El ajuste en la ciencia

La tormenta se llevó el Ministerio

La decisión del gobierno nacional de degradar el Ministerio de Ciencia y Tecnología al rango de secretaría pone en evidencia que la promesa de constituir el desarrollo científico tecnológico nacional en política de Estado no fue más que una promesa electoral. A su vez, la permanencia en el cargo de Lino Barañao demuestra la falsedad de que su presencia sellaba la garantía de esa continuidad. Aquí la palabra de algunos de los más destacados investigadores argentinos que expresan su bronca y tristeza por la resolución y su preocupación por el futuro.

4 Sep 2018 POR

 

Composición: Exactas Comunicación.

El 10 de diciembre de 2007, la Argentina daba un paso importante en la configuración política del Estado. Ese día, con la jura de Lino Barañao como ministro, Cristina Fernández de Kirchner inauguraba una etapa inédita incorporando al gabinete nacional el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Esa etapa se cerró ayer con la degradación en el organigrama: El Ministerio pasó a Secretaría y dependerá del Ministerio de Educación.

Por el momento no se conoce la estructura interna de la Secretaría pero sí se conoce el nombre del titular del área. En un mail procedente de Presidencia de la Nación, donde consta la nueva estructura gubernamental, se confirma que el químico y profesor de Exactas UBA Lino Barañao continuará a cargo.

La mayor parte de la comunidad científica manifestó públicamente su rechazo tras conocerse el destino del Ministerio, tanto en las redes sociales como en una nutrida manifestación frente al edificio de las ex Bodegas Giol, en Palermo, que se desarrolló en la tarde ayer.

A pedido de NEXciencia, investigadoras e investigadores dieron su testimonio sobre la situación que resulta toda una señal hacia el sistema científico.

Jorge Aliaga. Secretario de Planificación y Evaluación Institucional de la Universidad Nacional de Hurlingham, ex decano de Exactas UBA.

El paso de un ministerio a una Secretaría de Estado, implica dos cosas. Por un lado una pérdida de jerarquía en el nivel de administración del Estado y de autonomía y rapidez en la toma de decisiones. Por otro, un ahorro menor, irrelevante, dado que salvo un cargo de ministro, uno de los dos de secretario y alguna de las cinco subsecretarías actuales, es poco lo que además se puede eliminar.

Jorge Aliaga. Foto: Archivo Exactas Comunicación.

El MINCyT tiene dos programas propios (sacando la ANPCyT, CONICET y CONAE): la administración y las áreas sustantivas (planificación y articulación de políticas científicas). Es de suponer que las áreas sustantivas seguirán sin cambios en una secretaría. Y el recorte en la administración (mesa de entradas, personal, legales) no puede ser muy importante, porque la mayoría de las personas tienen cargo de planta. En todo caso se sumarán a las áreas respectivas de Educación.

Por lo tanto, volver al nivel de secretaría es una medida sin impacto sustantivo en la baja del gasto público y con un mensaje negativo sobre la importancia estratégica del sector.

El mayor daño al sistema científico ya se ha hecho desde que asumió el gobierno, con los recortes en el CONICET, INTI, INTA, CONEA y con la baja en el poder de compra de los subsidios a la investigación por la devaluación. Por supuesto, se puede estar peor, impulsando una mayor pérdida de salarios en paritarias o bajando la cantidad de becas.

En resumen, este cambio es simplemente otro intento desesperado de dar “señales” a los mercados para que confíen en el gobierno y vuelvan a prestarle dólares a tasas imposibles de repagar.

Diego Golombek, investigador CONICET. Profesor Universidad Nacional de Quilmes.

Diego Golombek. Foto: Exactas Comunicación.

“¿Qué hay en un nombre?” se pregunta Julieta frente a Romeo. “Lo que llamamos rosa por cualquier otro nombre olería igual”. Y lo que llamamos “ministerio”, ¿olería igual si se llamara secretaría? Es muy sencillo: no, de ninguna manera, en absoluto. Aunque cuando no se pierdan sus funciones, aun cuando no se reduzca (¡aún más!) su presupuesto, lo que festejamos hace años con la creación del MINCyT fue un reconocimiento, un lugar para la ciencia y la tecnología que, aun convencidos, no habíamos imaginado hasta entonces, y representaba a un Estado que nos veía a nosotros (investigadores, becarios, técnicos) como socios de un camino a seguir. Fue poner a la ciencia y la tecnología en el centro de un imaginario de país, como un motor de su desarrollo. A la misma altura de la economía, la salud, la educación, la producción.

