Alfabetización tecnológica

Programar o ser programado

La programación es una parte fundamental de las ciencias de la computación y una herramienta educativa clave, que abre infinitas posibilidades. No se necesita ser un genio para aprender a programar computadoras, sino más bien curiosidad, dedicación y ganas de resolver un problema. En esta nota, exploramos diversas iniciativas que incentivan el interés por la programación en los jóvenes, y crean una igualdad de oportunidades.

27 Feb 2017 POR
En 2015 se declaró de importancia estratégica para el sistema educativo argentino la enseñanza y el aprendizaje de la programación durante la escolaridad obligatoria.

En 2015 se declaró de importancia estratégica para el sistema educativo argentino la enseñanza y el aprendizaje de la programación durante la escolaridad obligatoria.

Después de décadas de trabajar con computadoras e interactuar con programas de computación, estamos llegando a un punto donde las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) se han impregnado en cada una de nuestras actividades cotidianas. Vivimos rodeados de dispositivos y software: celulares, televisores, cajeros automáticos, autos y hasta la heladera o el lavarropas tienen una computadora.

Sin embargo, ya no alcanza con saber utilizar las computadoras. Aprender a programarlas es esencial para comprender el mundo que nos rodea y adquirir nuevas habilidades cognitivas.

Cuando comenzó la revolución de las computadoras personales, la enseñanza de la computación en las escuelas se orientó hacia el uso de aplicativos como planillas de cálculo y procesadores de texto, tendencia que puede verse en la mayoría de las escuelas que hoy enseñan informática, tanto en Argentina como en el resto del mundo. La enseñanza de la “Ofimática” (computadora para la oficina) fue ganando lugar hasta establecerse como el cometido único de lo que significaba enseñar computación en la escuela, porque en el futuro habría una gran diferencia entre quienes supieran usar una computadora y quienes no.

Con la llegada de los planes 1 a 1 –OLPC, Ceibal, Conectar Igualdad– empieza a aparecer el concepto de “Informática educativa”, donde la computadora puede favorecer otros aprendizajes.

En los últimos años, la profundidad de las TIC está propiciando la idea de aprovechar el desarrollo de capacidades a través de la programación de computadoras bajo el título de Pensamiento computacional, un concepto acuñado en 2006 por Jeannette Wing, investigadora de la Universidad Carnegie Mellon. Estas capacidades incluyen la generación de modelos mentales, la abstracción, la generalización, la identificación de problemas, así como su formulación y prueba de soluciones a través de un algoritmo.

También involucran, como parte de estas habilidades de pensamiento, la reflexión sobre la propia tarea –capacidad de autocrítica– y el trabajo colaborativo.

Ya lo dijo mejor Steve Jobs (cofundador de Apple), refiriéndose al contexto educativo estadounidense: “todos en este país deberían aprender a programar computadoras, porque te enseña a pensar”.

En este escenario cada vez más complejo, donde la programación y el software se encuentran en el centro de las preocupaciones, se desarrollan iniciativas que buscan acercar a los adolescentes al aprendizaje de la programación.

“La Hora del Código” es un movimiento global en el que se dicta una clase introductoria y extraescolar de computación, diseñada para mostrar que cualquier persona en cualquier lugar del mundo puede aprender a programar. Ha llegado a más de cien millones de estudiantes en más de 180 países. La iniciativa es impulsada por CODE.ORG, una organización pública sin fines de lucro dedicada a promover la participación en escuelas e institutos de Ciencias de la Computación, con una especial atención en incrementar el número de mujeres y estudiantes de comunidades minoritarias que aprendan a programar.

Tanto el Reino Unido como Estados Unidos, los dos grandes países pioneros de la computación, promueven iniciativas que incorporen sistemáticamente las ciencias de la computación a la educación formal. Particularmente, en el último año en Estados Unidos se plantearon el objetivo de formar a diez mil docentes capacitados para enseñar computación en escuelas secundarias. Al mismo tiempo, otros países como Finlandia, Nueva Zelanda, Estonia, China e Israel, están siguiendo iniciativas similares.

Vocaciones en tecnología

A medida que las industrias y las economías de los países crecen, se vuelve necesario contar con profesionales especializados en ciencia y tecnología que puedan apoyar ese crecimiento. Pero la escasez de profesionales del sector informático resulta alarmante solamente con mirar la demanda del mercado.

Desde la Fundación Sadosky explican que actualmente los distritos del país más avanzados en la enseñanza de la programación son la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Córdoba.

Desde la Fundación Sadosky explican que actualmente los distritos del país más avanzados en la enseñanza de la programación son la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Córdoba.

En Argentina, de acuerdo con cifras provistas por el Ministerio de Educación, la tasa de inscripción en carreras universitarias de computación está estancada desde hace quince años. Todos los años se inscriben alrededor de 20.000 alumnos y se reciben 3600, lo cual representa la mitad de los profesionales que la industria requiere. Los motivos de la baja inscripción son muchos. No obstante, esto no ocurre solamente en nuestro país. Varios países del mundo, incluyendo a Estados Unidos y los países de Europa Occidental, enfrentan desafíos similares.

