Hidrógeno para el desarrollo
El presidente de Y-TEC, Roberto Salvarezza, dialogó con NEXciencia acerca de las posibilidades que tiene nuestro país para convertirse en uno de los principales exportadores de hidrógeno. En esa línea, el ex ministro de Ciencia indicó cuáles son los desafíos clave que tiene que sortear Argentina para ocupar un rol relevante en ese futuro mercado global, no solo como proveedor de la materia prima sino también de toda la gama de herramientas tecnológicas necesarias para su producción.
El anuncio fue sorpresivo y se realizó durante la cumbre COP26 en Glasgow, Escocia: la empresa australiana Fortescue invertirá 8.400 millones de dólares para producir hidrógeno verde en la provincia de Río Negro. La iniciativa, que promete generar 15 mil puestos de trabajo directos y entre 40 mil y 50 mil indirectos, podría convertir a la Argentina en un polo mundial exportador de hidrógeno verde para el año 2030.
La noticia, impactante por donde se la mire, tuvo también la virtud de fijar la atención pública nacional, por primera vez, en un área de investigación que Argentina tiene y cuyos orígenes se remontan a la década del 70. Sin embargo, en los últimos años, el hidrógeno (H2) venía siendo desplazado por la ventana de oportunidad que ofrecía el aumento de la demanda de litio, lo que hizo que muchos grupos de investigación se volcaran a trabajar en este tema. Ahora, el nuevo impulso que adquiere la economía del H2, podrá relanzar las capacidades presentes en el sistema argentino de ciencia y tecnología (CyT).
“Yo creo que es positivo porque se trata de una tecnología que la Argentina tiene muchas posibilidades de aprovechar. Primero, porque desde el punto de vista de los recursos naturales tenemos unos vientos magníficos en el sur y abundante energía solar en el norte, y porque todavía queda un largo trecho para que el H2 empiece a ser una realidad económica. En ese lapso, Argentina puede construir una capacidad científico tecnológica que le permita jugar ese partido con una importante presencia de tecnología nacional”, evalúa Roberto Salvarezza, presidente de Y-TEC, la empresa creada por YPF y CONICET para avanzar en la innovación y el desarrollo tecnológico para la producción de energía.
Ese “partido” al que hace referencia Salvarezza, aparece como algo inmenso, como una promesa desmesurada. Si bien existen diversas estimaciones, para tener una idea acerca de cuál podría ser el volumen del mercado mundial de H2, el Consejo del Hidrógeno (Hydrogen Council) considera que hacia 2050 el H2 en sus diferentes presentaciones puede alcanzar el 20 por ciento de la demanda final de energía, generar un mercado de 2,5 billones de dólares entre ventas de H y equipamiento para su producción y aplicación, y la creación de más de 30 millones de empleos directos e indirectos. Pero, hoy por hoy, ese mercado no existe.
“Es cierto, actualmente no hay un negocio. La demanda está proyectada hacia el futuro. Posiblemente, hacia el 2030. Pero Argentina tiene que decidir hoy si quiere o no quiere jugar ese partido. Por supuesto que son apuestas, porque nadie te garantiza que ese horizonte de demanda sea el que uno predice. Pero nuestro país tiene todo dado para jugar ese partido. Entonces, hay que prepararse porque tenés que cumplir varias etapas. Hay que hacer los parques eólicos, las plantas de producción de H2, tenés que almacenar ese H2 que producís, transportarlo y exportarlo convertido en un producto que, hoy en día, sería amoníaco. Son todas inversiones que hay que hacer. Por otro lado, parece ser una apuesta firme en el sentido de que tenemos los acuerdos internacionales y los países están comprometidos en bajar las emisiones, hay un camino de disminución del uso de combustibles fósiles. Se está trazando un escenario en el que todo indica que, en algún momento, la demanda de H2 va a crecer. Bueno, Argentina parece ser uno de los países que puede abastecer esa demanda”, confía Salvarezza, quien hasta hace poco fue Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación.
