Verde glifosato
Un reciente estudio argentino demuestra que la biodegradación del glifosato en los cuerpos de agua dulce, algo que podría considerarse positivo, genera altos niveles de toxicidad y modifica completamente el ecosistema. Los resultados se basan en distintos experimentos y suman evidencias en contra del polémico pesticida.
El glifosato es uno de los herbicidas más utilizados y estudiados en Argentina y el mundo. Es no selectivo porque se usa para eliminar innumerables plantas que amenazan la cosecha, las temidas malezas. Su uso es una parte esencial de la agroindustria, particularmente del cultivo de soja y, si bien es biodegradable y catalogado como de vida media corta en suelo y agua, tiene en su haber más de un cuestionamiento.
“En el caso del glifosato, el objetivo del trabajo es desmitificar que si un pesticida es biodegradable, eso lo transforma directamente en algo amigable con el ambiente y la salud”, comenta Haydée Pizarro, investigadora del Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires (IEGEBA, UBA-CONICET) y autora del trabajo publicado en la revista Environmental Sciences Europe junto a Verónica Laura Lozano.
Para Pizarro, la salud debe entenderse en sentido amplio, abarcando tanto al ambiente como a las personas. Como bióloga especializada en limnología, la ecología del agua dulce, sus investigaciones con el glifosato parten de un punto de vista ecológico, principalmente en el medio acuático. “En este trabajo volcamos más de quince años de experiencia con resultados concretos”, comenta.
El objetivo del trabajo es desmitificar que si un pesticida es biodegradable, eso lo transforma directamente en algo amigable con el ambiente y la salud.
Esos resultados responden a diferentes experimentos, tanto en laboratorio como a cielo abierto en piletones que simulan un ecosistema natural. Lo observado les permite afirmar que la biodegradación del pesticida, que se da a través de organismos vivos, redunda en el deterioro completo de los sistemas acuáticos de agua dulce.
“El glifosato tiene una unión de carbono y fósforo llamada fosfonato. Cuando llega al agua hay microorganismos, como algunas cianobacterias, que lo degradan rompiendo la unión fosfonato y liberando el fósforo que usan en su propio beneficio. El aumento de esas poblaciones genera una cascada de cambios que modifica negativamente todo el ecosistema”, afirma.
Si bien su trabajo muestra lo que ocurre en una matriz acuática, la científica explica que lo mismo puede postularse para el suelo o cualquier otra matriz, con sus respectivas consecuencias.
Caldo de cultivo
Según Pizarro, cuando el glifosato fue lanzado en la década del setenta generó toda una revolución, porque al ser biodegradable y con una persistencia en el ambiente media baja, se lo consideró algo muy bueno. No obstante, ¿qué pasa con lo que queda en el suelo o llega al agua? ¿Es tan inocuo? Con esas preguntas en mente se lanzaron a observar qué ocurre y los hallazgos sorprendieron a los propios investigadores.
“Trabajamos junto a colegas en grandes mesocosmos al aire libre, son piletas en las que hicimos experimentos manipulativos”, relata. Y resume los resultados: “Mostramos que, a escala ecosistémica, el glifosato genera una transformación hacia sistemas más turbios, con menos biodiversidad y con la potencialidad de llegar a estados eutróficos, es decir, con muchos nutrientes sin la capacidad de degradarlos, lo que hace que se acumulen, que baje el oxígeno y que proliferen ciertas especies, como algunas cianobacterias que pueden formar floraciones tóxicas”.
Al inocular el glifosato en el primer experimento detectaron que crecían unas picocianobacterias, tanto que terminaron enturbiando completamente el agua.
La bióloga, que además es profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, detalla que el primero de los experimentos fue en piletas grandes de casi veinticinco metros cúbicos, junto a Horacio Zagarese, del Instituto Tecnológico de Chascomús (INTECH). Fue allí que, luego de un año de haber inoculado a algunos de esos piletones con glifosato, se encontraron con una situación inesperada.
“Fuimos para hacer otro experimento y vimos que los tanques sin inocular, usados como controles, permanecían transparentes aún con algunas plantas crecidas. En cambio, los tanques inoculados se habían enturbiado y el agua estaba verde. ¿Qué había ocurrido? Al inocular el glifosato en el primer experimento detectamos que crecían unas picocianobacterias, muy pequeñas, que usan el fósforo para su propio metabolismo. Crecieron tanto que terminaron enturbiando completamente el agua. Sin haberlo propuesto, pudimos observar esa transformación producto de la biodegradación del glifosato describiendo el efecto a un año de una sola inoculación”, relata la investigadora.
