Búsqueda de desaparecidos en Tucumán
Con técnicas de la física estadística se puede rastrear información acerca del día después del secuestro de 1.036 personas en Tucumán desde 1974 a 1981. El trabajo, realizado por físicos, se llevó a cabo en forma conjunta con el Equipo Argentino de Antropología Forense.
Juan desapareció en Tucumán cuando iba a trabajar, el 3 de julio de 1976. A Leandro se lo llevaron de su casa, cuatro días después, a 10 kilómetros de donde se había visto a Juan por última vez. Mariano estaba afiliado al mismo partido político que Juan y Leandro pero, a diferencia de ellos, era delegado gremial de una fábrica ubicada a dos cuadras de donde vivía Julia, quien fue secuestrada diez meses después que Mariano y nunca nadie le conoció militancia alguna. ¿Ellos pudieron compartir el mismo lugar de cautiverio? ¿Alguno pudo ser trasladado de un centro clandestino de detención a otro? ¿Dónde están ahora sus restos?
Los nombres y las historias en Tucumán no son cuatro, sino que los Juan, Mariano, Leandro y Julia fueron más de mil, y esclarecer qué ocurrió con ellos resulta una tarea titánica. Desde hace algunos años, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) recopila datos y busca armar las piezas de este rompecabezas con el fin de identificar a las víctimas de la represión clandestina ocurrida en el país. La matemática, seguramente, nunca podrá medir el dolor ante la pérdida de un ser querido, pero ¿podría aliviar la incertidumbre al encontrar conexiones que dieran pistas de su destino final? La pregunta surgió en 2006 en una de las clases del curso de Física Computacional en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (Exactas-UBA). ¿Se podría, a través de un modelo estadístico de redes complejas, reconstruir datos acerca de lo que ocurrió después del secuestro?
“Desarrollamos un método para analizar e interpretar estructuras emergentes en un conjunto de datos con información incompleta. Este ha sido concebido para ser aplicado en el problema de obtener información acerca de los desaparecidos en la provincia argentina de Tucumán, durante el período 1974-1981”, indica el estudio realizado por Inés Caridi, Claudio Dorso –ambos doctores en física de la Facultad de Ciencias Exactas-UBA–, Pablo Gallo y Carlos Somigliana del EAAF, publicado en la revista Physics A.
Modelos teóricos, fórmulas matemáticas o ecuaciones que buscaban el mismo resultado: encontrar relaciones no evidentes hasta entonces, sugerir información faltante o formalizar nuevas preguntas a personas vinculadas con los desaparecidos, en futuras entrevistas. “Cuando un investigador se enfrenta con miles de casos y escasez de datos, sacarle la mayor cantidad de posibilidades a esos datos escasos se vuelve esencial”, plantea Somigliana.
Desde el laboratorio de Física Estadística Computacional de la Ciudad Universitaria porteña, la idea original era sumar su aporte al largo trabajo que venía realizando el EAAF. “La gente de Exactas se acercó a nosotros con esta iniciativa de aplicar modelos provenientes de la física a las investigaciones que hacíamos. Nos gustó la idea, nos mostraron las posibilidades y empezamos a trabajar con lo que llamamos “la investigación preliminar”, es decir, investigar en qué circunstancia desaparece una persona, en qué ámbito específico, en qué época, y cuál era su militancia política, si es que la tenía. La idea es poder hacer hipótesis que ayuden a la investigación en general e identificar los cuerpos que vamos recuperando en diferentes lugares, en este caso, en la provincia de Tucumán”, puntualiza Luis Fondebrider, miembro fundador del EAAF.
