COVID-19

Peligro en aerosol

El químico español José Luis Jiménez viene insistiendo en que la transmisión de COVID-19 está dominada por las pequeñas partículas que se expulsan al estornudar o hablar y flotan por un tiempo en aire, llamadas aerosoles. Jiménez, profesor de la Universidad de Colorado, critica a la OMS por minimizar la importancia que tiene esta vía de contagio y propone algunas alternativas para que las personas se protejan.

22 Oct 2020 POR
“Sabemos que esta enfermedad se puede transmitir por tocar una superficie contaminada y luego llevarnos la mano al ojo. Sin embargo, esto es poco importante. La mayoría de los contagios van por el aire”, sostiene el científico español.

“Sabemos que esta enfermedad se puede transmitir por tocar una superficie contaminada y luego llevarnos la mano al ojo. Sin embargo, esto es poco importante. La mayoría de los contagios van por el aire”, sostiene el científico español. Foto: James Gathany – CDC.

“Ahora piensas que si llevas la mascarilla, mantienes la distancia y te lavas las manos, ya estás seguro. Esto es totalmente falso. Hay que hacer más cosas”, advierte José Luis Jiménez, profesor en la Universidad de Colorado, en Estados Unidos, quien destaca la importancia de los aerosoles en la transmisión de COVID-19 y cuestiona cierta reticencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a subrayar esta vía de contagio. Cómo protegernos en tiempos de pandemia fue también tema de un encuentro virtual organizado por el Instituto de Ciencias de la Computación (UBA-CONICET) y el Instituto de Cálculo (UBA-CONICET), ambos con sede en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

Desde marzo de este año, Jiménez trabaja, junto con un grupo de científicos internacionales, en marcar en distintos foros que la vía dominante de propagación del virus SARS-CoV-2 es por aerosoles. “Sabemos que esta enfermedad se puede transmitir por tocar una superficie (contaminada) y luego llevarnos la mano al ojo. Sin embargo, esto es poco importante. Ya todo el mundo está de acuerdo en que así ocurren el diez o veinte por ciento de los casos. La mayoría de los contagios van por el aire de una o de dos maneras”, indica.

Uno de los modos posibles son las gotas balísticas, partículas de gran tamaño que al hablar o toser, salen de una persona contagiada y van a parar al ojo, a la nariz, o a la boca de otra persona. Y así, pueden infectar. “Por el vuelo, las llamamos como el juego: Angry birds. Son como un proyectil”, describe. La otra manera, que a su criterio es clave, son los aerosoles, que también son expulsados al estornudar o conversar, pero, por ser más pequeños, permanecen suspendidos en el aire y pueden infectar al ser inhalados por otra persona. “Como el humo del cigarrillo, quedan flotando en el aire por un cierto tiempo”, compara Jiménez, quien se especializa en química atmosférica, espectrometría de masas de aerosoles y desarrollo de instrumentos avanzados.

Si bien ambas vías de contagio son aéreas, la posibilidad de contagiarse por una u otra muestran panoramas distintos. “Si uno mira las publicaciones, por cada mil aerosoles, hay una gota”, cuantifica y agrega: “Estas poquitas gotas salen como un misil con muy pocas oportunidades de dar a alguien en el ojo, en las fosas nasales, o en la boca. Si dan en otro sitio, no infectan. Sin embargo, los aerosoles, que hay mil veces más, salen y se quedan flotando. Tenemos muchas oportunidades de respirarlos. Entonces, lo que se ve de los análisis que se han hecho, es que la probabilidad de que alguien se infecte por aerosoles es abrumadoramente más grande”.

Coro de supercontagios

José Luis Jiménez.

Entre la evidencia reunida sobre la transmisión de COVID-19 por aerosoles, Jiménez trae el famoso caso de superpropagación del coro de Skagit en Estados Unidos, que el experto estudió a fondo. Como un ensayo más, pero respetando la distancia por la pandemia, el grupo vocal se juntó, sin saber que uno de ellos estaba enfermo y con pocos síntomas. “Luego de cantar dos horas y media, 52 de las 60 personas se infectaron. Inclusive gente que estaba trece metros por detrás de la persona infectada cuando estaban cantando”, describe.

Tras entrevistar a cada uno de los coreutas, Jiménez y el equipo, casi como detectives policiales, reconstruyeron la situación. “La persona enferma no había tocado ningún objeto que hubieran tocado las demás. Lo único es que fue al baño, pero solo lo usaron otras tres personas. Parece imposible que se hubieran podido contagiar por objetos. En cuanto a las gotas, para transmitirlas hay que hablar o toser. Pero esta persona no tosió y no habló con nadie”, indicó. Pero el coro estaba en una habitación donde se había parado la ventilación. Las pequeñas partículas expulsadas por la persona infectada flotaban en el aire sin posibilidad de escape o de renovación. Se iban acumulando más y más, estancándose con el paso del tiempo y con el peligro de contagio. Además, cantaron sin mascarillas. “Al cantar, se sabe que salen más aerosoles al aire que si se estuviera hablando intermitentemente”, puntualiza.

El caso del coro suprepropagador es “un ejemplo claro -dice- de que el virus se puede transmitir por esta vía eficientemente si las condiciones son adecuadas”. Y se suman más demostraciones. «Otra prueba fuerte -agrega- es que se contagia más en interiores que en exteriores. Si la mayoría del contagio fuera por las gotas, no importaría si se está adentro o afuera, a menos que haya mucho viento».

A pesar de las evidencias sobre el papel de los aerosoles a la hora de propagar el nuevo coronavirus, Jiménez apunta a la OMS por no considerarlos aún como la vía dominante de contagio. En sus informes, este organismo internacional “dice que la transmisión por gotas puede ocurrir, pero cuando se refiere a los aerosoles, usa un lenguaje mucho más incierto,” observa. A su criterio, la reticencia tiene una larga historia detrás. “Son casi 110 años de decir que es casi imposible que se transmitan las enfermedades por los aerosoles”, señala con la expectativa de que esto se modifique en el futuro.

Al aire libre, mejor

A la hora de tomar medidas, Jiménez precisa: “Lo único que es casi totalmente seguro es estar al aire libre, con mascarillas y con distancia. Ahí, es muy difícil contagiarse. Pero, si se está en el exterior, sin mascarilla y sin distancia, hay bastantes casos de contagio”. Por otro lado, el científico indica recaudos a tomar, en caso de permanecer dentro de los ambientes. “Hay que evitar o reducir el tiempo en lugares interiores, sobre todo si hay mucha gente y poca ventilación. Se debe mantener la distancia, evitar los sitios con gente sin mascarilla y que alguien que no lleva mascarilla te hable. Los sitios más peligrosos son aquellos en los que hay gente hablando y, sobre todo, si está gritando o cantando”.

Volviendo al caso del coro, si se adoptan medidas conjuntas el panorama podría resultar más alentador a la hora de ensayar en un modelo simulado. “Si mejoramos la ventilación, colocamos filtros, usamos mascarillas y acortamos la duración del encuentro, de esas 50 personas probablemente se hubieran infectado cinco. Lo que funciona mejor, es que el coro ensaye al aire libre. En ese caso, a lo mejor, no se contagia nadie. La idea es que en el interior debemos llevar capas de protección. En un coche no basta con solo colocarse el cinturón, también se debe tener bien los frenos, airbags, etcétera. Es la suma de las medidas lo que lo hace más o menos seguro”, concluye.