Comportamiento

Estrógenos, machos y agresividad

Los peces más agresivos, que pelean por dominar el grupo, muestran altos niveles de testosterona. Nuevos experimentos demuestran que las hembras pelean tanto como los machos, y las que tienen niveles más altos de estrógenos antes del combate son las ganadoras. Pero también se vio que en los machos aumentan los niveles de hormonas sexuales luego de la lucha.

12 Jul 2018 POR

«Agarrada de boca», uno de los despliegues agresivos más característicos en los peces conocidos popularmente como «chanchitas». Foto: Martín Ramallo.

Es una creencia arraigada que la testosterona, considerada la hormona masculina por excelencia, es una de las mayores responsables de la agresividad en las diversas especies animales, incluyendo a los humanos. Sin embargo, un reciente estudio, realizado en peces, muestra que los estrógenos también están implicados.

En efecto, en experimentos efectuados con un pez popularmente conocido como chanchita (Cichlasomadimerus), cuando dos hembras se trenzaban en una pelea, la que ganaba era la que, antes de la pelea, tenía niveles más altos de estradiol, un tipo de estrógeno.

“Medimos en machos y en hembras, antes de una pelea, tanto los niveles de testosterona como los de estrógenos, y vimos que las hembras ganadoras tenían niveles iniciales más altos de estrógenos que las perdedoras, mientras que en machos no hay diferencias entre los ganadores y los perdedores”, relata María Florencia Scaia, becaria posdoctoral de CONICET y docente en el Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA (Exactas UBA) y primera autora del trabajo que se publica en Physiology & Behavior.

De hecho, “las hembras pelean al igual que los machos y, cuando ambas contendientes tienen el mismo tamaño, la que tiene más estradiol es la que gana”, agrega Matías Pandolfi, a cargo del Laboratorio de Neuroendocrinología y Comportamiento de Exactas UBA.

Por su parte, en los machos triunfadores subían tanto la testosterona como el estradiol. “Lo que nos resultó llamativo fue que el estradiol se comportaba igual que la testosterona: ambas aumentan como consecuencia de la pelea en machos”, destaca Pandolfi.

Disputa por la dominancia

La chanchita es una especie de pez cíclido neotropical sudamericano que presenta altos niveles de agresión tanto en machos como en hembras. Foto: Felipe Alonso

El pez conocido como chanchita, que habita en bañados o lugares de baja profundidad, en la cuenca del Paraná y del Plata, se caracteriza por conformar una estructura social jerárquica con individuos dominantes y subordinados. Cuando esa estructura entra en crisis, los individuos se disputan los lugares de privilegio. La inestabilidad social puede producirse ya sea por escasez de recursos debido a cambios en el ambiente (por ejemplo, ante una sequía), o por la desaparición de los individuos dominantes. Como estos suelen ser más coloridos y vistosos, son atacados con mayor frecuencia por sus predadores, lo que desencadena la lucha por ocupar el puesto vacante.

Pero los combates involucran también a las hembras, que no sólo pelean para defender a sus crías: dos hembras en una pecera siempre se trenzan en lucha, aunque no haya alimentos o crías por los cuales pelear. “Siempre hay una ganadora y una perdedora, al igual que en los machos”, dice Scaia, y agrega: “En el encuentro se establece una jerarquía social mínima de dos individuos. Es a matar o morir”.

Los investigadores quisieron evaluar una hipótesis comprobada en diferentes especies de vertebrados, primero en las aves y luego en los mamíferos, incluidos los humanos, que afirmaba que en las interacciones agresivas entre miembros de una misma sociedad, aumentan los andrógenos en los individuos que ganan la pelea. “Pero la hipótesis del desafío -que es así como se la conoce-, nunca había sido probada con estrógenos, sino solo con la testosterona”, destaca Scaia.

No solo para la cópula

Por lo general, se relaciona a la testosterona con la reproducción, el cortejo y la cópula, pero esta hormona está presente también cuando dos individuos pelean por el acceso a los recursos, ya sea los alimentos o las hembras.

Por otra parte, la testosterona era considerada, habitualmente, la hormona masculina, y los estrógenos, como la hormona femenina. Sin embargo, ambas se encuentran, en distintas proporciones, en ambos sexos. Y pequeñas variaciones de la testosterona en una hembra, o cambios en el estradiol de un macho, pueden generar cambios en el comportamiento.

De este modo, los investigadores reformularon la hipótesis del desafío: “Para estos peces, podemos decir que, en caso de conflictividad, aumentan los andrógenos y también suben los estrógenos”, subraya Pandolfi.

Hormonas en el cerebro

Lo cierto es que las hormonas sexuales no solo están presentes en los ovarios y los testículos, sino que también están en el cerebro. Es más, este órgano central posee receptores para estas hormonas, y ello sucede tanto en hembras como en machos.

Además, para que haya estradiol debe haber, previamente, testosterona; una enzima responsable de la transformación química de una hormona en otra.

El aumento de las hormonas sexuales cuando un individuo gana una pelea, remodela el cerebro y lo prepara para un nuevo combate, aumentando la probabilidad de que gane otra vez. “Eso se ha visto en los mundiales, en que sube la testosterona de los jugadores y de los espectadores cuando el equipo gana, y disminuye si va perdiendo”, comenta Pandolfi.

Sin embargo, que aumenten las hormonas sexuales no significa que una persona vaya a ser más agresiva. Pandolfi lo aclara: “Las hormonas no desencadenan las repuestas agresivas, sino que las modulan”, y destaca: “Una hormona, por sí sola no vuelve violenta a una persona, sino que intensifica una situación previa”.

En resumen, este estudio en peces abre el camino para repensar la forma en que se analiza el comportamiento. Hombres y mujeres tenemos testosterona y estrógenos circulando por nuestra sangre, y no sólo en los órganos genitales sino también en el cerebro. Los cambios en los niveles de una y otra hormona pueden modificar el comportamiento. Un terreno para explorar.

Video: En las contiendas de las chanchitas, tanto en machos como en hembras, es muy frecuente observar el comportamiento de «agarrada de boca». Como resultado de este despliegue, que puede durar varios segundos e incluso minutos, surge un ganador/a que permanece firme en su sitio, y un perdedor/a que se aleja de su contrincante. Este comportamiento es uno de los más agresivos e interesantes debido a que el ganador/a de la «agarrada de boca» es quien gana la pelea en su totalidad.