La protagonista es la mandioca
Un equipo de científicas y científicos desarrolló la matriz de una película traslúcida, sobre la base de almidón de mandioca y polímeros, con el objetivo de que sea usada como un envoltorio para alimentos biodegradable y compostable.
“Le sacamos el jugo al almidón de mandioca”, dice sonriendo Lucía Famá, desde el Laboratorio de Polímeros y Materiales Compuestos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Es que ella y un equipo de investigadores e investigadoras desde hace años prueban con este compuesto de un alimento ancestral y lo combinan con otros, con el objetivo de alcanzar envoltorios biodegradables. En este caso, son films como los que se emplean a diario en la cocina, pero con ventajas ecológicas: no contaminan luego de ser usados porque se degradan en poco tiempo y, además, sirven de nutrientes a la hora de colocarlos en tierra.
Todas las miradas están puestas en lograr “un film compostable, para que directamente se deseche y que la tierra haga lo suyo. La idea no es reciclarlo. Si bien son muy convenientes los materiales reciclables, el problema en la Argentina es que existen pocos lugares para hacerlo. Entonces, siempre hay por demás. Nuestro objetivo -subraya- es generar productos que sean biodegradables y compostables para que contribuyan a la tierra”.
Se trata de un producto que luego de ser usado se degrada en poco tiempo y, además, sirve de nutriente al colocarlo en tierra.
Luego de haber trabajado en la cuarentena en el diseño de productos bactericidas y antivirales para ser empleados en los barbijos Atom Protect, parte del grupo científico a principios de este año, retomó el objetivo de conseguir empaques de bajo costo, amigables con el medio ambiente y escalables para pymes industriales. Un fin ambicioso que, en palabras de Famá, acaba de sumar un nuevo logro: “Ahora alcanzamos a desarrollar una mezcla base con mejores propiedades”.
¿De qué se trata? A grandes rasgos, contiene tres ingredientes principales. Uno de ellos, es almidón de mandioca, vegetal adquirido a la cooperativa San Alberto, del noroeste de la Argentina, y dos polímeros, que se venden en forma de polvo o pellets. Se trata de alcohol polivinílico (PVA), y ácido poliláctico (PLA), que “son biodegradables, pero tardan en degradarse”.
Cuando se les coloca el almidón se acelera el proceso de degradación, que por sí solo sería más lento. En vez de demorar 180 días, el plazo se acorta a un mes”, destaca. Pero esta no es la única ventaja que aporta. “El almidón le otorga también menor costo, porque es más barato que los otros dos”, agrega Famá, investigadora del IFIBA (UBA – CONICET).
Cada parte potencia a la otra
Si bien el almidón de mandioca ofrece ventajas, también muestra algunas deficiencias que venían afectando los productos o films anteriormente obtenidos. “Es que -compara- tienen algunas características poco competitivas en relación con los plásticos sintéticos o los que actualmente se usan para empaque”. ¿Qué podrían aportar estos polímeros para contrarrestar estos defectos? Sin duda, la clave era alcanzar una buena combinación. Es decir, que cada parte potencie lo mejor de la otra y minimice sus debilidades. En esta búsqueda por llegar a este difícil resultado, el grupo de trabajo observó que PVA y PLA mejoraban las propiedades del almidón, que suele absorber fácilmente el agua y quebrarse. “Estos polímeros le otorgan mayor resistencia. Si se mojara el film, no se desarmaría tan rápido”, ejemplifica.
El grupo observó que agregando dos polímeros mejoraban las propiedades del almidón, que suele absorber fácilmente el agua y quebrarse.
Otra de las virtudes de estos pellets, es que “otorgan firmeza al envoltorio, pero manteniendo una buena elasticidad, como la que requiere un material de envase que adopta la forma de film”, describe. Se trata de una película que es traslúcida que mantiene entre un 70 y 80% de luminosidad, lo cual le da un aspecto un poco más opaco respecto del film que tradicionalmente es usado en supermercados o a nivel hogareño para guardar comestibles.
“Esta mezcla base mostró mejores propiedades. Ahora, a esta matriz le estamos agregando distintos extractos con los que, en algunos casos, ya hemos trabajado, como yerba mate, albahaca y té negro. La idea es probar si con alguno de estos agregados, se logra retrasar la oxidación del producto envasado, y avisar si la comida se deterioró”, anticipa.
Una fábrica en el laboratorio
En el Pabellón 1 de la porteña Ciudad Universitaria, funciona una pequeña fábrica, donde se lleva a cabo la producción de estos films. Una máquina extrusora mezcla el almidón de mandioca y lo convierte en cordones, que luego sumarán los pellets para convertirse en un envoltorio de película. “En un día de trabajo podemos elaborar 3.300 bolsitas de sachet de 10 por 15 centímetros. Es una producción para lograr un prototipo de film. Nuestra idea es que sea escalable a la industria y que se pueda adaptar a las instalaciones con las que en general cuentan”, define.
Ya han logrado distintas experiencias con el ámbito privado, como ocurrió en la cuarentena con los barbijos. “Hoy, hay muchas pymes que están haciendo cosas con material biodegradable, y se contactan para ver qué podemos sugerirles”, señala y, a renglón seguido, concluye: “Bienvenidos o bienvenidas a pymes u otra clase de industria que les interese acercarse”.