Investigan los orígenes de la mordedura del cocodrilo

Mordedura feroz

En el tomógrafo del Museo de Historia Natural de Nueva York, científicos de Estados Unidos y la Argentina estudiaron por primera vez restos fósiles de cocodrilos primitivos. Observaron en el cráneo del reptil particularidades, similares a las que tienen los ejemplares actuales y que serían la causa que hace que estos animales tengan la mordida más fuerte del planeta.

17 Mar 2017 POR

 

Casi casi es como ver nacer la mordida más feroz  del planeta.  Por primera vez, científicos de Estados Unidos y de la Argentina pusieron restos fósiles de los antepasados de los cocodrilos de más de 180 millones de años bajo un tomógrafo de alta definición en el mítico Museo de Historia Natural de Nueva York. Y observaron que el cráneo del reptil -ya por entonces- mostraba la peculiaridad que se cree le permite ser hoy de los más temibles por su poderosa mordedura. Además, ellos lograron desentrañar en parte cómo es el parentesco con otros animales, un vínculo enmarañado y sobre el cual hasta ahora no había demasiado consenso científico.

A la hora de abrir la boca para devorar la presa, la serpiente logra introducir bocados más anchos que su propio cuerpo, al expandir en parte su cabeza. Esta capacidad de desplazar el cráneo, aunque no tan extrema, es habitual en los reptiles. “Pero, esto no ocurre en los cocodrilos modernos. Por esta diferencia, se cree que poseen la mordida más fuerte de todos los vertebrados del planeta. Justamente, los fósiles que estudiamos empiezan a mostrar estos cambios, que los hacen más parecidos a los que hoy conocemos”, expresa el paleontólogo Juan Martín Leardi desde el Departamento de Geología en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (Exactas UBA).

Él junto con su director Diego Pol del Museo Paleontológico Egidio Feruglio de Trelew, en Chubut, y James Clark de la Universidad George Washington de Estados Unidos, acaban de publicar su trabajo, que “fue el primero en emplear microtomografías computadas, que si bien se usan desde hace años en paleontología, nunca habían sido aplicadas en este grupo de cocodrilos”, precisa Leardi.

Esta tecnología permitió ver en tres dimensiones la estructura interna de los restos craneanos de uno de los antepasados de los cocodrilos modernos, conocido científicamente como Macelognathus vagans. “Era un animal pequeño, que necesita de un aparato de muy alta resolución para ver su interior. Como ocurre en medicina, el método no es invasivo, pero en este caso es de mayor radiación”, compara.

Estos animales no eran lo que son. “En ese entonces, no presentaban la cara de cocodrilo que uno está acostumbrado a ver hoy. Eran delgados, con huesos gráciles. Probablemente eran corredores muy distintos a los enormes animales anfibios que hoy vemos tirados al sol”, compara.

Hoy, es el animal con la mordida más fuerte, tres veces más feroz que la de un león, según lo que determinó el paleobiólogo Gregory Erickson de la Universidad estatal de Florida, en Estados Unidos. En cada centímetro cuadrado de la mordida del cocodrilo de agua salada se está ejerciendo 270 kg de fuerza, mientras que los humanos sólo aplicamos 10 kg por cm2, al masticar un bife.

Precisamente, en los antepasados se empieza a observar las modificaciones que caracterizan al cocodrilo moderno y que le daría esta capacidad de tener la más tremenda mordedura. “En estos cocodrilos primitivos observamos modificaciones que los llevó a no tener movilidad en el cráneo como ocurre en todos los reptiles. Que el cráneo no se mueva, le da más solidez a la mordida, porque el músculo se ancla sobre algo fijo”, precisa Leardi, investigador del Instituto  de Estudios Andinos “Don Pablo Groeber” del CONICET.

¿No es similar a…?

En Los Angeles County Museum, Pol y Leardi estaban ensimismados. Era 2011, y ambos habían viajado desde la Argentina para ver colecciones. Uno de los esqueletos que se exhibía atrajo en especial su atención. Era de un cocodrilo primitivo hallado en Wyoming, cerca del centro de Estados Unidos, en el siglo XIX.

“¿No es similar al que encontramos en la Patagonia? coincidieron en plantear. “Sería bueno estudiarlos”, agregaron. Pol pensó que debían contactarse con alguien que él conocía: James Clark, del departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de Washington. “Clark es la autoridad mundial de los cocodrilos primitivos”, destaca Leardi.

Así hicieron. El vínculo abrió nuevos caminos, y el pasaporte  gratuito al uso del tomógrafo del Museo de Historia Natural de Nueva York, que “cuesta mil dólares la hora”, precisa. De esta investigación, no sólo observaron los primeros registros de modificaciones del cráneo, sino “cambios en el oído y en las cavidades de aire encerradas en los huesos del cráneo que comunican la garganta con el oído”, detalla.

La investigación apuntó también a buscar la relación de parentesco de estos antiquísimos cocodrilos con otros animales para trazar la historia evolutiva del grupo, que hasta entonces no mostraba mayor acuerdo científico de cómo había sido. “El registro fósil que hoy muestran los cocodrilos no es muy completo. Es un desafío grande para la paleontología de vertebrados entender su historia evolutiva. Tratamos de hacer un análisis de la mayor cantidad de formas y hallamos algunas cosas estables. Pudimos establecer una estructura general de cómo es la evolución temprana de los cocodrilos. Como todo, la ciencia cambia en el tiempo, pero logramos encontrar algo con mayor consenso, y mejor delineado de lo que venía pasando”, concluye destacando otro hallazgo de su reciente trabajo publicado en PeerJ Journal.