Nardophyllumchiliotrichioides x Mauricio Bonifacino
Nuevas drogas

Yuyo para el Chagas

A partir del extracto de una planta silvestre que abunda en la Patagonia, investigadores de Exactas-UBA obtuvieron compuestos químicos que, en pruebas in vitro, inhibieron la proliferación del Trypanosoma cruzi, agente causal del Chagas. Los medicamentos que se usan actualmente para tratar esa enfermedad son escasos y con efectos secundarios potencialmente severos.

11 Oct 2013 POR
Nardophyllum bryoides

Los lugareños lo llaman “mata torcida” o “romerillo”. Los científicos le dan el nombre de Nardophyllum bryoides. Foto: gentileza Mauricio Bonifacino.

Entrevista a Jorge Palermo

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Es un arbusto aromático que crece de modo silvestre en la zona sur de la Patagonia. Los lugareños lo llaman “mata torcida” o, también, “romerillo”. Los científicos le dan el nombre de Nardophyllum bryoides.

Algunas comunidades la utilizan como planta medicinal, ya sea para bajar la fiebre o como digestivo.

Algunos científicos comenzaron a estudiar un compuesto que es fabricado por este yuyo: el ácido secochiliolídico (AS).

“Lo llamamos Pepe”, dice Jorge Palermo con una sonrisa, reconociendo lo dificultoso del nombre.

Palermo es investigador del Conicet en el Departamento de Química Orgánica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA (Exactas-UBA) y -junto con Gastón Siless y Marianela Sanchez de Exactas-UBA, Esteban Lozano y Miguel Sosa de la Universidad Nacional de Cuyo, y Marcia Mazzuca de la Universidad Nacional de la Patagonia- acaba de publicar un estudio científico en la revista Bioorganic & Medicinal Chemistry Newsletter en el que prueban que el AS inhibe la proliferación del Trypanosoma cruzi, el parásito que causa el Chagas.

“La actividad tripanosomicida in vitro del ácido secochiliolídico, así como la de otros dos derivados semi-sintéticos que preparamos a partir de dicho compuesto, es comparable a la de la droga comercial benznidazol”, consigna Palermo.

El benznidazol es el fármaco de primera elección para tratar el Chagas. Cuando esta droga no resulta efectiva se recurre a otro producto, denominado nifurtimox.

La producción mundial de benznidazol se interrumpió en el año 2011 y, desde hace pocos meses, es fabricado exclusivamente en la Argentina por un consorcio conformado por el Estado y dos laboratorios privados que lo distribuyen por toda Latinoamérica.

Pero tanto el benznidazol como el nifurtimox presentan efectos secundarios potencialmente severos, lo que hace que su uso terapéutico sea muy dificultoso.

Búsqueda incesante

El uso de plantas con fines medicinales es casi tan antiguo como la humanidad y persiste hasta nuestros días.

Hoy, muchos principios activos vegetales están incluidos en la fórmula de numerosos medicamentos y la búsqueda de nuevas sustancias producidas por la naturaleza que puedan tener algún uso terapéutico es permanente.

Una de las claves para que el desarrollo de nuevos fármacos de origen natural tenga éxito es que la materia prima sea abundante.

“Históricamente, nuestro grupo trabajó con sustancias producidas por animales marinos, como corales y esponjas, que son compuestos estructuralmente diferentes a los de las plantas”, cuenta Palermo. “El problema es que, generalmente, la cantidad de producto que se obtiene de esos organismos es exigua y si quisiéramos hacer los ensayos biológicos correspondientes necesitaríamos tantos ejemplares que provocaríamos un desastre ecológico”, explica.

Según el investigador, ese escaso rendimiento hace que, aun cuando muchas veces las primeras pruebas biológicas con alguna sustancia de origen marino dan resultados promisorios, no puede continuarse con los siguientes pasos de la investigación que permitirían desarrollar una droga de utilidad terapéutica. “Muchísimas estructuras quedan en la etapa de descubrimiento por este motivo”, acota.

