La nueva joya nuclear argentina
Nuestro país avanza a paso firme en la construcción del reactor nuclear multipropósito RA-10. Se trata de una instalación de clase mundial que asegurará el autoabastecimiento de radioisótopos de uso médico y podrá cubrir hasta un 20 por ciento de la demanda mundial. Será el núcleo de un complejo científico tecnológico único en Latinoamérica por la diversidad de temas que abarca y por incluir actividades de investigación, desarrollo y producción.
“Si uno mira al complejo en su conjunto, se trata de una cosa muy única, en el mundo inclusive. Porque acá se van a conjugar actividades que van desde la investigación hasta la producción y áreas tan distintas como salud, paleontología e industria del transporte. Es una instalación que va a producir una sinergia que hace más impactante cualquier esfuerzo que se haga”, sostiene con inocultable orgullo Hermann Blaumann, gerente del proyecto RA-10 en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
Más allá de los cargos formales, Blaumann es considerado el verdadero “padre de la criatura” y así se lo hacen saber. “Mirá, yo tengo tengo tres hijos y muchos me dicen que este reactor es mi cuarto hijo. Y, la verdad, es que tienen razón”, relata con una sonrisa. Y no es para menos, porque Blaumann acompañó este proyecto desde su nacimiento, cuando sólo eran dos las personas que elaboraron el primer documento de la iniciativa y su diseño conceptual. Lo fue ayudando a crecer y ahora está cada vez más cerca de verlo en pleno funcionamiento.
El proyecto es, sin duda, fruto de los setenta años de experiencia de la CNEA en la actividad nuclear y de la inauguración, en 1958, del primer reactor de investigación de América Latina. A partir de allí, Argentina construyó siete reactores en el país y exportó otros cinco a Perú, Argelia, Egipto, Australia, Arabia Saudita. A mediados de la década del 80 surgió la iniciativa de construir en Córdoba el Reactor RA-9 para la producción de radioisótopos, pero todo quedó en la piedra fundamental. La idea, sin embargo, quedó flotando y recobró impulso en 2006 con el resurgimiento del plan nuclear y en el 2010 se tomó la decisión política de avanzar en su construcción.
Argentina construyó siete reactores en el país y exportó otros cinco a Perú, Argelia, Egipto, Australia, Arabia Saudita.
La etapa de diseño implicó una inversión de más de un millón de horas hombre y más de diez mil documentos técnicos hasta obtener las licencias de construcción y la ambiental. En 2016 comenzó la obra civil y en mayo de 2017 se realizó la primera colada de hormigón de la losa de fundación del edificio del reactor. Actualmente, la obra civil tiene un avance del 99 por ciento y el avance global del proyecto ronda el 80 por ciento. Se estima que en 2024 se terminará la construcción y comenzará la etapa de puesta en marcha. “Eso implica una serie de ensayos en diferentes niveles. Primero se prueban los sistemas por separado, después la planta funcionando con los sistemas integrados pero sin combustible nuclear y, finalmente, se incorpora el combustible. Todas esas etapas duran un año, o año y medio. O sea que el reactor estaría comenzado a operar en 2026”, anticipa Blaumann, y completa: “Son muy pocos los países que tienen la capacidad de diseñar y construir un reactor como el RA-10 y el nuestro es uno de ellos”.
De la Argentina al mundo
Uno de los objetivos centrales del proyecto esta dirigido a asegurar la provisión nacional de radioisótopos para estudios de medicina nuclear. En ese sentido, el RA-10 producirá molibdeno 99 del cual se obtiene el tecnecio, utilizado para estudios muy habituales como los centellogramas. Actualmente, el molibdeno en Argentina se produce en el RA-3, un reactor que está en operaciones desde la década del 60 y que sigue en funcionamiento gracias a las reformas y actualizaciones que prolongan su vida útil.
Pero el RA-10, con sus 30 MW, es un reactor mucho más potente que el RA-3. Eso, sumado a que su ciclo de operación en forma continua es de 29,5 días, lo que evita muchas jornadas de parado, da como resultado que esta nueva instalación producirá, por semana, cuatro veces más molibdeno que su antecesor. De esta manera, el RA-10 no solo permitirá el autoabastecimiento de este radioisótopo sino que abre la posibilidad de que nuestro país se convierta en un actor importante en el mercado mundial.
“Para la Argentina se abre una ventana de oportunidad porque en el mundo hay varios reactores que están saliendo de servicio –detalla Blaumann–. Ya ha dejado de funcionar un reactor de Canadá y en los próximos años se sumarán los de Bélgica, Holanda y República Checa. Es cierto que varios países están construyendo nuevos, como Francia, Corea y Holanda. Pero, por una vez, rara vez, hemos hecho las cosas con tiempo y los que estamos más cerca de estar listos para producir somos nosotros. Ahora bien, exportar es un desafío enorme que no depende solamente de la capacidad de producir, sino del desarrollo de una logística y de un plan, con un modelo de negocios asociado”.
Una vez que alcance plenamente su capacidad operativa total el RA-10 estará en condiciones de producir una cantidad de molibdeno capaz de abastecer alrededor del 20 por ciento de la demanda de un mercado global que alcanza los 300 millones de dólares anuales.