Contrariamente al pensamiento popular, los científicos somos bichos muy emocionales. Y hoy, todos sentimos una profunda tristeza, de esas que se meten en el cuerpo y paralizan el futuro.

Toda ciencia es política. Perder la jerarquía del MINCyT es perder independencia, agilidad, poder de decisión. Pero, sobre todo, es perder un sueño que va a ser muy difícil volver a soñar.

Verónica Becher. Investigadora CONICET. Profesora Facultad de Ciencias Exactas y Naturales UBA.

La noticia de que el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT) pasa a ser una secretaría de Estado dependiente del Ministerio de Educación es devastadora porque, en línea con la desfinanciación del sistema científico, significa el fin del desarrollo de la ciencia y la tecnología en nuestro país. La noticia agrava el doble discurso oficial: mientras se anuncia que el MINCyT es degradado a secretaría el presidente Macri sigue repitiendo que la ciencia y la tecnología son imprescindibles para una Argentina grandiosa.

A fines del 2015 tuve la ilusión de que la continuidad de Lino Barañao a la cabeza del MINCyT durante el gobierno de Macri traería consigo también la continuidad del presupuesto para ciencia

y la tecnología, la continuidad del plan de desarrollo científico de nuestro país y la continuidad de esa comunión bastante feliz que hubo entre científicos y gobierno durante, digamos, diez años. Mi esperanza (sostenida en una penosa ingenuidad) murió ya que desde el 2016 con la desfinanciación del sistema científico, que viene siendo sistemática. Y la característica principal es que opera en silencio, ocultada deliberadamente por los funcionarios.

Nuestro sistema científico está siendo devastado casi sin dejar trazas escritas mientras las autoridades gubernamentales se llenan la boca de palabras vacías que aluden a la importancia de la ciencia y la tecnología para el desarrollo del país.

Así lo hizo el presidente Macri en una imagen gigante proyectada en el acto de entrega de los premios Bunge y Born en Matemática hace pocos días (el martes 14 de agosto) con la excusa de felicitar a los premiados. Y aún hoy, (lunes 3 de septiembre) anunciando el desguace se permitió decir impune: «Me encantaría tener más presupuesto para ciencia y tecnología, donde se construye el futuro del país».

Desde el 2016 el gobierno de Mauricio Macri suspendió el Plan Argentina 2020 para la Ciencia, redujo salarios, subsidios, equipamiento e ingresos a las carreras de Investigador Científico y de Personal de Apoyo del CONICET congeló presupuestos de compromisos en curso (sin actualización al cambio dólar) desmanteló programas como Conectar Igualdad (programa que para reducir las brechas digital, educativa y social en el territorio argentino), demolió la programación de Canal Encuentro, llevó a Tecnópolis a su decadencia actual, canceló proyectos de cooperación científica internacional (a partir de septiembre 2018). Lamentablemente la lista sigue y sigue.

El gobierno instrumenta la desfinanciación sin notificaciones escritas sobre los ceses, las cancelaciones, los desmantelamientos. Sólo hay palabras de aliento y orgullo de los funcionarios gubernamentales por la ciencia argentina. No me sorprenderá que el ahora ex ministro Lino Barañao diga en su primera declaración como secretario de Ciencia y Tecnología algo así como: «Seguirá todo igual que cuando éramos un Ministerio, no hay nada de qué preocuparse».

Ernesto Calvo, investigador CONICET. Profesor Facultad de Ciencias Exactas y Naturales UBA. Director del INQUIMAE.

Ernesto Calvo. Foto: Exactas Comunicación.

