Proyecto RELAMPAGO

Tormenta de datos

Ya persiguieron durante semanas a algunas de las tormentas eléctricas más intensas del planeta, que tienen lugar en nuestro país. Ahora, estos científicos y científicas de Estados Unidos, Brasil y la Argentina se reunieron en Ciudad Universitaria para evaluar la información obtenida y los pasos a seguir del Proyecto RELAMPAGO-CACTI, que busca mejorar la predicción de estos violentos fenómenos.

5 Dic 2019 POR
Las megatormentas argentinas son el objeto de estudio de meteorólogos de numerosos países

Las megatormentas argentinas son el objeto de estudio de meteorólogos de numerosos países. Foto: Pixabay

Cazadores de tormentas de Estados Unidos, Brasil y Argentina, con una parafernalia de instrumentos, vivieron en primera persona granizo del tamaño de una pelota de béisbol, impactantes descargas eléctricas y lluvias copiosas en una zona de nuestro país que, hasta entonces, era escenario de un espectáculo no demasiado estudiado y que resulta uno de los peores en intensidad en el mundo. A fines del año pasado y principios de 2019, estos científicos y científicas, junto con estudiantes, tomaron nota de las vicisitudes meteorológicas de las que fueron testigos en Mendoza y Córdoba.

Steve Nesbitt y Paola Salio. Foto: Diana Martinez Llaser. Exactas Comunicación.

Ahora, tras pasar varios meses de permanecer separados, acaban de reencontrarse en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires para evaluar la calidad de la información registrada y los pasos a seguir en esta iniciativa de 30 millones de dólares, llamada Proyecto RELAMPAGO-CACTI, (siglas en inglés de Remote Sensing of Electrication, Lightning, And Meso-microscale Processes with Adaptive Ground Observations – Clouds, Aerosols, and Complex Terrain Interactions).

“Todo es oro en polvo”, dice Steve Nesbitt, profesor de la Universidad de Illinois, Estados Unidos, quien dirige el Proyecto RELAMPAGO, acerca de la “base de datos” observados durante la campaña en las sierras de Córdoba y en Los Andes, en San Rafael, Mendoza. “El punto ahora es comprender las limitaciones de estos registros, compartir experiencias y hablar con científicos estadounidenses, argentinos y brasileros para saber qué es posible hacer”, agrega.

En un intervalo del Data Analysis Workshop, que se desarrolló del 19 al 22 de noviembre en Exactas UBA, Adam Varble, líder de la propuesta por el Departamento de Energía de Estados Unidos, destaca: “Muy buena experiencia resulta el Workshop. Estoy muy contento de ver a mucha gente con quien compartí la campaña el año pasado. La idea es hacer colaboraciones para trabajar juntos y empezar a realizar investigaciones”.

Cuatro jornadas intensas en las que se dieron cita cuarenta científicos del exterior, otros cuarenta de Córdoba, Mendoza y Buenos Aires, y un gran número de estudiantes. “Estamos muy contentos porque vinieron muchos investigadores”, sonríe la doctora en ciencias de la atmósfera, Paola Salio, organizadora local del encuentro. Es que “las megatormentas argentinas atraen a un ejército de meteorólogos” como tituló la revista Nature, al dar a conocer el objetivo final del proyecto que es “mejorar las predicciones de rayos intensos, granizo e inundaciones repentinas” en esa región de nuestro país.

Este esperado encuentro es un paso más en esta iniciativa en la que participan el Servicio Meteorológico Nacional, el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA, UBA-CONICET) y la Universidad de Córdoba, por la Argentina; la National Science Foundation (NSF), la National Aeronautics and Space Administration (NASA), la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) y el Departamento de Energía, por los Estados Unidos; la Fundación de Apoyo a la Investigación del Estado de San Pablo, y el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, por Brasil.

Piedras del cielo

La campaña, que proporcionó una lluvia de datos, resultó “una experiencia increíble” para Nesbitt, quien tuvo a su cargo organizar el día a día, hora a hora y minuto a minuto a las 190 personas participantes del trabajo de campo. Por cierto, no les faltaron fenómenos para registrar. “Una tormenta del 10 de noviembre formó granizo del tamaño de una pelota de béisbol. Pudimos describir la historia de la formación y el ciclo de la tormenta completamente”, ejemplifica.

Si bien atravesaron las zonas donde ocurren algunas de las peores tormentas eléctricas del planeta, jamás corrieron peligro de vida porque al contar con instrumental de avanzada, no se vieron sorprendidos por ninguna tempestad. “Podemos detectar exactamente donde está la tormenta”, indica Nesbitt, al tiempo que describe las características de esas inclemencias nacionales: “Son más altas y fuertes en cargas eléctricas, en vientos locales, en penetración en la estratósfera. Lo más peligroso es el granizo, tanto para las cosechas como para las personas”.

Adam Varble. Foto: Diana Martinez Llaser. Exactas Comunicación.

Con un mar de información en sus manos, este centenar de científicos busca comprender mejor estos fenómenos que los actuales modelos globales no logran predecir. No estarán solos. “En dos meses los datos serán públicos y cualquier investigador podrá acceder a ellos”, anticipa Salio, organizadora del evento en nuestro país, “auspiciado por Instituto Franco-Argentino Sobre Estudios del Clima y sus Impactos (con sede en el CIMA), por la UBA y por el INVAP”, detalla.

Con la mirada puesta en el futuro, Varble anticipa: “En los próximos meses trabajaremos en hacer algoritmos que sigan a las nubes, y después correremos modelos que permitan validar si los datos observados son similares con los modelos numéricos. Esperamos que estas herramientas sean muy útiles y que puedan ser usadas por el resto de la comunidad”.

En este mismo sentido, Nesbitt concluye que, luego de comprender cada vez más a estas poderosas tormentas y develar sus secretos, la idea es brindar un futuro más predecible a la hora de pronosticar. “Más experimentos permiten cambiar y mejorar los modelos numéricos de pronóstico a corto (algunas horas) y mediano plazo (3 a 5 días). En dos a cinco años va a ser posible generar mejores herramientas para el Servicio Meteorológico Nacional en la Argentina”, concluye.