Adriana Serquis
El sector atómico argentino en crisis

Motosierra nuclear

El feroz desfinanciamiento ejecutado por el gobierno de Javier Milei contra el área nuclear pone al borde de la parálisis la construcción de dos proyectos emblemáticos del sector, el CAREM y el RA10, dos reactores de diseño nacional que ponen a la Argentina en la vanguardia global. La presidenta de la CNEA, Adriana Serquis, traza un panorama sombrío sobre la situación actual que, de no revertirse, llevará al desmantelamiento de una tecnología clave para el desarrollo nacional.

5 Abr 2024 POR

El ataque feroz del gobierno libertario contra el sistema científico tecnológico nacional no cesa. Ahora, las alarmas suenan fuerte ante el ahogo presupuestario del sector nuclear nacional. Como todos los organismos del Estado, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) tiene asignada una prolongación del presupuesto del 2023 para funcionar a lo largo de todo 2024. Sin embargo, al 31 de marzo solamente había recibido recursos equivalentes al 11 por ciento de los magros fondos prometidos para el primer trimestre.

Frente a ese panorama, los gerentes y gerentas de área del organismo firmaron la semana pasada un comunicado para alertar sobre la una situación crítica que atraviesa la institución y llamaron la atención sobre los problemas que afectarán la operatividad de los centros atómicos.

Para los funcionarios, la extensión del presupuesto 2023 alcanzaría, según las áreas y los rubros, para cubrir los gastos hasta los meses de mayo o junio. Pero además, las mínimas transferencias de fondos recibidas en los primeros de meses de 2024 imposibilitaron la realización de pagos a los proveedores con los que se lleva acumulada una deuda millonaria y en breve dejarán de prestar sus servicios.

Para los funcionarios, la extensión del presupuesto 2023 alcanzaría, según las áreas y los rubros, para cubrir los gastos hasta los meses de mayo o junio.

La situación es tan grave que está al borde de llevar a la detención de varios de los proyectos insignia de la CNEA. En el caso de la Central Argentina de Elementos Modulares (CAREM), el primer reactor de potencia de diseño ciento por ciento nacional, una de las empresas subcontratistas tuvo que cesantear a un centenar de trabajadores y puso freno a la obra civil que se está llevando a cabo en la localidad bonaerense de Lima. El escenario también pone en jaque la terminación del reactor multipropósito RA-10, una instalación de clase mundial única en América Latina.

Adriana Serquis asumió como presidenta de la CNEA a mediados del 2021, a pesar de haber presentado su renuncia apenas asumida la actual administración siga al frente de la institución porque todavía no ha sido nombrado su reemplazante. “Si se impone la idea de cancelar estos proyectos, el país va a pagar un costo enorme, no solo por los juicios y por lo que signifique monetariamente perder toda la inversión que ya se realizó, sino fundamentalmente por la pérdida del conocimiento, por la pérdida de profesionales formados a lo largo de muchos años que van a emigrar. Me da mucha tristeza e impotencia”, se lamenta.

– ¿En qué situación se encuentra hoy la CNEA frente al ajuste que está llevando el gobierno de Javier Milei?

– Como todos los organismos del Estado nacional continuamos operando con la prórroga del presupuesto 2023. A comienzos de año recibimos, por suerte, la deuda que se había devengado del 2023 y eso nos permitió seguir operando, porque lo que ocurrió fue que en este primer trimestre, hasta el viernes 29 de marzo no habíamos recibido ningun pago correspondiente al presupuesto 2024. Quiero decir que, del presupuesto 2024, recién el último viernes de marzo se depositó la primer cuota efectiva que corresponde al 11% del crédito que teníamos otorgado para ese primer trimestre. Ahí no estoy contando los recursos para el pago de salarios y becas que nunca dejaron de pagarse y que, con el presupuesto asignado para 2024, alcanza apenas hasta el mes de mayo o junio dependiendo de las paritarias. Ahora bien, imaginate que con el 11% no llegamos a cubrir ni los gastos operativos y la mayoría de las grandes obras que tenemos en marcha como el CAREM, el RA-10, el centro de Protonterapia o el convenio que teníamos para la recuperación de la planta industrial de agua pesada (PIAP) ya tienen deudas enormes. Solamente en el caso del CAREM la deuda por facturas ya emitidas es de 7 mil millones de pesos.

“Si se impone la idea de cancelar estos proyectos, el país va a pagar un costo enorme. Me da mucha tristeza e impotencia”.

– Para entender bien lo que estás diciendo, ¿en estos 3 meses, los proveedores siguieron brindando sus servicios pero no cobraron?

