Enfermedades de la pobreza
El irlandés William Campbell y el japonés Satoshi Omura, por las drogas antiparasitarias, y la china Youyou Tu, por la terapia antimalaria, fueron los galardonados este año por el Instituto Karolinska.
El Instituto Karolinska otorgó el Premio Nobel de Medicina 2015, por una parte, a William Campbell, microbiólogo irlandés que trabaja en los Estados Unidos, y a su colega Satoshi Omura, del Japón, por sus descubrimientos de terapias contra las infecciones causadas por parásitos. La otra mitad del premio correspondió a la farmacóloga china Youyou Tu por el desarrollo del antimalárico artemisinina. En ambos casos, estos hallazgos contribuyeron a salvar la vida de millones de personas.
“La repercusión de este premio, que ha sorprendido a muchos, se vincula al beneficio que esos descubrimientos tuvieron para la humanidad, pues se trata de enfermedades de gran impacto”, señala Ricardo Gürtler, director del Laboratorio de Eco-Epidemiología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Y agrega: “Lo interesante es que esto converge con la agenda de las metas de desarrollo del milenio y los diecisiete objetivos de desarrollo sostenible establecidos en el documento de las Naciones Unidas A road to dignity a fines del 2014”. Los tres primeros objetivos apuntan al problema interconectado de la pobreza, el hambre y la salud, incluyendo las enfermedades vinculadas a la pobreza.
Contra los parásitos
Las enfermedades causadas por parásitos han diezmado a la especie humana a lo largo de los siglos. Actualmente afectan a las poblaciones más vulnerables, y cada año atacan a cientos de millones de niños y adultos en el mundo. Algunas de ellas se conocen como filariasis, y están causadas por nematodos, lombrices de un milímetro hasta varios centímetros de largo. Algunos de ellos se transmiten mediante un insecto vector, y dado que se replican por reproducción sexual, se puede multiplicar sólo cuando el hospedador tiene una exposición reiterada al parásito.
Una de las filariasis más extendidas es la oncocercosis o ceguera de los ríos, que es transmitida por una mosca. Otra es la elefantiasis, que se instala en los vasos linfáticos, produciendo la hinchazón y deformación de los brazos, piernas y genitales.
El microbiólogo Satoshi Omura, profesor emérito de la Universidad Kitasato, Japón, logró aislar y caracterizar nuevas cepas de bacterias Streptomyces, que viven en el suelo y tienen gran actividad antibacteriana. Una de ellas es la que produce el metabolito avermectina. Por su parte, William Campbell, mientras trabajaba en el Instituto Merck para la Investigación Terapéutica, en Estados Unidos, identificó la actividad antiparasitaria de la avermectina, que resultó efectiva para controlar la ceguera de los ríos y la elefantiasis. Posteriormente, Campbell modificó la estructura del compuesto, y obtuvo la ivermectina, que resultó mucho más efectiva frente a un amplio espectro de parásitos, como se demostró posteriormente. En los ensayos clínicos pronto se vio que, con una sola dosis, los pacientes lograban eliminar los parásitos pequeños, y los síntomas se aliviaban.
En 1992, Merck, que había sintetizado la droga, la donó y se lanzó un programa de tratamiento. Hasta 2012, más de 200 millones de personas recibieron ivermectina durante largos períodos.
Acorralar a la malaria
En 2013, la malaria produjo 198 millones de casos, que llevaron a la muerte a más de 500.000 personas. En África, el continente más afectado, el 90% de las muertes se producen en niños menores de cinco años. La enfermedad es causada por un parásito del género Plasmodium, cuyos vectores son los mosquitos del género Anopheles. De acuerdo con la OMS, más de 3 mil millones de personas en el mundo tienen riesgo de contraerla.
La malaria ha dado lugar a numerosas investigaciones y a varios premios Nobel. En 1902, el británico Ronald Ross que trabajaba en la India, obtuvo el premio por su descubrimiento del vector transmisor, el mosquito. En 1907, el francés Charles Laveran, que trabajaba en Algeria, obtuvo el Nobel por descubrir la existencia de parásitos en los glóbulos rojos de los pacientes infectados. En 1948, el químico suizo Paul Müller fue galardonado por su descubrimiento del DDT. Al comienzo, este insecticida, junto con la droga cloroquina, logró reducir la incidencia de la enfermedad. Sin embargo, décadas después, los mosquitos desarrollaron resistencia hacia el DDT y a los insecticidas que lo sucedieron. La cloroquina también evidenciaba resistencia, y las muertes se incrementaron durante la década de 1960.
Youyou Tu (84 años), la primera mujer china en obtener el Nobel, fue comisionada en 1967 por el líder comunista Mao Zedong para encontrar un tratamiento efectivo contra la malaria, que en esos momentos se cobraba más víctimas entre las tropas vietnamitas que las armas estadounidenses.
Tu rastreó más de dos mil recetas tradicionales chinas. Una de ellas, de 1600 años de antigüedad, parecía ser crucial: se basaba en el hervor de las hojas de una planta. Algunos ensayos realizados tuvieron éxito, pero otros no; es que la temperatura destruía el compuesto activo. Así fue que Tu trató de extraer el compuesto con temperaturas más bajas. En pruebas en monos y ratones, el éxito fue del 100%.
“Lo interesante es que esta investigadora, para hallar la droga, recurre a la medicina tradicional china, y estudia libros que tenían siglos de antigüedad, hasta dar con la sustancia, la artemisinina, y finalmente logró aislarla y purificarla”, subraya Gürtler.
En 1972 se realizaron los primeros ensayos en humanos, en los que participaron pacientes que sufrían la forma más letal de malaria, la causada por el parásito Plasmodium falciparum. No obstante, la droga resultó exitosa en todos los enfermos.
“Hace una década, la malaria producía un millón de muertes anuales, principalmente en Africa. Gracias a estas drogas y su integración con otras medidas de control orientadas al combate del mosquito, se ha logrado reducir la mortalidad a la mitad y en varias zonas existen planes dirigidos a la eliminación de la malaria”, destaca Gürtler, que es investigador del CONICET.
La malaria tiene una gran importancia no sólo para la salud sino también para el desarrollo de los países. “Esta enfermedad ha sido un poderoso obstáculo para el desarrollo, por ejemplo en las obras de tendido del ferrocarril en la selva de Brasil, o en la construcción del canal de Panamá, morían cientos de trabajadores a causa de la malaria”, dice Gürtler. Lo cierto es que la malaria está catalogada entre las tres principales enfermedades transmisibles de la humanidad, junto con la tuberculosis y el sida.
Gürtler remarca que la investigadora china no realizó publicaciones en revistas especializadas, lo que habitualmente permite certificar los desarrollos. Además, no era conocida en el ámbito científico internacional. Sin embargo, su hallazgo, la artemisinina, pudo reemplazar a las otras drogas que se usaban y que habían desarrollado resistencia. Estos hechos ponen en discusión los mecanismos habituales de control que posee el sistema científico.
“La historia de la droga ivermectina es distinta. Surge de la asociación entre un científico japonés, de una universidad, con otro que trabajaba en un laboratorio privado de los Estados Unidos”, señala Gürtler. Merck luego donó la droga para uso en el África, como parte del programa de erradicación de las filariasis.
Son historias muy distintas, pero el común denominador es que se trata de enfermedades vinculadas a la pobreza en el tercer mundo, y ponen en foco la gran necesidad de invertir en el desarrollo de los países afectados.