El temporal de Bahía Blanca y el cambio climático

Verdad, consecuencias

En un escenario atravesado por el negacionismo climático, la trágica inundación que castigó a Bahía Blanca reaviva los debates sobre los efectos devastadores del calentamiento global. El trabajo de un consorcio internacional de estudios meteorológicos, del que participaron investigadoras argentinas, concluye que se debió principalmente al cambio climático provocado por la actividad humana.

14 Mar 2025 POR

Un trabajo de un consorcio internacional de estudios meteorológicos, del que participaron investigadoras del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA, UBA CONICET) en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, concluye que la trágica inundación que castigó a la ciudad de Bahía Blanca el 7 de marzo pasado, causada por un caudal de lluvia de una intensidad sin precedentes, se debió principalmente al cambio climático provocado por la actividad humana.

En el lapso de unas ocho horas, cayeron sobre la ciudad bonaerense cerca de 300 milímetros de agua, cifra equivalente, en promedio, a seis meses de precipitaciones. Un verdadero diluvio que provocó graves inundaciones en todo el ejido urbano y las zonas aledañas, desbordando los sistemas de drenaje, anegando viviendas y haciendo colapsar rutas y puentes y buena parte de la infraestructura bahiense, con el luctuoso saldo de 16 muertes y, hasta el momento, 94 personas aún desaparecidas.

“A fines de febrero hubo un temporal similar en mi pueblo, Huanguelén, muy cerca de la zona de las Lagunas Encadenadas –cuenta Marisol Osman, investigadora del CIMA y una de las responsables del estudio–, y con un colega argentino que está trabajando en Francia veníamos hablando y evaluando la posibilidad de utilizar para el estudio de ese evento un marco de análisis en tiempo real que se llama fast attribution, en inglés, o ‘atribución de cambio climático’, y entonces sucedió lo de Bahía Blanca”.

El método consiste básicamente en analizar eventos parecidos en el registro histórico de una misma región, tratando de detectar en ellos, si existe, la huella del cambio climático

ClimaMeter es un consorcio científico internacional que desde fines de 2024 estudia fenómenos meteorológicos extremos procurando comprender sus causas, en un marco experimental rápido, basado en el análisis comparado de situaciones meteorológicas similares ocurridas en el pasado.

Este grupo de estudio utiliza datos de ERA5, un dispositivo de reanálisis meteorológico del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Mediano Plazo (ECMWF) que proporciona estimaciones globales por hora de diferentes variables atmosféricas desde 1950, con una latencia de aproximadamente cinco días, y pronósticos GFS (Global Forecast System el modelo numérico de predicción meteorológica de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estadounidense, NOAA) para los días más recientes, cuando la data de ERA5 aún no está consolidada. Esta actualización constante les permite investigar fenómenos climáticos análogos prácticamente el mismo día en que ocurre un evento.

Marisol Osman. Foto: Luiza Cavalcante

“El método –explica Osman, profesora del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de Exacta UBA– consiste básicamente en analizar eventos parecidos en el registro histórico de una misma región, tratando de detectar en ellos, si existe, la huella del cambio climático, y responder así una pregunta clave: ¿cómo pudo haber contribuido el cambio climático en este evento? Es muy difícil atribuir causas a un evento que acaba de suceder. Cuando el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) hace sus reportes, los hace a nivel general, no sobre un evento en particular. Pero en los últimos años han surgido este tipo de estudios, y ante un evento tan devastador como el que sucedió en Bahía Blanca, con tantas pérdidas materiales y humanas, propusimos llevarlo adelante”.

Bahía Blanca, la novena ciudad más poblada del país, se ubica en el extremo de una cuenca hidrológica asociada a las Sierras de Ventania, drenada por dos ríos principales, el Napostá Grande y el Sauce Chico. Toda la región recibe una precipitación media anual de unos 700 mm, con patrones de lluvia fuertemente influenciados por la variabilidad atmosférica estacional. Para mitigar las inundaciones, el Canal Maldonado funciona como una infraestructura crítica de drenaje, diseñada para desviar el exceso de agua en períodos de intensa precipitación, pero el 7 de marzo su capacidad se vio largamente excedida. Y, por supuesto, la excepcionalidad absoluta del evento, su magnitud en términos de precipitaciones tan abundantes y concentradas en tan poco tiempo, no encuentra antecedentes en el registro histórico.

Lo que se analizó, entonces, fueron las condiciones meteorológicas registradas en eventos similares del siglo XX en comparación con las que se dan en episodios ocurridos en años recientes. En líneas generales, no hubo cambios significativos en las mediciones de presión atmosférica, tampoco en los rangos de temperatura. El viento muestra una leve variación: respecto de los datos de eventos extremos del pasado, se ve una reducción en la velocidad del viento de hasta 4 km/h, un 10% menos, en la zona urbana de Bahía Blanca, aunque se observa un patrón inverso, con vientos más fuertes, en la zona costera de Pedro Luro, más al sur.

Si pensamos en un registro histórico desde los años 50 hasta hoy, sumando 3 mm por década, serían otros 20 mm, casi un 30% más.

Pero sí hay cambios, muy notorios, en las precipitaciones registradas en eventos similares desde 1950: hasta 4 milímetros más por día, en promedio, un 7% más en lo que va de este siglo que en el anterior.

