
Los ciencianautas
La reciente adaptación a la pantalla del clásico de la historieta y la ciencia ficción argentina, El Eternauta, alcanzó un éxito instantáneo en el mundo. Una de sus claves es la inclusión de conceptos científicos actuales en su argumento. Para eso, su director, Bruno Stagnaro, recurrió a la asesoría de dos físicos de Exactas UBA. NEXciencia dialogó con ambos sobre su participación en la serie, la ciencia, la ficción y las distopías verosímiles. Todo sin spoilers.
“El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano”. Así definía el propio autor, Héctor Oesterheld, el espíritu de su creación y el motivo por el cual era una de sus historias que recordaba con más placer. “Refleja, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual”, reforzaba en el prólogo de una de las ediciones originales de su épica de ciencia ficción a lo argentino.
Para la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, ese sabor local siempre fue doble: Oesterheld la habitó como estudiante de geología. Y así como “nadie se salva solo” en el escenario distópico de una Buenos Aires arrasada por una ráfaga de muerte y terror, una adaptación colosal como la que hoy amontona éxito en las pantallas de todo el mundo tampoco se hace en soledad. Además de su equipo de producción, Bruno Stagnaro buscó asesoría científica con investigadores de la misma casa de estudios del creador de la obra.
El punto de contacto fue el neurocientífico Mariano Sigman, quien recomendó a los físicos Pablo Mininni y Gastón Giribet. Mininni es investigador del CONICET y profesor del Departamento de Física de Exactas UBA; Giribet, por su parte, es profesor de la New York University, con licencia en su cargo de Exactas UBA.
Giribet se reunió con Stagnaro en diferentes bares de Buenos Aires. Fue hace más de cinco años. “Yo no sabía bien para qué, solo que era algo de ciencia ficción. Por separado también se encontraba con Pablo, era interesante porque tenía dos miradas distintas”, relata.
Además de su equipo de producción, Bruno Stagnaro buscó asesoría científica con investigadores de la misma facultad en la que estudió el creador de la obra.
“Al principio, el motivo era generar ideas. Hablamos mucho del cinturón de Van Allen, de cuáles eran los tiempos característicos en los que se podía invertir el polo magnético de la Tierra y de anomalías magnéticas en diferentes partes del planeta. Pero también otros temas, como fulguraciones solares, rayos cósmicos o la posibilidad de estar cerca de una supernova”, agrega.
Por su parte, Mininni recibió al director de la serie en dos ocasiones, luego siguieron varios intercambios por mail. “La experiencia fue muy buena. Me divertí un montón. Es distinto para los que hacemos ciencia. Cuando me contactó, la serie todavía no tenía luz verde, estaban escribiendo el guión y buscaban ofrecerla a alguna plataforma. Ya tenían decidido hacer cambios para actualizarlo. Algunas decisiones me parecieron muy buenas. Creo que el aporte que hicimos nosotros es ínfimo”
Fantasmas
En la nueva versión de El Eternauta, los fantasmas son de dos clases. Por un lado, los de su original: el peso de lo canónico como un baluarte. Por otro, los que ya movilizaba la propia historieta y que los trazos de Solano López intentaron capturar: los miedos de la época, el acecho encarnado en la nieve mortal y en una invasión que se respira de a poco. En 1957, cuando comenzó a publicarse, esos miedos se asociaban con la posibilidad de un desastre nuclear. El fantasma actual del apocalipsis no es el de la guerra nuclear, sino el del desastre natural. Así lo considera Giribet: “La adaptación no literal es propia de un buen artista. La historia es también la sensación que se tiene al leerla en un determinado momento. Stagnaro estaba preocupado por lograr que la gente sintiera hoy aquello que se sentía en ese momento”.
“En los 50 estaba muy presente la figura del invasor no conocido. Hoy eso no tiene la misma fuerza, el miedo pasa por el cambio climático violento, los grandes eventos naturales, la colisión de un asteroide, una fulguración solar grande, cosas así. Entonces, estaba bueno que en esta adaptación las conjeturas iniciales sobre la procedencia de la nieve vinieran por ese lado”, afirma el investigador. Además, destaca que se barajaron muchas hipótesis y que el director venía con información científica. “Me sorprendió su obsesión sana, cómo se acordaba de todo después de varias semanas. Era bastante eficiente porque no había que volver a explicar. No soy un gran consumidor de ciencia ficción, pero me pareció genial”, opina Giribet. Y continúa: “La ciencia ficción no es ciencia y no es solo ficción. Me molesta el purista de la ciencia que la mira con ojos inquisitoriales. Me parece que está muy bien logrado ese borde”.
