Inserción laboral de científicos

Investigar y divulgar

Emma O’Brien estudió Biología en Exactas UBA. Luego de doctorarse en Rosario, sintió la necesidad de sacar a la ciencia del laboratorio y creó, junto a una colega, el sitio acercaciencia.com. Actualmente vive en España, donde también trabaja como investigadora. De paso por Buenos Aires, reafirma su convicción acerca de la necesidad de comunicar la ciencia a la sociedad y asegura que si bien hay un amplio campo para desarrollar proyectos de este tipo, no resulta fácil vivir de ellos.

5 Jun 2019 POR
Emma O'Brien.

Emma O’Brien.

– ¿Por qué elegiste estudiar biología?

– Fue por una profesora del secundario, de apellido Castelar López, todavía me acuerdo. Sus clases eran magníficas, muy motivadoras. Por otro lado, cuando todavía estaba en la secundaria hice un curso de orientación vocacional y, una vez, la psicóloga me pidió que me dibujase trabajando, y yo me dibujé nadando con delfines. Entonces, cuando empecé la carrera traté de dirigirla hacia ecología acuática. Pero bueno, no tenía mucha idea de cómo concretar ese sueño. Y no fue mi trabajo. Me fui enamorando de otras áreas.

– Cuando estabas terminando tu licenciatura, ¿qué planes tenías?

– Terminé en 2001, no había nada de trabajo. Me fui un año a España donde trabajé como profesora de ciencias. Regresé para hacer un doctorado en reproducción animal en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario. Trabajé con anfibios describiendo cómo se mueven los flagelos de los espermatozoides a nivel molecular. O sea, me quedé dentro del agua pero me alejé de los delfines. Terminé doctorándome en biología molecular en 2012. Hasta ahí seguía el plan que habíamos mamado de nuestros profes de Exactas. El formato clásico: licenciatura, doctorado, investigación.

– ¿Cuándo empezó a cambiar eso?

– Cuando iba a un bar con amigos que no tenían nada que ver con las ciencias, me costaba muchísimo contarles qué hacíamos en mi trabajo. Y eso me hacía ruido. Por otro lado, haber sido becada por el CONICET y haber alcanzado, gracias a los impuestos de mis conciudadanos, el más alto grado académico en un país donde hay tantas urgencias, me hacía sentir cierta responsabilidad, cierta necesidad de devolución. Mi intención, entonces, fue montar un proyecto de divulgación y educación de la ciencia junto con una de mis compañeras de doctorado, Cecilia Di Prinzio, con quien compartíamos las mismas preocupaciones. Pero, por otro lado, yo tenía decidido irme a España, a Madrid, donde vivo actualmente. Nos dimos cuenta que la única manera de llevar adelante un proyecto juntas era online. Y así nació acercaciencia.com que es una página web de educación y divulgación de las ciencias cuya intención es acercar la ciencia al público no especializado con un enfoque educativo. Pensamos que si uno intenta que se desarrolle el pensamiento crítico en la escuela, eso hace que luego las personas se pregunten cosas en su vida cotidiana, cuestionen, tiren del hilo, investiguen cuál es la fuente. Toda la información que hay en Internet es estupenda pero hay alguna que no tiene rigor científico y otra que sí.

– ¿Seguís trabajando como investigadora en España?

– En este momento soy investigadora contratada del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Agropecuaria de España (INIA), que es como el INTA en Argentina. Lo que hacemos es preservar gametos y espermatozoides de especies en peligro de extinción. En marzo publicamos mi último trabajo.

– ¿Cómo manejan la tensión, siempre presente, entre la rigurosidad científica y la comunicación de la ciencia?

Cecilia Di Prinzio y Emma O'Brien durante una charla en Exactas UBA.

Cecilia Di Prinzio y Emma O’Brien durante una charla en Exactas UBA.

– En acercaciencia.com publicamos cuestiones de ciencias naturales porque son temas que nosotros manejamos, que podemos consultar con la fuente, que podemos tirar de la bibliografía y ver que son sitios con reposición de información contrastada. Cuando tenemos alguna duda, contactamos con colegas que sabemos que son confiables, cuyas fuentes son rigurosas. Intentamos chequear lo que sale, y lo que no estamos seguras no lo publicamos porque no queremos generar ruido. Ya hay bastantes páginas web donde se dicen cosas que no son. Muchas veces los docentes me preguntan cómo saber si una página web es confiable o no. Para nosotras hay tres cuestiones importantes: la primera es que en los artículos esté la bibliografía. La segunda, que haya personas detrás, o sea, que den sus nombres, que muestren sus perfiles académicos. Y tercero, recomendamos páginas que estén avaladas por instituciones reconocidas. Cuando daba clase los chicos tomaban un tema, lo googleaban y venían con muchas cosas que no tenían nada que ver. Ese es el peligro y por eso, para mí, hay que salir a hablar de ciencia. Hay que acompañar a las personas que no son especialistas en los temas para reflexionar, discutir sobre las cosas que se comentan pero de una manera humilde.

