Siga la corazonada
Investigadores de Exactas estudiaron qué decisiones resultan más eficientes bajo presión temporal a la hora de jugar al ajedrez con un oponente de mayor nivel. Hacer la jugada que primero viene a la mente es lo más efectivo. Los resultados serán publicados en “Journal of Experimental Psychology: General”
Sentado frente al tablero de ajedrez con un competidor mejor clasificado en el ranking y con tres minutos en total para definir la partida, ¿qué conviene hacer? “Uno rinde mejor si sigue su corazonada bajo presión temporal, es decir lo más óptimo es hacer la jugada que primero viene a la mente”, afirma Mariano Sigman, director del Grupo de Investigación de Neurociencia Integrativa de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN-UBA).
Más de 30 millones de partidas de jugadores de todo el mundo que quedaron registradas en el servidor gratuito mundial de ajedrez, Free Internet Chess Server , fueron puestas bajo la lupa de este equipo interesado en echar luz acerca de cómo se toman las decisiones, y comprender mejor procesos de pensamiento a la hora de elegir.
Desde casarse o irse a vivir al exterior hasta definir la ropa que llevará puesta para ir a trabajar al día siguiente o comprar zanahorias en vez de lechuga para la cena son planteos en que la mente se encuentra enfrascada una y otra vez. “Tomar decisiones es lo que uno hace todo el tiempo en la vida. Esas elecciones uno las hace basado en lo que conoce, intuye, en lo que piensa que es mejor. A veces acierta, o no. Uno está definido por las cosas que hace. Uno es lo que opta, de alguna manera”, define Sigman, investigador del CONICET.
Claro que llevar las decisiones de la vida a un laboratorio científico no es tarea sencilla. Evaluar si entre las opciones posibles se adoptó la mejor resolución en un tiempo limitado es complejo para los investigadores, aún para analizar elecciones que no resultan trascendentales como comprar un cepillo de dientes u otro. “En este caso resulta difícil cuantificar si fue una buena o mala decisión la adoptada. En cambio, el ajedrez permite medir si la elección fue correcta o no”, dice Sigman.
En este sentido, Diego Fernández Slezak, doctor en computación y quien tuvo a su cargo el armado del robot para analizar un total de 30 millones de partidas, -el equivalente a una persona jugando partidas de tres minutos por jugador durante 342 años sin interrupción-, señala: “Usamos el ajedrez porque hay muchísima gente jugando en Internet, esto nos permite estudiar la toma de decisiones de un universo muy vasto. Es un juego de reglas muy claras y sencillas, y a la vez es muy complejo. Otra de las ventajas es que se pueden medir los tiempos de las decisiones, y determinar si fueron acertadas o no con precisión infinitesimal. En la base de datos, no sólo tenemos 2500 millones de decisiones, sino que son 2500 millones de decisiones calificadas con puntuación precisa”.
Ante esta cantidad abrumadora de datos, ahora cabía hacerse las preguntas. En este caso, al iniciar la partida de tres minutos, el jugador conoce el nivel de su adversario, entonces: ¿Cómo juega con alguien de nivel similar o con un contrincante superior? ¿Varía el tiempo que tarda en adoptar las decisiones? ¿Las definiciones son acertadas o no?
Los resultados que serán publicados en «Journal of Experimental Psychology: General» se basan en un millón de partidas y muestran que los jugadores cambian de estrategia. “Lo llamamos efecto miedo o respeto. Observamos -coinciden- que ante oponentes mejores se juega más lento, es decir se piensa más cada jugada y el resultado es que mejora la calidad de las mismas. Sucede que el tiempo gastado no compensa la leve mejora en calidad de las jugadas. Lo óptimo cuando el tiempo apremia es optar por la primera decisión que se le ocurre”.
En otras palabras, las observaciones indican que en estos casos seguir la corazonada cuando el reloj urge, es lo más rendidor. “Notamos que esto termina siendo más eficiente. Esto no quiere decir que si se juega así se le ganará a un Gran Maestro de Ajedrez como Garry Kasparov, pero esta estrategia resulta mejor que otra más conservadora”, concluye Sigman.
Juego en serio
Físicos, matemáticos, psicólogos, médicos, biólogos, lingüistas son algunos de los especialistas que conforman el Laboratorio de Neurociencia Integrativa de FCEN-UBA. Ellos estudian cómo funciona el pensamiento, y en este camino hallan al ajedrez como un vehículo útil que los conduce a tomar nota de qué ocurre cuando el cerebro toma decisiones.
Ahora quieren usar el ajedrez para comprender la fisiología del pensamiento.“¿Cómo experimentan los ajedrecistas cada una de las jugadas? María Juliana Leone, doctora en Ciencias Básicas y Aplicadas, y Agustín Petroni, biólogo, están diseñando experimentos donde se mide la frecuencia respiratoria, cardíaca, electroencefalográfica, la transpiración, el movimiento de los ojos y el tamaño de las pupilas durante la partida, entre otros valores”, relata el doctor en computación, Diego Fernández Slezak.
Ajedrecistas de todos los niveles son convocados a jugar partidas en el Laboratorio donde se les coloca el casquito del electroencefalograma y los demás sensores para registrar sus cambios físiológicos a lo largo del juego. “Tanto en la investigación como en la literatura, el ajedrez fue considerado un espejo de la condición humana. El escritor Jorge Luis Borges utilizaba la figura del ajedrez como una metáfora de la vida. Muchos físicos, lo toman así. Ha sido un juego un poco privilegiado en ese sentido”, enfatiza Mariano Sigman.