– Un punto clave pasaría por definir qué tipo de vinculación tendría nuestro país con ese mercado. Sería importante no repetir los viejos esquemas de convertirnos en exportadores de materia prima e importadores de tecnología. ¿Argentina está en condiciones de producir toda la gama de herramientas tecnológicas necesarias que requiere la industria del hidrógeno?
– Yo creo que tenemos esas posibilidades. También depende de una decisión política de dar un marco adecuado para que la tecnología nacional se pueda ir desarrollando y llegar a ese momento en la mejor posición. Desde ya hay posibilidades de construir aerogeneradores. La empresa de mayoría estatal IMPSA, ha hecho aerogeneradores que funcionan en un parque eólico en La Rioja. También tenemos parques solares bastante desarrollados. El tema es transformar esa energía eólica, esa energía solar en un producto que pueda ser almacenado, como es el caso del hidrógeno. Ese trayecto vos podrías recorrerlo fabricando aerogeneradores, electrolizadores, es decir, hay toda una posible participación de la industria nacional.
– ¿Considera necesario aprobar una ley específica de promoción de la industria del hidrógeno en Argentina?
– Yo creo que sí. Y es importante que cuando esa ley se debata, incluya instrumentos de promoción para que el aporte del sistema de CyT y la contribución de la industria nacional sea un elemento claro en la norma que se apruebe. Hay algunos borradores que ya han estado circulando y se espera que el tema se pueda discutir el año próximo.
– ¿La clave es que la ley reserve un espacio para el desarrollo tecnológico nacional?
– Esa es la clave. Creo que tenemos una industria con grandes capacidades. Hoy en día, por ejemplo, uno de los proyectos de Y-TEC es apuntar a la construcción de un electrolizador nacional. En eso estamos trabajando con distintos investigadores de las universidades y del CONICET, y también con empresas que estarían interesadas en sumarse a este primer desarrollo. Los costos más importantes que tiene hoy en día la producción de hidrógeno verde son de dos tipos: uno es el de la energía eólica o solar, que es relativamente alto; y el otro, son los electrolizadores, o sea los equipos que transforman el agua en H2 y oxígeno a partir de la energía eléctrica que les suministra el viento o el sol. Contar con electrolizadores nacionales sería uno de los elementos clave para la generación de hidrógeno en el país. Ese es uno de los objetivos que tenemos como empresa.
– ¿Ya se manejan plazos para ese desarrollo?
– Yo te diría que para comienzos del año que viene ya tendría que poder visualizarse un convenio de entendimiento entre los socios. Por iniciativa de Y-TEC se ha creado el consorcio H2Ar que reúne a más de treinta empresas que durante un año trabajaron analizando todas las posibilidades que hay en cuanto a producción, almacenamiento, transporte, usos posibles y evaluación de costos para la producción nacional de H. Hace poco se presentó un informe con las conclusiones de esa labor conjunta. Una vez cumplida esta primera fase, queremos pasar a la etapa de la construcción de pilotos. Es decir, identificar dentro de ese conjunto de empresas cuáles de ellas tienen interés en desarrollar un piloto. También qué provincias tienen ese mismo interés. Creemos que el 2022 será un año de pilotos.
– ¿Cuáles serían los desafíos tecnológicos más importantes que tiene Argentina en este tema?
– En el caso del hidrógeno verde, el principal desafío es el desarrollo del electrolizador. Para el hidrógeno azul, que se obtiene a partir del gas, el tema es el desarrollo de una tecnología de captura del dióxido de carbono (CO2) y su almacenamiento. Porque la técnica del reforming (utilizada para obtener hidrógeno a partir del gas) nosotros ya la manejamos. YPF, a través de Profertil, produce amoníaco y urea en Bahía Blanca, pero el CO2 derivado de esa producción se va a la atmósfera. Hay que transformar esa tecnología para que ese CO2 se convierta en otro producto con valor comercial, como sales o carbonatos, o pueda ser capturado y almacenado de alguna manera. Una posibilidad es resguardarlo en reservorios de petróleo exhaustos. Hay que buscar lugares que puedan ser usados como trampas geológicas. Sin dudas, estos son los dos desafíos tecnológicos clave que habrá que abordar.
