Beneficios y riesgos de los gases volcánicos
Las termas de Copahue en Neuquén atraen mucho turismo por sus aguas curativas. Sin embargo, existe un problema que no se ve: los gases volcánicos pueden afectar a los edificios y a la comunidad. Un grupo de investigación estudió este efecto para brindar soluciones a los posibles perjudicados.
Lucía decidió tomarse un descanso en las termas de Copahue, un pequeño poblado de la cordillera neuquina muy cercano al volcán homónimo. Al llegar, quedó maravillada por los cerros imponentes, la tierra de color amarillo como el azufre, las piletas de agua que burbujean permanentemente y las calles adoquinadas inundadas de vapores (y un ligero olor a huevo podrido). Allí tuvo la sensación de que si la Tierra tiene vida, por un instante, ella era una espectadora de lujo.
En bata y ojotas, entre el vapor y los gases, caminó desde el hotel hacia las termas decidida a disfrutar de sus propiedades curativas. Seguramente no se le ocurrió preguntarse “¿Qué pasa con estos gases? ¿Existen algunos riesgos asociados a respirarlos? ¿Por qué algunas construcciones están tan corroídas?” Clara Lamberti, doctora en geología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, e integrante del Grupo de Estudio y Seguimiento de Volcanes Activos (GESVA), investiga los gases volcánicos de Copahue desde hace varios años, y tienen algunas respuestas a estas preguntas.
Vayas a donde vayas, gases y calor
Lamberti focalizó su estudio de tesis doctoral en la faceta natural, utilizando la medición de cuánto dióxido de carbono (CO2) se emite del suelo en el tiempo como herramienta para investigar al volcán Copahue y su entorno. Las conclusiones a las que llegó le abrieron una perspectiva inesperada: “Vimos que en la villa de Copahue había mucha emisión de este gas y de sulfuro de hidrógeno, y eso podía interferir en la vida de las personas y generar daño en los edificios”.
El sulfuro de hidrógeno tiene características diferentes al dióxido de carbono: es un gas clave en la medicina termal.
Esa hipótesis la llevó a plantear un proyecto para evaluar el riesgo, pero no fue sencillo: “Era un tema delicado porque podía interferir con los intereses del complejo termal”. En el 2018, se abrió la posibilidad de concretar este plan gracias a que un poblador, propietario de un hotel, manifestó su preocupación por los gases y las altas temperaturas a Pablo Forte, un investigador que colabora con el Grupo.
Luego de una presentación del proyecto a la comunidad de la villa y a las autoridades de Termas de Neuquén, en 2019 comenzaron los trabajos de campo e investigaciones que se extendieron por tres años y continúan hasta hoy. Lamberti y su grupo midieron las temperaturas y la concentración de gases en interiores (en los baños del complejo termal, viviendas y alojamientos de la villa), la cantidad de dióxido de carbono que se emite a través del suelo, su temperatura y relevaron el estado de corrosión y alteración de las construcciones.
Ahora bien, ¿cuál sería el gas ácido con olor fétido que siente Lucía mientras camina por la villa? Este gas es el sulfuro de hidrógeno (H2S), y es más peligroso para la salud que el dióxido de carbono. “Es como un veneno gaseoso -advierte Lamberti- si una persona se expone a altas concentraciones del gas, tiene un efecto acumulativo sobre la salud”. Para medirlo utilizaron un sensor multigas (construido por un grupo del ICES de la Comisión Nacional de Energía Atómica) dentro de viviendas, alojamientos y baños termales.
Gases con riesgos distintos
Según el Instituto Nacional para la Seguridad Ocupacional y la Salud de Estados Unidos (NIOSH por sus cifras en inglés) el dióxido de carbono tiene aparejado un riesgo inmediato para la salud si queda acumulado dentro de lugares cerrados sin ventilación, pudiendo generar en las personas afectadas cefaleas, confusión, mareos, cansancio, cambios en la presión arterial y, eventualmente, desmayos. Lo más riesgoso vinculado a este gas es su ausencia de color y olor, algo que hace imposible detectar su alta concentración por nuestros sentidos. Afortunadamente, Lamberti explica que tiene una ventaja: no tiene un efecto acumulativo, el peligro cesa inmediatamente saliendo del lugar o ventilándolo.