“Esto alerta sobre los mecanismos de clasificación de los pesticidas en general, porque no se hacen este tipo de estudios, sino que se basan en análisis con cultivos monoespecíficos y no cuentan con aproximaciones ecosistémicas”, reflexiona Pizarro mientras aclara que, en el mundo, se utilizan más de trescientos mil distintos pesticidas. Por eso, el trabajo busca evidenciar y problematizar la caracterización de la toxicidad y las consecuencias ambientales de estos productos.
“Además, lo que se aplica en el campo es un formulado comercial compuesto por el glifosato como principio activo más los coadyuvantes aditivos”, agrega Pizarro, alertando sobre la magnitud del impacto ambiental: “Argentina es el país que utiliza más glifosato y pesticidas en general por hectárea en el mundo. Y este tipo de formulados se mezclan con otros. Yo utilizo el término ‘agrotóxicos’ porque considero que tienen efectos tóxicos”, asegura.
Dos por uno
El glifosato y la soja transgénica conforman un mismo paquete biotecnológico porque los cultivos modificados genéticamente resisten al potente herbicida. “El glifosato actúa sobre una ruta metabólica que tienen todas las plantas y que termina en la síntesis de tres aminoácidos esenciales para la vida de todos los seres vivos. Los animales no tenemos esa ruta e ingerimos estos aminoácidos a través de la alimentación. El herbicida bloquea tal mecanismo haciendo que la planta muera”, explica.
El glifosato llega al agua y afecta tanto por matar a algunas especies como por favorecer la proliferación de bacterias y microorganismos que lo degradan.
“Los cultivos modificados genéticamente tienen un gen, introducido a partir de una bacteria del suelo, que suple la enzima que sirve para sintetizar estos aminoácidos y es bloqueada por el glifosato, entonces pueden ser bañados por el herbicida sin que les haga nada. El resto, como las malezas que compiten por nutrientes y espacio, mueren. Por eso es un pesticida espectacular que produjo un cambio paradigmático en la agricultura. Estamos hablando de agricultura industrial basada en insumos de petróleo, porque gran cantidad de pesticidas y otros productos que se utilizan son derivados del petróleo”, advierte.
Así, el glifosato llega al agua y afecta tanto por matar a algunas especies como por favorecer la proliferación de bacterias y microorganismos que lo degradan. La investigadora señala que existen cinco grandes fuerzas de origen antropogénico, es decir, por causa de la actividad humana, que están afectando al planeta: fragmentación del hábitat o cambios en el uso del suelo, contaminación, cambio climático, sobreexplotación de especies y especies invasoras. Ninguna actúa por separado. Por eso, junto a Daniel Cataldo, investigador del IEGEBA, estudiaron la relación entre una especie de moluscos invasores y el glifosato.
“Observamos con experimentos tanto en laboratorios como en mesocosmos en la represa de Salto Grande, que ese molusco, que tiene una enorme capacidad de filtración, biodegrada al glifosato. Esa potencia disminuye cuatro veces la vida media del herbicida haciendo que se biodisponga más rápido el fósforo, por ende, proliferan cianobacterias y se deteriora mucho más rápido el sistema”, resume Pizarro.
El carácter tóxico del glifosato no es una novedad. En 2015, la Organización Mundial de la Salud lo clasificó como “probablemente cancerígeno”. En nuestro país ya dos provincias se sumaron a la prohibición: Chaco y Misiones, que lo hará efectivo a partir de 2025.
Pizarro sostiene que no es posible modificar de un día para el otro el sistema de producción, pero sí transicionar hacia un modelo de agricultura de procesos ecológicos o agroecológicos: “Un trabajo de transformación progresiva a diez o quince años, sin incorporar nuevos transgénicos”, propone. Y cierra: “Hace falta un cambio para reparar algo de un ambiente tan deteriorado y garantizar la seguridad alimentaria, porque, además, los alimentos están contaminados y las personas tenemos derecho a tener alimentos en cantidad y calidad suficientes”.