes de la Facultad y luego los iban reincorporando de a uno, según su capricho y el de su grupo. Era una época terrible porque ya la Triple A estaba actuando con total libertad. Ya habían asesinado a (Rodolfo) Ortega Peña, ya habían asesinado a (Silvio) Frondizi. Los asesinatos se repetían. De hecho, durante la toma de Ciudad Universitaria, una noche que estábamos en la biblioteca con Alberto Kornblihtt, vemos llegar un Falcon que estaciona en la playa de estacionamiento. Nos preocupamos. A la media hora el Falcon se va, y después aparece quemado con uno o dos cadáveres en el fondo de Ciudad Universitaria. Estamos hablando de la época de Isabel, López Rega y la Triple A, en la que hubo mil y pico de muertes, antes del golpe de marzo del 76.

– ¿Qué recordás de esa Facultad que surgió con la primavera democrática de 1973?

– En cuanto al clima político, yo recuerdo que una asamblea llenaba el Aula 5, el Aula 6 o eventualmente, el Aula Magna. Estamos hablando de asambleas de 200, 300, 500 personas. Todo eso cambia a partir del 74 con la intervención. Ahí vos ya tenías policía en la entrada de la Facultad que te pedía la libreta universitaria; tenías un destacamento de policía funcionando en lo que había sido el centro de estudiantes; tenías informantes metidos adentro de la Facultad, gente probablemente de los servicios; y tenías banditas de matones de la derecha nacionalista. Todo eso, en un contexto donde estaban asesinando personas a plena luz del día, hizo que la gente se retraiga y que la actividad política cayera, pasó a ser cuasi clandestina. Obviamente, después del 24 de marzo del 76 la retracción fue mucho mayor. Para ese momento, ya la mayoría de los militantes de la izquierda peronista no estaban en la Facultad. Quedaban los militantes del PC que habían tenido una presencia fuerte en la Facultad, pero que no eran perseguidos. O sea, la dictadura militar se concentró en el PRT ERP y en Montoneros. El PC no estaba dentro de los objetivos prioritarios del Ejército ni de la Armada. Y esto te lo digo por dos casos puntuales de Biología que me tocaron de cerca, que fueron el de Inés Ollero, que era un militante de la FEDE (Federación Juvenil Comunista), y el de Miguel Angel Espinela, que era un militante del PCR, que junto con (Daniel) Bendersky son secuestrados en el año 78 en un momento, en el cual el PCR toma cierta visibilidad. Ahí sacan los archivos y desaparece alguna gente del PCR. El caso de Inés sigue siendo muy llamativo. No es que no haya habido otros casos de desaparecidos del PC, pero no fue un partido atacado. O sea, en su momento todos estábamos sorprendidos y esperando que Inés reapareciera. Esto fue en el año en julio del 77.

Vemos llegar un Falcon que estaciona en la playa de estacionamiento. A la media hora se va, y después aparece quemado con uno o dos cadáveres en el fondo de Ciudad Universitaria.

Antes del golpe, ¿ya se sentía miedo de seguir militando o incluso de venir a cursar en la Facultad?

– A partir del 76 se sentía miedo, en el 75 no. Yo en ese momento estaba en una agrupación de izquierda intrascendente, de esas que si la googleas no aparece. Mi actividad era mínima. Era una agrupación crítica del gobierno de Perón y de Isabel. Durante el 75 vos veías la situación como una guerra de la derecha peronista contra la izquierda peronista. De hecho, salvo un par de gremialistas del Partido Socialista de los Trabajadores, la mayoría de las víctimas que se dan en el periodo que va desde la muerte de Perón hasta marzo del 76, es gente del peronismo.  Ahora, a partir del 76, uno sabía que la represión era más indiscriminada, que si vos estabas en la libreta de una persona que caía, podías caer también. Que ante la duda te eliminaban. Ahora bien, el golpe se anunciaba por los diarios y todos suponían que iba a ser duro, pero nadie se imaginó que podía ocurrir lo que ocurrió. Hasta ese momento, la masacre de Trelew había sido el símbolo de la barbarie militar.

– Hay una suerte de debate entre los que opinan que en la Facultad, el golpe marcó un quiebre en relación con la represión, y aquellos que opinan que la represión llegó antes del 76 y que luego del golpe hubo más una continuidad que una ruptura. Vos, por lo que contás, me parece que formás parte de este segundo grupo.

