Mirar para arriba
Cada vez es mayor la cantidad de actividades que se desarrollan en la superficie terrestre que dependen de servicios proporcionados por satélites. Cualquier interrupción en su funcionamiento puede ocasionar pérdidas millonarias e incluso poner en peligro la vida de personas. De allí la necesidad global de avanzar en el campo de la meteorología espacial. En América Latina, varios países transitan un proceso de colaboración con el objetivo de lograr un monitoreo regional.
A principios de febrero de este año la empresa SpaceX, propiedad del excéntrico millonario Elon Musk, lanzó decenas de satélites de su iniciativa Starlink -destinada a proveer servicios de conectividad a nivel global-, desde el Centro Espacial Kennedy de la NASA. Las unidades debían ubicarse en la órbita baja, a unos 210 kilómetros de la superficie terrestre. Sin embargo, en el último tramo de las maniobras destinadas a alcanzar su posición, una tormenta geomagnética alteró las condiciones de la atmósfera y provocó la destrucción de 40 de los 49 dispositivos desplegados.
“Cuando los satélites fueron lanzados las condiciones eran buenas. Ahora, cuando tuvieron que acelerar para colocarse en sus órbitas, llegó la tormenta espacial, se modificaron las densidades atmosféricas, los satélites no tuvieron la fuerza suficiente para enfrentar esas condiciones nuevas, no llegaron a su posición orbital y cayeron. No fue un evento muy violento, fue más bien moderado y pronosticable. Nosotros, desde nuestros portales de Argentina y Brasil habíamos emitido un alerta. Si Musk lo hubiera visto podría haber adelantado o atrasado el lanzamiento y esto no hubiera pasado”, explica Clezio De Nardin, director del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil, quien visitó nuestro país para firmar convenios de colaboración sobre clima espacial con distintas instituciones nacionales.
Un evento extremo de clima espacial puede provocar la destrucción de hasta dos mil satélites, y alterar las operaciones con tarjetas de crédito o cajeros automáticos, telefonía celular, provisión de energía eléctrica y muchos otros.
El desgraciado suceso, que adquirió amplia repercusión mediática en todo el mundo, tuvo la virtud de poner de manifiesto ante la opinión pública las graves consecuencias económicas y sociales que este tipo de fenómenos pueden provocar. Un evento extremo de clima espacial puede provocar la destrucción de hasta dos mil satélites. Pero las maneras en que las condiciones de Space Weather pueden afectar la vida social van mucho más allá: pueden alterar un sinfín de sistemas de comunicación, de vigilancia militar, de validación de operaciones con tarjetas de crédito o cajeros automáticos, datos de navegación satelital, conversaciones de telefonía celular, provisión de energía eléctrica y muchos otros.
Diversos estudios internacionales vienen señalando que el impacto adverso del clima espacial puede generar pérdidas que, según las distintas estimaciones, pueden variar de cientos a miles de millones de dólares anuales. Como contrapartida, contar con alertas oportunas de meteorología espacial permitiría ahorrar buena parte de esos recursos. Ahora bien, en la actualidad, ¿cuáles son los alcances y las limitaciones científico tecnológicas que tiene esta disciplina?
Hoy por hoy, la meteorología espacial se encuentra en un lugar similar al que tenía la meteorología tradicional en los años 20 del siglo pasado. Es decir, poca gente la conoce, poca gente trabaja en esta disciplina, pero algunos gobiernos y personas que saben vislumbrar el futuro están apostando a su desarrollo”, relata De Nardin en un muy buen castellano que no impide notar su acento brasileño. Y detalla: “Desde el punto de vista de los conocimientos, todavía no somos capaces de predecir cuándo se va a producir una explosión solar. Pero una vez que se produjo, estamos en condiciones de seguirla hasta la Tierra y también de anticipar, de manera aproximada, los efectos que puede provocar. Todavía nos falta estudiar mucho, pero hay servicios que ya están a nivel operativo. Por ejemplo: ya podemos saber, con cierta certeza, cuál será la seguridad de los vuelos”.
En ese sentido, vale la pena señalar que el Laboratorio Argentino de Meteorología del esPacio (LAMP) del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos (Exactas UBA) y del Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE), bajo la dirección de Sergio Dasso, cuenta con un portal desde el cual se monitorean las condiciones globales y regionales de meteorología espacial, y presenta un pronóstico a tres días sobre tres clases de eventos: tormentas geomagnéticas, tormentas de radiación solar y apagones de radio.