El RA-10 producirá una cantidad de molibdeno capaz de abastecer alrededor del 20% del mercado global.
Pero, además del molibdeno, existe otro producto de alto valor agregado que, elaborado por el RA-10, resulta clave para el país y el mundo: el silicio dopado. El silicio al doparse, por irradiación neutrónica, se convierte en un material semiconductor de alta calidad. La demanda mundial de este producto se encuentra en constante crecimiento debido a su utilización para el desarrollo de nuevas tecnologías vinculadas con las energías alternativas (generadores eólicos y celdas solares) y y con los vehículos híbridos y eléctricos.
La demanda global de este producto se ubica en la actualidad en alrededor de 150 a 200 toneladas anuales pero se espera que esa cifra se multiplique por 10 a lo largo de la próxima década. El principal productor de silicio dopado es Australia con su reactor Opal (desarrollado y construido por la CNEA e INVAP) con unas 80 toneladas anuales. El RA-10 tendrá la capacidad de elaborar una cantidad similar.
“Hay una avidez de este producto en el mundo. De hecho tenemos tres interesados que ya han anticipado su voluntad de contar con toda la capacidad de irradiación del RA-10. Lo bueno es que se trata un producto se puede empezar a ofrecer apenas el reactor empiece a funcionar. Es decir, que ese sería el primer producto comercial del reactor, que se exportará casi en su totalidad. Calculamos que puede significar un ingreso de entre 8 y 10 millones de dólares por año”, se entusiasma Blaumann.
Combo completo
Al día de hoy el Estado nacional lleva invertidos unos 340 millones de dólares en un proyecto que involucra 1.500 puestos de trabajo directo y reúne a 80 empresas nacionales, muchas de ellas pymes. Al mismo tiempo, se calcula que un 80 por ciento de los componentes utilizados para su construcción son de origen nacional.
El Estado lleva invertidos unos 340 millones de dólares en un proyecto que involucra 1.500 puestos de trabajo directo y reúne a 80 empresas nacionales.
“No existe en toda América Latina un complejo similar al RA-10 y en el hemisferio sur el único comparable es el Oppal en Australia, que casualmente lo construyó la Argentina. Pero, a nivel mundial alcanzan los dedos de una mano para contar los reactores de esta envergadura y con este nivel de complejidad. Por eso, nosotros decimos que es una instalación de clase mundial”, asegura Blaumann con indisimulable orgullo.
A diferencia de lo que ocurre con un reactor de potencia cuyo objetivo es la producción de energía eléctrica, en los reactores experimentales su principal producto son neutrones. Esos neutrones pueden ser utilizados con distintos fines como la producción de radioisótopos de molibdeno, el dopado de silicio y también para irradiar materiales y combustibles, y para extraer haces de neutrones con los cuales, a partir de una variada gama de instrumentos, se puede estudiar la materia a nivel de su estructura molecular.
En ese sentido, alrededor del reactor se están construyendo un conjunto de instalaciones. Una de ellas es Laboratorio Argentino de Haces de Neutrones (LAHN) un complejo único en América Latina, donde se estudiarán las más modernas tecnologías y el análisis de materiales gracias a las técnicas de bombardeo de neutrones. El plan es que el LAHN cuente con 14 instrumentos que se irán poniendo en marcha en forma gradual. Dos de ellos, un neutrógrafo y un difractómetro, serán de diseño propio. Otros dos ya fueron donados por instituciones de Alemania y Suiza. Estas herramientas tendrán diferentes aplicaciones, algunas van a ser tecnológicas con impacto en la industria y otras serán destinadas a la investigación básica. Y abarcarán disciplinas tan distintas como biología, química, paleontología, física, geología, farmacología y ciencia de materiales, entre otras.
Otra de las facilidades que se está levantando junto al reactor es el Laboratorio de Ensayo de Materiales Irradiados (LEMI) que apunta a estudiar el comportamiento de materiales nucleares ampliando las capacidades para producir y calificar nuevos combustibles y componentes para futuros reactores de investigación y potencia. “Argentina fabrica combustibles para reactores de investigación y de potencia pero, hasta ahora, no tiene instalaciones para probarlos –explica Blaumann–. Los combustibles del CAREM, por ejemplo, se calificaron en un reactor de Noruega que ya salió de servicio. Entonces que el RA-10 tenga la capacidad de calificar nuestros propios combustibles, además del ahorro de divisas, es un paso muy trascendente para el desarrollo nuclear nacional”.
Para el funcionario el hecho de que nuestro país logre terminar la construcción y poner en marcha exitosamente el RA-10 constituye una reafirmación internacional del prestigio que la Argentina ha sabido ganarse en el ámbito de la tecnología nuclear. “El área nuclear es una de las pocas en las cuales el país ha logrado pasar de la investigación a la producción y luego a la exportación. No hay muchas, esta es una de ellas. Y esto tiene que ver con muchos años de continuidad en el trabajo y de mantener el compromiso con el desarrollo nuclear. Eso nos permite exhibir un liderazgo y el RA-10 consolida ese liderazgo en el mundo”, sostiene Blaumann y remata: “El RA-10 es un motivo de orgullo y un símbolo muy lindo del inicio de algo nuevo pero también de un punto de llegada de toda una historia”.