Programar un mundo mejor
Carolina Hadad estudió computación en Exactas UBA. A poco de comenzar su carrera, ingresó en una organización que desarrolla aplicaciones para mejorar la vida de sectores vulnerables en todo el mundo. Actualmente, es una de las impulsoras de “Chicas en Tecnología” un colectivo que promueve un mayor acercamiento entre mujeres jóvenes y el ámbito de la informática. En esta entrevista, nos cuenta por qué desechó el estereotipo de programador exitoso para dedicarse a su verdadera vocación: la “programación con impacto social”.
– ¿Por qué elegiste estudiar computación?
– Yo fui a un bachiller. Llegué a quinto año y, la verdad, no tenía idea de qué seguir. Fui a orientación vocacional y ahí me puse a averiguar sobre computación y empecé a ver a estas carreras como una alternativa posible. Hablé con conocidos que me explicaron más acerca de lo que se trataba esto de la programación. Lo que más me llamó la atención fue que a través de la informática y la programación se podía influir en todo tipo de disciplinas. Lo veía y lo sigo viendo como algo transversal. Eso fue lo que me gustó y por eso decidí meterme en computación.
– Una vez que llegás a Exactas, ¿qué idea tenías acerca de tu futuro laboral?
– Yo lo único que siempre tuve claro es que quería trabajar mientras estudiaba. Una vez me quedé hablando con uno de los ayudantes de Algoritmos 1 y me contó que trabajaba en una consultora en la que resolvían problemáticas humanitarias a partir de programas. A mí siempre me gustó cambiar la sociedad en la que vivimos y también me gustaba la tecnología, así que el lugar era genial. Me dijo que estaban buscando alguien junior, que quisiera aprender. Apliqué, me entrevistaron y quedé. Trabajé allí 6 años, tuve la posibilidad de viajar a un montón de lados y hacer aplicaciones concretas con impacto social que se usan en todo el mundo. La verdad es que me encantó.
– ¿Podés describir algún ejemplo de estos desarrollos tecnológicos que mejoraron la vida de sectores vulnerables?
– En Manas-InSTEDD hacíamos aplicaciones libres, gratuitas, de código abierto bajo la premisa de que queden disponibles para que las comunidades las tomen como propias y las usen para resolver las problemáticas que les interesen. Un ejemplo de lo que hicimos es un sistema que, sin necesidad de saber programar, te permite desarrollar aplicaciones totalmente operadas por llamadas telefónicas o SMS. Esto es porque en zonas como el sudeste asiático o África no hay tanto acceso a Internet pero, en cambio, los teléfonos celulares simples, para llamadas y SMS, están súper extendidos. Y, además, la telefonía es muy barata. Entonces, por ejemplo, esta app fue utilizada por una organización que trabaja en el cuidado materno infantil en Kenia. Ellos desarrollaron una sistema muy simple por el cual, a partir de un llamado telefónico y una encuesta, que se responde apretando las teclas del celular, podían detectar tempranamente si tenía algún problema de salud la mamá o el bebé y entonces sugerirle a mamá que se traslade hasta un centro de salud para evitar que la situación se agrave. Este mismo sistema también fue usado en Camboya por otras organizaciones que se encargan de luchar contra el trabajo esclavo en fábricas textiles. Es decir, nosotros no hacíamos la app específica para las personas sino que les dábamos la herramienta para que ellos la construyeran.
– Contame más acerca de la «programación con impacto social» porque me parece que es una posibilidad no demasiado conocida como alternativa por quienes estudian carreras relacionadas con la informática.