– Para mí no hay cambio, hay continuidad. O sea, los cambios en Exactas se dieron en septiembre del 74 y la situación no se modificó mucho luego del 24 de marzo del 76, porque ya habían echado a toda la gente. Yo creo que si vamos al archivo, prácticamente no hubo cesantías después del golpe y el círculo de profesores que manejó la Facultad desde la gestión Ottalagano la siguió manejando luego del golpe militar. A la Facultad la seguían manejando Zardini, Cuartino, nombres clásicos entre los geólogos. Y también había un biólogo, Avelino Barrios, que era una persona de la derecha nacionalista católica que venía armado a la Facultad. Daba Vertebrados y en el curso de campo llevaba un revolver y jugaba a tirar con algunos alumnos. Había más de uno que venía armado. En el 75 recuerdo que me pasó algo gracioso. El profesor Jorge Wright, que era una de esas personas de la derecha tradicional de la Facultad, se le ocurrió que quería conocer más a fondo la opinión de sus estudiantes. Entonces, eligió por sorteo a cinco alumnos para que le transmitieran sus preocupaciones. Uno de ellos fui yo. Con mucho cuidado le comenté mis opiniones y bueno, nunca más me volvieron a consultar. Incluso, en el año 76, yo había cursado Artrópodos y me ofrecieron ser ayudante, pero al tiempo la persona que me lo había ofrecido me dijo: “Disculpá pero me dijeron que mejor no”. O sea que mi nombre de alguna manera fue vetado, estaba dentro de lo que no era aceptado. ¿Hubo un cambio a nivel nacional pre y post golpe? Sí, claramente, fue una represión mucho más orgánica, mucho más sanguinaria, mucho más extensa. Pero a nivel Facultad, no. La mayoría de los militantes de la JP habían pasado a la clandestinidad. De hecho, muchos de ellos fueron desaparecidos pero ya no estaban en la Facultad. Por eso para mí, en Exactas, la represión comienza en septiembre del 74. Eso por ahí le cae antipático a mucha gente, pero somos muchos los que opinamos así. Los que vivimos esa época no encontramos una diferencia cualitativa.

– ¿Después del golpe tuviste que tomar medidas de precaución por tu seguridad personal?

– Sí, por supuesto. Todo lo que eran revistas de izquierda, que yo compraba y coleccionaba, fueron quemadas, o arrojadas al costado de alguna vía. Saqué todo. Creo que quedaron un par de libros escondidos que me resultaban particularmente atractivos.

– ¿Cortaste tu militancia?

– Sí. En realidad, falté a una cita y eso implicaba quedar desconectado. Igual la agrupación en la cual yo estaba era ínfima. Su nombre era Orientación Socialista, era lo que hoy sería Izquierda Socialista. Mi militancia se limitaba a reunirme una vez por semana o cada 15 días y charlar de la situación política. No era agrupación que tuviera importancia en la Facultad, no movía amperímetro y tampoco en el frente gremial.

Había un biólogo, Avelino Barrios, que era de la derecha nacionalista católica que venía armado a la Facultad. Y en el curso de campo llevaba un revolver y jugaba a tirar con algunos alumnos.

– Juan Carlos, ¿vos conocías a Inés Ollero, cursaste con ella?

– Sí yo cursé con ella, estudiamos con ella. Y también estaba con gente que la conocía mucho más que yo.  Pero recuerdo haber estudiado con Inés en la biblioteca. Creo que cursamos Química Inorgánica juntos, y no sé si alguna Física o Botánica. Lo mismo con Miguel Espinela, cursamos creo que Vertebrados. Y fueron dos casos que me sorprendieron porque no era la gente que vos esperabas que fuera blanco de la represión. O sea, los blancos eran fundamentalmente los militantes de la JP y cuando vos te fijás en los desaparecidos de la Facultad, la gran mayoría son militantes de la JP. Pero Inés era de la Fede, Bendersky y Miguel (Espinela) eran PCR, y no estaban activos, o sea, era una militancia muy suave. Por eso, sus casos fueron tan impactantes. Yo me acuerdo cuando desapareció Inés, todo el mundo llamándose y diciendo: “Ché se llevaron a Inés, pero ¡¿cómo puede ser?!” Todos sabíamos que Inés era militante de la Fede, pero todos sabíamos que la Fede no era un target de los militares.

– Pasaba algo en la Facultad frente a un caso como el de Inés Ollero. Quiero decir, todos sus compañeros llegaban un día e Inés, de repente, ya no cursaba más. ¿Se hablaba del tema? ¿Alguien preguntaba qué había pasado?

