Desaparecen miles de especies por año

Crónica de una catástrofe anunciada

El planeta se encuentra atravesando un nuevo período de extinción masiva. Sin embargo, en esta oportunidad, a diferencia de los episodios anteriores, una especie es la responsable de esta situación: el Homo sapiens. ¿Podrá la humanidad sobrevivir al proceso de destrucción que ella misma genera?

15 Ago 2012 POR

 

Pelicano empetrolado en el estado de Louisiana, EEUU. Foto: NASA

– “Me di cuenta, cuando traté de clasificar su especie, de que los humanos no son realmente mamíferos. Todos los mamíferos en este planeta se desarrollan en equilibrio con el ambiente que los rodea, pero los humanos no. Llegan a un lugar y se multiplican hasta consumir todos los recursos naturales. Su única manera de sobrevivir es trasladándose a otra zona. Sólo hay otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón: los virus”. (Del  film  Matrix)

Unos 3.500 millones de años atrás, en medio de un planeta convulsionado, una molécula compleja adquiría la capacidad de autorreproducirse y de originar descendencia con cambios. De esta forma comenzaba la historia de la diversidad biológica.

A partir de ese momento, surgieron, se desarrollaron, alcanzaron su apogeo y desaparecieron, millones y millones de especies, como parte del proceso natural de la evolución. Hasta que muy recientemente, unos quinientos mil años atrás, apareció el ser humano.

A comienzos del siglo XXI la diversidad biológica atraviesa uno de los períodos más críticos en la historia como consecuencia de las actividades humanas. El hombre, en su avasallante dominio de la Tierra amenaza la existencia de la mayoría de las especies y también la suya propia. El empobrecimiento de la biodiversidad avanza a tal velocidad que sin dudas constituye una crisis planetaria de consecuencias impredecibles.

Viva la diferencia

Para empezar a entender la enorme preocupación que expresan los expertos ante la acelerada pérdida de biodiversidad, el primer paso es conocer con claridad a qué hace referencia ese concepto. “La biodiversidad se puede definir como la variedad y variabilidad de todos los seres vivos. Podemos observarla en diferentes niveles: el de los genes, el de las especies y el de los ecosistemas. Pero yo diría que la biodiversidad es la vida, que nos incluye a nosotros. Somos parte de la biodiversidad y dependemos de la biodiversidad”, explica Jorge Crisci, doctor en Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata e investigador superior del Conicet.

“Yo lo igualaría a naturaleza, porque en realidad la naturaleza está compuesta por los seres vivos en su ambiente. La palabra biodiversidad parece abstraer los seres vivos del ambiente físico en el que se desarrollan, pero yo creo que se trata de una unidad”, añade Gabriel Bernardello, doctor en Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Córdoba e investigador principal del Conicet.  Y destaca: “Preservar la biodiversidad per se es imposible si no se conserva el ambiente en el cual viven los seres”.

Resulta difícil exagerar la importancia que la biodiversidad tiene en la vida diaria de todos los seres humanos. Baste señalar que básicamente todos nosotros comemos biodiversidad, nos abrigamos con biodiversidad, nos curamos con biodiversidad, nos albergamos en la biodiversidad, obtenemos la energía de la biodiversidad y muchas cosas más.

Pero su valor no radica solamente en su utilidad como materias primas clave para la sociedad, sino que, además, las especies animales y vegetales juegan un papel fundamental en el funcionamiento de los ecosistemas: protegen los suelos, regulan los ciclos hídricos, funcionan como controles biológicos de plagas y polinizadores de plantas útiles y tienen una influencia fundamental en la determinación de las características climáticas.

Algunos especialistas han realizado el ejercicio de intentar asignar un valor económico al aporte que la diversidad biológica hace a la sociedad humana. Si bien los cálculos difieren en sus montos, aun los más prudentes lo sitúan en varias decenas de miles de millones de dólares anuales. Pero las razones para salvar la biodiversidad no se agotan en motivaciones económicas o utilitarias.

“El hombre tiene un compromiso ético con la diversidad biológica. Esto significa que puede utilizarla en su beneficio siempre que no atente contra la supervivencia de otras especies y que respete los derechos de las generaciones futuras, de apreciar y utilizar los beneficios de esa diversidad. Esta responsabilidad moral está más allá de toda consideración económica y es, tal vez, la razón más importante para conservar la biodiversidad”, opina Crisci.

“Yo expongo razones éticas y estéticas, dos motivos que parecen valer poco en el mundo en que vivimos –asegura Bernardello-. Las razones éticas son para mí las más simples: si somos la única especie que tiene raciocinio, entonces tenemos que cuidar de todas las otras especies que no lo tienen. No creo que haya que explicar mucho más. Las razones estéticas pueden parecer más extravagantes, pero yo creo que la humanidad no puede prescindir de esa belleza natural.  Hay algo en el ser humano que, cuando está frente a esos lugares, se colma y está relacionado con nuestro psiquismo. Eso es algo que la humanidad no debe ni puede perder”.