– Es verdad. Está claro que una persona no puede querer ser algo que no conoce. Los modelos de personas exitosas en tecnología son siempre hombres blancos, clase media alta, que trabajan en empresas y se han hecho ricos. Y eso, a «la Caro» de los 17 años, no le interesaba para nada. Si te gusta eso está genial, pero también hay otras opciones que es necesario hacer visibles porque pueden ser inspiradoras, sobre todo para los más chicos. Yo veo a la tecnología como una herramienta para resolver problemas y lo más interesante es la elección de qué problemas vas a resolver. Otro inconveniente es la falta de diversidad en tecnología, entendida como la falta de perspectivas en la mesa donde se define cómo va a ser una pieza de software, lo que provoca que las soluciones que se generan no sean óptimas. Hay un montón de ejemplos: el primer airbag que se hizo estaba adaptado solamente a la contextura masculina; los buscadores de fotos de Google, inicialmente, cuando vos buscabas la palabra «persona» detectaba como tales sólo personas de piel blanca y no a las de piel negra. Eso no hubiera pasado si el programador lo hubiera testeado con fotos de personas con tez negra. Si una chica hubiera estado en el desarrollo de los airbag, obviamente se hubiera dado cuenta del error. Por otro lado, y aún más grave, es que hay problemas que sufren estos grupos que nunca se ponen sobre la mesa para resolverlos, porque no hay quien los ponga.
– ¿Cómo surge «Chicas en Tecnología»?
– Mientras estaba en inSTEDD hice una pasantía de tres meses en Google. Era una convocatoria para mujeres latinoamericanas. Viajé a Estados Unidos y fue la primera vez que en el equipo de programación éramos todas mujeres. Ahí me di cuenta de que yo siempre fui una de las únicas o la única mujer en la clase o en los equipos de trabajo en tecnología. ¿Por qué ocurre esto? No es que las mujeres no estemos genéticamente preparadas para la tecnología, es que no la tenemos como opción. Entonces, sentí que tenía que hacer algo para cambiar esta situación. En marzo de 2015 armé, junto con otras cuatro chicas, un grupo que se llama «Chicas en Tecnología» para tratar de que más mujeres tengan a la tecnología como una opción de estudio o de trabajo. Claro que se trata de un problema muy complejo que puede tener múltiples abordajes. Entonces, ¿qué podíamos hacer nosotras, cinco voluntarias con recursos limitados, para colaborar en la solución de este problema? Decidimos organizar un programa intensivo para chicas de 13 a 16 años que se llama «Programando un mundo mejor», en el cual, las chicas trabajan en equipos de tres, junto con un mentor o mentora, durante cuatro días. Primero identifican un problema que sea importante para ellas y después desarrollan una aplicación para celulares que ayude a resolverlo. Las app que hacen las chicas están buenísimas, te vuelan la cabeza. Y están relacionadas con problemas muy de ellas como el bullying escolar o el acoso callejero.
– Si alguien quisiera participar de este programa, ¿qué es lo que tiene que hacer?
– Si una adolescente quiere participar, puede ir a la página http://www.chicasentecnologia.org. Allí van a la solapa «Programando un mundo mejor», se pueden inscribir y las tendremos en cuenta para las próximas convocatorias. Hasta ahora hicimos tres programas y en noviembre vamos a realizar uno más en las oficinas de Google. Éste ya está totalmente cubierto. El próximo probablemente sea en abril de 2017 y tenemos pensado, si conseguimos los apoyos necesarios, hacer varios programas en paralelo en diferentes espacios de la Ciudad. Quienes quieran ser mentores también pueden aplicar con el formulario «involucrate» en nuestra página web.
– ¿Qué le dirías a un chico que está en los inicios de la carrera, que le gusta programar pero no está seguro de que el modelo de programador exitoso sea el que le interesa?
– Le diría que no tiene por qué quedarse con ese modelo, que computación es un mundo amplísimo que puede aplicarse a lo que se le ocurra que le pueda interesar, desde medicina pasando por el mundo legal y hasta arte. Lo que tiene que hacer es encontrar esas opciones y para encontrarlas, lo que a mí me funcionó y me funciona es hacer redes, sumarte a cosas que están ocurriendo. Y si no encuentra un grupo porque le interesa una tecnología en particular, que lo arme. Y va a ver que la gente se empieza a sumar y que va a poder trabajar diferentes cosas en comunidad y van a empezar a surgir proyectos. Por supuesto que, además, hay posibilidades de dedicarse a eso profesionalmente. Y si no, hay que construirla, hay que crear lo que creamos que falte. Y visibilizar las cosas. Eso también es importante, si conocemos algo, compartámoslo con la comunidad porque de esa forma nos beneficiamos todos.