– El sistema nacional de ciencia y tecnología, ¿está preparado para encarar estos desafíos?
– Creo que muchas instituciones del sistema de CyT se pueden incorporar a este desafío. Para eso es necesario que cambien un poquito su lógica. Tenemos que poner a trabajar a parte de nuestra comunidad en misiones que tengan un objetivo claro muy bien definido, en el marco de un proyecto fuerte, con mucho financiamiento. Y ese objetivo no será un paper, sino el desarrollo de un producto que el país necesita, como los electrolizadores o la tecnología para capturar y almacenar CO2. Fue un poco lo que pasó durante la pandemia. Ahí hay un claro ejemplo de cómo uno puede poner las capacidades del sistema científico, asociado con empresas, a desarrollar productos.
– En Argentina, ¿va a tener mayor protagonismo, en una primera etapa el hidrógeno azul para luego avanzar más decididamente con el hidrógeno verde?
– Yo creo que Argentina es bicolor, verde y azul. Creo que el hidrógeno azul sería el que tiene más posibilidades de crecimiento inmediato. En Argentina está aumentando la producción de gas, sobre todo en Vaca Muerta. Entonces, puede haber un excedente para producir H2. Además, el costo es bastante menor. En el caso del verde, el escenario también es muy bueno porque Argentina está incrementando la participación de energía eólica y solar en la matriz energética. Los excedentes que no se incorporen en la red podrían servir para mover los electrolizadores para producir H2.
– Hasta ahora hablamos del hidrógeno producido para exportar pero, en el ámbito local, ¿cuáles serían sus primeros usos? ¿Se podría, por ejemplo, inyectar el hidrógeno en los gasoductos actuales para aprovechar la infraestructura existente?
– Efectivamente. Una posibilidad que tenemos con el hidrógeno producido en el país es transformarlo en urea, en amoníaco para fertilizantes. La otra es inyectar una fracción de ese hidrógeno en los gasoductos. Eso se puede. Igual hay que estudiarlo bien porque hay un fenómeno que se llama fragilización de los materiales por H2. Pero, en principio, se da como seguro que por debajo del nueve por ciento del volumen de gas trasportado no generaría problemas. De todas maneras, hay un montón de temas de regulaciones y de costos sobre los que hay que trabajar. Pero es una alternativa que vos podrías utilizar para complementar la exportación, porque estaríamos empezando a bajar las emisiones.
– ¿Y qué posibilidades hay de utilizar el hidrógeno en el ámbito de la electromovilidad?
– En cuanto a los automóviles hay dos tecnologías. Una es la fuel cell (pila o celda de combustible) que implica ir al auto eléctrico directamente. En esa alternativa, vos tenés que la batería, en lugar de ser de litio, es una fuel cell, es decir, toma hidrógeno y oxígeno y, a partir de un proceso electroquímico, genera energía eléctrica y con eso movés un automóvil. Ahora, en el caso del hidrógeno también vos podrías usarlo en motores de combustión, en reemplazo del GNC. Tenés un tanque que lleva hidrógeno y el motor a combustión no cambia. Eso es posible. En los Estados Unidos se está utilizando. Hay toda una discusión en las grandes terminales globales sobre qué es lo más conveniente. Lo más próximo parece ser su utilización para motores a combustión. O sea que, mientras desarrollamos todo esto pensando en la exportación y el mercado mundial, uno de los caminos posibles para su uso interno sería incorporar un porcentaje de hidrógeno en los gasoductos y, en el sector del transporte, el uso de motores a combustión que utilicen el H en reemplazo del GNC. Esa sería una vía de transición energética para que el país avance en la reducción de sus emisiones.