Se trataba de aplicar una herramienta no convencional en un terreno inusual. “La física no es una práctica habitual en el campo forense. En la Argentina se empezó a utilizar hace muy poco”, precisa Fondebrider, y enseguida ejemplifica: “Cuando fue necesario investigar el asesinato de la maestra Teresa Rodríguez, en la Patagonia, a un juez le pareció interesante lo que se podía hacer con la física. Entonces, un equipo del Instituto Balseiro, de Bariloche, estuvo investigando de dónde venía el sonido del disparo que había matado a la docente. Poco a poco, los físicos fueron contactados para otros casos. Pero es muy incipiente, a pesar de que en el campo de la criminalística –que es el área de la ciencia forense que se ocupa del análisis de proyectiles, manchas de sangre y todo lo asociado con un cadáver–, la física y la química son las disciplinas madres de que se nutren estas especialidades”. (Ver recuadro “Física forense”)
Si bien el conocimiento de las leyes físicas puede aportar mucho a las leyes judiciales, en este caso en particular no se trataba de estudiar la velocidad ni la dirección de un proyectil, sino las relaciones humanas y los vínculos. Es decir, la antropología y la genética tenían en sus manos la identificación de las personas en Tucumán; en tanto la mirada de la física se centraba en el desarrollo de modelos de análisis de datos en busca de contribuir a la investigación general. “Es una utilización diferente y no conocemos que esta herramienta se haya usado en este sentido en otro lugar del mundo”, enfatiza Fondebrider desde el EAAF, entidad que ha trabajado en 40 países para investigar casos de violencia política y étnica (Ver “Ciencia humana”).
¿Dónde están?
Llegar a conocer dónde están las personas que fueron desaparecidas por el terrorismo de Estado lleva décadas de arduo trabajo. Recopilar desde documentos oficiales de esos años, registros de ingresos de un cuerpo a un cementerio o a una morgue, expedientes judiciales y policiales, hasta los informes de inteligencia más secretos fueron algunas de las tareas realizadas minuciosamente por el EAAF. “Hemos podido entrevistar a familiares, a gente que tuvo militancia y conoció a las personas desaparecidas. A partir de ahí, trabajamos con una hipótesis acerca de quién puede estar enterrado en cada lugar”, señala Fondebrider.
Estas fuentes escritas y orales conformaron el material a partir del cual se podía empezar a conjeturar. “La gente del EAAF hizo un trabajo de hormiga increíble, que fue volcado a una base de datos. Pero había muchos faltantes y nosotros intentamos completarlos, precisamente, con los modelos de redes complejas”, señala el profesor Dorso, uno de los directores del Grupo de Estudios Básicos e Interdisciplinarios del Departamento de Física de Exactas-UBA. De gran parte de los casos se conocía la fecha y lugar de secuestro, pero se desconocía en casi la mitad de ellos cuál era su lugar de trabajo o la filiación política. “El paso del tiempo es un problema porque se van olvidando cosas. Y, durante muchos años, hablar de eso era malo”, puntualiza Dorso.
Con los datos disponibles de fecha y lugar de desaparición, profesión, trabajo, militancia y domicilio, los investigadores iniciaron una serie de combinaciones posibles que llevarán a nuevas pistas. “En este trabajo, intentamos rastrear la red subyacente de relaciones entre los desaparecidos hasta el momento de su secuestro, porque esta es relevante para encaminar las búsquedas acerca de lo que ocurrió después de la desaparición”, precisa Caridi. Por su parte, Somigliana sostiene: “Los casos de los que hablamos no están en modo alguno aislados, sino que tienden a relacionarse de maneras diversas. Los modelos de redes complejas permiten realizar esa tarea de manera sistemática y muchas veces “ver” relaciones que, a simple vista, pasarían desapercibidas”.
El equipo de físicos comenzó a armar una red de relaciones complejas. Un ejemplo de ellas, es la World Wide Web, “una de las redes más grandes construidas por el hombre. En esta red virtual los nodos representan a las páginas Web, y hay una conexión entre dos páginas cuando desde una de ellas se puede ir a otra mediante un clic del mouse”, comparan. En el caso de Tucumán, “los nodos eran las personas desaparecidas y podía haber conexiones entre nodos a partir de los atributos que se conocían de sus vidas, y usando reglas para vincularlos”, precisa Caridi.
