Nuevas terapias contra el cáncer

Dar en la tecla

El científico argentino radicado en Francia, Juan Iovanna, estuvo de visita en el país para consolidar una red franco-argentina de investigación sobre cáncer de páncreas, uno de los más agresivos y con menor tiempo de sobrevida. En diálogo con NEXCiencia, comentó los últimos desarrollos para combatir esa enfermedad, describió sus avances en el ámbito de la medicina de precisión y brindó detalles sobre los alcances de la flamante red.

12 Dic 2023 POR

“Yo quiero guerra –exclama un entusiasta Juan Iovanna– no me atrae trabajar con un tumor benigno que sólo tiene efectos de estética”. La batalla, por supuesto, es científica, pero tiene su correlato en las luchas que libran los pacientes contra la enfermedad.

Iovanna es médico y se especializó en biología molecular investigando cáncer de páncreas. Desde hace casi veinticinco años dirige el Laboratorio de Biología Molecular en el Centro de Investigación en Cancerología de Marsella (CRCM), en Francia.

“Suele haber preferencia por trabajar con cáncer de mama o de próstata, que son más frecuentes y con más tiempo para tratar. En cambio, alguien a quien le diagnostican cáncer de páncreas tiene una chance sobre dos de fallecer en seis meses. Al cabo del año y medio, tiene solo una chance de diez de estar vivo. A mí me gustan los desafíos de este tipo, me entretienen, por así decirlo”, expresa el investigador, asegurando que por eso armó un laboratorio sobre el tema.

No todo paciente con cáncer de páncreas es igual y se debe tratar de la misma manera. Eso es medicina de precisión, darle la mejor opción a cada paciente.

Médico graduado de la UBA, mientras hacía la especialización en cirugía ya buscaba dedicarse al cáncer de páncreas. Le recomendaron ir a Francia a formarse en fisiología. Partió hace cuarenta años, mientras en Argentina retornaba la democracia. “El objetivo era irme un año para aprender y después volver a Buenos Aires. Me casé y con mi mujer nos fuimos después de un tiempo. Encontré las primeras técnicas de biología molecular y me enamoré de esa disciplina. Me propusieron continuar un poco más y me quedé hasta el 87”, relata.

Volvió aprovechando un programa de repatriación de científicos del gobierno de Alfonsín. Obtuvo un cargo en el CONICET y otro en la Facultad de Medicina de la UBA, donde instaló un laboratorio “para hacer un poco de biología molecular”. Lo que sigue es historia conocida: hiperinflación y crisis. “Ya había nacido nuestra segunda hija y si bien trabajábamos los dos, el dinero sólo nos alcanzaba para quince días”, recuerda.

Al borde del cambio de década, su plan fue retomar la cirugía. Sin embargo, desde Francia le ofrecieron volver y aceptó. Allí comenzó a trabajar con cáncer de páncreas, haciendo crecer el proyecto dentro del laboratorio. Diez años después se convirtió en su director y todo el laboratorio se especializó en ese padecimiento.

Retribuirle al país

Juan Iovanna. Foto: Diana Martinez Llaser

“Nunca volví y me quedé con una deuda”, expone Iovanna. No lo dice únicamente por alguna sensación de desarraigo: “Me formé en la UBA, con fondos públicos –reflexiona– así que comencé a pensar qué hacer en Argentina”. Para el investigador, la deuda es con la sociedad que le posibilitó ser quién es hoy. “En Francia ya tengo dos hijas y tres nietos, mi vida está empaquetada, pero a mí me gusta volver a Argentina, tengo científicos amigos y mucha gente se formó en mi laboratorio”, afirma.

Así surgió la idea de un centro franco-argentino sobre cáncer de páncreas. “Muchos de ellos trabajaban cerca pero sin mantener discusiones ni poner herramientas en común. Además, las investigaciones apuntaban a fenómenos relacionados al cáncer pero no dentro del contexto del cáncer de páncreas. Lo único que hice fue armar un listado de gente y proponerles trabajar juntos. Ofrecí transferir todas las herramientas que nosotros creamos y establecer colaboraciones entre los equipos locales con mi laboratorio en Francia”, comenta.

El experto aclara que la investigación es solo una cara de la red, la otra es la formación: “Con el tiempo fui hablando con cirujanos, oncólogos, gastroenterólogos. Y apareció la necesidad de formar jóvenes médicos en esta especialidad. Entonces volví a Francia con la idea de hacer un convenio y el instituto en el que trabajo se interesó. Con la UBA establecimos un programa de formación. Entonces tenemos la red orientada a todo lo que es investigación científica y el programa, que incluye formación y divulgación”, resume.