Lo que resulta evidente es que, cuanto mayor sea la cantidad de actividades que se desarrollan en la superficie terrestre que dependan de servicios brindados por dispositivos tecnológicos ubicados en el espacio, mayor será la centralidad que ocupe esta área del conocimiento.
“El espacio ya no es más un área separada de la Tierra, la Tierra depende cada vez más del espacio -ilustra De Nardin-. Las personas aún no se dieron cuenta pero el espacio es una cuestión de infraestructura. Los problemas de clima espacial afectan directamente la infraestructura de tu país. Algunas personas preguntan: ¿Cuánto cuesta tener meteorología espacial? Y yo contesto: ¿Cuánto cuesta no tenerla? ¿Cuánto cuesta no tener satélites meteorológicos? No saber si va a llover o va a granizar. ¿Cuánto cuesta no tener el servicio de GPS? ¿O perder las comunicaciones con una flota de barcos o aviones? ¿Cuánto cuesta un corte de luz amplio y prolongado? Hay que tenerlo bien claro, espacio es infraestructura, incluso desde el punto de vista de la defensa. ¿Por qué Estados Unidos creo la fuerza de defensa espacial? ¿Para defender qué? La infraestructura. Entonces, los satélites son infraestructura. Punto”, sostiene con vehemencia.
“Tenemos que trabajar juntos para crear centros de meteorología espacial para América Latina para no depender de las grandes potencias. Se trata de una decisión estratégica que tenemos que tomar ahora”, sostiene De Nardin.
El espacio común latinoamericano
De Nardin es doctor en Geofísica Espacial. A lo largo de su carrera publicó 85 artículos en revistas internacionales y recibió 16 premios como autor y supervisor de trabajos. Fue presidente de la Sociedad Brasileña de Geofísica Espacial y Aeronomía (SBGEA), gerente general del Programa EMBRACE (Estudios Brasileños y Monitoreo del Clima Espacial). Actualmente, además de estar el frente del INPE es vicepresidente de la Asociación Latinoamericana de Geofísica Espacial (ALAGE), representante de Brasil en el Equipo Interprograma de la OMM sobre Información, Sistemas y Servicios de Clima Espacial (IPT-SWeISS), y es miembro del Grupo de Expertos en Clima Espacial de la ONU.
Junto con otros dos funcionarios y científicos brasileños, De Nardin llegó a la Argentina donde visitó varias instituciones: la Universidad Nacional de Tucumán, la Universidad Nacional de La Plata, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, con el objetivo de firmar convenios para fortalecer las colaboraciones entre nuestro país y Brasil en diversos aspectos relacionados con Space Weather.
Esta visita se produjo, además, unos meses después de que en diciembre de 2021 se firmara un protocolo de colaboración en estudios y monitoreo de clima espacial entre INPE (Brasil), la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Nacional de Chile y Exactas UBA.
“Tenemos que trabajar juntos para crear un centro de predicción de meteorología espacial para América Latina. Separados no podemos hacerlo. Pero el nivel de investigación y desarrollo que alcanzaron nuestros países es tan bueno que, agrupados, estamos en condiciones de devolver al pueblo un servicio de protección para todos los sistemas que están bajo influencia del clima espacial”, afirma De Nardin y compara: “Bélgica y Alemania, por ejemplo, son potencias económicas pero ellas se están agrupando con varios otros países europeos en un consorcio llamado PECASUS, porque la meteorología espacial es un tema tan vasto y tan complejo que incluso los países más desarrollados ven la necesidad de unirse”.
El desarrollo de centros de monitoreo del clima espacial en América Latina, con capacidad para pronosticar, proporcionar vigilancia y emitir advertencias y alertas al público, le posibilitarían a la región obtener cierta autonomía en la producción de conocimientos y en la generación de servicios que le permitirían no depender, en el futuro, de lo que hagan las grandes potencias en torno a este tema.
“Esto es así de sencillo, si no lo hacemos nosotros, lo vamos a tener que comprar. Hay oportunidades que están pasando frente a nosotros. Si no empezamos ahora, el precio que vamos a pagar para entrar y ser competidores en el mercado de clima espacial va a ser muy, muy, grande. Los latinoamericanos vamos a estar pagando una parte de la tarifa aérea que se irá a Europa cuando podría quedarse en la región”, advierte De Nardin y remata: “Se trata de una decisión estratégica que tenemos que tomar ahora. No tenemos tiempo que perder”.