Asimismo, Mininni considera que El Eternauta es de una época “muy clase B de la ciencia ficción en las que hay cosas que hoy serían difíciles de creer”. Y explica: “El género tiene unos códigos que requiere, al principio, que la ciencia sea sólida, después, en algún momento, tenés que tomarte libertades. El guión está muy bien hecho. Llevarlo a la época moderna implica pensar cosas que hoy sean más creíbles, como el tema del campo electromagnético. Ellos ya tenían la idea de que la nieve no cayese de las naves sino que se deba a un fenómeno natural asociado al magnetismo de la Tierra. Yo trabajé en magnetismo solar y terrestre y hablamos del cinturón de Van Allen y del viento solar. Después hay que soltar, y ahí ya no importa mucho si la nieve es radioactiva o no”.
De acuerdo con Giribet, el cinturón de Van Allen es un cinturón de partículas que se descubrió en torno a la Tierra. “La pregunta era si un cambio de configuración magnética podría generar que estas partículas alrededor del planeta pudieran llegar y afectar directamente el clima. Se usó como una explicación. No es tan claro el acoplamiento con un episodio climático abrupto, aunque una interrupción de las comunicaciones es mucho más concreto”, afirma.
“Ellos ya tenían la idea de que la nieve no cayese de las naves sino que se deba a un fenómeno natural asociado al magnetismo de la Tierra”.
Mininni explica que esas partículas no matarían al instante pero sí son un problema real para los viajes espaciales y que hay mucha investigación al respecto. “Las partículas que están en el viento solar son muy energéticas, no son radioactivas, no son un problema para nosotros, pero sí para todas las misiones espaciales planeadas a largo plazo, como la visita a Marte. Hay electrones, protones y algunos iones de átomos más pesados, que al tener más masa, pueden hacer mucho más daño si le pegan a un astronauta. No matan inmediatamente pero a largo plazo pueden generar mutaciones o cáncer”.
Lo viejo funciona
El campo magnético de la Tierra nos protege de la radiación solar y es esencial para la vida tal como la conocemos. Mininni explica así su naturaleza: “El núcleo de la Tierra es líquido, está muy caliente y a muy alta presión. En esas condiciones no podés tener imanes permanentes. Es un líquido conductor, todo ese movimiento desordenado que está hirviendo igual que el agua en una pava, más la rotación de la Tierra, genera una mezcla entre un movimiento ordenado de la rotación y otro desordenado del hervor, y son las corrientes provocadas por este movimiento las que generan el campo magnético de la Tierra. Entonces, todo el magnetismo planetario y el grueso del magnetismo del universo está creado simplemente por el movimiento de cargas”.
El investigador prosigue: “Como es un sistema desordenado y móvil, cada cierta cantidad de tiempo cambia el patrón de hervor, lo podemos pensar así, entonces, el campo magnético de la Tierra se desordena y después de un cierto tiempo vuelve a ordenarse. Cuando lo hace, puede apuntar para un lado o para el otro. De hecho, hubo en la historia del planeta situaciones en las que baja la intensidad del campo y después vuelve a aparecer sin darse vuelta. Es caótico”.
Sin embargo, la inversión de los polos no ocurre de un momento a otro. “El campo magnético de la Tierra no se da vuelta en dos días. En promedio, ocurre una inversión cada diez mil años, y cada una tarda de decenas a centenas de años. Como nos protege de las partículas cargadas, en esos cambios hay muchísima menos protección, hay más auroras y hay cambios en las capas más altas de la atmósfera, que tienen carga eléctrica”, explica Mininni. Un detalle de la primera escena de la serie pone de manifiesto este hecho al mostrar una aurora boreal en pleno Buenos Aires.
Para el científico, el problema radica en la erosión de la atmósfera. “El sol eyecta todo el tiempo masa que atraviesa el sistema solar y los planetas. Eso va erosionando las atmósferas al igual que el viento se lleva la arena en la playa. Uno de los factores que protegen de esa erosión es el campo magnético. Por ejemplo, Marte no tiene una atmósfera más débil porque tenga menos gravedad dado su menor tamaño, de hecho, no es tan diferente, sino porque se le apagó el campo magnético hace tiempo. Entonces si eso ocurre por muchísimos años, tenés un problema serio para sobrevivir. Hacia allá vamos, pero en un futuro muy remoto”.