– El caso de Inés se sabía pero en la Facultad no se hablaba del tema. Hablabas afuera. En la Facultad, uno se refugiaba en un grupo muy reducida de amistades con las cualesl tenías extrema confianza. Vos no te ponías a hablar de política con un compañero nuevo de curso. De hecho, yo tenía como compañera de cursada a la hija del secretario de Inteligencia del Estado, el general Carlos Martínez, persona que no fue condenada porque murió antes. La hija de Martínez llegaba en un Falcon verde con custodia. También había familiares de Horacio Tomás Lindo, que fue ministro del Interior de Viola. Por eso, a la Facultad, yo venía a solo a cursar, a estudiar en la biblioteca, a jugar al fútbol. Recién en el año 80 comienza a haber un poco más de actividad política con la aparición de la revista Interacción en Física, de Doble Hélice en Biología, y de Enlaces en Química. Pero, para ese momento, yo ya había terminado de cursar, me quedaban un par de finales, estaba haciendo mi tesis y mi actividad diaria era en el IBYME.

– ¿En algún momento pensaste en dejar la carrera o en espaciar la cursada por la situación que se vivía?

– No. Cuando aparecían estos casos, que yo llamaba ‘balas que pasaban cerca’, decía: “¡Pucha! Yo no estoy tan lejos”. Pero cuando lo analizaba objetivamente decía: «Bueno, yo no debería ser una persona de interés, más allá de que podía estar en alguna foto de movilizaciones”. O sea, con mi altura, 1,98m, yo aparezco en cualquier foto. Pero me da la sensación de que no figuraba en lo que eran las prioridades de los servicios de inteligencia. Pero siempre te quedaba la duda de si no podías caer en la volteada por proximidad.

Cuando desapareció Inés, todo el mundo decía: “Ché, se llevaron a Inés, pero ¡¿Cómo puede ser?!” Inés era militante de la Fede, pero todos sabíamos que la Fede no era un target de los militares.

– Visto desde hoy, ¿te parece que ese era un análisis realista o tenía un contenido de negación importante?

– Y, tendría que preguntarle a algún psicólogo (risas), pero puede ser que hubiera algo de negación. A mí me pararon un par de veces en la calle. En aquel momento, te paraba un patrullero o un camioncito del Ejército y te pedían la cédula de identidad, se la llevaban al patrullero y la pasaban por una maquinita que se llamaba Digicom y ahí veían si tenías antecedentes o te buscaban por algo. Obviamente, cuando me pasó la primer vez mi taquicardia fue importante, pero si zafabas vos sabías que no estabas en la lista.  Y si estabas en alguna lista, fuiste.

¿Cómo calificarías el nivel académico de la carrera durante la dictadura?

– Entre malo y muy malo, porque muchos profesores buenos se habían ido en el 66 y los pocos que regresaron en el 73 tuvieron que volver a irse. Con lo cual, Exactas había tenido dos pérdidas importantes de docentes. Entonces, muchos auxiliares con una capacitación pobre en muchos casos pasaron a dar las materias. Eso en Biología fue muy marcado. Había gente impresentable, impresentable. La consecuencia fue que Biología se convirtió en una carrera donde no se hablaba de la Teoría de la Evolución y eso es como que en Física no se enseñe mecánica clásica. Había profesores que hoy no hubieran durado ni 24 horas por la barbaridades que decían, tanto en lo académico como en lo no académico. Si yo tuviera que decir qué materias rescato, rescato Biología Molecular con Recondo, Química Biológica, o sea, me cuesta encontrar una materia relacionada con lo que yo terminé haciendo que reivindique, que pueda decir, qué buena materia.

– ¿Cuál es tu opinión acerca de la necesidad de realizar actividades para mantener viva la memoria?

– Mirá, yo creo que es es necesario, pero cada vez es más difícil. Es como cuando a mí me hablaban de la Segunda Guerra Mundial. Yo nací en el 55 y cuando tenía 15 años, hacia 1970, me resultaba algo muy lejano, y no había pasado tanto tiempo. Acá pasaron casi 50 años. Es muy difícil para un adolescente ponerse en esa situación. Creo que es importante, pero me parece que es difícil. Y la realidad la tenemos hoy, con Milei y con la cantidad de jóvenes que votaron a Milei. Y con las agresiones que tenés en las redes sociales hacia todo el movimiento de derechos humanos. Son tiempos complicados. No sé cuál es la mejor estrategia para me mantener presente eso que ocurrió y que no debería ocurrir nunca más. Pero si me hubieras preguntado esto hace 5 años, probablemente mi respuesta hubiera sido otra. Hoy me surgen dudas y me parece que es una pregunta que tenemos que hacernos todos.

 

Archivo Oral de la Memoria

El testimonio completo de Juan Carlos Reboreda, que dio origen a esta entrevista, fue realizado el 19 de marzo de 2024 y forma parte del Archivo Oral de la Memoria de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. El sitio reúne el testimonio de más de 30 personas que estudiaron en la Facultad durante la década del 70.