Estoy en Bologna participando de la reunión de la Sociedad Internacional de Electroquímica con dos mil científicos. Muchos de mis colegas conocen la ciencia argentina y no pueden creer lo que les cuento. Como un país con tradición científica puede destrozar la tradición científica que se destaca en la región. Esto ya lo vimos varias veces pero nunca como ahora. Los mejores jóvenes, los mas inteligentes, los mejores formados se irán del país para no volver. Ya pasó en Grecia.

Debe notarse la asimetría con Brasil y Chile. En Brasil continúan construyendo el segundo Sincrotron (tuvieron el primero al sur de ecuador, luego Australia y ahora tienen el tercero. En Argentina ni se construirán las centrales nucleares programadas). En Chile las mismas empresas que extraen litio a ambos lados de la cordillera contribuirán con 25 millones de dólares por año para el futuro centro de investigaciones de litio y energías renovables. En Palpalá, Jujuy, el centro del litio no tiene presupuesto y el gobierno congeló los fondos.

No puede ser casualidad ni errores del gobierno. Ya no quedan dudas de que nuestros dirigentes, los que gobiernan y los que miran para otro lado, no desean construir una sociedad inclusiva que brinde oportunidades. Solo piensan en un país donde sobran millones de personas, un país donde un reducido grupo se beneficia de la exportación de grandes volúmenes de bienes primarios cuando en todo el mundo se apuesta a la creación de riqueza en base a ciencia y tecnología. A innovar a partir del conocimiento. No podemos permitir que el país de Sarmiento que integró a millones de inmigrantes, generó un sistema universitario, un sistema científico, varios premios Nobel, empresas con tecnología, un conglomerado nuclear con desarrollo de tecnología, satélites, tecnología agropecuaria, etc. sea destruido por una minoría que se dedica a la timba financiera o que vendió al Estado en forma monopólica y corrupta. No debemos permitir que ese pequeño grupo de indecentes que tiene el poder pero no la razón se salgan con la suya y nos empobrezcan e hipotequen el futuro de nuestros hijos y nietos.

Irene Loiseau, Profesora Facultad de Ciencias Exactas y Naturales UBA.

Irene Loiseau. Foto: Archivo Exactas Comunicación.

La degradación del Ministerio de Ciencia y Tecnología a una secretaría del Ministerio de Educación va en línea con las medidas que se han venido tomando últimamente: disminución del número de ingresos al CONICET y becas, menores salarios, corte de subsidios de investigación y fondos para obras, etc. Muestra una vez más la falta de importancia que se le da al área. No sólo se quita el apoyo a la ciencia básica, cuyo desarrollo es fundamental para la autonomía de un país, sino también a los numerosos desarrollos tecnológicos transversales a todas las áreas de la industria y la economía que aportan o podrían aportar al crecimiento económico que supuestamente se está buscando (energía, agricultura, medicamentos, logística, INVAP, satélites, etc.).

Un ejemplo destacado es el desarrollo de software que ha tenido un crecimiento muy importante en el país y además exporta servicios al exterior. Todavía la industria del software puede crecer mucho si se la apoya y, en particular, se invierte en la formación de profesionales y en medidas que refuercen su permanencia en el país.

No parece, además, que este traspaso del ministerio pueda significar un ahorro significativo para el presupuesto nacional, y sí puede traer complicaciones burocráticas para las actividades que se sigan desarrollando.

Teresa Krick. Investigadora CONICET. Profesora Facultad de Ciencias Exactas y Naturales UBA.

Teresa Krick. Foto: Exactas Comunicación.

Teresa Krick. Foto: Exactas Comunicación.

Siempre me sentí muy orgullosa por haberme formado en la universidad pública y por hacer matemática en Argentina. ¡Ciencia internacional hecha en Argentina! Qué alegría cuando en el 2007 se creó el Ministerio de Ciencia. Colocábamos finalmente a la ciencia argentina en el lugar que se merece a nivel nacional, y también como interlocutora a nivel mundial. Todos sabemos que el bienestar de un país está en relación directa con su desarrollo en ciencia y tecnología. Destruir el Ministerio nos vuelve a decir a todos y al mundo que nuestro destino es otro, no el bienestar sino la esclavitud. Hoy la ciencia argentina y el país están de luto. ¡Que dolor!

Carolina Vera, investigadora CONICET. Profesora Facultad de Ciencias Exactas y Naturales UBA.