– ¿Quiénes son las personas más indicadas para comunicar la ciencia: periodistas especializados o científicos divulgadores?

– Hay una lucha ahí. Hay periodistas que no quieren a los divulgadores y divulgadores que no quieren a los periodistas. Yo veo esa grieta -una palabra que está de moda-, pero para mí no tiene sentido. Cada uno tiene una tarea diferente y creo que son complementarias. Por otro lado, hay que tener en cuenta que durante la carrera científica no te enseñan a comunicar lo que uno genera en el laboratorio. Nadie te enseña a hacer un póster para presentar en un congreso, nadie te enseña a hacer una ponencia, a contar tu trabajo en 10 minutos. No hay ninguna materia en ese sentido, a pesar de que el último paso del método científico sea dar a conocer tus resultados. Es verdad que uno lo publica en un paper para que lo evalúen sus pares pero seguimos estando en la comunidad científica. Para mí falta ese pasito más, que es ponerlo a disposición para toda la sociedad. Es cierto que algunos sostienen que no es su tarea y dicen que para eso están los periodistas. Pero otros pensamos que no, que es algo que debería formar parte de las tareas del científico. En ese sentido, sería muy bueno que a la hora de evaluar la carrera de un investigador también se tuviera en cuenta la cantidad de actividades de divulgación o de educación científica de las que participó y le dieran puntos. Creo que de esa forma habría un poco más de compromiso.

– Hay científicos que no consideran importante la necesidad de formarse para la comunicación en particular, sino que lo fundamental es el manejo del conocimiento en la disciplina en la que uno es experto. ¿Vos qué opinás?

– Para mí es muy importante. De hecho, Cecilia hizo un máster en comunicación científica y yo hice un curso de posgrado en comunicación pública de la ciencia. Nosotras éramos profesoras de la universidad y estábamos acostumbradas a escribir guías de trabajos prácticos, lo que no tiene nada que ver con cómo se escribe en acercaciencia.com. También fuimos aprendiendo sobre la marcha. Por eso, si yo leo un artículo mío de hace cinco años me quiero morir, porque he cambiado mucho mi manera de escribir. La formación académica en el campo de la comunicación de la ciencia la considero importante si uno viene de las ciencias duras. Y también la práctica, ponerse a prueba y escribir es fundamental.

 La formación académica en el campo de la comunicación de la ciencia la considero importante si uno viene de las ciencias duras.

«La formación académica en el campo de la comunicación de la ciencia la considero importante si uno viene de las ciencias duras».

-¿Qué le dirías a un chico o una chica que está terminando su licenciatura, que está pensando qué hacer con su futuro profesional y siente esta necesidad de comunicar pero no sabe cómo hacerse camino y no encuentra a quién recurrir para que lo ayude a desarrollar esa vocación?

– Le diría que nosotras estamos a su disposición y a cualquiera que nos escriba lo vamos a ayudar en todo lo que nos sea posible. Pero, más allá de nosotras, le diría que hablar con las personas es fundamental. Uno tiene referentes y siempre se pone los “no” antes de intentar. Hay que animarse y escribirles: “¿Puedo ir a verte?”. De diez, ocho probablemente no tengan tiempo, pero dos te van a decir: “Sí, vení, te muestro lo que hago”. Pueden hablar con los comunicadores de la Facultad, preguntar cómo es el trabajo, dónde estudiaron, cómo se pueden formar. Entonces, primero, contactar a las personas. Y después, formarse. No es fácil, pero si uno está motivado, lo va a ir logrando.

– ¿Te parece que hay espacio para que más biólogos, o científicos en general, se lancen a experiencias de comunicación de las ciencias?

– En España, sí. Yo lo veo mucho. De hecho, hay científicos youtubers que hacen videítos en los que te explican la leyes de Mendel en dos minutos. Quizás a un genetista riguroso no le guste que se cuente la ciencia así, pero tienen miles de seguidores. Espacios hay. Lo que pasa es que, en nuestro caso, nosotras no vivimos de nuestro proyecto. Es autosostenible pero cada una tiene su actividad económica por otro lado. Entonces, a uno le encanta la comunicación científica, pero tiene que vivir de otra cosa. Yo soy optimista, pienso que es una actividad en crecimiento, que es necesario que se comunique más, pero, por otro lado, el periodismo está pasando por una crisis importante. Entonces, no sé como va a avanzar la cosa.