Por su parte, Giribet destaca que la serie aborda atinadamente otro aspecto. “Nunca pensé con términos físicos qué pasaría si de golpe hubiese una inversión de polos tan rápida. Lo que sí es cierto es que el campo magnético de la Tierra nos protege redirigiendo las partículas que vienen del sol hacia los polos. Por eso se forman fenómenos como las auroras. El año pasado el sol estaba como loco y las auroras estaban en su pico de actividad. Imaginémonos sin protección ante un episodio muy energético del sol. Me asustaría más por eso. Una actividad muy grande del sol, incluso en las condiciones normales del campo magnético, podría destruir las comunicaciones de todo el planeta por muchos días, incluyendo los satélites”.
Mininni destaca que en las charlas con Stagnaro hablaban del pulso electromagnético y de cómo apagar toda la electrónica moderna de una forma que sea creíble. A su vez, Giribet recuerda que a él le preguntaba cómo funciona la magnetósfera para proteger de rayos solares o qué pasaría si el evento Carrington de 1859 ocurriera hoy con la tecnología actual. “El evento Carrington fue una fulguración solar muy energética que dejó todas las líneas telegráficas destruidas. Si ocurriera hoy sería un desastre. Y han habido eventos mucho más energéticos que han quedado grabados en el registro isotópico de los hielos antárticos y en los anillos de los árboles. Algunos, alrededor del siglo VIII, hicieron que las auroras se vieran hasta en el sur de China”, explica Giribet. Y comenta: “Hoy en día la tecnología es muy sensible. No solo porque dura poco, sino porque tiene otros circuitos y se rompe más fácil. Ante un gran evento solar, ¿por qué no creer que hay circuitos nuevos que pueden ser dañados y no así una linterna vieja de los 50? Creo que sería sensato para cualquiera decir que la linterna clásica del abuelo funciona mejor que la de un celular”.
“El campo magnético de la Tierra no se da vuelta en dos días. En promedio, ocurre una inversión cada diez mil años, y cada una tarda de decenas a centenas de años”.
Para el experto hay un costado romántico en recurrir a la tecnología de la época de la historieta. “Es una decisión estética porque no deja de ser nostálgico el proyecto en general, ¡se trata de revivir El Eternauta!”, exclama. Y suma respecto al personaje de Favalli, quien lleva la voz cantante en los temas científicos: “Cada tanto me sonaba el teléfono y era Stagnaro para preguntarme cosas como ´¿qué edición podría estar leyendo Favalli?´, porque estaba pensando en un tipo con conocimientos científicos pero que no se dedica a la ciencia como profesión, tenía que estar un poco desactualizado, pero usar una referencia adecuada. Entonces buscaba un libro que estuviera bien pero que no sea uno que se tomaría hoy para dar clases. Un nivel de detalle muy grande”.
Factor argento desaparecedor
En las primeras viñetas de la historieta, prontamente queda plasmado el terror ante la desaparición de la vida normal tal cual se la conocía. La muerte circundante y el aislamiento ponía todo patas arriba. Cuando comenzó el proyecto de la serie, el Covid-19 aún era desconocido. “Cuando apareció la pandemia me dio algo de pena porque pensé que la gente no iba a saber que se estaba gestando desde antes y podría pensar que era algo oportunista”, comenta Giribet.
Sin embargo, hay fantasmas que permanecen inalterables, como el de la guerra de todos contra todos: la distopía de la desintegración social. “Para quien nunca leyó ciencia ficción, hay una fantasía que tiene que ver con que trata sobre ciencia. Y la verdad es que tiene mucho más que ver con las personas, donde la ciencia es más bien una excusa para contar una historia en otro ambiente diferente al usual”, expresa Mininni. A fines de los 50, El Eternauta ya ponía a disposición de la imaginación social esos miedos y la posibilidad de una guerra interna supuestamente inverosímil. Y así como ya había ocurrido el bombardeo a Plaza de Mayo, en los años venideros vendrían la Noche de los Bastones Largos, la última dictadura cívico-militar con el terrorismo de Estado más atroz, y la Guerra de Malvinas.
En ese último episodio del horror que fue la dictadura, Oesterheld y casi toda su familia fueron desaparecidos. El escritor fue secuestrado en La Plata el 27 de abril de 1977. Sus cuatro hijas, dos de ellas embarazadas, también fueron raptadas y asesinadas. La misma suerte tuvieron sus cuatro yernos, todos habían sido militantes montoneros. Elsa Sánchez, su mujer, y dos de sus nietos, fueron los únicos sobrevivientes. Los otros dos nietos o nietas del creador de El Eternauta siguen siendo buscados por Abuelas de Plaza de Mayo.