Como parte del programa “Exactas con la Sociedad”, Caridi viajó a Tucumán y recorrió lugares donde funcionaron algunas bases militares y centros clandestinos de detención. Asimismo, fue testigo de algunas de las entrevistas a familiares y amigos de desaparecidos realizadas por el EAAF. “Esto me permitió entender las herramientas que eran útiles para el trabajo de los antropólogos”, evalúa.
Cabe aclarar que, antes de la puesta en marcha de estos modelos matemáticos, hubo un año de preparación previa.
“La primera parte del trabajo –coinciden– consistió, inevitablemente, en extensas reuniones de acercamiento que apareja cualquier intento interdisciplinario”. En este sentido, Caridi, agrega: “Llevó mucho trabajo y tiempo entender el trabajo del otro y construir un lenguaje común”.
Combinar parámetros
Estas redes complejas han tenido diversos empleos en el mundo. Uno de ellos fue tras la investigación del atentado de las Torres Gemelas en Estados Unidos. No se aplicó para dar con los autores, sino que, una vez que ya contaban con los supuestos implicados, se usó para detectar si existían vínculos entre ellos, según observa Dorso.
En la Argentina, la investigación analizó 1036 casos de desapariciones en Tucumán, en lo que técnicamente es un algoritmo conocido por su sigla en inglés, CGC, “clusterización, crecimiento y coalescencia”.
“Se llama clusterización porque se empieza a determinar el grupo de personas cuyos secuestros están muy relacionados, por ejemplo, si tienen la misma militancia y los secuestraron en un lugar y tiempo cercano. Esto es lo que se llama un núcleo duro. Por otro lado, hay casos en que desconocemos la militancia, pero sabemos que trabajaban en el mismo lugar y desaparecieron poco tiempo después que los anteriores”, explica Dorso, mientras muestra gráficos que representan esta red de vinculaciones. De esta forma, estos grupos pueden “crecer” y en determinado momento se “pegan” o se unen entre sí. “Por eso, se habla de clusterización y crecimiento; es coalescencia cuando los juntamos”, remarca Dorso. En tanto, Caridi añade: “La idea es que, posiblemente, los grupos detectados en esta etapa hayan tenido el mismo destino de cautiverio, y esta información puede ayudar a los antropólogos a acotar la búsqueda”.
El intercambio disciplinario fue permanente. Tras combinar una y otra vez parámetros cargados en la computadora, los resultados arrojados eran motivo de consulta. Y llevaba a los físicos a plantearse: “¿Estos grupos que quedan tienen sentido? Entonces, nos reuníamos con la gente del EAAF para ver el tema, dado que ellos saben muchísimo de la historia de cada caso”, relata Caridi. Además, el EAAF ya contaba con casos resueltos en Tucumán, lo cual sirvió para testear el modelo.
¿Cuáles fueron las reglas que condujeron a obtener información? “Las mejores reglas para definir las conexiones de la red son las que tienen en cuenta la proximidad del lugar donde ocurrió el secuestro, conectando eventos de secuestros que sucedieron en períodos de tiempo que van desde los 5 a 7 días”, subrayan los investigadores. Luego, siguiendo estas reglas, reconstruyeron una red de circuitos de centros de detención clandestinos donde pudieron haber estado las personas desaparecidas. “Encontramos que esta red tiene sentido porque los testimonios de los sobrevivientes confirman algunas de las conexiones”, indican.
En otras palabras, luego de un detallado trabajo, se había logrado desarrollar una herramienta que arribaba a resultados confiables porque coincidían con los casos ya probados en Tucumán. Ahora lo que se busca es obtener un programa que permita a los propios antropólogos introducir datos y combinarlos para observar conexiones posibles, y aplicarlo a otras regiones del país.
Estos modelos de redes complejas “sólo los usamos en Tucumán. Pero de a poco estamos pensando en hacerlo para otras áreas del país”, anticipa el antropólogo Fondebrider. Por su parte, la física Caridi concluye: “La gente del EAAF conocía muy bien las relaciones importantes o relevantes, pero lo hacía de a uno. Nuestra tarea consistió en formalizarlo matemáticamente con el objetivo de buscar las mejores reglas para definir esas relaciones, explorando de modo sistemático los resultados que se obtienen para cada una y, por otro lado, para implementar un programa computacional que permitiera obtener los resultados de manera rápida para todo el conjunto de datos. Ahora, a futuro, lo ideal sería construir una herramienta que sea un programa claro que ellos puedan usar en su trabajo de modo de combinar posibles reglas para definir conexiones y ver qué resultados arroja”.
