Una iniciativa sin desperdicio
Escolares, guiados por investigadores y profesores, relevaron la basura arrojada a lo largo de los 4 mil kilómetros de la costa chilena. Este proyecto de ciencia ciudadana, que comenzó en 2007, en Coquimbo, ahora se expande por el Pacífico y pretende llegar hasta México. Su alma mater, el oceanógrafo Martin Thiel, relata la experiencia.
Era evidente. No sólo algas flotaban en su área de estudio, sino también basura. ¿Cuánta?, ¿De qué tipo?, ¿De dónde viene?, se preguntaron un grupo de biólogos marinos de la Universidad Católica del Norte de Chile. “Cualquier persona que ha ido a la playa, sabe las dimensiones gigantescas del océano. Si queremos documentar los cambios y lo que sucede en las costas, ¿cómo lo podemos hacer si hay pocos biólogos profesionales?”, planteó el oceanógrafo Martin Thiel, y enseguida brindó la respuesta. “Con observadores voluntarios. Personas que van al ambiente a estudiar, miran y registran los datos de forma sistemática. En ese momento, ellos se convierten en científicos ciudadanos”, agregó en las «X Jornadas Nacionales de las Ciencias del Mar», realizadas en la Universidad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
Gente común con capacitación específica, ¿puede ser parte de una investigación sobre problemas que afectan su vida? “Sí”, dijo Thiel sin dudar, y su experiencia “Científicos de la basura” le da la razón. Se trata de miles de escolares, en su mayoría de 10 a 14 años, guiados por investigadores y profesores, que relevaron los desechos tirados a lo largo de los 4 mil kilómetros de la costa chilena. Esta iniciativa iniciada en 2007, en Coquimbo, hoy promete expandirse a lo largo de toda la cuenca del Océano Pacífico Sur, llegando hasta América Central, y aun más. “Si hace diez años me hubieran dicho que íbamos a estar en un proceso de armar una red desde México hasta Chile para muestrear la basura, hubiera dicho: ‘Imposible’. Ahora, estamos en eso y tratamos de hacerlo de la mejor forma”, relató Thiel, quien estudió biología marina en la Universidad de Kiel, Alemania; y en Maine, Estados Unidos.
Desde 2007, cientos de estos ciudadanos de la ciencia salen del aula para recorrer sus playas, establecer cuadrículas de tres por tres metros y recoger todos los desperdicios a la vista. Luego de cuantificarlos, clasificarlos por plástico, metal, papel, vidrio, etc., completan las planillas con los datos reunidos. Este trabajo realizado por los voluntarios, permitió conocer, en 2008, que en cualquier playa chilena había cerca de 2,4 unidades de basura por metro cuadrado. Más recientemente, se halló que la región de Antofagasta, al norte del país trasandino, era la más afectada por residuos marinos generados por el hombre, siendo el plástico y las colillas de cigarrillos los más abundantes, según el estudio publicado este año en Marine Pollution Bulletin.
“Ahora, -remarca Thiel- tenemos un diagnóstico de la situación de la basura en nuestras playas, que nunca antes se había hecho”. La repercusión de los datos en los medios de comunicación no se hizo esperar. “Y vimos los primeros efectos en la política pública. Hace unos dos o tres meses, el presidente de Chile promulgó la prohibición de las bolsas plásticas de un solo uso”, subrayó.
Estos cambios, a su criterio, son una muestra del poder virtuoso de la ciencia ciudadana. “Es muy difícil que la ciencia llegue a los tomadores de decisión. Suele quedar en informes y publicaciones académicas. Pero si incorporamos a ciudadanos científicos, ellos fortalecen la investigación y son multiplicadores de la información al estar muy activos en las redes. Llegan al público en general y a los tomadores de decisión”, comparó, mientras invitaba a sus colegas a sumar ciudadanos científicos en sus estudios.
Inicios impensados
Generar conciencia, comprometerse con los problemas del medio ambiente, y apuntar a los hombres del futuro: los estudiantes de hoy. Estos son algunos de los componentes de esta fórmula exitosa, que comenzó de modo humilde en cuatro colegios en Coquimbo, sin saber en ese momento el largo camino que recorrerían. “Íbamos al aula y dábamos vuelta el basurero, para analizar lo que contenía. Luego se hacía lo mismo en todo el colegio, en las casas y en los barrios. Esto funcionó tan bien, que nos planteamos expandirlo a otras regiones del país”, historia. En 2008, ya habían sumado tres regiones y hecho un mini congreso científico con los hallazgos de estos ciudadanos de la ciencia. ¿Y si el proyecto se extiende a todo Chile?, se preguntaron entonces.
Enseguida, contactaron a graduados de biología marina, sus ex alumnos, y la respuesta fue contundente. “Las primeras llamadas a posibles interesados fueron tan positivas que en pocas semanas tuvimos a 45 colegios comprometidos. Muchos de ellos directamente conectados con nuestros egresados, que fueron los profesionales que acompañaron los muestreos”, describe.
Este ida y vuelta permanente; encuentros para compartir experiencias; proyectos que acompañan el año escolar, es decir, que comienzan y terminan con cada ciclo lectivo, y “colaboradores claves como los profesores”, permitieron más de diez años de relevamiento de la basura. “Para Chile tenemos información suficiente sobre los desechos costeros. Ahora, con estos conocimientos, se deben implementar las políticas”, destacó. Y a renglón seguido comentó: “Colegas de Perú, Ecuador y de otros países se contactaron para venir a nuestros laboratorios a capacitarse. De la Argentina, también nos han consultado, pero no tenemos en este momento ningún lazo formal para hacer este proyecto”.
Información clara y limpia
Toda la información sobre este proyecto en: www.cientificosdelabasura.cl