Hongo antihongo
En plena selva de Misiones un equipo de investigación halló una especie de hongo que nunca antes había sido encontrada en la Argentina, y guardaba secretos ahora develados: posee compuestos que combaten a otros hongos causantes de afecciones en distintos cultivos comerciales.
Era una salida más en busca de muestras en la reserva ubicada en Oberá, Misiones. Al final del día, el equipo científico reunió 43 especies. Una de ellas les daría una sorpresa, aunque llevaría un tiempo descubrirla. Es que no resultaba fácil saber que se estaba ante un hallazgo inédito en el país. “No fue tan sencilla la clasificación porque nunca se había encontrado Beenakia informis acá, en nuestro territorio. Este hongo es propio del hemisferio sur. Se conocía su existencia en Australia, pero no había registros de su presencia en la Argentina”, relata la doctora en Química, Gabriela Cabrera, profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
Ella y su grupo de estudio -que integra Yuliet Rincón, becaria recientemente doctorada-, apuntan desde hace años los microscopios y distintos aparatos para descifrar estos minúsculos seres que pasan inadvertidos la mayoría de las veces. “Solo se conoce el 5 por ciento de los hongos que existen en el planeta. Por eso, se están descubriendo especies nuevas todo el tiempo”, precisa, y enseguida agrega: “En este caso, es una especie conocida, pero no se sabía que existía en la Argentina, y nunca había sido estudiada químicamente”.
El grupo reunió 43 especies, una de ellas les daría una sorpresa, aunque llevaría un tiempo descubrirla.
Ya había sido un gran paso descubrir que se estaba ante una especie inédita para nuestro país. “Al principio, no sabíamos si era un hongo nuevo. Para descubrirlo contamos con la colaboración del biólogo Emanuel Grassi, ahora director del Instituto Misionero de Biodiversidad, quien se graduó y doctoró en Exactas. Fue él quien clasificó las muestras”, detalla Cabrera. “Fue lindo conocer que estábamos ante una especie que nunca se había hallado antes”, sonríe.
Su aspecto no es muy distinto a otros. Suelen aparecer en las bases de los árboles. “Son hongos típicos degradadores de madera. Algunos son tipo orejitas, otros son más extendidos. Este era como mondongo, por su aspecto y consistencia, pero más oscuro”, describe Cabrera, directora del Laboratorio de Metabólica Fúngica y Productos Naturales de Hongos.
En esta tarea de recopilar información sobre las especies que viven en nuestras selvas, el equipo de Exactas UBA cuenta con la cooperación de la Fundación Bosques Argentinos Nativos para la Biodiversidad. “Colaboramos en el esfuerzo para proteger la biodiversidad desde el conocimiento y posible utilización de especies nativas. Una de las maneras de proteger la biodiversidad es conocer lo que tenemos”, subraya Cabrera, investigadora principal del CONICET.
¿Aburrido como un hongo?
Suele ser una frase hecha decir “aburrido como un hongo”. Pero al parecer, nada está más alejado de la realidad. “Si bien hay muchas especies a las que se ve solitas y quietas, los hongos son los que quedaron con esa fama. Sin embargo, – destaca- tienen una vida intensa y los productos que segregan son muy interesantes, mucho más que otras especies porque tienen muchas posibilidades de variación. Para quienes estudiamos metabolitos podemos encontrar estructuras muy novedosas”.
Allí, de bajo perfil, a los pies de un árbol, Beenakia informis marca su espacio. Sus días tienen complicaciones y problemas como los de la mayoría de los seres vivos. Debe evitar que otras especies invadan su territorio, o no le permitan expandirse. Para ello cuenta con sus propios recursos. “Los metabolitos que producen los hongos son justamente para ganar terreno frente a otros hongos y bacterias. Por eso no es raro que produzcan sustancias antibacterianas y antifúngicas. De hecho, la penicilina es generada por un hongo”, ejemplifica.
El equipo logró identificar cuatro metabolitos que combaten hongos que causan enfermedades a plantas de valor agrícola.
Entre los metabolitos generados por los organismos vivos, hay primarios como azúcares, necesarios para alimentarse o sobrevivir; y otros secundarios, más relacionados con producir sustancias “para poder enfrentarse a otra especie, para competir favorablemente”, explica. Justamente, en este último caso, el grupo científico detuvo su mirada. “Apuntamos a los metabolitos secundarios que nos resultan interesantes. Lleva mucho trabajo su aislamiento”, dice y resalta: “Buscamos normalmente actividad antifúngica contra hongos fitopatógenos de soja, o de cultivos de interés económico como una herramienta de combate natural y de poder desplazar a los pesticidas sintéticos que pueden ser más tóxicos y menos biodegradables que los naturales”.
De ese proceso, las investigadoras e investigadores lograron identificar cuatro metabolitos que combatían hongos que causan enfermedades a plantas de valor agrícola. “Dos de los cuales eran más activos. Hicimos bioensayos y comprobamos que matan a los hongos fitopatógenos. Si bien esto es importante, de aquí a su aplicación hay un trecho enorme”, advierte.
Desde hace años, en el mercado existen las estrobilurinas, “derivados naturales de hongos que se usan como antifúngicos. Fueron un hito en su momento. Pero como los organismos generan resistencia, nuevas estructuras pueden producir distintas propuestas que entran a jugar, cuando uno deja de funcionar”, señala.
Apuntar a lo desconocido es la especialidad del equipo de Cabrera, como concluye la investigación publicada en Chemistry & Biodiversity : “El presente trabajo muestra la relevancia del estudio de especies fúngicas poco conocidas y que presentan grandes posibilidades en términos de diversidad química. Este estudio también muestra la importancia de la preservación de los hábitats naturales que hacen posible la recolección de especies raras con la posibilidad de aislamiento de nuevas entidades bioactivas”.