El sulfuro de hidrógeno tiene características diferentes al dióxido de carbono: es un gas clave en la medicina termal. José Manuel Carbajo, médico especialista en salud termal de la Universidad Complutense de Madrid, publicó un artículo de revisión del cual se desprende que este gas tiene propiedades vasodilatantes y promotoras del crecimiento de nuevos vasos sanguíneos, y es muy utilizado en pacientes hipertensos o con isquemia. Asimismo, las aguas sulfurosas tienen efectos antiinflamatorios, antipruríticos, acción antifúngica y bactericida, y para el tratamiento de úlceras y psoriasis.
Lourdes Silva es médica de la Universidad Nacional del Comahue y trabaja en el centro de salud de Copahue. Consultada para esta nota, la médica reflexiona en la misma línea que Carbajo: “Las aguas sulfurosas son beneficiosas para la salud, el azufre es importante para el organismo y, en proporciones correctas, pueden beneficiar a muchos pacientes. Además, el gas tiene beneficios para pacientes con algunas patologías respiratorias dada su capacidad de hidratar las mucosas”. La médica del centro de salud de Caviahue agrega que a los visitantes de las termas se les realiza una revisión médica y se recomienda, en función de su patología, un baño específico (o nebulizaciones) durante un tiempo máximo. “Depende de nosotros que les demos tiempos acotados para que solo tenga efectos benéficos, y de los visitantes que los respeten”, analiza Silva.
Pero ¿hay concentraciones peligrosas de gases? Lamberti responde de forma contundente: “No encontramos concentraciones peligrosas, pero sí vimos situaciones muy inesperadas en algunos baños y alojamientos: encontramos focos de calor tan importantes que la gente no puede estar descalza, se quema los pies. Las temperaturas ambientes medidas fueron tan altas como 60ºC en algunos lugares. Incluso algunos afectados tuvieron que instalar acondicionadores de aire para dormir de noche, algo muy raro en Patagonia”.
El azufre es importante para el organismo y, en proporciones correctas, pueden beneficiar a muchos pacientes.
“En los baños termales, que son habitaciones chiquitas, entraban gases y calor por las rejillas, generando altas concentraciones y elevando las temperaturas”, describe. Sobre esto, Silva admite que son los trabajadores quienes más expuestos están al sulfuro de hidrógeno, porque abren los baños luego de la acumulación de las horas nocturnas: “Ellos entran a las 6 de la mañana y abren las ventanas para ventilar. Son los más expuestos”, resalta la médica del centro de salud.
El conocimiento es poder
Lamberti reflexiona sobre sus hallazgos y los alcances de su trabajo: “Lo que nosotros le dimos a la comunidad es mayor precisión sobre cuánto gas se está acumulando e informes con todo lo que vimos, tanto a lugareños y privados, como a autoridades municipales y provinciales. Ahora nos falta trabajar en posibles soluciones, es el siguiente paso”.
Silva señala que gracias al trabajo de Lamberti y su grupo, saben mejor a qué se enfrentan. “El conocimiento empodera: ahora sabemos que debemos ventilar las salas para evitar que haya acumulaciones de gases. Además, tenemos información científica de calidad para recalcarles a los turistas que Copahue es un lugar muy dinámico, a veces hostil, con gases y vapores a altas temperaturas emanando a la superficie. Conocer a fondo la situación es fundamental, porque pueden aprovechar las virtudes de sus aguas, fangos y gases y cuidarse de no exponerse de más o quemarse”.
Lucía, ya puede estar tranquila en su descanso, puede utilizar estos conocimientos nuevos para tomar los recaudos necesarios y disfrutar a pleno de las termas hasta el día de su regreso.