Huellas de antiguos terremotos
Los análisis paleosismológicos contribuyen a la localización de fuentes sísmicas potenciales y al conocimiento de la peligrosidad de terremotos. En el laboratorio de Neotectónica, José María Cortés y su equipo identifican indicios de terremotos prehistóricos para tratar de determinar zonas de riesgo sismológico actual.
Como todos sabemos, los terremotos no pueden predecirse. Ni siquiera con un margen de error aceptable, como el de los pronósticos meteorológicos, podría precisarse cuándo se producirá un temblor en la tierra. Al menos, por ahora.
Hasta la primera mitad del siglo XX, la evaluación del peligro de terremotos se realizaba exclusivamente sobre la base de datos instrumentales provenientes de observatorios sismológicos y de datos del registro histórico. Actualmente, la calidad de dicha evaluación ha mejorado sensiblemente con el aporte de la Geología, mediante información paleosismológica, tal como la que se obtiene en el Laboratorio de Neotectónica que dirige José María Cortés.
“Nuestros proyectos de investigación contribuyen a la localización de fuentes sísmicas potenciales y al conocimiento de la peligrosidad de terremotos. El peligro sísmico alude a la distribución de probabilidades de que en un determinado lugar y en un determinado intervalo de tiempo ocurra un evento sísmico susceptible de generar daño. Nuestra investigación forma parte del programa de peligrosidad y riesgo geológico del Instituto de Geociencias Básicas, Ambientales y Aplicadas (IGEBA)”, explica Cortés.
Las fuerzas tectónicas de distinta naturaleza generadas en el interior del planeta, son responsables de la fragmentación y dinámica de la litósfera terrestre. La neotectónica se ocupa de estas modificaciones durante las etapas más recientes de su evolución, es decir, de hace unos pocos millones de años.
En el grupo de investigación en Neotectónica que dirige Cortés estudian la deformación reciente y actual de la corteza. “Comenzamos por identificar evidencias paleosismológicas (indicios de terremotos prehistóricos) que se han preservado en la superficie del terreno. Estas evidencias son, por ejemplo, distintos tipos de fracturas de la corteza en forma de fallas, grietas y escarpas o flexuras de la superficie y de estratos jóvenes. Los terremotos pueden generar también alteraciones o anomalías en la red hidrográfica y notorias modificaciones en las geoformas y en el paisaje. Sobre la base de la evidencia de actividad tectónica joven de la corteza, ya detectada y cartografiada, es posible determinar patrones de distribución regional de esa deformación activa”, explica el investigador.
El equipo está realizando esas tareas en los Andes Centrales de Argentina, especialmente en la zona de mayor peligro sísmico, en las provincias de San Juan y Mendoza. “Además de la localización espacial de esos eventos es necesario calcular la velocidad de esos procesos de deformación, para lo cual hay que determinar las edades en que ocurrieron. La datación isotópica de los sedimentos, rocas y superficies asociados a terremotos, permite establecer la geocronología de los eventos de deformación”, agrega.
Al pie de la Cordillera Frontal de Mendoza, por ejemplo, los investigadores han identificado fallas cuya actividad sísmica ha generado levantamientos del terreno que impidieron el normal flujo de arroyos, generando en el pasado lagos, por endicamiento de las aguas. “La datación de los sedimentos depositados en estos antiguos lagos ya inexistentes, nos ha permitido datar la actividad sísmica de las fallas causantes del represamiento. Los estudios paleosismológicos permiten estimar también el intervalo de recurrencia y las magnitudes de los sismos generados por una misma falla en el pasado geológico, lo cual es información vital en cualquier programa de prevención sísmica”, sostiene Cortés.
Los estudios neotectónicos permiten comprender dónde y con qué magnitud y estilo se está deformando la superficie terrestre. En qué medida la deformación tectónica de la Precordillera de Cuyo, por ejemplo, modifica el paisaje y está creando, en los últimos miles de años, un nuevo relieve de cordones montañosos y cuencas sedimentarias aún en gestación. “En algunos casos, estos procesos en desarrollo son incipientes y las evidencias de su ocurrencia son en extremo sutiles”, dice Cortés.
Para llevar adelante su trabajo, los especialistas construyen modelos observacionales sustentados en datos de campo obtenidos en áreas de interés. Esta información pertenece a distintos campos del conocimiento geológico como geología estructural, geomorfología tectónica, estratigrafía, geocronología y teledetección. Este enfoque multidisciplinario de la deformación neotectónica los ha conducido a la exploración de la superficie y del subsuelo mediante técnicas de prospección geofísica tales como geoeléctrica, magnetometría, paleomagnetismo y anisotropía de susceptibilidad magnética, en colaboración con el Laboratorio de Paleomagnetismo Daniel A.Valencio (INGEODAV).
“Como en muchos otros campos de las ciencias geológicas, el estudio de los procesos recientes y actuales es una clave para la comprensión de paleoeventos ocurridos hace decenas y cientos de millones de años. Por eso, el estudio de la deformación actual de un cinturón montañoso joven como los Andes nos brinda, a modo de laboratorio natural, herramientas para la comprensión de cadenas más antiguas”, finaliza el geólogo.
Laboratorio de Neotectónica (LANEO) (Instituto de Geociencias Básicas, Aplicadas y Ambientales de Buenos Aires – IGEBA – Departamento de Geología).
Pabellón II, entrepiso, Nro.27. Teléfono: 4788-3439, int. 38.
Dirección: Dr. José María Cortés
Integrantes del grupo y colaboradores: Dra. Carla Terrizzano, Dra. Silvia Japas, Dra. Marcela Gladys Yamín, Lic. María Mercedes Pasini.
Tesistas de doctorado: Analía Casa.
Tesistas de grado: Sebastián García, Roxana Segovia Lazo.