– Exactamente. Nosotros tratamos de encontrar alguna forma de negociación que nos permita que las actividades se sigan realizando, en particular, todo lo que tiene que ver con seguridad, servicio médico, de limpieza, la luz, el gas. Estamos con una deuda enorme y en algún momento se van a empezar a cortar todos estos servicios, con lo cual, estamos realmente en una posición muy crítica. Y en cuanto a los contratistas y subcontratistas de las obras, tampoco se sabe cuándo van a empezar con litigios formales. Esa es la situación en la que nos encontramos.

– ¿Cuáles son los proyectos de la CNEA que se ven más perjudicados por este desfinanciamiento?

– Obviamente en los más grandes es donde enseguida se empiezan a notar este tipo de falencias. En particular, el CAREM, que es el reactor modular pequeño –al que la Agencia de Energía Nuclear, ha calificado como el más avanzado a nivel global en su tipo– es el más perjudicado porque además, su financiamiento se da a través de un fideicomiso, y debido a un decreto del gobierno sobre los fideicomisos, no estamos pudiendo ejecutar ni siquiera los magros fondos que tenemos asignados. Si bien nos dicen que esto se va a solucionar pronto, lo cierto es que no ha ocurrido. Este es el proyecto que más nos preocupa porque perder la ventaja comparativa que tenemos con el resto del mundo respecto de estos reactores es algo que no pensábamos que podía ocurrir. Otro proyecto que nos preocupa mucho y cuyas obras podrían detenerse en las próximas semanas es el reactor multipropósito RA-10 que se encuentra en el Centro Atómico Ezeiza. Este reactor está muy próximo a finalizarse, de hecho su obra civil ya está completa. Pero el INVAP, que es el principal contratista, está a punto de detener los trabajos ante la falta de pagos. Sería una pena porque el año que viene deberían comenzar las pruebas de puesta en marcha, como para que en 2026 esté en pleno funcionamiento brindándonos la posibilidad de tener un negocio de aproximadamente 90 millones de dólares anuales, tanto por la producción de radioisótopos, como por la posibilidad de ofrecer la irradiación de semiconductores para el dopaje de silicio que es un ámbito en el cual se presenta un negocio, te diría casi seguro, porque el mundo lo está demandando y hay muy pocos lugares en donde se pueden ofrecer esos servicios. Solo falta una pequeña inversión para poder empezar a aprovechar una rentabilidad realmente importante.

– ¿Qué otros proyectos se están viendo afectados?

– Uno es el Centro Argentino de Protonterapia que se está construyendo frente al hospital Roffo, que también está muy cerca de ser terminado. De hecho, ahora en abril, tiene que venir una empresa internacional a realizar la instalación del equipo grande de protonterapia. Toda el área de radioterapia ya está finalizada con los equipos instalados esperando a que se puedan incorporar personas para trabajar directamente en ese área. Se trata de un centro que va a tener dos salas de protonterapia, una técnica que no se está aplicando todavía en América Latina y que se utilizará sobre todo para los casos de cáncer infantil. Y el cuarto de estos proyectos es el convenio que habíamos realizado para la puesta en marcha nuevamente de la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) en Neuquén. Un proyecto que le da al país la capacidad soberana de seguir produciendo agua pesada para que nuestras centrales nucleares sigan produciendo energía nucleoeléctrica. También está la posibilidad de exportar ese insumo que es cada vez es más escaso en el mundo.

El CAREM, que es el primer reactor de diseño nacional -al que la Agencia de Energía Nuclear, ha calificado como el más avanzado a nivel global en su tipo- es el más perjudicado.

– ¿Pudiste plantear estas inquietudes frente a las autoridades? ¿Qué respuestas te dieron?

– Desde fines del año pasado he tenido varias reuniones con autoridades de la Secretaría de Energía, les he llevado estos proyectos, el estado de gestión de cada uno de ellos y de todo el resto de la institución. Y se han planteado las necesidades presupuestarias. La respuesta fue que, en este primer trimestre, íbamos a recibir un crédito y que ese crédito se iba a cumplir. Hasta ahora, como dije antes, solamente recibimos el 11% lo cual nos pone en una situación crítica. Todas estas charlas han sido muy respetuosas, pero en la práctica todavía no hemos recibido una respuesta concreta respecto de cómo continuará la situación de la institución y todas las capacidades del sector nuclear. Entendemos que, por ahora, evidentemente, no les resulta prioritario en el marco del conjunto de intereses que tiene la Secretaría Energía.

– ¿Puede haber intenciones de transferir al sector privado alguno de estos proyectos y presiones internacionales para que Argentina no avance en el desarrollo de su industria nuclear?