Noticias de la sexta

La desaparición definitiva de especies, cuando se produce a un cierto ritmo, es un fenómeno natural que ocurrió millones de veces durante el devenir de la vida en el planeta. Sin embargo desde las últimas décadas del siglo XX han comenzado a extinguirse especies animales y vegetales a un ritmo tal que, según una enorme mayoría de expertos, se trataría de un nuevo episodio de extinción masiva.

A lo largo de la historia del mundo se llevan registrados cinco momentos de extinciones masivas. El último y más famoso de ellos tuvo lugar hace 65 millones de años, y fue el que culminó con la desaparición de los dinosaurios.

Mucho más cerca en el tiempo, a comienzos de la década del 90, el prestigioso biólogo estadounidense E. O. Wilson daba una voz de alerta y señalaba que el planeta estaba perdiendo unas 30 mil especies por año, es decir, tres especies por hora. En los últimos años, sin embargo, muchos biólogos han comenzado a sostener que esta sexta extinción es más grave y más rápida que lo que Wilson calculaba.

Algunas estimaciones indirectas, basadas en el número de especies por área, sostienen que, si se tiene en cuenta que se perdió un tercio del total de bosques tropicales en los últimos 40 años, la extinción alcanzaría a unas 50 mil especies por año. Esto representa 10 mil veces la tasa natural de extinción y significa la desaparición de un cinco por ciento del total de especies por década. De mantenerse esta tasa, hacia finales del siglo XXI podrían haber desaparecido más de la mitad de las especies del planeta.

“Estamos frente a una extinción masiva y yo no creo que nadie, ni el más optimista, lo pueda negar”, asegura Crisci, con cierta amargura. En la misma línea, Bernardello reflexiona: “A veces pienso que, en realidad, los biólogos estamos haciendo historia. Me da la sensación de que estamos registrando un mundo que se está yendo, seres que son el vestigio de algo que fue. Va a llegar el día en el cual no vamos a tener qué estudiar”.

Existe un elemento más a tener en cuenta, que torna aún más dramática la situación. “En unos 250 años, la ciencia ha identificado apenas entre un quince y un veinte por ciento de las especies que existen. Se calcula que hay por lo menos diez millones de especies, de las cuales conocemos 1,7 millones, o sea que a este ritmo tardaríamos todavía 500 años en describir lo que falta. Pero qué pasa, se están extinguiendo muchísimas especies que ni siquiera conocemos. El problema es, ¿cómo podemos salvar algo cuando ni siquiera sabemos que existe?, se pregunta Crisci.

¿Yo, señor?

El sexto evento de extinción masiva que se está desarrollando es el primero que tiene lugar desde que el hombre habita la superficie terrestre, y presenta, además, una característica que lo diferencia de todos los procesos anteriores. Los cinco episodios previos fueron provocados por causas físicas que produjeron profundas transformaciones en el ambiente. En esta oportunidad, en cambio, el fenómeno es generado por el accionar de un agente biológico cuya población no ha dejado de multiplicarse: el hombre. Son los seres humanos los que están causando tremendos cambios físicos en el planeta.

El modelo de desarrollo de las sociedades humanas, en especial a partir de la revolución industrial, que avanza a partir del sometimiento y la explotación desenfrenada de la naturaleza, reúne una serie de actividades que han provocado, entre otras consecuencias: pérdida o fragmentación del hábitat de numerosas especies; sobreexplotación de los recursos vivientes; la invasión de especies introducidas; contaminación del agua, del suelo y de la atmósfera; y el cambio del clima mundial. Los ecosistemas del mundo han sido precipitados al caos.

“Ya sabemos que somos nosotros el principal problema del planeta –afirma Bernardello-. Primero, por el espacio cada vez mayor que ocupamos, lo que provoca una fragmentación creciente de los ambientes, que restringe a las especies a espacios cada vez más pequeños. Y, segundo, por la enorme contaminación que generamos. Sucede que nosotros nos creemos más importantes que la naturaleza, entonces nos expandimos a merced de ella y no nos importa. Yo creo que ha llegado un punto en que nos tiene que importar, porque vamos a sufrir las consecuencias”.

“El problema es que la extinción de cualquier especie provoca un efecto cascada, porque al mismo tiempo desaparecen todas las interacciones que esa especie había establecido con muchos otros organismos, y eso, a su vez, hay que multiplicarlo factorialmente en el tiempo. Está claro que una alteración tan profunda en las condiciones ecológicas en las que el hombre ha evolucionado va a provocar un impacto fuerte en el propio ser humano como parte de ese conjunto”, se preocupa Carlos Villamil, ingeniero agrónomo de la UBA, doctorado en la Universidad de New Jersey y representante en la Argentina de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Éramos muchos…

La posibilidad de frenar o por lo menos morigerar este proceso de extinción masiva implica la necesidad de que la humanidad modifique profundamente su relación con la naturaleza, lo que debe traducirse en decisivas transformaciones en el comportamiento de los hombres como especie. En este sentido, un tema de crucial importancia pero muy difícil de plantear, por las derivaciones éticas y aún religiosas que despierta, es la necesidad de controlar la cantidad de seres humanos que habitan el planeta.