Una tercera cuestión es hacer ensayos clínicos cooperativos. El científico celebra esa decisión porque encuentra necesario desarrollar nuevas drogas para dar con un tratamiento eficaz: “Todo el mundo se entusiasmó y lo agregamos al proyecto. Es un centro con formación en Francia y con ensayos clínicos”.

Además, señala que se ha convertido en un proyecto oficial con patrocinio argentino de UBA, CONICET, el Hospital El Cruce – Néstor Kirchner, de Florencio Varela, que pone a disposición unos laboratorio nuevos para la red, y la Universidad Nacional Arturo Jauretche. A su vez, cuenta con financiamiento de los institutos franceses INSERM y CNRS, respectivamente: el Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica y el Centro Nacional para la Investigación Científica.

Medicina de precisión

Hacia fines de noviembre se realizó en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA la jornada: “Investigación traslacional biomédica: de la mesada al paciente”. Allí se abordaron diferentes trabajos con un denominador común: que la investigación en los laboratorios culmine en tratamientos específicos para los pacientes. Juan Iovanna y Nelson Dusetti, colega argentino e investigador del equipo en Marsella, expusieron las líneas de sus trabajos y las posibilidades para tratamientos más efectivos.

“Muchas veces se reiteran procedimientos aplicados a otro tumor porque fueron exitosos, pero nosotros buscamos crear algo y luego lo verificamos”, ilustra Iovanna.

Iovanna remarca que la enfermedad es muy dura y, proyectando las cifras actuales, anticipa que para el año 2030 el número de pacientes se multiplicará por dos. “Además, la cantidad de gente diagnosticada con cáncer de páncreas es la misma que la de muertos por esa enfermedad en un año”, asegura.

Otro problema es que los tratamientos por quimioterapia “no curan nunca”. “Jamás un paciente con este cáncer se curó tratándose de esa forma”, afirma. Y agrega: “Quienes logran vivir más de cinco años, tal es la definición de cura para esta enfermedad, son quienes se operan. Para eso, es necesario que el tumor tenga ciertos requisitos, por ejemplo, un diámetro menor a dos centímetros. Sólo el quince por ciento de los pacientes cuentan con esa característica y se operan, y de ese porcentaje, algunos se salvan. Es una enfermedad espantosa”.

El científico destaca la buena cantidad de investigadores de su laboratorio, cuestión que les permite trabajar en diferentes direcciones. Una de ellas es la medicina de precisión. “No todo paciente con cáncer de páncreas es igual y se debe tratar de la misma manera. Lo que hacemos es identificar grupos de pacientes que van a responder a una u otra droga con el objetivo de darle la única oportunidad que tienen. Eso es medicina de precisión, darle la mejor opción a cada paciente”, sostiene.

Iovanna brindó una conferencia en al Aula Magna del Pabellón 2 de Ciudad Universitaria.

“Muchas veces se reiteran procedimientos aplicados a otro tumor porque fueron exitosos, pero nosotros buscamos lo que no suele buscarse, creamos algo y luego lo verificamos”, ilustra Iovanna mientras explica el desarrollo de un nuevo medicamento basado en estudiar la respuesta al estrés de la célula tumoral: “Esa protección hace que la célula sobreviva, si le sacás la protección, queda desnuda y no se protege. Esa es otra de las áreas en las que trabajamos”.

Para planificar los primeros ensayos clínicos sobre este nuevo medicamento tuvieron que armar una empresa y buscar financiamiento. A su vez, desarrollaron otra empresa con la que llevan a cabo la identificación de la sensibilidad de cada paciente para ejercer medicina de precisión. Reciben una biopsia y en una semana y media pueden determinar con cuál medicamento de los ya disponibles es mejor tratarlo. “En Francia hay mucho más dinero que en Argentina pero no es suficiente para hacer ensayos clínicos, sólo grandes empresas pueden permitírselo”, explica.

También investigan las modificaciones de una célula al hacerse cancerosa, ya que pierde sus propiedades y cambia su metabolismo. También, indagan en los mecanismos que hacen que una célula responda o no a un tratamiento. Iovanna lo explica de la siguiente manera: “Un tumor puede ser sensible a una droga pero resistente a otra, entonces nos preguntamos cuáles son las características que generan resistencia para tratar de transformarla de resistente a sensible”.

¿Pueden extrapolarse estos trabajos a otros tipos de cáncer? Iovanna reconoce no saberlo. “No veo por qué no funcionaría pero no se puede precisar, hay que estudiar”, dice. En cuanto al futuro y la esperanza de una curación, el experto es optimista: “Hace veinte años no había datos sobre cáncer de páncreas, de vez en cuando aparecía algún trabajo. Ahora es cotidiano y todos los días aumenta. Con tanta información y un poco de inteligencia artificial, mañana vamos a descubrir algo que estaba delante de nuestros ojos y no habíamos visto”.