Valorar el presente
Ana Amador estudió física y se doctoró en Exactas. Luego de un breve paso por Brasil, decidió viajar a Chicago para realizar un posdoc. Siempre tuvo claro su deseo de volver, de allí su entusiasmo por el proceso de revalorización que, en los últimos años, vive el sistema científico nacional. Su visión optimista no le impide señalar inconvenientes que deben ser atendidos.
Descargar archivo MP3 de Ana Amador
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– ¿En qué año iniciaste tus estudios universitarios?
– Hice el CBC en el 95 ó 96 y al año siguiente ingresé a Exactas. La licenciatura la terminé en 2003. En ese momento, posterior a la crisis del 2001, se había ido mucha gente del Departamento de Física. Todos mis amigos habían viajado al exterior. Yo no estaba tan convencida de que un doctorado en otro país fuera lo mejor para mí en ese momento. Me gustaba más la idea de quedarme pero, en esos años, las becas CONICET eran pocas y malas. Entonces me enteré de que había un proyecto de intercambio entre Brasil y Argentina y me fui becada a la Universidad Federal de Pernambuco. Mi idea era probar durante seis meses, ganar un poco más de tiempo y tomar después una decisión más informada.
– ¿Y qué decidiste al cumplirse los seis meses?
– Me tentó más la oferta académica y de investigación de Exactas y me volví. Conseguí una beca de doctorado y me incorporé al grupo que dirige Gabriel Mindlin. Terminé en 2009 y ahí sí estaba convencida de ir a hacer un posdoc afuera. No sólo por los contactos, sino también para ver cómo se trabaja en países con otra forma de ver y hacer las cosas.
– ¿Cómo elegiste el lugar adonde ir?
– Mi idea fue siempre la de volver. Entonces, para ir a hacer un posdoc que te permita hacer muchas cosas en poco tiempo, el mejor lugar era Estados Unidos. A través de mi director apliqué al lugar ideal para hacer lo que yo quería, que es el Organismal Biology & Anatomy Lab, de la Universidad de Chicago. Me salió y no lo dudé. Me fui en junio de 2009.
– ¿Qué te llamó la atención respecto de la modalidad de trabajo en ese lugar?
– Lo que más me sorprendía era lo siguiente: nuestra manera de trabajar en el laboratorio es de mucha solidaridad, de ayudar al compañero. Y, cuando yo tenía ese tipo de reacciones, la gente allá se sorprendía. Me decía: ¡Qué buena persona que sos! Y para mí era algo normal. Allá la gente es cordial pero nadie se va a mover dos centímetros de lo que está haciendo para ayudarte. Además, está muy presente la cuestión jerárquica, entonces, si sos posdoc, tenés ciertas libertades, pero si no lo sos, no.
– Y en términos del trabajo científico en sí, ¿qué particularidad notaste?
– En Estados Unidos si vos necesitás lo que sea, aun cosas muy sofisticadas, levantás el teléfono y a la semana lo tenés. Además, hay una persona que se encarga de hacer las compras lo que te libera del papeleo. Eso está bueno. Por supuesto que hay muchos más recursos y eso se siente. Acá es más complicado, no sólo porque los recursos son menores, sino también por los trámites que hay que hacer para comprar insumos, especialmente si lo tenés que importar. Pero el eje de la actividad científica no pasa por ahí. Si vos tenés una buena idea científica podés llevarla a cabo igual. Lo más valioso son las ideas y los recursos humanos. En cuanto a lo que yo hago en el laboratorio, yo no estoy haciendo peor ciencia por estar acá. Todo lo que necesito lo tengo.
– ¿Nunca te tentó quedarte más tiempo?
– Particularmente éste no es el mejor momento. La crisis se está sintiendo mucho en el ámbito científico. Igual siempre es tentador. Pero, por otro lado, mientras seas un posdoc estás trabajando para otro, y yo ya quería volver y empezar a desarrollar una línea propia de trabajo.
– ¿Cómo fuiste organizando tu regreso?
– Primero hice el contacto con el laboratorio adonde estoy y luego apliqué a CONICET, simultáneamente a una beca posdoctoral de reinserción y a carrera. Cuando volví, en 2012, enseguida empecé a cobrar la beca de reinserción que, además, me pagó la mudanza. El ingreso a carrera demoró un poco más.
– ¿Son útiles estas herramientas de reinserción?
– La beca de reinserción está pensada para cubrir el período que media entre la solicitud y el ingreso a carrera de CONICET. Y me parece que, originalmente, estaba más pensada como una beca posdoctoral de dos años como para ver en qué laboratorio te insertabas. Ahora vos aplicas todo junto y, si te van a dar al ingreso a carrera, te dan la beca. Me parece que si estuvieran separadas sería más tentador. Pero, en concreto, la respuesta es que sí, son súper útiles y realmente hacen una diferencia.
– ¿Cómo fuiste viendo la evolución que tuvo el sistema científico en estos años?
– Lo que está bueno es que, si uno tiene la idea de volver, ahora puede hacerlo. Incluso, yo conozco gente que al principio se negaba a regresar y que, al ver la mejora, lo reconsideró y volvió. De todas maneras, de mis amigos que se habían ido al terminar la licenciatura, sólo uno regresó. A mí me parece que el proceso de revalorización de la ciencia está muy bueno y ayudó un montón. Ahora, yo creo que le falta un poco de sintonía fina en relación con el destino que hay que darle a los fondos, respecto de qué hacer con los graduados. Ahora, todo el mundo asume como un derecho hacer el doctorado. Y si no, te están echando del sistema científico. Eso no es así. Hacer el doctorado no es un derecho, es un gran privilegio. También es un privilegio tener una beca. Y me parece que en estos años de tanta recuperación ese concepto se fue perdiendo. Pienso que hay que revalorizar un poco todo lo que tenemos ahora.
– En tu área específica de trabajo, ¿esa mejora se nota?
– Sí, claro. Y eso hizo que yo mantuviera mis ganas de volver. Además, está volviendo otra gente, se están sumando muchos jóvenes, se están abriendo nuevas líneas de investigación. Yo trabajo en neurociencias y hay cada vez más grupos, no solamente en Exactas, sino también en Medicina, en la Universidad de Quilmes, que se están nutriendo de gente joven. Y eso va construyendo un panorama interesante.