Bien plantada
Valeria Rudoy es bióloga de Exactas UBA. Luego de recibirse y de completar una beca en Suiza, regresó al país e ingresó en la industria biotecnológica. Trabajó durante 20 años en el grupo Sidus hasta que decidió retornar a la academia en la Universidad de Hurlingham, como directora de una Biofábrica dedicada a la clonación de plantas. En esta nota, cuenta su trayectoria, describe las diferencias entre el trabajo en la industria y en la academia, y asegura que hay cada vez más lugares para biólogos en el sector productivo.
¿Por qué decidiste estudiar biología?
– En un momento me interesaba mucho la genética. Mi madre es hematóloga y pensé en estudiar medicina. Recuerdo que un día me llevó por su hospital para hablar con médicos residentes y no me pintaron un buen panorama. Y bueno, me decidí por la biología. Empecé en Exactas y en tercer año empecé a trabajar en el laboratorio de Daniel Cardinali, en la Facultad de Medicina. Avanzando en esa línea, me di cuenta de que el trabajo implicaba matar ratones. Y bueno, cuando me dijeron “ahora te toca vos”, supe que no era lo mío y decidí dedicarme a las plantas. También me fui dando cuenta que la investigación básica no era lo que más me gustaba, quería algo más aplicado. Ya sobre el final de la carrera me enteré de que existía una empresa que trabajaba en clonación de plantas. Llevé mi currículum, me recibieron y me preguntaron: “¿trabajaste en microbiología? ¿Hiciste crecimiento bacteriano? Bueno, arrancás mañana”. Y empecé a trabajar ahí. A los pocos meses, me sale una beca para la que me había postulado en un Laboratorio de la Universidad de Neuchâtel, en Suiza. Hablé con la dueña de Tecnoplant y me dijo que aproveche la oportunidad. Me fui y estuve unos 10 meses en esa universidad.
– ¿Tuviste la posibilidad de quedarte en Suiza?
– Cuando estaba por terminar mi beca, el director del grupo de Neuchâtel me plantea: “Valeria, ¿va a hacer un doctorado o no?” Eso implicaba quedarme entre cuatro y seis años. Ahí lo evalué, estuve tentada. Incluso empecé los primeros cursos. Pero después empezó a pesar más mi situación personal, mi familia y mi novio estaban en Argentina y los extrañaba. Y dije: “me vuelvo”. Le escribo a la dueña de Tecnoplant y me dice: “venite ya, que nos está comprando un laboratorio farmacéutico, que era Bio Sidus”. Tuve suerte porque fue un continuo de tener trabajo de bióloga y de volver a mi país con una ventana laboral interesante.
“Cuando empecé a trabajar con arándanos, años 97 ó 98, acá no se conocían. Eso anduvo muy bien. En un momento, generábamos en el laboratorio un millón de plantines al año”.
– ¿Qué tipo de trabajo empezaste a hacer en Bio Sidus?
– Empezamos clonando distintas especies de plantas ornamentales para viveristas. Después de un par de años empezamos a buscar otras alternativas. Vimos que en Chile se estaba trabajando muy bien con un cultivo nuevo, que se exportaba y dejaba muchísimo dinero: el arándano. Cuando empecé a trabajar con arándanos, años 97 ó 98, acá no se conocían. Eso anduvo muy bien. En un momento, generábamos en el laboratorio un millón de plantines al año.
– Y mientras trabajabas, ¿no te planteaste retomar y hacer el doctorado?
– Sí, claro que sí. Y lo planteé en la empresa, pero en ese momento la producción de plantas estaba en plena expansión y había que seguir creciendo, y pensar en el próximo cultivo, entonces, no me permitieron hacerlo. Por esos años, a la vez que se realizaba esta producción masiva de plantines clonados genéticamente idénticos, surgió un nuevo proyecto de colaboración con el Instituto de Ingeniería Genética y Biología Molecular, el INGEBI, para trabajar en una papa resistente a un virus. Fue un largo camino y también muy interesante porque iba conectándome con otros mundos, como es el agro. Era un trabajo pionero.
– La formación que te dio Exactas ¿te fue útil para empezar a trabajar y para desarrollarte profesionalmente?
– Sí, fue totalmente útil. Lo que sí es verdad, no sé cómo estará ahora, pero en esa época era raro dedicarte a algo aplicado. Me acuerdo de un profesor, Moisés Burachik, que daba una materia, creo que se llamaba Biotecnología, y fue la primera visión que tuve de algo aplicado en genética, que era un poco mi idea inicial. Era fascinante escucharlo. Y ahí muchos decidimos empezar a trabajar en esas líneas. Pienso que la Facultad me dio muchísimo, sin dudas. Después, todo depende de lo que vas haciendo vos, porque nadie en la Facultad te enseña cómo se trabaja en una empresa.
