Aviso temprano
A lo largo de un año, un equipo multidisciplinario de científicas y científicos estudió los microorganismos presentes en un arroyo de la cuenca del río Reconquista, en la Provincia de Buenos Aires. El trabajo permitió identificar algunos géneros bacterianos que podrían servir como indicadores tempranos del impacto de las actividades humanas sobre ese ambiente.
Que el Riachuelo es el cauce de agua más contaminado de la Argentina no debería sorprender a nadie. Pero, tal vez resulte novedoso el hecho de que el segundo lugar en ese podio repugnante lo ocupe el río Reconquista.
En su recorrido de más de 80 kilómetros, el Reconquista atraviesa 18 municipios y recoge residuos cloacales, vertidos industriales, productos químicos utilizados en la horticultura intensiva y la basura que le arrojan las personas que viven en sus márgenes.
Pasaron casi 40 años desde que se efectuaron los primeros reclamos vecinales para sanear el río. Desde entonces, se han hecho algunas obras para el tratamiento de efluentes y se han implementado controles sobre las industrias que, evidentemente, son insuficientes: el río se sigue contaminando.
Si se quiere remediar un cuerpo de agua es necesario saber qué lo está contaminando. En un arroyo urbano, las causas pueden ser múltiples.
Diseñar estrategias para su recuperación y saneamiento requiere de un amplio entendimiento del ambiente a remediar. En ese camino, un proyecto del Instituto de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (IQUIBICEN, UBA – CONICET) está enfocado en abordar el problema de manera multidisciplinaria.
Para ello, tomaron como sistema de estudio la zona del Cuartel V, en el municipio de Moreno, un lugar donde “conviven” parques industriales, huertas hortícolas de uso intensivo y áreas residenciales. Por allí también circula el arroyo Las Catonas, que al final de su recorrido vuelca sus aguas en el río Reconquista.
Hace poco más de un año, NEXCiencia daba a conocer los primeros resultados de este proyecto del IQUIBICEN. Aquel trabajo, efectuado en una huerta hortícola de Moreno, permitió reunir la información necesaria para diseñar estrategias de remediación de esos suelos, que están sometidos a explotación intensiva y que cada vez producen menos.
Ahora, un nuevo estudio realizado en el marco del mismo proyecto da cuenta del impacto de las actividades humanas en la comunidad microbiana del arroyo Las Catonas. Los resultados del trabajo brindan una línea de base a partir de la cual diseñar estrategias de remediación de este curso de aguas contaminadas que aporta al caudal del Reconquista. También, el estudio revela que algunas bacterias podrían servir de indicadores tempranos de la contaminación y del tipo de actividad humana que la origina.
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Si se quiere remediar un cuerpo de agua es necesario saber qué lo está contaminando. En un arroyo urbano, las causas pueden ser múltiples: “No es lo mismo que tengas un impacto residencial, o un impacto industrial, o que tengas huertas, o que haya un impacto mixto de esos factores. Por otro lado, si tenés un buen sistema de tratamiento de efluentes el hecho de que tengas una industria no implica que ese ambiente esté impactado”, explica Laura Raiger Iustman, investigadora del CONICET en el IQUIBICEN.
Se sabe que las actividades humanas provocan cambios en la composición de la microbiota -el conjunto de microorganismos- que habita un ambiente determinado. Se sabe, además, que los cambios estacionales del clima también modifican la microbiota.
El trabajo permitió identificar géneros bacterianos que podrían servir como indicadores del tipo de actividad humana que está impactando el ambiente.
“Nosotros queríamos describir esas variaciones para establecer una línea de base a partir de la cual pudieran diseñarse estrategias de remediación efectivas. También, queríamos ver si la microbiota nos podía dar información sobre el tipo de actividad humana que estaba impactando en ese ambiente”.
Fue así que, en cada una de las cuatro estaciones del año, tomaron muestras de agua en dos zonas distintas del arroyo Las Catonas. Una de ellas, es un sitio impactado por un ambiente residencial de baja densidad poblacional. La otra, es un sector impactado por actividad hortícola e industrial.
“Encontramos que hay diferencias entre ambas zonas a nivel microbiológico y, también, pudimos describir los cambios que hay en la microbiota en relación con el clima”, señala la investigadora. “Esa heterogeneidad espacial y temporal en la composición de la comunidad bacteriana debe ser tomada en cuenta si se quiere aplicar una estrategia de remediación”.
Además, el trabajo permitió identificar algunos géneros bacterianos que podrían servir como indicadores del tipo de actividad humana que está impactando el ambiente. “Hay muy pocos estudios de este tipo en el mundo. Nosotros comparamos nuestros resultados en Las Catonas con los de seis ríos urbanos de otros países, como el Rhin y el Danubio, y eso nos permitió proponer al género Arcobacter como un bioindicador general de una alteración antropogénica”, consigna Raiger Iustman. “También, proponemos a los géneros Simplicispira y Vogesella como bioindicadores de actividades hortícolas e industriales, y al género Sphingomonas como indicador de perturbaciones de origen residencial”.
Actualmente, suelen estudiarse los peces y otros organismos acuáticos para determinar la presencia de sustancias contaminantes en el agua. “Últimamente, se está tratando de encontrar bioindicadores de contaminación de cuerpos de agua urbanos y lo que se está comprobando es que la microbiota bacteriana cambia mucho más rápido que los organismos superiores ante un cambio ambiental. Es decir, podría avisarnos más tempranamente de esos cambios”.
El estudio fue publicado en la revista científica Microbial Ecology, y lleva la firma de Federico Vignale, Daissy Bernal Rey, Agustín Pardo, Facundo Almasqué, José Ibarra, Darío Fernández Do Porto, Adrián Turjanski, Nancy López, Renata Menéndez Helman y Laura Raiger Iustman.