Sociedades en riesgo
La abeja Apis mellifera es clave para nuestra seguridad alimentaria y para la biodiversidad. Un grupo de investigación mostró que la intensificación agrícola provoca alteraciones cognitivas y sensoriales en las abejas que podrían estar afectando la cohesión de estas sociedades de insectos y el tiempo de vida de las colmenas.
Lo que los apicultores encontraban en las colmenas era raro: estaban la reina, las larvas, las nodrizas que las cuidaban y una cantidad relativamente abundante de miel y de polen de reserva. Pero las obreras adultas habían desaparecido, habían abandonado la colmena sin dejar rastros. Y sin las abejas recolectoras la colonia no sobrevivía. Ocurrió en 2006 y se repitió durante varios años en muchos lugares del mundo. Se lo llamó “colapso de las colonias” (en inglés: colony collapse disorder).
“El pico de esa crisis fue en 2007-2008. Después se fue recuperando el número de colmenas. Pero lo que se ve a nivel mundial es que ahora una colmena tiene menor población y vive menos tiempo que antes de que sucediera aquel evento”, cuenta Walter Farina, investigador del CONICET y profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Todavía se desconocen las causas de este fenómeno. Se cree que obedece a varios factores generados por el hombre, como la polución ambiental, el estrés, los agroquímicos, la fragmentación de los ecosistemas, entre otros.
En 2006 ocurrió un extraño episodio que se repitió durante varios años en muchos lugares del mundo. Se lo llamó “colapso de las colonias”.
“Nosotros pensamos que en esas colmenas había alguna disfuncionalidad social que estaba afectando la cohesión de la colonia”, dice Farina, que dirige el Laboratorio de Insectos Sociales (LIS). “Entonces, nos preguntamos cómo podíamos evidenciar esa disfuncionalidad social a pesar de que hoy no exista el colony collapse disorder”.
La respuesta a esa pregunta llevó a la realización de la tesis doctoral de Ivana Macri y a la publicación de un original estudio en la revista científica One Earth.
Campo experimental
La abeja Apis mellifera no solo produce miel. También, es uno de los principales polinizadores. La polinización posibilita que las flores puedan dar semillas y frutos y, por lo tanto, es un proceso clave para el sostén de la biodiversidad tanto como para nuestra seguridad alimentaria, porque sin las abejas se perdería una gran parte de la producción agrícola.
Una de las líneas de investigación del LIS está dirigida a estudiar el impacto ambiental que sufre la abeja en un entorno antropizado, es decir, alterado por los humanos.
Para realizar ese trabajo, suelen utilizar una estancia de 5.400 hectáreas situada entre Bolívar y Carlos Casares en la Provincia de Buenos Aires. Es un campo en el que se realiza una explotación agrícola intensiva con siembra directa de trigo, soja, maíz y girasol.
Después de la aplicación de pesticidas, las abejas dejan de recolectar polen de la flora nativa y empiezan a recolectar principalmente polen de las flores de los cultivos.
“Es un lugar que tiene tres apiarios importantes equidistantes entre sí y que está bastante aislado de lo humano, pero en un entorno de fragmentación agrícola. Además, como está regenteado por la Facultad de Agronomía de la UBA, tenemos muy buena información de suelos, de variables ambientales y de cuándo se administran los pesticidas, cuáles y en qué cantidad. En definitiva, es un buen lugar para hacer experimentos en condiciones de campo realistas”, señala Farina.
Sociabilidad alterada
Los experimentos que dieron lugar a la publicación del paper en One Earth se llevaron a cabo durante dos veranos seguidos: 2020 y 2021. En ambos periodos estivales, midieron variables relacionadas con las colmenas y su nivel de actividad (cantidad de polen que entraba, el origen de ese polen, cantidad y tipo de agroquímico presente en el polen y en el cuerpo de las abejas recolectoras, entre otras). Por otro lado, durante esos dos veranos también midieron variables relacionadas con el comportamiento y la neurobiología de las abejas recolectoras, como la sensibilidad gustativa, el aprendizaje olfativo y la expresión de genes que, se sabe, están relacionados con la sociabilidad. Todas las mediciones se efectuaron antes y después de la administración de agroquímicos a los cultivos.
“Lo primero que vimos fue que, después de la aplicación de pesticidas, las abejas dejan de recolectar polen de la flora nativa o silvestre y, por una cuestión estacional, empiezan a recolectar principalmente polen de las flores de los cultivos y, en consecuencia, aumenta la presencia de agroquímicos en el cuerpo de la abeja y en sus productos”, comenta Farina. “También, comprobamos que después de la administración de pesticidas la abeja recolectora percibe menos el dulzor del azúcar, aprende más lentamente y recuerda menos lo aprendido en un entrenamiento olfativo”, consigna. “Además, disminuye la expresión de los genes vinculados a la sociabilidad y a la conectividad del sistema nervioso de la abeja”, subraya, y termina: “O sea, a posteriori de la administración de agroquímicos y/o al aumentar la disponibilidad de flora agrícola, todo lo que vemos en las abejas son déficits”.
Los resultados muestran que la intensificación agrícola tiene efectos cognitivos y neurobiológicos sobre las abejas y podría provocar el colapso de la colonia.
Para Farina, los resultados muestran que la intensificación agrícola tiene efectos cognitivos y neurobiológicos sobre un insecto social y, por lo tanto, “podría afectar la cohesión de estas sociedades provocando el colapso de la colonia”.
Según consignan los autores del trabajo en el artículo publicado, se trataría del primer estudio que da a conocer los efectos perjudiciales de la agricultura intensiva sobre insectos polinizadores desde una perspectiva neurobiológica integrativa y bajo condiciones de campo realistas.
“Esto es un estudio de campo. Por lo tanto, lo que nosotros mostramos son correlaciones que abren hipótesis para desarrollar en el laboratorio”, aclara Farina, y subraya: “Me parece que lo más valioso que tiene este trabajo es que pudimos encontrar algunos bioindicadores genéticos y conductuales que nos dicen cuán bien y cuán mal está un individuo polinizador, según el entorno en el que está. Las pruebas que hicimos podrían funcionar como cuestionarios que le podemos hacer a una abeja para que nos diga cuán saludable está o no esa sociedad”.