Numerosos especialistas coinciden en señalar que el mundo ha sufrido un verdadero boom poblacional, particularmente en los últimos doscientos años. A mediados del siglo XX la Tierra contaba con unos 2.500 millones de habitantes. En 1990 la cifra había trepado a 5.300 millones. Actualmente somos más de 6.000 millones y se calcula que para el 2050 superaremos los 9.000 millones de personas. La satisfacción de las necesidades alimentarias, energéticas y espaciales, entre otras, de esta población en constante expansión es la causa base de la sexta extinción.

“Este es un tema espinoso y entonces nadie quiere tocarlo, pero yo creo que hay que plantear el control de la natalidad. La humanidad no puede seguir reproduciéndose de esta manera. En realidad, las que se tienen que reproducir, desesperadamente, son las especies silvestres”, afirma Bernardello, y desafía: “Por nuestra parte, creo que con esa misma desesperación, nosotros tenemos que dejar de reproducirnos”.

A continuación, agrega: “me gustaría que por un minuto cada uno de nosotros pensara todo lo que consumió a lo largo de su vida. Todo lo que comió, todo lo que bebió, la energía que utilizó y todo lo que contaminó directa o indirectamente. Nos daríamos cuenta de que el costo de cada ser humano es enorme para la naturaleza. Entonces 6 mil millones es descomunal y 9 mil millones ya va a ser trágico”.

Por su parte, Villamil se inquieta: “Realmente no le veo solución a la crisis ambiental si no existe alguna forma de que la población que habita el planeta pare su crecimiento. Yo creo que los recursos no van a poder satisfacer las necesidades de toda esta gente, y va a ser peor en el futuro. La tecnología ayuda en parte, pero en algún momento esto va a tener que parar”. Y prosigue, “creo que si no hacemos algo nosotros, va a ser la propia naturaleza la que va actuar. Lamentablemente pareciera que ese momento no está muy lejano. Yo, honestamente, soy pesimista, aunque creo que desde todo punto de vista habría que evitar que la solución llegara a partir de una catástrofe”.

Esta historia ¿continuará?

Si las sociedades humanas continúan avanzando por su actual senda de desarrollo, manteniendo o aumentando su actual ritmo de sobreexplotación de la naturaleza, el actual proceso de extinción masiva amenaza con superar al mayor evento de estas características en la historia del planeta. Se trata del tercer episodio ocurrido hace unos 245 millones de años, cuando se perdió el noventa por ciento de las especies.

A partir de la descripción de este panorama surgen dos preguntas inquietantes. Primera, ¿podrá la biodiversidad recuperarse luego de un proceso tan vasto y veloz de extinción masiva? Segunda, ¿los seres humanos, como especie, lograrán sobrevivir a la tragedia que ellos mismos generan?

“La supervivencia del hombre como especie depende de la biodiversidad, de eso no quedan dudas. Es probable que si se concretara una extinción masiva de dimensiones catastróficas, correría riesgo la humanidad, pero estoy seguro de que la vida no. La vida siempre ha perdurado. Aunque tal vez habría otro tipo de vida”, considera Crisci.

Del análisis de lo ocurrido en los anteriores episodios de extinción masiva surge que la vida siempre se ha recobrado, aunque luego de períodos muy largos. Además, siempre lo hizo luego de que hubiera desaparecido la causa que originó el evento. Esa causa, en el caso de la sexta extinción, es el Homo sapiens.

“Creo que el gran problema de este momento es que nosotros no estamos midiendo nuestra supervivencia en el planeta en millones, sino, apenas, en decenas de años. Si multiplicáramos la cantidad de especies que están desapareciendo hoy por cuatro o cinco millones de años nos daríamos cuenta de la dimensión del daño que estamos causando. Tendríamos que tratar de controlar la extinción masiva en estos momentos por una razón muy simple y muy egoísta: la extinción nos involucra. Pero nosotros no querríamos que nos pasara lo mismo que a los dinosaurios o a los mastodontes. De alguna manera, tendríamos que promover, para nuestra especie, una supervivencia sobre el planeta que durara, digámoslo modestamente, un par de millones de años más”, indica Villamil.

Tal vez, la mejor manera de graficar el momento actual que atraviesa el planeta sea reformulando una suerte de metáfora elaborada por el renombrado entomólogo estadounidense Paul Ehrlich. Supongamos que una persona está realizando un largo viaje en automóvil y comienza a sentir que algo no está funcionando bien. Frena en el primer taller que ve en la ruta. El mecánico le dice que el vehículo está perdiendo tornillos, pero que no lo puede atender en ese momento. El viajero, apurado, decide continuar a pesar de que el mecánico le dice que es muy peligroso y que, si sigue perdiendo piezas, va a sufrir un grave accidente. El coche sigue perdiendo tuercas y tornillos, pero el hombre, apurado, continúa su travesía e, incluso, aumenta su velocidad.

Cada nueva especie que desaparece en la Tierra es como una tuerca más que pierde el coche. Se tiene la certeza de que habrá una última tuerca que al desprenderse desencadenará la tragedia, pero nadie sabe cuál es, ni cuándo se caerá.

¿Alguien puede asegurar que la especie que perderemos mañana no será la que sostiene toda la estructura?