Para paliar esta situación a nivel local, la Fundación Sadosky –integrada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y las principales cámaras del sector TIC de Argentina– impulsa el programa “Vocaciones en TIC”, orientado a que alumnos de escuelas secundarias tengan una primera experiencia real de programación de computadoras. Entre 2012 y 2013, 25.000 estudiantes de todo el país participaron del concurso Dale Aceptar desarrollando animaciones o videojuegos, sin conocimientos previos de programación.

“Uno de los motivos por los cuales hay tan pocos alumnos en estas carreras es porque en la escuela no suelen tener contacto con la disciplina. Por ello las iniciativas que llevan la programación a las escuelas no buscan formar programadores sino más bien despertar la vocación”, puntualiza Fernando Schapachnik, director del Programa Vocaciones en TIC de la Fundación Sadosky y miembro de Program.AR. Esta última iniciativa, lanzada a principios de 2014, pretende acercar a los jóvenes de las escuelas a las TIC, y cuenta con la participación del Ministerio de Ciencia y de la Fundación Sadosky. En este marco, durante los últimos dos años se han realizado debates en distintas universidades del país, talleres de programación para estudiantes en edad escolar con una versión local de “La Hora del Código”, eventos del tipo “hackatón” y se elaboró la página web “Estudiar Computación” (estudiarcomputacion.gob.ar/).

Por otra parte, en 2015 la Asamblea del Consejo Federal de Educación, declaró de importancia estratégica para el sistema educativo argentino la enseñanza y el aprendizaje de la programación durante la escolaridad obligatoria –mediante el decreto 263/15– cuya implementación dependerá del actual Ministerio de Educación de la Nación. Desde la Fundación Sadosky explican que actualmente los distritos del país más avanzados en la enseñanza de la programación son la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Córdoba.

Durante 2015 y 2016, la iniciativa Program.AR convocó a las principales universidades del país para dictar talleres introductorios de programación en las escuelas, actividad que ya están implementando en dieciocho provincias y con un alcance de más de treinta mil estudiantes de nivel secundario. Asimismo, están dictando un curso de capacitación de docentes de primaria y secundaria, en diez universidades distribuidas en siete provincias, que prepara a los docentes para enseñar un año de programación con herramientas prácticas en la escuela.

Respondiendo a la antigua pregunta de quién enseña programación en los colegios, Schapachnik comenta que “estamos convocando a las universidades a que, junto con institutos terciarios de formación docente, preparen y dicten posgrados docentes de dos años de especialización en computación”. Y agrega: “como no existía un ‘Santillana de la programación’, estamos por lanzar un manual de contenido para docentes, elaborado por las universidades y adaptado a los cuatro niveles escolares”.

Desde la óptica de Schapachnik, quien además es profesor de Exactas UBA, conocer cómo funcionan las computadoras y el software constituye un pilar fundamental para participar de las decisiones que nos afectan como sociedad. “El estudio específico de las Ciencias de la Computación, con base en la programación, es un ladrillo fundamental de la ciudadanía de calidad del siglo XXI. Muchos de los debates del presente, desde el voto electrónico, la neutralidad de la red, la problemática de la privacidad, etcétera, involucran la necesidad de formar usuarios críticos, en lugar de consumidores pasivos”.

Hacia una didáctica de la programación

Una de las instituciones que ya dio importantes pasos en la capacitación docente es la Universidad Nacional de Quilmes, mediante una “didáctica de la programación”, que rompe con el modelo tradicional desde el que se enseña computación en la escuela. En esta metodología se seleccionan conceptos claves, como la estrategia de solución de un problema, su división en subtareas y procedimientos. Y se plantean los conceptos básicos para diseñar un programa, que finalmente prescriba cómo debe funcionar una máquina. De este modo, antes que enseñar un lenguaje en particular se enseñan los fundamentos de la programación, los cuales no cambiarán por más que la tecnología evolucione. A su vez, se utiliza la “didáctica por indagación”: los estudiantes exploran por su cuenta cuándo necesitan usar cada concepto y realizan una actividad práctica para presentarlo.

“Entre 2008 y 2012 desarrollamos la base de la didáctica y la utilizamos en las materias de la Universidad para formar profesionales. En 2012 dimos un curso para docentes de la provincia de Buenos Aires y colaboramos con la confección de los planes de estudio de la orientación Tecnicatura en Programación para la escuela técnica. A partir de 2014 trabajamos con la Fundación Sadosky dictando diversos cursos y, a partir de 2016 trabajamos también en la confección de material didáctico para cursos más completos que abarquen diferentes ciclos”, precisa Pablo E. “Fidel” Martínez López, profesor titular y director de la unidad de transferencia de tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Según informan desde la UNQ, los cursos dictados por las universidades entre 2015 y 2016, han tenido un alcance de 1200 docentes en todo el país y 200 técnicos de la Dirección de Tecnología Educativa de la provincia de Buenos Aires, quienes luego podrán capacitar a 2000 docentes más.

