Las algas, detectives de la contaminación
El exceso de materia orgánica puede producir deformaciones en un tipo de algas unicelulares, euglénidos, debido a la acumulación de reservas. Así, estos organismos podrían ser indicadores de contaminación. Surge de un estudio realizado en Exactas-UBA.
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Cuando en un lago o un río hay exceso de materia orgánica, aumenta el consumo de oxígeno disuelto en el agua, y la escasez de ese vital elemento puede causar la mortandad de peces y otros organismos. Los residuos orgánicos (efluentes industriales y cloacales, entre otros) en un cuerpo de agua proporcionan alimento a las algas, y por ello éstas incrementan su población, lo que se denomina eutrofización. Pero ¿es posible conocer cuándo un lago o río se encuentran en ese proceso?
Lo cierto es que unas algas unicelulares, que suelen ser abundantes en los cuerpos de agua, podrían operar como una señal de alerta. En efecto, ese tipo de contaminación produce ciertas deformaciones en el “cuerpo” de estas algas, y esos cambios pueden ser detectados a simple vista, según indican investigadoras de Exactas-UBA.
En un estudio realizado por el equipo que dirige Visitación Conforti, investigadora del CONICET y profesora en el Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de Exactas-UBA, se comprobó que una especie de algas unicelulares del género Phacus mostró deformaciones en sus células a causa del exceso de materia orgánica en aguas del río Matanza. Las primeras autoras del trabajo, que se publicó en Ecotoxicology and Environmental Safety, son Paula Nannavecchia y Analía Tolivia.
Los cambios sufridos por las algas sorprendieron a las investigadoras. “Estos organismos, en particular, poseen una película que impide que se deformen, por eso no entendíamos por qué sucedía ese cambio”, relata Conforti. En estudios con microscopía electrónica para averiguar en qué consistían las deformaciones, pudieron determinar que “esa película, que se creía que era indeformable, podía modificarse a causa de las condiciones ambientales”, comenta la investigadora.
Finalmente, pudieron comprobar que esos cambios estaban asociados con el material de reserva de la célula, que consiste en unos granos duros de un material denominado paramilon, que aumentaba su volumen y hacía que la célula llegara a explotar.
El paramilon es un carbohidrato que se produce como material de reserva en los euglénidos. Se acumula en forma de gránulos, que varían según la especie, pues pueden tomar la forma de cilindros, anillos y lentes, entre otras.
En la década de 1980, Conforti comenzó a estudiar la población de algas en el río Matanza, en especial las pertenecientes al grupo Euglezoa. “Como tenía ojo para verlas en condiciones normales, enseguida me di cuenta de que podían presentar deformaciones”, relata.
En el primer estudio realizado en el río Matanza, la investigadora pudo asociar las deformaciones con el exceso de materia orgánica. En ese momento, muchos frigoríficos arrojaban residuos de materia orgánica al río. A continuación, Conforti decidió efectuar un estudio controlado. Para ello, aisló algas de ese río y las cultivó con exceso de materia orgánica, en este caso, como se trataba de residuos de frigorífico, se empleó extracto de carne. De este modo, pudo corroborar la hipótesis.
También metales pesados
A partir de ese momento, las investigadoras quisieron probar qué sucedía en aguas más contaminadas, si a la materia orgánica le sumaran la presencia de metales pesados. “Vimos que las algas se deformaron de igual modo, pero, como había metales pesados, el grado de deterioro fue mayor, incluso vimos el fraccionamiento del núcleo por contaminación con plomo”, destaca Conforti.
En el agua, a simple vista, pueden observarse gránulos de paramilon flotando, lo que hace suponer que las células revientan debido al exceso de acumulación, comenta la investigadora, y prosigue: “Todo eso nos llevó a pensar que estas algas, que son abundantes en cuerpos de agua con exceso de materia orgánica, pueden ser buenos indicadores de contaminación”.
Más allá de las posibles aplicaciones, las investigadoras realizan investigación básica, buscando comprender cuáles son los cambios en la estructura de las algas que permiten que sufran esa deformación.
Un problema adicional, de carácter netamente académico, es la clasificación de las algas. Debido a los cambios en la forma, habían sido clasificadas como pertenecientes a distintas especies. “Teniendo en cuenta que las malformaciones estaban causadas por las condiciones ambientales, pensamos que habrá que realizar un cambio en la taxonomía, porque posiblemente muchas estén mal clasificadas”, concluye Conforti.