La costa se juega su partido
La acción del hombre sobre los distintos tipos de costas las ha modificado, impactando sobre su ambiente natural. La urbanización es la principal responsable de la pérdida de dunas costeras y del deterioro de numerosas playas. Silvia Marcomini y Rubén López, junto a su equipo de investigadores se dedican a estudiar estas costas y a proponer distintos recursos de mitigación.
“Desurbanizá tu vida” anuncia la propaganda de Colony Park, emprendimiento inmobiliario autodefinido como una isla privada. Sin embargo, lo que se presenta como una invitación a alejarse de la gran ciudad, implica –justamente– urbanizar una zona del Delta y avanzar sobre el ambiente costero con criterios más comerciales que respetuosos de la naturaleza. Algo similar ocurrió en Villa Gesell, con el emprendimiento Mandalay, un condominio que ocuparía 400 metros de playa y que estuvo a punto de terminar con las escasas dunas costeras que quedan en la zona norte de Gesell. Ambos proyectos fueron suspendidos por orden judicial.
Pero, para comprender cuál es el efecto de la urbanización de las costas, primero hay que comprender cuál es su dinámica natural. A eso, justamente, se dedican Silvia Marcomini y Rubén López.
“Lo primero que hacemos son relevamientos geomorfológicos basados en la interpretación de fotografías aéreas”, explica Marcomini. “Hacemos geomorfología evolutiva; estudiando períodos recientes. Analizamos cómo fue evolucionando el paisaje en los últimos 100 años, usando desde los registros fotográficos antiguos hasta las imágenes satelitales actuales. Con ellos vemos cómo se fue modificando el paisaje por los procesos geomorfológicos naturales y cuál fue el impacto que ejerció el hombre”, agrega.
El equipo lleva relevada casi toda la costa de la provincia de Buenos Aires. “Lo primero que analizamos es la dinámica natural en el sistema”, dicen. En la costa de la provincia, conviven las dunas del litoral atlántico; acantilados como los de Mar del Plata, el estuario sobre el que está la ciudad de Buenos Aires, y costas como la del delta del Paraná. “Cada costa sufre un impacto antrópico diferente. Nosotros vemos cómo sería la evolución natural de las costas, cuáles son los parámetros ambientales que alteró la urbanización y qué habría que hacer para generar un equilibrio o una mitigación de los efectos”, detalla Marcomini. Por su parte, López completa: “Con nuestro trabajo académico le damos a la población y a los administradores de los municipios las herramientas para mitigar la problemática. Si después lo aplican o no, ya está fuera de nuestro alcance. Pero todo el trabajo que sale de este grupo de investigación tiene como objetivo dar un remedio para revertir la situación de deterioro de la costa”.
Con esta premisa, los investigadores realizaron asesoramiento a las comunidades del Delta para evaluar el impacto ambiental de los mega emprendimientos que están ocupando el frente deltaico. También han trabajado en varias localidades costeras de la provincia de Buenos Aires.
“En una costa como la de Villa Gesell, por ejemplo, los impactos más importantes producidos por la urbanización fueron, fundamentalmente, provocados por la extracción de arena que hubo desde la década del 60, cuando empezó el gran boom de construcción de estas localidades. También han tenido impacto la construcción de muelles, las calles que drenan el agua hacia el mar, la forestación que interrumpe el aporte de arena hacia la playa, etc. La arena de las barreras medanosas que conformaban estas costas, que era la que alimentaba parcialmente la playa, ya no está. Si sumamos todas las alteraciones, llegamos a la conclusión de que la playa año tras año va teniendo menos arena, ya que perdió la capacidad de alimentarse. Así empieza el fenómeno erosivo”, explica la investigadora.
Los investigadores sugieren, como tarea de remediación, que no se siga construyendo sobre la duna costera, y se mantenga siempre un retiro de unos 150 metros para conservar ese sistema de dunas. También recomiendan regenerar la duna armando barreras eólicas, algo así como cercos con ramas o membranas, que retienen la arena. En el Municipio de la Costa, donde López trabajaba, se implementaron barreras diseñadas “con una vieja técnica que se usaba para hacer corrales para animales”, relata. “Habíamos visto cómo se trabajaba en otros países e hicimos un trabajo similar. Construimos este tipo de barreras y estudiamos cuáles eran más eficientes. Nos dieron muy buenos resultados en Costa del Este, Santa Teresita, San Bernardo, Mar del Tuyú, las Toninas y San Clemente del Tuyú. También estudiamos qué tipos de obras se pueden hacer para que el agua de los pluviales no se vaya al mar, arrastrando arena. Trajimos arena desde adentro del continente para ponerla en la playa y ver qué respuesta daba. Hemos trabajado muchísimo y lo hemos ensayado en la realidad, no sólo en el papel”, sostiene López quien resalta que “aunque el proceso de erosión nunca es del todo reversible, la remediación y mitigación son importantes”.
En la mayoría de los casos, es la población la que resulta más permeable a la información aportada por los científicos. “Después de muchos años de haber ido a trabajar a lugares como Gesell, la gente tomó conciencia de que debe proteger la duna costera a ultranza y pelear para que no se degrade el ambiente. Con el tiempo, las cosas empiezan a cambiar, aunque no es un cambio inmediato. La educación de la población es una herramienta fundamental”, afirma Marcomini.
El ambiente costero de la provincia de Buenos Aires está jugando un partido por su supervivencia. Sería bueno no perderlo.
Grupo de Geología y Geomorfología de Costas
(Departamento de Geología)
Oficina 11B, entrepiso del primer piso, Pabellón 2, 4576-3300 interno 318
Dirección: Silvia Marcomini y Rubén López
Integrantes: Ayelen Spinoglio
Tesistas de doctorado: Lic. Agustín Quesada
Tesistas de grado: Paula Bunicontro, Laura San Martín, Nadia Yang, Marisol Suarez Cruz, Bárbara Blanco.