A través de estos cursos, tanto docentes como estudiantes manifiestan que el enfoque les resulta totalmente novedoso y útil, y les permite apropiarse de los conceptos de manera más significativa que con enfoques tradicionales. “Los ejercicios que planteamos están diseñados para mostrar los conceptos de programación y la aplicación de estos conceptos a diferentes entornos. Más que enseñar herramientas, queremos poder pensar cómo se hacen esas herramientas”, señala Martínez López, quien fue uno de los organizadores de las carreras de informática de la UNQ y el primer director de la Tecnicatura en Programación.

De este modo, se elaboran estrategias personalizadas de enseñanza y aprendizaje, cuyo cambio cualitativo consiste en lograr que los jóvenes pasen de ser consumidores a ser productores.

La brecha de género
Carolina Hadad.

Carolina Hadad.

Otro factor que involucra la necesidad de alentar las vocaciones por las TIC es la baja presencia femenina en carreras de computación. En Argentina, las mujeres representan, en promedio, entre el 10 y el 20% de los empleados y estudiantes de empresas y carreras informáticas. Hace tres años la Fundación Sadosky desarrolló un estudio en escuelas secundarias del Gran Buenos Aires el cual reveló que ese porcentaje ya está estabilizado en la adolescencia.

Para reducir esta brecha de género que existe en la informática, la organización Chicas en Tecnología busca potenciar el crecimiento de niñas y mujeres en tecnología y emprendedorismo. Su programa intensivo “Programando un mundo mejor” está orientado a chicas de entre 13 y 16 años de escuelas secundarias de la Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires. En octubre de 2015 se realizó la primera edición del programa y en junio de 2016 la segunda. En cada edición se presentan más de cien candidatas y se seleccionan veinticuatro chicas de ocho escuelas públicas y privadas, las cuales no necesariamente tienen experiencia en programación. Durante cuatro días, ocho grupos de adolescentes trabajan en equipo para aportar soluciones innovadoras y creativas a los problemas que les interesan, y desarrollan sus propios emprendimientos con la ayuda de mentores. Cabe recalcar que el programa se realiza en una empresa de desarrollo de software, para que las chicas vean cómo es trabajar con tecnología en la realidad, conozcan la industria y puedan imaginarse en esos puestos dentro de unos años.

“Desde el primer día del programa, antes de que aprendan a programar, les proponemos a las chicas que puedan identificar cuál es la problemática que más les interesa resolver en su barrio, escuela o comunidad”, subraya Carolina Hadad, desarrolladora de software, graduada de Exactas UBA y cofundadora de Chicas en Tecnología.

Según Hadad, la programación tiene un fuerte impacto social, porque es una herramienta que permite resolver cualquier tipo de problema y hacer una diferencia. “Las chicas que participan de nuestros programas comentan que nunca se imaginaban que con tecnología podían solucionar problemas sociales. Sin embargo, ellas se convirtieron en creadoras de sus propias aplicaciones móviles, generando apps para alertar a los vecinos sobre inundaciones, una agenda cultural dinámica sobre diferentes colectividades para colaborar con la tolerancia social o una aplicación para reportar el acoso callejero y visibilizarlo en un mapa, entre otros proyectos relevantes”, comenta Hadad.

Un ejemplo de este espíritu emprendedor es Zoe Taranilla, quien con tan solo quince años, afirma que su pasión es poder ayudar creando comunidades con tecnología. “Llegué a Chicas en Tecnología con dos amigas, sin saber nada de programación ni diseño. Cuando tomé conciencia de que con la programación se podían plantear soluciones a problemas que me preocupaban, me quedé fascinada y me fui transformada por todo lo que aprendí”, cuenta entusiasmada Zoe. Luego de su paso por el programa, Zoe desarrolló los proyectos “Comer, estudiar, jugar” para la fundación La Casita del Niño, de Escobar, y “Help.er”, una app para conectar a los que tienen una necesidad con los que puedan ayudarlos.

Una vez completado el programa intensivo, Chicas en Tecnología brinda a las participantes oportunidades de becas, capacitación continua y participación en foros. También dicta charlas en colegios, universidades y espacios de divulgación de la tecnología. “Queremos llegar a un mayor número de chicas. Estamos buscando estandarizar nuestro programa y poder replicarlo con el objetivo de llegar fácilmente a más lugares de todo el país. Por eso estamos convocando a más mentores que quieran colaborar”, concluye Hadad.

¿Cuál sería, entonces, el gran desafío por delante que fomente la vocación informática? Sin dudas, poder incorporar paulatinamente estas nuevas habilidades de “pensamiento computacional” para lograr que todos los jóvenes de las escuelas, chicos y chicas, tengan las oportunidades de ser partícipes de la revolución digital que estamos atravesando. Se trata de un proceso largo y complejo que involucra a la comunidad educativa, el sistema productivo, el sector científico y tecnológico y la sociedad en general. Y, sobre todo, propone una meta idealista en los jóvenes estudiantes: en lugar de “ser programados” por el mundo en el que viven, “programar” ellos mismos un mundo mejor.