Carolina Vera. Foto: Exactas Comunicación.

Ante la creación hace unos años del Ministerio de Ciencia fuimos aplaudidos por el mundo. Como ocurre en los países desarrollados, esto significaba que nuestro país apostaba a su desarrollo a través de la generación de conocimiento. La creación se vio acompañada por una fuerte inversión en el sector y por el inicio de la vinculación del sector científico con el de políticas públicas y el sector productivo, proceso que requiere años para su consolidación. Hoy, la degradación del Ministerio a secretaria, acompañado con un fuerte ajuste, da una lamentable muestra de un desprecio generalizado por la ciencia y sus actores por parte del gobierno nacional. Duele que años de inversión se tronchen de un día para el otro. Duele que sean los países que reciban los científicos que migren, los que después de todo se beneficien de su formación. Duele, que el conocimiento científico, no se utilice en cambio para apuntalar el desarrollo de nuestro propio país. Duele perder la oportunidad de lograr un desarrollo sustentable de nuestro país, que necesita de la ciencia para lograr un balance entre lo social, ambiental y económico. Duele ver destruir en tan poco tiempo lo que llevó años de inversión y construcción.

Guillermo Durán, director del Instituto del Cálculo (UBA-CONICET). Profesor del Departamento de Matemática de Exactas UBA.

El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva fue creado por la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner al asumir su primer mandato en diciembre de 2007. Esta iniciativa siguió a una similar tomada por Brasil en los ’80 y sirvió como ejemplo a otros países de la región como Chile, que se nutrieron de nuestra experiencia para generar una propuesta de creación de su propio ministerio del área.

El mensaje de jerarquización de la ciencia y la tecnología que se dio la década pasada promoviendo estas áreas y llevándolas a la categoría de Ministerio, sumado a poner al frente del mismo a un reconocido científico que venía de presidir la ANPCyT, fue recibido con entusiasmo por la mayor parte de la comunidad científica.

Guillermo Durán. Foto: Exactas Comunicación.

El contexto era muy positivo: mejora notable en los salarios reales de investigadores y profesores universitarios; ingresos a las carreras de CONICET en constante crecimiento, llegando a 1.000 en 2014 y 2015; apoyo gubernamental a diversos proyectos de ciencia y tecnología, como por ejemplo el ambicioso programa satelital; retorno en una década de alrededor de 1.200 investigadores, que después de mucho tiempo volvían a tener la esperanza de hacer ciencia de primer nivel en la Argentina, eran hechos que mostraban que la ciencia y la tecnología eran prioridad para el gobierno nacional. Algunos pensábamos que ese punto de partida iniciado en 2003 podía permitir establecer a las políticas de ciencia y tecnología como políticas de Estado en la Argentina. La propuesta del gobierno recién asumido en diciembre de 2015 de mantener al mismo ministro que había ejecutado las políticas de transformación del 2007 al 2015 podía verse como una señal en esa dirección.

En poco tiempo nos dimos cuenta de que la señal de una posible continuidad de las políticas era totalmente ficticia: la ciencia era considerada un bien suntuoso de nulo interés para el gobierno nacional. Caída abrupta de los salarios del sector (que acompañó a lo que le ha sucedido al conjunto de los trabajadores de la Argentina); disminución brusca de ingresos a la carrera de investigador y becas; desfinanciamiento de institutos de investigación; desmantelamiento de proyectos de CyT en distintos organismos, han sido las medidas concretas que se tomaron en estos dos años e hicieron retroceder al sector 15 ó 20 años.

En este marco, la desaparición del Ministerio de Ciencia y Tecnología es un paso más en la misma dirección, un nuevo y claro retroceso, terrible pero coherente con las políticas implementadas. Un gobierno al que no le importa la ciencia, la cultura o la salud pública, ¿para qué habría de tener ministerios que jerarquicen estas áreas? El daño realizado es muy alto y costará mucho tiempo, recursos y dedicación repararlo. Por el bien de la Argentina, ojalá no sea ya muy tarde.

 

TESTIMONIOS DE INVESTIGADORES E INVESTIGADORAS DURANTE EL ABRAZO AL MINISTERIO