El árbol y el bosque
Beatriz Saidman junto a su equipo de colaboradores trabajan en el Departamento de Ecología, Genética y Evolución estudiando árboles y arbustos de las especies Acacia y Prosopis. Con estas investigaciones pueden determinar su forma de reproducción y de qué manera estas especies se distribuyen en su ambiente natural.
En la antigüedad, la acacia era considerada una planta maravillosa por sus propiedades curativas. La creían también capaz de ahuyentar la mala suerte. Su madera se usó en Egipto para construir embarcaciones, estatuas y muebles y, según la tradición judeo-cristiana, con ella fue construida el Arca de la Alianza que contenía las tablas de los diez mandamientos. Entre las especies de Prosopis, el algarrobo no se queda atrás en su fama y utilidad. Su nombre quechua es “taco”, que se traduce como “el árbol”. Se lo conoce como el rey del desierto, por los diversos beneficios directos e indirectos que proporciona. En el grupo que dirige Beatriz Saidman, los investigadores se dedican a estudiar la genética y la evolución de estas especies.
Muchas de las especies de los géneros Prosopis y Acacia son componentes de comunidades clímax, en las que existe una gran diversidad de especies en equilibrio. Pero también tienen la capacidad para colonizar nuevos hábitats. “Como especies pioneras, su capacidad invasora permite transformar sabanas en bosques en tiempos relativamente cortos”, dice Saidman. Por esta razón y porque son resistentes a la sequía y a la alta salinidad, muchas de ellas se utilizan para recuperar zonas degradadas en regiones áridas y semiáridas. También, por su capacidad forrajera son usadas como materia prima para productos medicinales y alimenticios. Saidman sostiene que “el uso inapropiado de estos recursos y el avance de la frontera agropecuaria está produciendo una creciente fragmentación de los bosques naturales, empobrecimiento del germoplasma y la pérdida de los genotipos más valiosos de estas especies”. Por eso, su utilización debe hacerse dentro de programas agro-silvo-pastoriles que aseguren el uso racional de estos recursos. De hecho, en el último siglo se perdieron muchos árboles elite por el incremento de la deforestación. “Al modificar los hábitats naturales se produjo una erosión acelerada y sostenida de la variabilidad y la desertificación de muchas áreas del mundo”, sostiene Saidman.
En efecto, cuando los hábitats que alguna vez formaron una unidad quedan separados en fragmentos aislados a causa de la deforestación, la urbanización o la explotación agrícologanadera, se produce lo que se conoce como fragmentación del hábitat. El efecto de esta aparición de discontinuidades en el área de distribución de un organismo afecta la diversidad genética y es una gran preocupación para los investigadores. “La fragmentación y perturbación del ambiente puede llevar a cambios genéticos con implicaciones adversas para la conservación de las especies. Estos cambios incluyen alteración de la diferenciación entre poblaciones, pérdida de variación dentro de las poblaciones y cambios en el nivel de endogamia”, explica la investigadora.
Sin embargo, aún no está claro hasta qué punto la sobreexplotación de estos recursos afectó la variabilidad genética y la diferenciación entre poblaciones y regiones. “Es importante la determinación precisa del sistema de fecundación en condiciones naturales y la capacidad de dispersión del polen y semilla, porque esto determina las relaciones de parentesco y la estructura interna de las poblaciones. La mayor parte de los estudios sostiene que el sistema de fecundación en la mayoría de las especies de Prosopis y Acacia de la Argentina sería cruzada. Incluso, en el caso de Prosopis se ha postulado la existencia de sistemas de autoincompatibilidad”, agrega. La autoincompatibilidad hace que, aunque una planta monoica (hermafrodita) produzca gametos viables tanto masculinos como femeninos, sea incapaz de producir semillas por autopolinización. Se trata de una estrategia reproductiva que promueve la fecundación entre individuos no emparentados. Por lo tanto, es un mecanismo que tiende a mantener la variación genética, reduciendo la endogamia.
“Los cruzamientos controlados en la mayoría de estas especies no fueron exitosos y el intervalo generacional es prolongado. Por eso, la forma más eficiente de estimar la proporción de autofecundación o de fecundación cruzada y los parentescos entre individuos como función de la distribución geográfica, se basa en métodos indirectos que utilizan la información de marcadores moleculares”, explica Saidman. Los investigadores trabajaron en colaboración con ingenieros forestales en huertos experimentales de P. alba en Santiago del Estero y de P. flexuosa en El Sauce, Mendoza. Estos estudios les permitieron evaluar métodos para estimar la heredabilidad de rasgos cuantitativos que podrían utilizarse en poblaciones naturales, sin la necesidad de realizar pruebas de progenie.
Por otra parte, es interesante estimar la dispersión del polen y las semillas en el caso de las plantaciones para definir zonas en las que se evite la polinización natural desde poblaciones naturales circundantes, que podrían provocar depresión por exogamia. “Esta información nos permite determinar el grado esperado de aislamiento entre parches poblacionales, según la relación entre la separación geográfica entre los mismos y la capacidad de dispersión de las especies”, sostiene Saidman.
Grupo de Estudios Genéticos Evolutivos
en Especies de Prosopis y Acacia
(Departamento de Ecología, Genética y Evolución)
Laboratorio 58, 4to. piso, Pabellón II, 4576-3300 interno 219.
Dirección: Dra. Beatriz O. Saidman.
Integrantes/colaboradores:Dr. Juan César Vilardi (GPA-EGE), Dra. Cecilia Bessega, Dra. Carolina Pometti, Dra. Laura Ferreyra, Ing. Agr. Mauricio Ewen, P. Felker (UCA, Santiago del Estero), Mariano Cony (IADIZA, Mendoza), Dra. Ana M. Cialdella (Inst. Darwinion), Prof. Nora Grados (Universidad de Piura, Perú), Dr. Leopoldo Sánchez y Philippe Rozenberg (INRA Orléans, Francia) y Nicola Macchioni (IVALSA, Italia).
Tesistas de doctorado: Lic. Leandro Rosser, Ing. Forestal Rocío Carreras, Lic. Rosario Darquier, Ing. Agr. María Victoria Vega.