– Y, yo creo que ambas cosas, ¿no? El hecho de que la Argentina cuente con estas tecnologías hace que no seamos bien vistos en ciertos ámbitos, aunque en la formalidad de las relaciones diplomáticas siempre hemos tenido el apoyo en los foros internacionales. Pero siempre subyace la idea de que no quieren que nos desarrollemos demasiado. O sea, siempre ponen algunos palos en la rueda. Por otro lado, también subyace la idea de que se está evaluando la posibilidad de privatizar algunos de estos sectores. Hemos planteado sistemáticamente, creo que INVAP y NASA también lo han hecho, que el sector nuclear no funciona si no es en el marco de un ecosistema, con una integración de las diferentes áreas. Si una de las partes se privatiza y no se hace una buena interacción con todo el resto, no va a funcionar.

– ¿Lo que está ocurriendo hoy con el sector nuclear es comparable con lo pasó en algún otro período histórico, como durante los gobiernos de Macri o de Menem?

– Creo que a este nivel no se ha vivido nunca. Si se impone la idea de cancelar estos proyectos, el país va a pagar un costo enorme, no solo por los juicios y por lo que signifique monetariamente perder toda la inversión que ya se realizó, sino fundamentalmente por la pérdida del conocimiento, por la pérdida de profesionales formados a lo largo de muchos años que van a emigrar y van a conseguir puestos en el exterior con facilidad porque en el mundo está habiendo un resurgimiento de la energía nuclear como una herramienta importante para ayudar a mitigar el cambio climático. Me da mucha tristeza e impotencia. Yo misma soy parte de la generación que en los 90 se fue al exterior y que volvió a partir de 2004.

«No sé qué se puede esperar para lo que resta del año y esa incerteza es lo que más cuesta en un momento en el cual, encima, se genera mucho temor, y ese temor provoca desánimo”.

– Entiendo que cuando uno de estos proyectos se detiene, no es para nada fácil volver a ponerlo en marcha. No es lo mismo que recomenzar con la producción de caramelos.

– No, absolutamente. Fijate, la obra del CAREM, durante toda su vida, llegó a tener mil contratos con pequeñas pymes y con un montón de otras empresas del sector. En este momento, tiene 160 contratos. Si se empiezan a frenar es muy difícil que estas empresas vuelvan a producir. Llevó muchísimo tiempo poner nuevamente en marcha las cosas después del parate que se produjo durante el gobierno de Mauricio Macri. Recién en los últimos dos años se logró generar un fuerte empuje y ahora que todo está a plena máquina frenarlo es como frenar un tren. Y ponerlo en marcha de nuevo va a costar muchísimo porque el costo hundido, lo que te da el valor total de la obra, va a ser muy alto. Y, sobre todo, por la pérdida de los profesionales que vienen participando y de toda la interacción con el resto del sector científico tecnológico argentino.

– ¿Qué perspectivas tenés para lo que resta del año?

– La verdad es que no sé. Yo he tenido varias charlas con gerentes, gerentas, jefas y jefes intermedios explicando la situación y, lamentablemente, he pasado todo el año contestando “no sé”. Esa incerteza es lo que más cuesta en un momento en el cual encima se genera mucho temor, y ese temor provoca un desánimo importante. Así que, la verdad, no sé qué se puede esperar para lo que resta del año y lamento tener que seguir dando esa respuesta, pero no tengo otra opción. Yo tengo que aclarar que he presentado mi renuncia desde el comienzo mismo de esta gestión y entiendo que no se hace efectiva hasta que no nombren a la persona que será mi reemplazo al frente de esta institución. Cosa que espero que se concrete pronto. Y tengo la expectativa de que los grupos de gestión y de trabajo que se han conformado en estos últimos años, que han brindado diversidad de género –diversidad que antes no tenía la institución–, y con gente más joven, se puedan conservar porque le dan un gran dinamismo a los proyectos.

– ¿Por qué es importante para nuestro país continuar con estos proyectos?

– Hace poco, el director del Organismo Internacional de Energía Atómica, que es un argentino, trató de transmitir a las autoridades de este gobierno la importancia del sector nuclear diciendo que ésta no solo es un área estratégica, sino que tiene un potencial enorme para que nuestro país pueda desarrollarse en base al conocimiento, para acrecentar su potencial exportador, para contar con una capacidad de generación de energía nucleoeléctrica que pueda ayudarnos a cumplir con las metas del cambio climático y para mejorar en las áreas de salud con la aplicación de nuevas técnicas de medicina nuclear y en el área de la remediación ambiental, en un montón de ámbitos en los cuales el conocimiento que se genera desde el sector nuclear es indispensable para tener un país realmente moderno y que siga el camino de esas naciones que se dicen admirar. Para todo eso es indispensable seguir defendiendo la soberanía del conocimiento y de la tecnología nacional.