“Del análisis surge que, en el contexto de un evento que claramente tuvo condiciones meteorológicas excepcionales, la variabilidad climática natural a lo largo de décadas, lo que llamamos ‘Oscilación Multidecadal Atlántica’, podría haber influido pero sólo parcial y levemente, pero no parece ser la causa más importante que dio lugar a este evento –puntualiza Osman–. Tuvimos en cuenta esos factores, y vemos que no han cambiado sustancialmente. El rol del cambio climático aparece entonces en el aumento de las lluvias. Y, desde luego, está la variable central de un siglo a otro: la mayor cantidad de dióxido de carbono en el aire. En síntesis, podemos atribuir este evento extremo en particular, impulsado por condiciones meteorológicas excepcionales, al cambio climático de origen humano”.

Osman señala la dificultad de sostener linealmente esta atribución. Resulta mucho más sencillo vincular a las temperaturas extremas con el cambio climático. “Se necesitan varios ingredientes combinados para tener un evento de precipitación de estas características. ¿Cómo contribuye el cambio climático? Si la temperatura del planeta aumenta, la capacidad de la atmósfera para contener vapor de agua es mayor. Ese vapor de agua se transforma eventualmente en nubes y lluvia. Por lo tanto, no es extraño que en una situación meteorológicamente similar a la de eventos anteriores, con un frente estacionario que permaneció un par de horas sobre Bahía Blanca, pero en el contexto de una atmósfera que carga más humedad, eso provoque un mecanismo de lluvia más intenso y prolongado”.

El Sexto Informe de Evaluación (IE6) del IPCC señala que el cambio climático está influyendo en la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos, provocando, entre otras catástrofes, inundaciones como la de Porto Alegre en abril de 2024, la de Valencia en octubre, y ahora la de Bahía Blanca.

Si la temperatura del planeta aumenta, la capacidad de la atmósfera para contener vapor de agua es mayor. Ese vapor de agua se transforma eventualmente en nubes y lluvia.

“En particular en nuestro país, si bien el IPCC en sus reportes no hace informes puntuales para la Argentina, engloba toda la región del sudeste de Sudamérica, y ya ha señalado que en verano hay una tendencia positiva en la lluvia, en promedio, de unos 3 milímetros por mes por década. Parece poco, pero pensemos, por ejemplo, que en Bahía Blanca, marzo es un mes que llueve mucho: 70 mm. Si pensamos en un registro histórico desde los años 50 hasta hoy, sumando 3 mm por década, serían otros 20 mm, casi un 30% más. Entonces, es una tendencia que abona la mayor frecuencia de eventos de precipitación extrema”.

“Porque no solo está aumentando la cantidad de lluvia que cae en verano –agrega la investigadora– sino que además esa lluvia se concentra en menos cantidad de eventos, más intensos, lo que impacta directamente sobre la capacidad de drenaje y la infraestructura urbana. Estas dos variaciones ya se observan en el registro histórico y en las proyecciones para la región”.

Y nada de esto, como coinciden los reportes del IPCC y toda la comunidad científica, se explica sin el elemento antropogénico y la emisión creciente de gases de efecto invernadero. “¿La temperatura del planeta ha cambiado en otros momentos en esta magnitud? Sí. Pero esta velocidad del calentamiento global desde que comenzaron las actividades industriales no se registra en ningún otro periodo. Nosotros, los seres humanos, hemos desarrollado tecnología que nos permite, sólo en parte, adaptarnos, pero pensemos en ecosistemas que han vivido otros momentos cálidos o fríos, pero que ocurrieron a partir de cambios lentos, y de repente deben afrontar todo este cambio acelerado. ¿Cómo se adaptan? No tienen aire acondicionado. El coral no se puede ir a ningún lado si la temperatura del océano se recalienta.”

El estudio –del que también participaron la meteoróloga Silvina Solman, colega de Osman en el CIMA; Nicolás Bodnariuk y Davide Faranda, del Instituto Pierre-Simon Laplace, de Francia; y Erika Coppola, del International Centre for Theoretical Physics (ICTP), con sede en Italia– se publicó el lunes 10 de marzo, apenas tres días después de la inundación en Bahía Blanca, en la web de ClimaMeter

“Este es sólo uno de los enfoques posibles. Hay otros grupos de investigación que utilizan los modelos climáticos que usa el IPCC. Otros trabajan en simulaciones que toman en cuenta o bien apartan de la ecuación los gases de efecto invernadero, para ver qué cambia. Nuestro enfoque está basado en la comparación histórica. La idea –señala Osman– es trabajar los reportes casi de inmediato, entre los investigadores locales y los que lideran la iniciativa ClimaMeter, y de ese modo tener una primera aproximación a la cuestión del rol del cambio climático en estos eventos”.

La tragedia se abatió sobre Bahía Blanca. Cuando bajen las aguas, deberá comenzar la reconstrucción. Las perspectivas ambientales no son las mejores. La temperatura global anual de 2024 batió todos los récords y se ubicó en promedio 1,55°C sobre los registros preindustriales. El límite que fijaba el Acuerdo de París era 1,5 grados más; la cruda realidad fue empujando esa meta hasta los 2 grados.

“Se pone ese umbral de los 2 grados porque hay estudios que muestran que muchos ecosistemas podrían colapsar o están seriamente en riesgo si la temperatura global llega a esos valores. Hay que multiplicar las acciones climáticas que impidan que eso suceda, y hacer una transición en nuestros consumos, en nuestros modos de vida, y así consumir menos combustibles fósiles. Y también –concluye Marisol Osman– prepararnos porque, incluso si mañana decidiéramos no emitir más, la adaptación y la mitigación seguirían siendo necesarias, porque los gases se mantienen en la atmósfera, y el cambio climático no se va a terminar de un día para el otro.”