Ante este problema, decidieron aprovechar el conocimiento adquirido con los organismos marinos y aplicarlo a los productos vegetales.

“Empezamos a buscar alguna planta que fuera abundante y que produjera cantidades significativas de alguna sustancia. No nos importaba que ese compuesto no tuviera actividad biológica, porque estábamos pensando en hacerle modificaciones químicas a partir de nuestra experiencia con los productos marinos”.

Quimeras

“Todo comenzó en un Congreso, en el que me encontré con una vieja amiga que vive en Comodoro Rivadavia”, recuerda Palermo. “Le pedí que me mandara una lista de plantas que ella pudiera juntar fácilmente por aquella zona. Y me envió el extracto de dos plantas. Cuando los analizamos, vimos que uno de ellos tenía ‘algo’ que sobresalía por su cantidad”.

Ese “algo” no era una sustancia desconocida. Había sido descripta en 1986 por un grupo de científicos alemanes que la habían aislado de otra planta. El vegetal utilizado por los germanos pertenece al género Chiliotrichum, por lo que bautizaron a la sustancia como ácido secochiliolídico.

“En los años ’80, cuando se descubría un compuesto nuevo generalmente solo se publicaba su estructura. Era raro que se hicieran ensayos para ver si tenía alguna actividad biológica”, comenta Palermo. “Entonces, decidimos estudiarlo nosotros”, completa.

Primero, empezaron a crear derivados del AS, un proceso denominado “diversificación estructural”: “Le agregamos pedazos de moléculas que sabíamos que podían tener alguna actividad biológica de utilidad. Buscábamos que ese producto de las plantas se pareciera a los productos marinos”, explica. “Es como un tuning”, sonríe.

De esta manera, obtuvieron trece derivados diferentes con los que decidieron comenzar a efectuar las pruebas.

Colaboración

“Un problema que tenemos en nuestro país es que no hay una buena conexión entre quienes descubrimos o sintetizamos compuestos y quienes podrían probar su actividad farmacológica”, opina Palermo. “Cada uno trabaja con los contactos que va pudiendo hacer”, considera.

De hecho, una vez más, un colega de Palermo marcó la dirección que tendría la investigación. “Un investigador de San Juan, con quien solemos trabajar, nos dijo que en la Universidad de Cuyo estaban probando in vitro la actividad tripanosomicida de un compuesto parecido al nuestro. Así que hicimos el contacto y les enviamos las muestras”.

El resultado de los ensayos mostró que el AS y seis de sus derivados semi-sintéticos son activos contra el parásito. “El ácido secochiliolídico y dos de sus derivados fueron los más activos, con una potencia similar a la del benznidazol”, precisa Palermo.

En un estudio preliminar -publicado en la revista científica Phytochemistry- el grupo analizó la toxicidad del AS: “Encontramos que tiene una actividad citotóxica leve”, informa Palermo, e inmediatamente añade: “Todavía no analizamos los otros derivados, que tienen propiedades físicas muy diferentes y pueden ser mejores candidatos aun”.

Tras aclarar que los estudios fueron realizados con epimastigotes (un estadío no infectivo del Trypanosoma), Palermo anuncia: “Estamos trabajando con investigadores de Exactas-UBA para probar nuestros compuestos con tripomastigotes” (estadío infectivo del parásito).

“Hasta ahora, podemos decir que tenemos resultados promisorios”, se entusiasma Palermo, y agrega: “El hecho de que el ácido secochiliolídico pueda obtenerse fácilmente, en grandes cantidades y de una fuente natural abundante, junto con la relativa facilidad con que puede purificarse, lo constituye en una importante alternativa natural a las drogas altamente tóxicas que se usan actualmente para tratar el Chagas”.

La investigación fue financiada con fondos del Conicet, de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, y de las Universidades Nacionales de Buenos Aires y de Cuyo.