“Siempre digo que tuve mucha suerte como bióloga en la Argentina porque pude trabajar en investigación, en la aplicación y en la industria”.
– ¿Qué diferencias existen entre el trabajo que se desarrolla en un laboratorio académico y el que se hace en una empresa privada?
– Lo que yo recuerdo del trabajo en Suiza es cierta libertad al momento de empezar a ver cómo encarás el proyecto de investigación, algo parecido también ocurría en la Facultad de Medicina. Había reuniones, discusiones, para ver cuál era la línea a seguir. En la empresa, en cambio, era arrancar y producir. Tenés tal fecha, tal tiempo, tal presupuesto y tales gastos. Y que dé plata. Por eso, cuando al principio hicimos plantas ornamentales, que no daban mucha plata, hubo que cambiar y pensar en cultivos que se pudieran exportar. Por eso trajimos los arándanos, pero había que generar un millón de plantines por año, porque con 20 mil no cerraba. Entonces, había objetivos y plazos muy rígidos.
– ¿Cómo se fue dando la decisión de salir de una empresa privada después de 20 años de trabajo para volver al mundo de la universidad?
– Al año 2015 yo llegué con un estrés terrible. Lo recuerdo como algo tremendo porque era un momento donde los arándanos ya no eran gran negocio, entonces, todo el objetivo estaba en lograr tener esta papa resistente y comercializarla. Pero al ser un OGM (organismo genéticamente modificado) requería una aprobación. Y era mucho, mucho estrés. Y ahí empecé a sentir que nada muy entretenido había ya para hacer en la empresa. Estaba pensando qué hacer cuando me cuentan que en Misiones, adonde yo había viajado para dar una charla en el 2009, habían hecho estas biofábricas. Me cuentan que están llevando estos laboratorios armados a distintos lugares y que, posiblemente, me iban a llamar. Y así fue, me convocaron para ver si quería empezar a trabajar acá. Era una oportunidad para volver a la investigación, a la enseñanza, y seguir con algo productivo con distintos focos de vinculación con pequeñas empresas. Me pareció excelente porque abarcaba todo lo que he querido hacer como bióloga dedicada a plantas. Así que me fui de la empresa en 2017 y, en 2018, casi en simultáneo, empecé en la Universidad de Hurlingham. Por eso siempre digo que tuve mucha suerte como bióloga en la Argentina porque pude trabajar en investigación, en la aplicación y en la industria.
– Para quien no quiera dedicarse a la carrera tradicional, ¿te parece mejor alternativa licenciarse y buscar trabajo en la industria o te parece mejor doctorarte primero y después buscar el trabajo en el sector productivo?
– Mirá, hace muy poco una amiga me pasó el currículum de una bióloga, que hizo su doctorado y que está queriendo trabajar en empresa. Yo se lo mandé a otra amiga que trabaja en la industria y me dijo: “está sobrecalificada”. Cuando yo estaba en la empresa, si alguien venía y me decía que tenía un doctorado, me parecía maravilloso. Pero puede pasar que si alguien con mucha formación se presenta para trabajar en algo que termina siendo bastante rutinario, en alguna empresa pueden pensar que está sobrecalificado. Obviamente, depende mucho del cargo. En la empresa en la que estaba se tomaban muchos estudiantes avanzados y se terminaban de formar ahí. Lo ideal, si se puede, es entrar en un laboratorio hacia la mitad de la carrera, esa experiencia suma muchísimo. Pero bueno, cuando se buscaban gerentes o directores de grupo, la mayoría eran doctores.
“Es fundamental tener en claro qué te gusta hacer. Porque también es inevitable que te llenes de lo que “hay que hacer”, y de golpe, un día te encontrás en un lugar y decís, “esto no era lo que yo quería”.
– De acuerdo con tu experiencia, ¿hay lugares en la industria para que una mayor cantidad de biólogos se incorporen en empresas?
– Yo creo que sí. Y me parece que es una tendencia que viene creciendo con el correr del tiempo. Además, hoy hay más empresas que hacen biotecnología y en diversas áreas, como salud humana y otras. Pienso que en muchas industrias si se presentan biólogos de Exactas van a ser bien recibidos, sin dudas.
– ¿Qué le dirías a un chico o una chica que está a mitad de su carrera, que no está seguro de si le gusta el camino clásico de la investigación, que tiene la inquietud de buscar alguna alternativa pero que también le da miedo porque es un salto a lo desconocido?
– Yo le diría, primero, que trate de tener claro qué le gusta hacer. Eso es fundamental, porque también es inevitable que te llenes de lo que “hay que hacer”, y de golpe, un día te encontrás en un lugar y decís “esto no era lo que yo quería”. Entonces, una vez que encontraste hacia dónde dirigir tu vida profesional, lo ideal es hablar con gente que tenga experiencia en esa línea. Conversar con la mayor cantidad de personas que hayan transitado esa experiencia y, sobre todo, animarse.