Ciencia humana
Si la larga investigación permite dar con el lugar donde se halla la persona desaparecida, queda otro paso por hacer. “Una vez que el sitio del enterramiento y/o matanza se ha ubicado y se cuenta con los permisos de trabajo correspondientes, se utilizan las técnicas de la arqueología y la criminalística para analizar el terreno, excavar y recuperar cuidadosamente la evidencia relevante, incluyendo restos óseos, proyectiles, vestimenta, efectos personales, etc. El equipo forense pone especial cuidado en documentar cada etapa de este proceso, por medio de informes escritos, video y fotografía y mapeo de la evidencia, de modo tal de mantener un registro preciso de los hallazgos”, informa el Equipo Argentino de Antropología Forense en su portal www.eaaf.org.
La misión del EAAF también comprende la tarea de identificar el cuerpo. “A través de una muestra del esqueleto –ya sea de hueso o de diente–, se recupera el perfil genético de esa persona. Esto se compara con las muestras de sangre de los posibles familiares, lo que permite –si hay suficiente compatibilidad–, a través de un cálculo estadístico, establecer una probabilidad. En el caso de una identificación debe ser del 99,99 por ciento”, especifica Luis Fondebrider.
Esta documentación es entregada a la justicia, y si el juez la considera válida como prueba, autoriza al EAAF a notificar al familiar. “Usualmente lo citamos en nuestras oficinas, donde le explicamos los resultados alcanzados. Puede ver los restos y hacer todas las preguntas que considere necesarias. Luego hay una serie de trámites administrativos que de alguna manera reinserta a esa persona a la sociedad con una partida de defunción, con un nombre”, agrega.
Desde el EAAF, resulta clave el trato humano hacia el familiar y se busca que la ciencia esté al servicio de la gente, en un momento tan difícil. “Desde hace 50 mil años, el tránsito de la vida a la muerte es un rito de iniciación como el nacimiento, la pubertad, el casamiento y la muerte. En estos casos, no es una muerte natural, es violenta. Desde nuestra perspectiva, es importante que el rol que cumpla la ciencia sea claro, transparente y no produzca más dolor en los familiares”, remarca.
Física forense
Contrario a la imagen mágica de la ciencia forense en las series televisivas, Luis Fondebrider, del Equipo Argentino de Antropología Forense asegura: “No es que el análisis de un cabello permita en 24 horas encontrar al asesino; así no funciona la realidad en ninguna parte del mundo. Hay buen desarrollo, buenos profesionales, pero todavía hay un montón de cosas que no sabemos y no podemos resolver a través de la ciencia”.
Sin embargo, hay mucho que ya la ciencia sí puede responder. “Para un físico, analizar un accidente de autos es como un juego. Es algo muy sencillo”, sugiere. ¿Normalmente no se los convoca como peritos? “Depende de la iniciativa de un juez, fiscal o policía -responde. En la muerte del soldado Carrasco, a un policía se le ocurrió ir al Museo de Ciencias Naturales y preguntar por un entomólogo, y éste los ayudó a resolver parte del caso”.
La pista dada por un insecto colaboró en esclarecer el crimen del conscripto Omar Carrasco, hecho que influyó en la decisión política de derogar el servicio militar obligatorio en el país. “El desarrollo de la fauna de insectos que tenía el cadáver de Carrasco permitió establecer el tiempo de muerte real”, recuerda. Estos datos los aportó la entomología forense, que “no es una disciplina tradicional dentro del ámbito forense, lo mismo ocurre con la física, la química o la arquitectura. Es muy incipiente dentro del país, pero depende más de la buena voluntad o de cuán abierta sea la mente de un fiscal o un juez, que de una decisión institucional”, observa.