Miedo químico
Los venenos que se usan actualmente para eliminar a las ratas y al ratón casero -animales que transmiten enfermedades y que provocan perjuicios económicos considerables- están perdiendo efectividad y afectan el ambiente. Un grupo de investigación avanza con un método alternativo para controlar ambas plagas.
Como a gran parte de los trabajadores, la pandemia de coronavirus obligó a muchas científicas y a muchos científicos a quedarse en sus casas. Impedidos de hacer experimentos en el laboratorio o en el campo, decidieron trabajar con los resultados experimentales que habían obtenido antes del confinamiento. Es el caso de un grupo de investigación del Laboratorio de Ecología de Poblaciones (LEP) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA que, hasta el año 2020, había avanzado significativamente en el estudio de un método alternativo para el control de dos roedores: la rata común y el ratón casero o laucha. Se trata de especies que transmiten enfermedades -algunas de las cuales pueden llegar a ser mortales para el ser humano- y que, además, provocan perjuicios económicos considerables.
Hasta ahora, los esfuerzos dirigidos a controlar a estas plagas -mediante trampas y venenos- fueron infructuosos. Por un lado, por la capacidad del ratón y de la rata de adaptarse a ambientes muy variados y, también, de prosperar rápidamente: las hembras pueden quedar preñadas varias veces al año y parir muchas crías por camada.
Por otro lado porque, como las bacterias con los antibióticos, estos animalitos pueden sufrir alteraciones genéticas que los hacen resistentes al veneno más utilizado en las últimas décadas: un cebo que contiene un anticoagulante que los lleva a morir desangrados.
En 2019, el LEP había publicado un estudio científico que ofrecía un método alternativo de control. En aquel trabajo, el grupo de investigación había demostrado que ciertos olores afectan el éxito reproductivo de las lauchas. En otras palabras, con señales químicas (olores) habían logrado que las hembras tuvieran menos nacimientos por camada, mayor cantidad de abortos y menos crías vivas al momento del destete. En aquella oportunidad, habían utilizado tres olores. Dos de ellos eran de predadores naturales del ratón: orina de gato y heces de zorro rojo; el tercero era de un ratón macho extraño, que para la hembra puede significar un riesgo: que cuando nazcan sus crías, ese macho, extraño al grupo, se las coma.
“De los olores que estudiamos, el de las heces de zorro rojo parece ser el mejor candidato para ser utilizado en el control de la población del ratón casero”, declaraba en aquel entonces a NEXciencia Jimena Fraschina, investigadora del CONICET en el LEP. También, Fraschina anunciaba: “Ahora vamos a ir a tres granjas a probar cómo funciona esto en la vida real, fuera del laboratorio”.
Es que en las granjas avícolas, que producen pollos para el consumo humano, los roedores constituyen un problema tanto económico como sanitario: no solo afectan a la producción (se comen la comida de los pollos y pueden contaminarla con sus heces y orina) sino que, además, ponen en riesgo a los trabajadores del lugar.
En las granjas, se trata de controlar a esta plaga con veneno. Pero, además de generar resistencia, los rodenticidas no evitan que los ratones se acerquen a los galpones. Por otro lado, el veneno puede ser consumido accidentalmente por los animales domésticos, o los mismos pollos, u otras especies que son necesarias para el equilibrio ecológico.
En este contexto, el uso de olores para el control de las ratas y ratones fue bienvenido por los productores, que le abrieron las puertas de sus instalaciones al equipo de investigación.
Pero, cuando empezaron a hacer las pruebas en las granjas, llegó la pandemia.
Mientras tanto
Los resultados publicados en 2019 formaron parte de la tesis doctoral defendida en 2020 por la hoy doctora Luciana Adduci, integrante del LEP. Pero esa tesis tenía otros experimentos que aun no habían sido dados a conocer a la comunidad científica internacional.
Con los laboratorios cerrados por la pandemia, Adduci y Fraschina, junto con Vanina León, Annika Schlötelburg y María Busch, decidieron analizar, organizar y publicar esa información. El resultado de ese trabajo es un paper publicado recientemente en la revista científica PLOS ONE.
“En este trabajo, como en el anterior, damos a conocer resultados de esta nueva forma de controlar a los roedores a través de señales químicas. Pero, en estos experimentos, en lugar de medir el efecto de los olores sobre la natalidad, evaluamos la respuesta aversiva de los animales cuando se los enfrentaba a olores de predadores”, explica Fraschina.
Se sabe que, cuando perciben que hay un predador, los roedores sienten miedo y reaccionan alejándose, o evitando ir hacia ese lugar o, si van, permanecen muy poco tiempo. “Evaluamos todas estas respuestas de miedo en un dispositivo que armamos en el laboratorio”.
Las investigadoras colocaron a ratas y a ratones, uno a uno, en una caja dividida en compartimientos, cada uno de los cuales tenía diferentes olores: orina de gato, piel de gato y TMT (un compuesto químico que está presente en las heces del zorro). Después, evaluaron su comportamiento.
“Encontramos que tanto el TMT como el olor a cuerpo y orina de gato tienen un efecto aversivo tanto en ratas como en lauchas. En ratas se vio el efecto del TMT y del cuerpo del gato muy fuertemente; en cambio, en las lauchas se vio que el efecto aversivo viene dado más fuertemente por el olor a cuerpo y orina de gato”, señala Fraschina.
Según la investigadora, los resultados de los dos trabajos muestran que el TMT sería el mejor producto para controlar a estos roedores: “Produce efecto aversivo en ratas y ratones y, además, disminuye el éxito reproductivo de las lauchas”.
Fraschina cuenta que, antes de que el coronavirus detuviera el trabajo de campo, habían empezado los ensayos en cuatro granjas avícolas. “Los resultados que obtuvimos entonces eran promisorios. Creemos que el TMT puede llegar a ser realmente un químico que sirva para controlar a los roedores”.